Isabel Pantoja y los gustos sexuales de Juan Gabriel
Manuel Román
Cumplió Isabel Pantoja el 3 de agosto sesenta y tres años, (y cincuenta como cantante) que imaginamos celebrará con los suyos, lo normal en su finca "Cantora", alejada de las cámaras de los "paparazzi". ¡Hola!, o cualquier otra revista, estaría dispuesta a adquirir a buen precio, como siempre, imágenes de esa efeméride. Para ella, este verano ha tenido momentos críticos durante su larga estancia en la isla hondureña, desde la que se retransmitían sus trifulcas y algunas confidencias con sus compañeros de aventura en el programa Supervivientes. Del que, sabido es hasta la saciedad, que tuvo que ser evacuada a España por sus problemas de salud. Sarna a gusto, no pica, reza un antiguo refrán. Y esos dos meses y medio en condiciones físicas, ambientales, con escasez de comida y bebida, dificultades de todo tipo, altas temperaturas, algún peligro que otro, probabilidades de que algún insecto se las hiciera pasar canutas, los ha sobrellevado la cantaora contra viento y marea. Se la veía muy desmejorada. Pero a su regreso, ayudada por un buen maquillaje, lucía la artista sevillana sus mejores sonrisas. Contenta de estar aquí de nuevo. No es para menos. Ochocientos mil euros le alegran la vida a cualquiera.
¿Quién hoy en día, sin ser empresario o asiduo a la Bolsa, puede ganar en ochenta y tantos días esa elevada cifra? Había firmado contrato con Telecinco por el que percibiría un millón. Esos doscientos mil euros de diferencia fueron por la penalización al no concluir su participación en Supervivientes. A lo mejor los cobra por otras prestaciones. Y su futuro inmediato en cuanto al dinero que puede seguir percibiendo de Mediaset, la compañía de Telecinco financiada desde Italia por el irreductible Berlusconi, lo tiene apalabrado, si no firmado con las cláusulas que se quieran, como olvidarse de la demanda que impulsó contra los que ahora le han procurado esos réditos: Isabel se embolsará de aquí a un par de temporadas dos millones de euros, siempre que se lleven a cabo los previstos programas: uno sobre su vida, de corte hagiográfico, por supuesto, eludiendo pasajes oscuros del pasado; otro donde tendría que ejercer de jurado acerca de futuros talentos musicales, amén de alguna gala televisada. Negocio redondo para ambas partes pues se ha sabido que Mediaset entró en pérdida semanas atrás y la gran audiencia (más de tres millones de telespectadores) de Supervivientes mientras estuvo en danza "la Pantoja" ha mejorado las cuentas de la productora.
Una de sus revelaciones, a la vuelta de Honduras , fue que en vida del compositor mexicano Juan Gabriel, le pidió casarse con ella. Con buenas palabras, por lo visto, ella rechazó el cumplido. Conocía los gustos sexuales del azteca. Ya fallecido, lo que ocurrió hace ahora tres años, el 28 de agosto de 2016, Isabel confesaba haber sentido mucho su desaparición, y reflexionando acerca de aquella boda que ella no aceptó, vino a confesar que debiera haberlo intentado. ¿Hubiera sido buena idea?
Juan Gabriel, que se llamaba así porque su madre lo quiso, en recuerdo del protagonista de un culebrón, El derecho de nacer, figuró en su pasaporte como Alberto Aguilera Valadez. Vida melodramática la suya: hijo de unos humildes campesinos, quedó huérfano de padre a los tres meses de venir al mundo. Su madre, que era sirvienta, lo abandonó poco después. Fue ingresado entonces en un orfanato donde cuando ya fue creciendo, un maestro hojalatero lo instruyó para que aprendiera a tocar la guitarra. Disciplinado, consiguió dominar el instrumento de cuerda y componer canciones ya siendo jovencito. Salió de la institución que lo había acogido, comenzó a ganarse la vida en algunos cafetines y cabaretuchos hasta que poco a poco su nombre fue adquiriendo relieve entre los nuevos creadores musicales. Empezó popularizando "Noa-Noa", que era el nombre de uno de aquellos locales de mala muerte donde actuaba, canción muy animada que entre nosotros popularizó Massiel. Y en adelante renovó la canción ranchera mexicana y el bolero, contribuyendo al exitazo de Rocío Dúrcal, para quien compuso muy conocidos temas, entre otros "Fue tan poco tu cariño", "Me gustas mucho", "Fue un placer conocerte" y una muy larga lista de títulos.
La colaboración entre ambos fue muy productiva para los dos, mas Juan Gabriel quiso imponer su muy ambicioso ego, hasta que Rocío rompió su amistad con él por no acceder a uno de sus caprichos, de carácter profesional, como revelaba Shaila, hija menor de la llorada actriz y cantante madrileña. No sólo eso había ocurrido entre la Dúrcal y Juan Gabriel. Tal vez Shaila, por pudor, no quiso remover otros trapos sucios. El mexicano se había prendado de Junior, el marido de Rocío. No le quitaba ojo. Lo acariciaba de vez en cuando bajo cualquier pretexto. Antonio Morales, Junior, no podía tolerar tal cosa. Y Rocío Dúrcal, como es lógico, cortó por lo sano. Fue poco después de su ruptura con Rocío Dúrcal cuando Juan Gabriel e Isabel Pantoja comenzaron a colaborar. Él le proporcionó composiciones como "Así fue" y las que integraron el último álbum de la trianera, "Hasta que se apague el sol". Parece que todas ellas habían estado pensadas para la Dúrcal. Mas eso importa poco. Lo cierto es que en ausencia de auténticos creadores, Juan Gabriel le era muy útil a Isabel. La unión de un fértil autor, imaginativo, capacitado para crear temas románticos con marchamo pegadizo le servía a la Pantoja en un momento difícil de su carrera. Del trato entre los dos cuando ella iba a México puede que surgiera un afecto probable, cariño, pero nunca amor. Una unión matrimonial entre ambos no hubiera pasado de una operación publicitaria al principio a bombo y platillo. ¿Y después? ¿Con un contrato separando bienes gananciales? En ese aspecto, Juan Gabriel era multimillonario en tanto Isabel Pantoja arrastraba deudas por la pésima administración de sus bienes y su bien conocida ambición que tantos problemas le han creado y que ahora podrá satisfacer tras su paso por Supervivientes.
Si Juan Gabriel no hubiera sido el esposo adecuado, tenía sus razones. Siempre eludió en las entrevistas reconocer que era homosexual. Amparado en la realidad de tener cuatro hijos reconocidos, quienes por cierto se pelearon tras conocer el testamento del padre muerto: sólo heredó uno de ellos. A sus sesenta y seis años había acumulado un patrimonio elevado. Este Juanga, como lo llamaban en la intimidad, y también "El Divo" tuvo amantes ocasionales y alguno más duradero con nombre y apellidos, el abogado Joaquín Muñoz que, despechado cuando el cantante lo abandonó contó sus miserias en un libro titulado Juan Gabriel y yo. Isabel Pantoja echa de menos a Juan Gabriel. La comprendemos. Con él si viviera podría relanzar su carrera, algo desvaída ya tras su paso por la cárcel. No dudamos de sus posibilidades vocales para triunfar de nuevo en los escenarios. Como intérprete de la copla no ha habido nadie que la supere desde hace mucho tiempo. Ahora que llega a los sesenta y tres años, se cumplen exactamente cincuenta desde que iniciara su biografía musical, cuando en 1969 pidió ayuda a su abuelo paterno para que, intercediendo, lo ayudara su primo, el ya fallecido Antonio Cortés "Chiquetete". Y así ocurrió. Con apenas trece años, Maribel, como empezó a anunciarse, viajó a Palma de Mallorca, se reunió con "Chiquetete", quien la incluyó en su cuadro flamenco, que actuaba en un tablao llamado "El Rombo" en la playa palmesana de Can Pastilla. Quinientas pesetas le pagaba ese primo, ya conocido en su gremio, con el que luego se enemistó. Ninguno de los dos dio cuenta jamás a un periodista del por qué. Ha pasado el tiempo, sí. Medio siglo.
Isabel Pantoja sigue siendo objeto de comentarios en el marujeo, los programas rosas y las revistas del corazón. Una vida de película, drama, culebrón interminable, amores prohibidos, otros rotos, ninguno duradero desde que muriera "Paquirri", con quien se contó que andaba disgustada en vísperas de que un toro a acabara con la vida del bravo torero gaditano. La estrella seguirá "haciendo caja", protagonizando más pasajes, unos artísticos y otros referidos a su ajetreada vida familiar. El personaje perfecto para que nunca acabe el chismorreo.
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