Este 4 de julio se cumplen 243 años de la proclamación de la independencia de las Trece Colonias norteamericanas. Un hecho histórico que resultó decisivo para la independencia de los EE.UU. fue la contribución financiera de los cubanos al ejército comandado por George Washington.
Pero la lectura del libro “Cuba y la independencia de Estados Unidos. Una ayuda olvidada”, del doctor Eduardo Torres Cuevas, publicado el año pasado por la editorial Ciencias Sociales y de cuya información me he servido para la redacción de este artículo, me permitió acceder a una historia extraordinaria, reveladora de que la participación de los cubanos fue mucho más allá del aporte financiero.
El comercio entre las Trece Colonias y la Isla de Cuba creció ostensiblemente en el siglo XVIII. No olvidemos que los extensos territorios de la Luisiana y La Florida fueron posesiones españolas y constituyeron un nexo importante en esas transacciones. Los colonos norteamericanos importaban de Cuba azúcar y melaza para la fabricación de ron, producción sumamente importante en Massachusets. John Adams, segundo presidente norteño, llegó a afirmar: “No sé por qué nosotros deberíamos sonrojarnos para confesar que la melaza fue un ingrediente esencial en la independencia de América”. Así, el comercio entre ambas partes era muy activo desde mucho antes de 1776 y creó nexos importantes que favorecerían luego a los rebeldes.
Las contradicciones entre las coronas española e inglesa no hacían más que acentuarse y España, por varias razones, no dio su apoyo definitivo a los rebeldes hasta 1779.
Cubanos en la guerra de independencia de los EE.UU.
Robert Morris, capitán del puerto de Filadelfia, fue entre 1764 y 1778 el más importante enlace del comercio de contrabando entre Cuba y las Trece Colonias. Denominado el cerebro financiero de la guerra de independencia por su protagonismo en la obtención de créditos, dinero y abastecimientos.
En la historia de marras el habanero Juan Miralles ocupó un lugar decisivo. Morris conocía a Miralles y ello tuvo efectos muy positivos para el movimiento independentista, al extremo de que sus éxitos se deben en gran parte a las acciones realizadas por el cubano.
Miralles llegó a ser el representante del gobierno español ante los rebeldes y estableció estrechas relaciones de amistad con George Washington. Murió en la casa del patriota norteño, atendido por la esposa de este y por su médico personal. A su entierro, hecho con honores militares, asistieron Washington, Hamilton, La Fayette, Morris y otros importantes líderes norteamericanos y franceses. Figura interesantísima, la independencia de los EE.UU. debe mucho a Miralles.
No fue solamente él quien realizó aportes significativos a esa lucha, pues su cuñado Eligio de la Puente tuvo una importante participación en la rebelión de los indios de La Florida contra los ingleses. Pero sin dudas la participación militar más significativa estuvo representada por el general cubano Cajigal y Monserrate, quien había derrotado a los ingleses cuando intentaron apoderarse de las bahías de Guantánamo y Santiago de Cuba.
Hombre muy allegado a él fue Francisco de Miranda, el prócer venezolano. Cuando en 1782 los ingleses trataron de atacar La Habana nuevamente Cajigal se encargó de organizar la defensa de la ciudad, y las fuerzas enemigas tuvieron que replegarse. Su participación en la guerra de independencia de EE.UU. obtuvo éxitos resonantes, como el desalojo de las tropas inglesas del cauce del río Missisipi y haber garantizado el abastecimiento de las tropas de los generales George R. Clark, John Montgomery y Oliver Pollock. El historiador Buchanan P. Thompson afirmó en su obra “La ayuda española a la guerra de independencia de Norteamérica”, que esta fue determinante al ofrecer la seguridad de las fronteras del sudeste, lograda gracias a las acciones dirigidas por Cajigal.
La batalla de Yorktown
Antes de la batalla que selló la victoria norteamericana la situación de las fuerzas rebeldes era muy crítica, pues el Ejército Continental necesitaba tropas, abastecimientos y pagar a los soldados.
El almirante De Grasse solicitó ayuda a la corona francesa pero no la obtuvo. Mediante uno de sus subordinados, Claudio Enrique Saint Simon ̶ quien posteriormente se convertiría en uno de los teóricos del socialismo utópico ̶ contactó en La Habana con Cajigal y se inició una campaña para recoger fondos para los rebeldes. Muchas damas habaneras entregaron algunas de sus joyas, lográndose reunir la suma de 1 800 000 pesos de ocho reales, y ese es el suceso más divulgado de esta historia, pero en modo alguno no el único ni el más importante.
Con ese dinero se pudo pagar a las tropas, cubrir los gastos de abastecimiento e iniciar el avance contra las fuerzas del general británico Cornwalis, a quien Cajigal y otro general de apellido Gálvez habían cortado las vías de abastecimiento.
Pero la solidaridad cubana no se limitó a recaudar dinero pues junto al Ejército Continental combatieron batallones de pardos y morenos cubanos.
En el interesante texto del historiador Eduardo Torres Cuevas se informa prolijamente sobre la participación cubana en la guerra de independencia norteña y sobre el panorama histórico precedente. Aunque discrepo de la parte final del título, pues el hecho de que el propio autor cite considerables fuentes norteamericanas evidencia que la ayuda cubana no fue olvidada, si es cierto que muy pocos ciudadanos de ese país y del nuestro conocen la magnitud de la participación cubana en esa campaña militar, algo que debe llenar de orgullo a todos los cubanos.
Que no fue una historia olvidada está demostrado por la ola de simpatía que provocó en ese país nuestra última guerra por la independencia en 1895, en la cual, junto con la sangre cubana, corrió también la norteamericana, esta vez en contra del colonialismo español.
Que no lo es actualmente queda demostrado por el firme acompañamiento del gobierno norteamericano a todos los cubanos que luchan por la democracia, el respeto a todos los derechos humanos y por un país que realmente se levante con todos y para el bien de todos.