Entre besos y abrazos silenciosos para no alertar a los vecinos, pero también en medio de efervescentes deseos de libertad, catorce familiares del escritor Jorge García se despidieron la trágica madrugada del 13 de julio de 1994 para emprender un viaje que, sin saberlo, no tendría retorno ni mucho menos una llegada feliz a Estados Unidos, país en el que cifraban sus esperanzas de un mejor porvenir lejos de la tiranía y una isla que se hundía en la más severa penuria.
García recuerda hoy que el ómnibus que los llevaría hasta el sitio donde abordarían el remolcador 13 de Marzo era conducido por su primo Felo, quien trataría de huir del sistema totalitario de los hermanos Castro, “aprovechando la oscuridad”, junto a su esposa, el tío de su esposa y su pequeña Giselle. El plan estaba hecho y nada debía fallar.
A punto de emprender el viaje, García relata que se acercó a su hijo Joel en la puerta de su casa en La Habana, desde donde saldrían sus familiares al encuentro con una “muerte trágica” que desconocían entonces, y le dijo unas palabras de las que todavía se arrepiente: “Nos vemos en la eternidad”. A partir de ese momento —cuenta entre lágrimas—, su vida ha sido “un calvario”, a tal punto que dice sentirse “muerto en vida” o “como algo parecido a un duende que deambula por las calles de Miami, con una cruz a cuestas”.
Su nieto, hijo de su hija María Victoria García, también sigue vivo en su memoria. “Juan Mario me dijo muy alegre que me iba a traer un pescado bien grande para que me lo comiera yo solo. ¡Qué nietecito! Era mi primer nieto, una gran ilusión en mi vida”, rememora mostrando unos ojos rojizos.
El testimonio de García, que ha sido llevado a los más disímiles escenarios del mundo para “mostrar la crueldad de ese régimen asesino” se enmarca dentro de la conmemoración de los 25 años del hundimiento de la embarcación, hecho tras el que murieron 37 cubanos, entre los que se encontraban 27 adultos y 10 niños, cuya única culpa —si acaso existiese— consistió en querer cambiar de vida y dejar atrás las carencias de un fallido modelo social.
Los hechos
Fidencio Ramel Prieto Hernández, cuñado de García, por su condición de jefe de operaciones del puerto de La Habana y secretario del Partido Comunista era el líder de la expedición. “Él era una persona que, por esos cargos, podía moverse con libertad por la instalación portuaria, sin despertar ninguna sospecha”, señaló el escritor.
La partida se había pospuesto tres veces por diversas razones, pero “esa noche las condiciones meteorológicas eran las apropiadas”. La decisión ya estaba tomada: zarparían antes de la salida del Sol.
“Un grupo se reunió en mi casa y de ahí salieron a encontrarse con los otros en la terminal del puerto de La Habana, donde estaba la embarcación 13 de Marzo, un remolcador industrial de 25 metros de largo. Prieto se había encargado de probarla”, precisó.
Testimonios de algunos sobrevivientes del denunciado crimen dan cuenta de que el zarpe se produjo al promediar las 3 de la mañana, a unos 300 metros de la capitanía del puerto habanero. “El plan se había hecho muy bien y era un viaje seguro porque de lo contrario no hubiera permitido que viajaran nuestros niños”, acotó.
Casi de inmediato, los siete tripulantes de la embarcación, quienes también laboraban en el terminal y se habían sumado a la travesía,.. se percataron de que estaban siendo seguidos por dos de los tres remolcadores tipo Polargo que participaron en la operación de hundimiento, cuya misión primordial era impedir que llegaran a aguas internacionales rumbo a EEUU.
El ataque contra el remolcador 13 de Marzo comenzó a la altura del Castillo del Morro cuando las embarcaciones del régimen dispararon sus potentes chorros de agua. Según García, “estos asesinos disparaban las ráfagas contra todas las personas que pedían clemencia en cubierta, sin importarles que fueran mujeres con niños de brazos o personas mayores”.
Para este hombre, la embarcación ocupada por cubanos “que buscaban su libertad” zozobró “no por accidente como lo quiso mostrar el mismo Fidel Castro”, sino porque fue embestida “con alevosía”, a siete millas de la costa, por los remolcadores Polargo 2, Polargo 3 y Polargo 5.
“La actuación despiadada de estas bestias con ropaje castrense, los llevó a disparar chorros de agua a presión sobre los cuerpecitos de los niños que pedían clemencia, que viajaban abrazados a sus madres”, agregó con lágrimas en sus ojos.
Los “potentes cañonazos de agua a alta presión” que impactaron a la embarcación desde varias direcciones continuaron durante unos 45 minutos. “Estas eran personas que iban desarmadas. A esos asesinos no les bastaron las súplicas de esas mujeres y esos niños, que alzaban los brazos pidiendo auxilio a gritos”, subrayó.
La noticia
García y su esposa no pudieron conciliar el sueño. “La radio oficial dio la noticia muy temprano sobre el robo de una embarcación en el puerto y mi esposa quedó en shock; las piernas le temblaban. Yo le dije que a diario estaban robando embarcaciones para poder huir de Cuba, intentando calmarla”, afirmó.
Al filo de las 11 de la mañana —recuerda— “llegó un carro encubierto de la Seguridad del Estado, con un oficial de grado mayor, que venía con un médico y mi hija, que estaba toda destruida”.
Las noticias no eran alentadoras. “Cuando yo veo a mi hija con la cabellera llena de grasa, pensé que había ocurrido un accidente con el ómnibus. Pregunté por mi hijo Joel y me dijo que había muerto. Y así fui preguntando por cada uno de mis familiares; su respuesta fue la misma: murieron”, relató.
En ese momento, según la narración, “a mi mujer le dio un ataque y empezó a gritar”. El oficial de la Seguridad del Estado se fue “porque la situación con nosotros y los vecinos que empezaron a llegar se podían salir de control”.
Fue en ese instante que, “decidí cargar mi cruz y buscar justicia para mis muertos, que nunca me los devolvieron. Su cementerio es este mar [la entrevista fue realizada frente al malecón de la Ermita de la Caridad]”.
Justificación de Cuba
Una versión del régimen cubano sobre los hechos, publicada por el medio oficialista Cubadebate indica que “el penoso acontecimiento del naufragio del remolcador” fue motivado por un “accidente” y “como resultado de una colisión contra otra embarcación perteneciente a la Empresa de Servicios Marítimos del Ministerio de Transporte, mientras se encontraba en su persecución cerca de 7 millas al norte de la Bahía de la Habana”.
Dice, también, que un “grupo de delincuentes involucraron a numerosas personas, 72 en total, entre ellas a decenas de niños y mujeres en el secuestro de esta embarcación”, la que —según el medio oficialista— “no estaba en condiciones para navegar largas travesías, además de presentar una vía de agua que auguraba su hundimiento”.
“El secuestro de la nave se realizó de manera ilegal, inutilizando el sistema de comunicación de la misma con el fin de desoír los llamados de las autoridades cubanas exigiendo su retorno y la peligrosidad de la desafortunada incursión”, se puede leer en un artículo publicado el 14 de julio de 2017.
Más adelante asegura que “todos los miembros del personal de las embarcaciones presentes en el lugar realizaron esfuerzos heroicos para salvar las vidas de estas personas, aun cuando las condiciones de navegación y la fuerza del mar (Fuerza 3) hicieron dificultoso el rescate”.