“Con los americanos estábamos mejor”, he oído decir esto muchas veces a personas que vivieron el capitalismo cubano, gracias a los americanos. No cabe dudas de que Fidel Castro siempre lo supo. Recordemos cuando el 8 de septiembre de 2010 dijo a la Revista The Atlantic que “el modelo cubano no funciona ni siquiera para nosotros”. Raúl también lo sabía, porque bajo su presidencia hereditaria incentivó la propiedad privada, alcanzando hoy la cifra de más de medio millón de trabajadores por cuenta propia.
Lo supimos gracias a aquel buen comercio español, desaparecido por Fidel en los años sesenta. Entonces Cuba estaba preparada para impulsar aún más su economía, y sobre todo su buena producción nacional con mercancías de buena calidad.
Pero en realidad a partir de 1959 Cuba comenzó a retroceder, sumiéndose en una ideología foránea de cantos y concentraciones políticas, que lejos de beneficiar su desarrollo económico la puso a languidecer hasta el día de hoy.
Analicemos los logros alcanzados por Cuba antes de 1959, logros que nadie puede negar.
En los años veinte, Gerardo Machado llevó a cabo un plan de urbanización para La Habana, trazado por el famoso arquitecto francés Jean-Claude Forestier que aprobó, entre sus grandes obras, la construcción de la Carretera Central y el Capitolio Nacional.
Por los años cincuenta del siglo pasado Cuba tenía el segundo y tercer lugar en entradas per capitas de Iberoamérica, superando a Italia e Inglaterra, y más del doble de España. A pesar de su pequeño tamaño, y sólo con 6.5 millones de habitantes, ocupó en 1958 la posición 29 entre las mayores economías del mundo, la tercera más alta de América Latina, solo superada por Venezuela y Uruguay. Hoy Cuba es uno de los países más pobres.
Puede decirse que desde mucho antes de la dictadura castrista Cuba podía enorgullecerse de sus escuelas laicas, religiosas y públicas, y de sus más importantes hospitales, como el Calixto García, Emergencias, el Pediátrico de La Habana, el Nacional, el William Soler y las clínicas particulares.
También de la producción ganadera, con una vaca por cada habitante, que hacía que todas las familias cubanas pudieran beber diariamente leche fresca. Hoy, las pocas vacas con que cuenta el régimen contribuyen a que cientos de hombres y mujeres del pueblo sufran largos años de prisión por el delito de “hurto y sacrificio ilegal de ganado mayor”, excluidos dichos reclusos, en julio pasado, de recibir el indulto que otorgó el Consejo de estado a más de dos mil sancionados.
Cuba fue la primera nación iberoamericana que en 1829 usó máquinas y barcos de vapor; la tercera que en 1837 tuvo ferrocarril, luego de Inglaterra y Estados Unido; la primera en tener alumbrado público en 1889. En 1877 La Habana fue objeto de la primera demostración mundial de una industria movida por electricidad.
A partir de 1900, cuando se realizaron las primeras elecciones libres gracias a los americanos, Cuba fue el primer país en ver circular en La Habana los primeros tranvías, el primero en disponer de teléfonos con discado directo, el primero en tener una instalación hospitalaria de rayos X y el primero en acuñar el peso cubano, con idéntico valor al dólar, sobrepasándolo un centavo hasta 1959.
En 1922 Cuba fue la segunda nación del mundo en inaugurar una emisora de radio. Seis años después ocupaba el cuarto lugar al tener 61 emisoras, 43 en La Habana, superada sólo por Estados Unidos, Canadá y la Unión Soviética. O sea, la primera del mundo en número de emisoras, con relación a sus habitantes y extensión territorial.
En 1937, por primera vez en Iberoamérica, Cuba decretó la Ley de jornada laboral de ocho horas, el salario mínimo y la autonomía universitaria.
Un dato muy curioso es que Cuba, adelantándose a Estados Unidos, tuvo en 1940 un presidente de raza negra, electo por sufragio universal y por mayoría absoluta, cuando la gran mayoría de su población era blanca. Ese mismo año aprobó la más avanzada de las constituciones del mundo, reconoció el voto femenino y la igualdad de Derechos.
Respecto a su desarrollo urbanístico, Cuba fue un ejemplo de la época: en 1951 se construyó El Riviera, el primer hotel con aire acondicionado; en 1952 el primer edificio con hormigón armado, El Focsa, y en 1953 los primeros y más modernos estudios de TV, siendo el segundo del mundo en difundir televisión a color en 1958.
Fue además el país iberoamericano con más automóviles ̶ 160 mil, uno por cada 38 habitantes ̶ , con más electrodomésticos y con más líneas férreas por km2, usando los trenes más modernos, todo gracias a Estados Unidos.
Analizando estos datos puede decirse, según los economistas más prominentes, que sesenta años después, Cuba podría haber sido hoy el país más desarrollado de América Latina, si hubiera continuando utilizando las innovaciones tecnológicas propulsadas por Estados Unidos.
Pero apareció Fidel Castro en el panorama político, junto a su hermano, negados a adaptarse culturalmente a las demandas del capitalismo productivo, e hicieron girar 90 grados la estructura social y política cubana hacia un socialismo soviético fracasado, y así Cuba se convirtió en víctima de una cultura nefasta. Según el economista Gregory Clark “es la cultura lo que determina la riqueza o pobreza de las naciones”.