Rock Hudson tenía 59 años cuando falleció mientras dormía el 2 de octubre de 1985 en su casa de Beverly Hills (Los Ángeles) por complicaciones derivadas del sida. Tres meses antes de morir, Hudson se había convertido en el primer personaje conocido en reconocer públicamente que padecía el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).
Como cabía esperar, aquella noticia cayó entonces como un jarro de agua fría sobre la puritana industria de Hollywood, pero el actor logró con su gesto ayudar a visibilizar el sida y a concienciar a la población sobre el problema de una enfermedad tan estigmatizada como desconocida en los años 80.
La imagen pública de Hudson empezó a cambiar en julio de 1985, cuando el actor sufrió un desmayo mientras se encontraba en su suite del hotel Ritz de París; ciudad a la que acudió para probar un tratamiento experimental con retrovirales del que le había hablado su médico. Fue entonces cuando algunos medios comenzaron a especular con la posibilidad de que el intérprete tuviera sida y que ese fuese el verdadero motivo de su viaje a la capital francesa.
Para acallar los rumores, Hudson decidió hacer público a través de un comunicado leído en la puerta del hotel por una publicista francesa de su confianza que un año antes había sido diagnosticado como VIH positivo. Después de que la noticia se diera a conocer, el actor regresó a su casa en EE UU y se dedicó por completo a descansar y pelear contra la enfermedad.
Durante años habían circulado rumores sobre la posible homosexualidad de Hudson. Pero él, paradigma del galán romántico en los años 50 y 60, había ocultado siempre su orientación sexual por miedo a que el descubrimiento de su condición de hombre gay pudiera afectar negativamente a su carrera.
El actor, que participó en 62 películas a lo largo de su vida, fue uno de los guaperas oficiales del Hollywood dorado. Alto, musculoso, con ojazos y una voz profunda, el de Illinois se convirtió rápidamente en uno de los actores más solicitados y respetados en la meca del cine, sobre todo a raíz de su papel de ranchero texano en la película Gigante (1956) y sus comedias junto a Doris Day.
En realidad, Hudson vivió toda su vida dentro del armario. Poco después de empezar a trabajar en la industria del cine descubrió el estigma social que acompañaba a la homosexualidad y, en 1955, su agente Henry Wilson le recomendó que se casara con su secretaria Phyllis Gates. La pareja se divorciaría tres años después. Su boda había sido un paripé y la cosa acabó como el rosario de la aurora: Gates llegó a declarar en el juicio de divorcio que Hudson se sentía atraído por los hombres.
Tras su malograda relación, Hudson empezó a dejarse caer por algunos locales de ambiente y mantuvo secretamente romances con varios hombres. A principios de los años 60, por ejemplo, empezó a salir con Lee Garlington, a quien el actor se llegaría a referir años después como su “gran amor”. Durante tres años, la pareja vivió una relación en secreto y, aunque acudían juntos a los estrenos de películas, cada uno de ellos aparecía en los eventos públicos con compañía femenina para no levantar sospechas. “Una de las razones por las que cada uno tomó su camino fue porque, de alguna manera, yo quería una figura paterna y él no era lo suficientemente fuerte”, confesó Garlington en una entrevista concedida en 2015.
El 19 de septiembre de 1985, la ciudad de Los Ángeles acogió un evento destinado a recaudar dinero para encontrar una cura para el sida, una causa que hasta hacía poco no despertaba interés o preocupación en la meca del cine. Esa gala, a la que acudieron numerosos rostros conocidos, fue un exitazo y varios de sus protagonistas aprovecharon la ocasión para hacer alguna que otra reivindicación política, al considerar que el gobierno federal no ayudaba lo suficiente en la lucha contra la enfermedad, ni contribuía a evitar que los enfermos de sida se sintieran totalmente abandonados. El propio Hudson, que no pudo acudir al evento al encontrarse ya demasiado débil y enfermo, quiso contribuir gastándose diez mil dólares en entradas para el evento y envió un telegrama que rezaba: “No estoy feliz de estar enfermo. No estoy feliz de tener sida. Pero si eso está ayudando a otros, al menos puedo saber que mi propia desgracia ha tenido un valor positivo”.
La enfermedad era una gran desconocida entonces. Los primeros casos de sida se habían dado a conocer en 1981 y el desconocimiento en cuanto a las formas de transmisión del virus que la provocaba causó entonces bastante miedo entre público de a pie, actores y directivos. Todo el mundo asociaba en ese momento la enfermedad con hombres homosexuales y drogadictos, lo que provocó que comenzara a cundir en la industria bastante recelo hacia el colectivo gay. Y para muestra un botón. El último trabajo de Hudson fue un papel en Dinastía y los besos que se daba en la serie con Linda Evans provocaron que la actriz se quejara al enterarse de la enfermedad de su compañero de reparto, y que los mandamases de la industria se empezaran a plantear prohibir ese tipo de escenas a actores homosexuales.
En sus últimos meses de vida, mucha gente le dio la espalda a Hudson. Su otrora amigo Ronald Reagan, presidente de EE UU en el momento del fallecimiento de Hudson, se desentendió del actor cuando este hizo público su diagnóstico. La actriz Doris Day, por el contrario, fue una de las pocas celebridades que se atrevió a acompañar y dejarse ver con el actor en los terribles años de la epidemia de sida. En 1985, poco antes de la polémica revelación del actor, Day fue elegida para presentar el talk-show Doris Day’s Best Friends, emitido en una cadena de televisión por cable, y optó por contar en su debut con la presencia de Hudson, que acudió a la grabación de aquel programa visiblemente demacrado ya aunque aún no había hecho pública su enfermedad.
Sea como fuere, el programa fue emitido unos días después del fallecimiento del actor quien, a pesar de sus casi dos metros de estatura, murió pesando menos de 50 kilos. ¿Sospecharía que estaba a punto de convertirse en un icono gay y en alguien crucial en la lucha contra la epidemia del sida? Solo el cielo lo sabe.