El suicidio del multimillonario Jeffrey Epstein contiene elementos para la propagación de las teorías alternativas.“El conspirador jefe en los últimos diez años es ahora el presidente de Estados Unidos”.
CONSPIRACIÓN ‘MADE IN USA’
La conspiración está en el código genético de Estados Unidos
Hace unos años, en una rara aparición pública en una librería de Brooklyn, el novelista Don DeLillo no pudo reprimir un gesto de disgusto y de cierta hartura.
“Yo no soy el culpable de las teorías de la conspiración”, recalcó. “Mi catalogación como teórico de la conspiración es una exageración. En Libra (uno de sus títulos), hay desde luego una conspiración sobre el asesinato de Kennedy. Pero no creo que sea una verdadera teoría de la conspiración porque Lee Harvey Oswald es culpable de dispararle en tres ocasiones, aunque sus disparos no mataran al presidente. La gran conspiración hubiera sido que Oswald fuera inocente y su implicación una invención”.
“El conspirador jefe en los últimos diez años es ahora el presidente de Estados Unidos”, dice un profesor
Tiene razón. Aunque el magnicidio de Dallas en 1963 sigue dando juego, las conspiraciones forman parte de este país desde la revolución por la independencia, dicen los historiadores.
La guerra de Vietnam y el Watergate (el espionaje del presidente Nixon a los demócratas) agravaron la desconfianza hacia el gobierno e impulsaron las llamadas caras ocultas de la realidad. Si las versiones alternativas han convivido desde el mismo nacimiento de la nación, las redes sociales han contribuido a su rápida y masiva diseminación.
No sólo todo está bajo revisión –el 11-S fue un trabajo interno del poder político–, sino que se impulsan acciones de alta peligrosidad. El sarampión ha resurgido por la nunca demostrada teoría de que las vacunas provocan autismo. En el 2016, tras la victoria de Donald Trump, Edgar Maddison Welch se plantó armado en una pizzería de Washington dispuesto a hacer justicia porque en su interior se practicaba la trata de niños por una red dirigida por la “corrupta” Hillary Clinton.
El caso Epstein dispone de todos los elementos para incentivar las conspiraciones. Supuestamente sin que nadie sepa de dónde le llegó la fortuna, amigo de las altas esferas y acusado de manejar y abusar de esclavas sexuales menores de edad, Jeffrey Epstein murió el 10 de agosto en la celda de una cárcel del bajo Manhattan.
La autopsia confirmó que se suicidó ahorcándose. Pero la más que deficiente vigilancia que facilitó su defunción en una prisión de máxima seguridad y la mano de Trump, que retuiteó un comentario en el que se relaciona al presidente Bill Clinton como la mano que movió los hilos, han incentivado la gran sospecha.
“No tengo ni idea”, respondió sobre si Clinton podía tener alguna vinculación con este caso. Ese desconocimiento no le impidió continuar sembrando dudas. Su Twitter tiene 63 millones de seguidores. “El conspirador jefe en los últimos diez años es ahora el presidente de Estados Unidos”, declaró a la revista Time el profesor de Harvard Joseph Vitriol, que se dedica a estudiar la psicología política. “Por esta razón –añadió–, estamos viendo un incremento en la influencia y omnipresencia de estas creencias”.
Definido por otros como “el cínico conspirador por excelencia”, Trump fomentó su carrera hacia la Casa Blanca a partir de la racista falsedad de que Barack Obama, el primer negro que llegó a la presidencia, ocupaba el cargo de forma ilegítima por haber nacido en Kenia y no en Hawái.
Trump no ha mostrado jamás remordimiento alguno por dar pábulo a todo tipo de mentiras a fin de sacar un rédito. En plena campaña convirtió en viral el rumor carente de sentido por el que el padre de Ted Cruz, entonces rival en la nominación republicana, estuvo implicado en la muerte de Kennedy. Y si perdió el apoyo popular –se quedó a tres millones de Hillary– se debió a que votaron los indocumentados y los muertos.
Su máxima en época conspiranoica: que la realidad no te desmienta un buen tuit.
FRANCESC PEIRÓN, NUEVA YORK, CORRESPONSAL 2019
|