En 1986, tres años antes de que apareciera en un editorial de la prensa estatal una acusación de traición a la patria contra el general Arnaldo Ochoa y el ministro de Transporte Diocles Torralba, recuerda Mario, ingeniero hidráulico jubilado, el dictador Fidel Castro iniciaba una campaña para 'rectificar errores y tendencias negativas'.
"Ahora sí vamos a construir el socialismo, dijo Fidel. Yo me quedé de una pieza. Tú te imaginas que 27 años después del triunfo de la revolución, un tipo te diga semejante barbaridad. Y los meses que estuve movilizado cortando caña en nombre del socialismo y en las misiones internacionalistas, con toda la propaganda a favor del marxismo. Ahí fue que comprendí que este sistema está condenado al fracaso", confiesa Mario y agrega:
"La mañana del 14 de junio de 1989, iba camino al trabajo y en el estanquillo de Acosta y Diez de Octubre compré un periódico Granma. Allí se anunciaba que Ochoa, Torralba y otros altos oficiales habían sido detenidos, acusados de traición a la patria y que en los próximos días se iniciaría un juicio sumario. Fue un momento clave del declive de la revolución cubana. Treinta años después de tanto desgaste, lo que queda intacto del sistema es su capacidad de reprimir y controlar a la sociedad. Y de pronto se aparece la Asamblea Nacional con una ley electoral donde los ciudadanos solo pueden ratificar lo que sus comisiones escogen. Ni siquiera podemos elegir a un presidente. Y todavía el gobierno se llena la boca diciendo que es una ley electoral democrática", precisa Mario con un gesto de desagrado.
No a todos en Cuba les interesa la política. Un segmento amplio de cubanos de a pie prefiere escapar del bombardeo propagandístico y la complicada maraña de jergas y disposiciones que genera el partido comunista, viendo culebrones brasileños producidos por la Rede Globo o el noticiero futbolero Chiringuito de Jugones del canal televisivo de La Sexta de España y que la gente alquila en el ilegal compendio audiovisual El Paquete.
Clara, quien durante cuarenta años trabajó en un taller de corte y costura en la Habana Vieja, no acaba de entender los constantes cambios de rumbo en Cuba. "Si te ibas del país te llamaban 'gusano'. Ahora a los 'gusanos' los reciben a cuerpo de rey. Si eras seguidor de las creencias afrocubanas te consideraban una persona ignorante y retrógrada. Ahora los 'babalaos revolucionarios' le entregan una Nganga al presidente Díaz-Canel. Al principio de la revolución decían que la religión era el opio del pueblo. Ahora los religiosos pueden ingresar al partido comunista. Llevan un montón de tiempo alabando al socialismo, pero lo que mejor funciona en el país son las empresas y hoteles administrados por firmas capitalistas. Los gobernantes cubanos no saben cómo salir del laberinto donde ellos mismos se han metido. Por eso hacen tantos discursos y campañas propagandísticas".
Carlos, sociólogo, opina que la revolución de Fidel Castro es una entelequia. "Una utopía, un mito, una puesta en escena. Los sistemas de ordeno y mando son incomprensibles, aburridos y chabacanos. Una provincia que debió llamarse Bayamo o Manzanillo, la denominan Granma, el nombre del yate donde vinieron Fidel y sus expedicionarios, en diciembre de 1956. Instituciones burocráticas como el Ministerio de Comercio Interior, la OFICODA, el Instituto de la Vivienda y las Empresas de Acopio funcionan exclusivamente en regímenes delirantes como el nuestro. La semana pasada Díaz-Canel, queriendo mostrar el supuesto rostro humano del socialismo marxista, decía que en ningún lugar del mundo un presidente controla la cantidad de salchichas que una persona puede comprar. Es el disparate elevado al cubo. Un desastre. Una estructura de poder que pretende enseñarte cómo debes usar la bandera nacional, qué debes comer o leer o cuál música escuchar. El control ciudadano en su máxima expresión".
La gente está cansada de tanta propaganda. De promesas que nunca se cumplen. De la cultura de la chapucería y el mal gusto en los servicios estatales. La revolución llega a su 61 aniversario sin aire. Cada vez más trillada y cada vez con menos seguidores. Atrás quedó la épica y la época gloriosa ensalzada por Fidel Castro en sus discursos y también por algunos trovadores, poetas, artistas plásticos y escritores.
La percepción popular es que se vive la última etapa del castrismo. Por inercia, corrupción generalizada y conveniencia de un sector se mantiene a flote lo que un día fue el Primer Estado Socialista del Caribe.
"Están en el tíbiri tábara y en el paripé. En la muela tonta y el papeleo antes del velorio y el entierro. Esto no tiene arreglo, asere. Espero vivir para poder ver el capítulo final de un drama que los cubanos llevamos 60 años viviendo por etapas", dice Osmar, dependiente en un bar privado. Habrá que ver qué tiempo demora la última etapa.