Un equipo de investigadores encuentra una nueva solución a la Paradoja de Fermi y no excluye esa posibilidad. Nuestro planeta tiene 4.500 millones de años de antigüedad, y si una civilización aterrizó aquí en algún momento lejano, las huellas de su estancia podrían haberse borrado con el tiempo.
¿Pudieron los extraterrestres haber visitado la Tierra en el pasado?
La Vía Láctea, nuestra galaxia, podría estar repleta de civilizaciones extraterrestres a pesar de que hasta ahora no hemos encontrado ninguna. Y no solo eso. Algunas de esas civilizaciones podrían haber visitado la Tierra hace millones de años, y sus huellas haber sido borradas por el tiempo.
Estas son algunas de las extraordinarias conclusiones de un artículo publicado el mes pasado en The Astronomical Journal por un equipo de investigadores de la NASA y las universidades de Rochester, Pensilvania y Columbia.
El estudio constituye una nueva forma de enfocar la Paradoja de Fermi, según la que el Universo es lo bastante viejo como para haber permitido el desarrollo de incontables civilizaciones, además de la nuestra. Y si es así, se preguntaba el científico italiano en 1950, "¿Dónde está todo el mundo?".
Para Jonathan Carroll-Nellenback, primer firmante del artículo, y sus colegas, Fermi no tuvo en cuenta un factor de gran importancia: en el Universo todo se mueve. Y dado que las distancias, incluso dentro de nuestra propia galaxia, son enormes, los viajeros de otros planetas podrían estar aprovechando esos movimientos naturales para explorar solo los sistemas solares que "se les ponen a tiro". En otras palabras, una hipotética civilización inteligente y avanzada podría estar tomándose su tiempo para explorar la galaxia entera.
Las estrellas (y sus planetas), giran alrededor del centro galáctico a velocidades diferentes y siguiendo distintos caminos. Y mientras lo hacen, señala Carroll-Nellenback, ocasionalmente se cruzan, de forma que los extraterrestres podrían, sencillamente, estar esperando a que su destino se acerque lo suficiente como para poder abordarlo.
Hasta ahora, numerosos investigadores han tratado de dar una respuesta a la paradoja de Fermi. Y lo han hecho de las formas más variadas: desde suponer que todas las formas de vida inteligentes fuera de la Tierra son acuáticas y viven en las profundidades oceánicas (y no conocen, por tanto, los vuelos espaciales), a asegurar que ninguna civilización es sostenible, y termina por destruirse a sí misma antes de conseguir dominar los vuelos interestelares. Incluso se ha postulado la llamada "hipótesis del zoológico", según la que las sociedades avanzadas de la Vía Láctea han decidido no contactarnos por las mismas razones que nosotros tratamos de no contactar, para protegerlas, con algunas poblaciones indígenas.
Pero ninguna de esas soluciones había tenido en cuenta, hasta ahora, que todo en la galaxia está en continuo movimiento. Y que de la misma forma en que los planetas orbitan alrededor de las estrellas, también las estrellas, con sus planetas a cuestas, orbitan alrededor del centro galáctico. Nuestro Sistema Solar, por ejemplo, completa una órbita cada 230 millones de años.
Por esa razón, el estudio dice que si surgieran civilizaciones en sistemas estelares muy apartados, como sucede con el nuestro, que se encuentra en una zona poco poblada de estrellas, cerca del borde de la Vía Láctea, no sería una mala idea "acortar el viaje" y esperar hasta que sus trayectorias orbitales les acerquen lo suficiente a los nuevos mundos habitables como para permitir el envío de naves y colonos.
Después, y una vez establecidos en el nuevo sistema, los extraterrestres podrían repetir la jugada y esperar, de nuevo, estar a una distancia óptima de viaje para dar un nuevo salto. Y así sucesivamente. En dicho escenario, las civilizaciones alienígenas no se lanzarían sin más a través de la galaxia, sino que esperarían el tiempo suficiente para que su estrella se acerque a otra que tuviera un planeta habitable.
"Si ese ´tiempo suficiente´ fuera de mil millones de años - explica Carroll-Nellenback a la revista Business Insider- entonces tendríamos una solución para la paradoja de Fermi". Según el investigador, eso significaría que los mundos habitables son tan escasos que sería necesario esperar, de hecho, más tiempo del que dura una civilización antes de que uno de ellos se ponga al alcance.
En su trabajo, los científicos utilizaron modelos numéricos capaces de simular como sería la propagación de una civilización por toda la galaxia. Para ello, tuvieron en cuenta las posibilidades más variadas, desde la proximidad de una hipotética civilización a los nuevos sistemas estelares hasta el alcance y la velocidad de sus sondas. En ningún momento del estudio se tuvieron en cuenta las intenciones o la política de expansión de esas hipotéticas culturas, una auténtica "trampa" en la que se han estancado otras soluciones a la paradoja de Fermi. En palabras de Carroll-Nellenback, "tratamos de llegar a un modelo que involucra la menor cantidad posible de suposiciones de carácter sociológico".
Aún así, una buena parte del problema con el modelado de la expansión galáctica de civilizaciones alienígenas consiste en que los investigadores solo pudieron trabajar con un único conjunto de datos: los nuestros. De modo que, quisieran o no, todas sus predicciones se basan en las pautas de nuestro propio comportamiento.
Sin embargo, e incluso con esa limitación, Carroll-Nellenback y sus colegas descubrieron que la Vía Láctea podría estar, literalmente, llena de sistemas solares colonizados por seres inteligentes, incluso si se aplican las estimaciones más conservadoras. Si aún no han visitado la Tierra, opina el investigador, "es porque no estamos lo suficientemente cerca". Aunque sí que habrían podido estarlo en el pasado.
Según el artículo de The Astronomical Journal, uno de los principales argumentos en contra de la idea de que nuestro planeta pudo haber sido "visitado" en el pasado es que no existe ninguna evidencia, resto o prueba que deje constancia de esa visita.
Pero nuestro planeta tiene 4.500 millones de años de antigüedad, y si una civilización aterrizó aquí en algún momento lejano, las huellas de su estancia podrían haberse borrado con el tiempo. Incluso es posible que los extraterrestres hayan pasado cerca de nuestro mundo cuando los humanos ya existían en él, pero que decidieran no visitarnos. Pensar que "expansión" y "conquista" van siempre de la mano es una tendencia muy humana, y proyectarla a otras civilizaciones sería pecar de ingenuidad. El estudio llama a esta posibilidad "el efecto Aurora", en honor a la novela de igual título de Kim Stanley Robinson.
En otras palabras, las civilizaciones alienígenas solo se asentarían en una fracción de los mundos habitables que encuentran. Y aún así el número de planetas colonizados podría ser enorme.
Por lo tanto, los autores del estudio no creen que debamos desanimarnos ante el aparente silencio que nos rodea. En palabras de Carroll-Nellenback, ese silencio "no implica que estemos solos. Simplemente significa que los planetas habitables son, probablemente, muy raros y difíciles de alcanzar".
José Manuel Nieves, Madrid 2019
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