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General: LOS PINGUEROS Y LA MASCULINIDAD EN CUBA
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From: CUBA ETERNA  (Original message) Sent: 21/06/2019 15:22
 Los pingueros y la masculinidad en Cuba
Por Abel Sierra Madero
El sexo transaccional o de intercambio no es ningún secreto ni dentro ni fuera de la isla. En este artículo, el historiador Abel Sierra indaga, específicamente, en los vínculos sexuales establecidos entre varones cubanos y turistas extranjeros, los cuales encierran una complejidad que trasciende la idea del trabajo sexual. Al dar voz a quienes se involcran en estas relaciones, el autor indaga en la forma como perciben su masculinidad —frecuentemente heterosexual— y su manera de concebir la homosexualidad del otro foráneo.
 
A sus dieciocho años, Alberto se inventa el amor todas las noches con turistas extranjeros que disfrutan la firmeza de sus músculos y su compañía, a cambio de esperanzas migratorias y unos pocos dólares. Lo conocí una noche de verano del 2008 mientras caminaba con un amigo gay que hace muchos años vive fuera de Cuba. La esquina del cine Yara, la más concurrida y popular de la ciudad, era un hervidero esa noche aunque aún era temprano. El joven nos pidió fuego para encender su cigarrillo y también preguntó por la hora, pretexto idóneo para saber qué idioma manejaba aquel al que había interpelado.
 
Mi amigo, efectivamente, tenía un look muy diferente al cubano medio, además de un acento raro que se adquiere cuando se ha vivido mucho tiempo en el extranjero. Empezamos a conversar y, como la noche "estaba floja", pidió que lo invitáramos a una cerveza, a cambio nos contaría su historia. Hablamos durante un par de horas y, cuando nos despedimos, él regresó a la "lucha" para tratar de levantar un "punto" (término utilizado para referirse a los extranjeros), si la competencia y la policía lo dejaban. Nunca más lo vi.
 
Aquella noche fue el inicio de un proyecto de investigación sobre los pingueros: sujetos masculinos insertados dentro de la economía informal de placeres ligada al turismo en Cuba, que se involucran en relaciones sexuales –fundamentalmente con extranjeros– por dinero, bienes materiales u otros beneficios.
 
En la jerga del mercado sexual cubano, se ha acuñado una serie de vocablos asociados con la interacción de nacionales con extranjeros, principalmente, dentro del contexto del turismo. Así, el vocablo pinguero en cierta medida es correlativo al de jinetera, que se utiliza para la negociación del estigma del término prostituta. En cambio, jinetero designa a los sujetos masculinos involucrados en actividades económicas informales con extranjeros/as no interesados en consumir la Cuba oficial que ofrecen el gobierno y las agencias turísticas.
 
La metáfora de la lucha y la sobrevivencia
Siguiendo a la académica Amalia Cabezas (2004), podemos decir que el trabajo sexual no se trata sólo de sexo y dinero para mantener necesidades básicas, sino que brinda otras oportunidades, como recreación, consumo, viajes, migración y matrimonio. En contextos de pobreza como Cuba, para muchos sujetos la inserción dentro del turismo sexual y el sexo transaccional ha sido no sólo una vía de consumo, sino también de adquirir movilidad social, que de otro modo hubiera sido imposible para muchos de ellos.
 
Las/os jineteras/os y pingueros aparecieron en la isla durante los años noventa, cuando la crisis económica generada luego de la caída del bloque socialista provocó una apertura al capital extranjero y al desarrollo del sector turístico. Durante esos años, la isla se vio inmersa en una de las crisis más profundas que ha atravesado desde 1959, cuando el gobierno actualmente en el poder se instauró en la esfera política cubana. Con una situación "excepcional" en que funcionan dos economías –una en dólares estadunidenses o pesos convertibles, en la que se encuentran los bienes y servicios más importantes, y otra, debilitada e inflada, en pesos cubanos de poco poder adquisitivo–, los sectores populares han tenido que poner en práctica otras estrategias de sobrevivencia que muchas veces están en la delgada frontera de la ilegalidad.
 
De esta manera, surgió el término lucha. La expresión, usada recurrentemente por el discurso oficial, fue resemantizada por amplios sectores populares con exiguos salarios en pesos cubanos, para referirse a sus estrategias cotidianas de sobrevivencia. Estar en la lucha le otorga al sujeto social cubano contemporáneo una cierta libertad para moverse en un amplio campo de acciones, más allá de las leyes y de valores éticos y morales.
 
La negociación de la masculinidad
Los pingueros no conforman una unidad homogénea, sino que existen diferentes tipos de experiencias y gradaciones que influirán notablemente en los modos de interacción con los extranjeros. El tipo de relación dependerá, en gran medida, de la situación económica por la que estén atravesando en cada momento, de los proyectos de vida que tenga cada sujeto, del modo de encarar la sexualidad y de la procedencia social.
 
El testimonio de René, un joven con una configuración genérico-sexual adscrita a una masculinidad más tradicional, contrasta con la idea sobre los pingueros como sujetos activos, "penetradores" de cuerpos extranjeros. Él señala:
 
Todos quieren penetrarme, hasta la más loca quiere penetrarme, no sé por qué. Los pingueros aunque se dejen penetrar dicen que son activos; siempre buscan una justificación para no decir que son pasivos, aceptar eso es decir que son homosexuales. A veces me canso de esto porque ellos vienen a mí a penetrarme o a que yo los penetre, todo se basa en eso.
 
Si bien es cierto que el discurso de la penetración funciona muchas veces como resorte y herramienta de distinción entre los pingueros, y la clasificación a partir de roles sexuales apegados al marco binario de penetrador/ penetrado influye en las prácticas y en las interacciones con los extranjeros, la sexualidad de estos sujetos es más compleja de lo que parece a simple vista. Al respecto, resulta interesante lo que dice Andrés:
 
En esta vida he aprendido mucho de este mundo y de la calle y también de mí mismo. Antes yo me creía más macho que nadie y me apartaba de todo lo que me oliera a homosexuales, pero para sobrevivir hay que relacionarse con travestis, gays, lesbianas porque los yumas [término usado para referirse a los extranjeros, principalmente angloparlantes] van a buscarnos en esos lugares, donde está ese ambiente. Por mucho que los discriminé, tuve que evolucionar para poder sobrevivir.
 
Existen algunas metáforas populares que recrean las interacciones de los pingueros con los extranjeros, entre las más interesantes se encuentra "la mecánica", advertida por la investigadora Gisela Fosado. La mecánica conjuga una serie de estrategias que hacen que muchas veces, los pingueros no pidan dinero de antemano a los turistas, sino que desarrollen narrativas que los hagan parecer ante ellos como víctimas del sistema, con proyectos de emigrar o encontrar el amor verdadero. Asimismo, la mecánica influye en las relaciones sexuales y servirá también para negociar la masculinidad. En ese sentido, los pingueros utilizan la penetración como un capital para pedir más dinero o para obtener mejores beneficios. El consentimiento a ser penetrado por el otro foráneo tiende a empoderar al extranjero de turno, y al mismo tiempo es una estrategia "para ablandarlo y sacarle más dinero". Sobre esto comenta Andrés:
 
Yo siempre digo que soy activo y cuando dejo que me penetren les invento una película… que es la primera vez y que lo hago porque de verdad es importante, que es una prueba del afecto. Finjo estar nervioso y hasta los rechazo, me doy un poco de lija para tenerlos ahí. Si no, todo es muy fácil y pierden el interés. La idea es mecanicearlos pa' que te paguen más y sean más espléndidos. Les hago saber que es que son especiales y que han sido los primeros, que yo nunca lo había hecho antes y así los voy ablandando.
 
De este modo, un acto que pudiera ser leído desde la subalternidad se traduce en empoderamiento y "control" sobre el otro. En ese sentido, se describe una acción consciente en la cual la penetración tiene un valor de uso y la masculinidad es "cedida" en virtud de intereses concretos. Insertarse en una relación de "amistad" en la que el dinero no sea el centro de las mediaciones, aseguran algunos, genera mejores dividendos porque los turistas son más "espléndidos".
 
Según Amalia Cabezas, esto se debe a que una transacción comercial directa cerraría otras posibilidades como matrimonio, viajes, regalos, y confirmaría una identidad como prostitutos que ellos no desean.
 
Masculinidad intacta
Muchos de los entrevistados se consideran heterosexuales y ostentan la masculinidad como una entidad inmutable y estática sobre la que no habría ningún cuestionamiento, a partir de establecer una dicotomía en entre la conducta sexual en la "lucha" y el deseo sexual.
 
Otro entrevistado, Reinier, considera que el sexo con hombres no cambió en nada su modo de concebir la homosexualidad, porque la ve como algo ajeno a sus deseos y sentimientos más íntimos, pero, sobre todo, porque sus ideas sobre la homosexualidad están asociadas con la adquisición de una identidad y no con el terreno exclusivo de lo sexual. Para él, la adquisición de una identidad homoerótica lleva implícito un rechazo al sexo con mujeres y está asociada con un proyecto común con un hombre.
 
Aunque Reinier se distancia de la homosexualidad, reconoce que el ambiente homoerótico ha sido fundamental para su desempeño y sobrevivencia, y que tanto tiempo en esas redes ha cambiado sus juicios sobre este fenómeno. Si bien ha tenido que "hacer cualquier cosa", tiene determinadas preferencias sexuales: "Me gustan más los jóvenes y más femeninos, y prefiero los internacionales, porque los cubanos, aunque tengan dinero, son muy habladores. No me gustan los besos de hombres, son muy ásperos, por eso me gustan los clientes más femeninos, más suaves".
 
Aunque tengan relaciones con hombres dentro o fuera del espacio de la "lucha" y en muchos casos se definan como homosexuales, en los pingueros no operan las nociones tradicionales acerca del comingout, como un acto visible y de orgullo individual, al estilo norteamericano y europeo. De hecho, en Cuba, la cuestión del closet ha estado más asociada con un "secreto abierto" que con la adquisición de una identidad pública basada en la sexualidad. Reza un viejo proverbio yoruba que "lo que se sabe no se pregunta"; de este modo, se da cuenta de lo que no puede ser enunciado de manera explícita.
 
Algunas de las narrativas presentadas en este trabajo ponen en crisis y desestabilizan la categoría hombres, que hasta hace muy poco parecía inmutable. "Yo soy un hombre independientemente de lo que haga en la cama, no me gustan esas definiciones, eso me parece cheo (machista, homofóbico), anticuado", subraya Arturo, otro entrevistado. De acuerdo con los testimonios, al parecer, el contacto con extranjeros, así como la socialización dentro del "ambiente", han influido en que las nociones de estos sujetos sobre la sexualidad sean más abiertas y modernas.
 
Para algunos de los pingueros con los que trabajé, la idea del triunfo se traduce básicamente en ser mantenidos por extranjeros desde el exterior, o salir del país a través de ellos. Otros, en cambio, aspiran a reunir lo más pronto posible el dinero suficiente para montar un negocio que les permita salir de la "lucha". Sin embargo, la mayoría de mis entrevistados son jóvenes anclados al presente, con altos niveles de consumo y sin planificación, lo que hace que no puedan subvertir los procesos de subalternidad en los que están inmersos, porque los resultados económicos de la "lucha" rara vez se traducen en proyectos de vida que puedan cerrar los ciclos de pobreza e inmovilidad social.
 
ACERCA DEL AUTOR:
Abel Sierra Madero es doctor en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana, Cuba, y miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

 
De día modelo y de noche pinguero


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From: cubanet201 Sent: 30/07/2019 13:34
 Los Jineteros
Prostitución masculina: lo que se sabe ¿no se pregunta?
Por Rolando Cartaya
Desde principios del siglo XXI el comercio de cuerpos jóvenes masculinos ha sido más visible y floreciente en Cuba que el jineterismo femenino.
 
La Habana se les puede distinguir por su juventud; sus cuerpos esbeltos, atléticos, cultivados a diario en algún insospechado gimnasio; su ajustada indumentaria, a menudo ropa de diseñador; sus teléfonos móviles de última generación; su perfume caro; y una apariencia metrosexual que incluye piernas, axilas y cejas depiladas, cabello bien cortado y laqueado, piercings, aretes, manicure y hasta algún maquillaje.
 
Los cubanos se refieren a ellos con una palabra soez derivada de la que identifica en el argot popular a su herramienta de trabajo, el miembro viril. A diferencia de sus similares femeninas, ejercen el comercio sexual por igual para clientes hembras y varones.
 
Principalmente, extranjeros de visita en Cuba: italianos, españoles, alemanes; más recientemente, canadienses y mexicanos. Gente con la codiciada moneda dura.
 
Para satisfacer al cliente, si es necesario, “apuntan y banquean”, como se dice del bisexual en las calles de la isla. Pero están lejos de considerarse bisexuales u homosexuales. Terminada la faena pueden ser hasta guapos de barrio. Desde su punto de vista, sólo están “luchando”. Una lucha que comenzó en el apogeo de la crisis extrema eufemísticamente llamada “período especial en tiempos de paz”.
 
De todas las variedades del mercado clandestino que medraron en Cuba a partir de aquella debacle económica de los años 90, la prostitución o jineterismo, enfocada principalmente en el turismo extranjero, ha sido una de las más lucrativas, y desde luego, más al alcance de jóvenes y adolescentes. Sobre todo, después de que la crisis desvalorizó la importancia de hacer una carrera profesional o tener un empleo con el Estado.
 
También ha sido de las menos perseguidas. Observe este párrafo del testimonio dejado en un llamado “Forum degli amanti di Cuba” (Foro de los amantes de Cuba) por Roy, un joven cubano que llegó a Italia a través del comercio sexual:
 
“A veces me inventaba algo diferente. Vendía ron (“guarfarina” de un alambique clandestino), carne de puerco y muchas cosas más, pero siempre regresaba a lo mío. Me puse a recoger apuntes para la lotería clandestina, la de Venezuela que se oye bien en la radio. Esta sí daba resultados, pero qué va, ¡si la policía me agarraba!… así que mejor volver a jinetear”.
 
Si bien periódicamente --presionado por la Federación de Mujeres Cubanas que presidía Vilma Espín, la esposa de Raúl Castro-- el gobierno ha lanzado redadas policiales de jineteras –las más amplias en los años 1998 y 2002-- la política predominante hacia la prostitución surgida del período especial ha sido hacer la vista gorda. ¿Por qué?
 
El turismo que el poder castrista aceptó promover como mal menor y tabla de salvación, tras la pérdida de su “souteneur” soviético, ha sido fundamentalmente uno de paquetes baratos y sistema todo incluido, una manera de abrirse espacio en medio del experimentado y lujoso mercado del resto del Caribe.
 
Los vacacionistas que compran estos paquetes suelen ser de clase baja o media baja, y van con la intención de gastar lo menos posible. Tolerar el jineterismo –recordemos que Fidel Castro no las condenó, sino que las llamó “las prostitutas más cultas del mundo”--  era una forma de obligar a los visitantes a dejar también en Cuba las pocas divisas que llevaban en el bolsillo.
 
La carne de cañón para esta nueva "batalla de la revolución" no escaseó. Vea como se prostituyó la familia de Roy:
 
“Me puse a jinetear a los 20 años, estábamos en periodo especial y cada día era más duro. El hambre apretaba mucho y todo el mundo estaba hasta los c… de comer arroz y frijoles, frijoles y arroz todo los santos días. Yo tenía 20 años, mi hermano Raulito tenía 17, y la Muñeca (así le decíamos a mi hermana) acababa de llegar al mundo. El "puro" era médico (50 años) y mi mamá era maestra (37 años)".
 
"Yo empecé a inventarme un trabajo con una camarita que me había regalado un alemán. Tomaba fotos a las jineteras para después promocionarlas con los yumas. Cobraba dos "fulas" por cada foto, y en un mes me volví el fotógrafo de las p… (así me decían). Mi hermano revelaba las fotos y el negocio salió bien”.
 
“Pero qué va…, no alcanzaba y mi mamá también se puso a jinetear. Mi papá se fue con su revolución de m… en la cabeza. Yo me peleé duro con él. Creo que siempre me ha echado la culpa de que mi mamá estaba jineteando. Decía que yo había llevado la perdición a la casa. En realidad, creo que dentro de él sabía que lo que nos estaba matando eran la mismas ideas que él iba sosteniendo a toda costa”.
 
Luego de algunos años de persecución, la “actividad” se ha "normalizado":  no se oye hablar de batidas contra el jineterismo; la Primera Hija Mariela Castro afirma que ese es un trabajo como cualquier otro; y hace un par de años el semanario Primavera Digital reportó –y lo apoyó con un facsímil-- que con el nuevo impulso al trabajo por cuenta propia las autoridades estaban expidiendo a las jineteras licencias de “acompañante al extranjero”, las que les eximirían de ir presas, acusadas de acoso al turista.
 
Sin embargo, aunque la prostitución masculina renació en Cuba desde los 90 paralelamente a la femenina, nunca se oyó hablar de una recogida o encarcelamiento masivo de “prostitutos”, sólo de casos individuales.
 
Juan Antonio Madrazo  --el coordinador del independiente Comité Ciudadano por la Integración Racial—escribió hace unos días en Cubanet que la prostitución masculina es desde hace años una cruda e incómoda realidad que el narcisista machismo revolucionario trata de ocultar.
 
En conversación, Madrazo señaló que desde principios del siglo XXI este comercio de cuerpos jóvenes masculinos ha sido más visible en los circuitos turísticos de la isla, y ha tomado más fuerza que el de cuerpos femeninos. Entre otras razones --opina el colaborador de Cubanet-- porque todo el mundo se aprovecha de él. Asegura que muchos policías reciben sobornos para mirar al otro lado, y que algunos actúan como verdaderos proxenetas de los jóvenes prostituídos.
 
Destaca que los medios oficiales, que han abordado al menos tímidamente el problema de las jineteras, han pasado por alto hasta ahora su floreciente versión masculina. Y afirma que éste es uno de los negocios más rentables del mercado negro hoy por hoy, al punto de que parte de las ganancias se está reinvirtiendo en una incipiente industria pornográfica hecha en Cuba.
 
Otro conocedor de la Cuba profunda, el periodista y blogger independiente Iván García, ubica a la mayoría de quienes ejercen la prostitución masculina en la emergente clase media surgida tras el abandono oficial del igualitarismo.
 
Suelen tener educación preuniversitaria o universitaria, muchos hablan inglés, o han aprendido italiano u otros idiomas. Son solventes: se pueden dar el lujo de comprar camarones, carne de res y licores de marcas famosas en las tiendas por divisas; de frecuentar buenas discotecas; de tener transporte propio, generalmente una moto; y de hospedarse un par de veces al año en polos turísticos como Varadero, no sólo por placer, sino para conseguir clientes sin mucho sigilo.
 
Pero a cambio no sólo venden sus cuerpos: también su dignidad, su autoestima, su estabilidad mental. Vea por ejemplo el testimonio que le dio a Madrazo un camagüeyano de 22 años, graduado en informática, llamado Tristán:
 
“Me es difícil acostarme con ancianos que huelen mal. Para nada es fácil seducir a un extraño, pero la necesidad me obliga. Para mí, los europeos son mejores clientes que los latinos, respetan a los hombres y no se ponen con eso de querer besarlo a uno y cogerle la mano en público; hacen lo suyo y ya”.
 
El autor escribe que “muchos de estos chicos viven en barrios marginales de La Habana, que el turista que los contrata no ve, y para ellos la exagerada masculinidad es a la vez camisa de fuerza y coraza que les permite sobrevivir en ese medio. Muchachos viriles, musculosos, pero muy frágiles simultáneamente”.
 
Añade Tristán:
"Nadie imagina las bajezas que los clientes pueden pedir, pero al menos esto me permite pagar deudas, y darme gustos que van desde enviarle dinero a mi madre, enferma de leucemia en Nuevitas, hasta comprarme un perfume, o invitar a una chica a comer o a bailar en una discoteca. Esto es muy duro para la autoestima, pero hay que vencer las dificultades que son muchas, hasta que pueda salir de esta asfixiante isla”.
 
Y es que el sueño dorado de un jinetero varón, como el de una hembra, es conseguir un novio o novia –para el caso da igual-- que se enamore lo suficiente como para sacarle de Cuba.
 
Roy lo consiguió. En Milán, su suegra italiana le dice que  es “un ser inútil, sin un peso partido por la mitad, ni cultura, ni perspectivas”. Según ella --dice Roy-- los cubanos “sirven solamente 'para el relajo y para formar la gozadera'”.
 
El joven de Centro Habana cree que vivir en el extranjero ha sido una gran experiencia, pero termina su testimonio así:
 
“Yo sé que aquí en Italia no puedo vivir, a veces me falta el aire, me siento mal. Necesito mi Cuba. Mi mujer no lo puede creer, solamente dice que me quiero ir porque no la quiero, y hace unos días que no para de llorar. Me da tremenda pena pero creo que si me quedo aquí seria peor todavía. Mejor que me vaya”.
 
ACERCA DEL AUTOR
Rolando Cartaya (La Habana, 1952) Graduado de Periodismo, Universidad de La Habana 1976. Ha trabajado en la página cultural de Juventud Rebelde, la agencia UPI, el servicio Worldnet y como editor de las revistas “Newsweek”, “Discover” y “Motor Trend” en español. Ha traducido más de 20 libros para la editorial cristiana Thomas Nelson, Inc. Con Radio Martí desde 1989, ha sido editor, redactor, reportero, y director y guionista del programa “Sin Censores ni Censura”. Actualmente trabaja en martinoticias.com. Fue vicepresidente en la isla del Comité Cubano Pro Derechos Humanos.
  
 

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From: cubanet201 Sent: 14/04/2021 13:16

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From: cubanet201 Sent: 15/04/2021 12:22


Reply  Message 5 of 6 on the subject 
From: cubanolibre Sent: 19/02/2022 17:34
 


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From: cubanolibre Sent: 19/02/2022 17:44


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