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General: LA RADICALIZACIÓN DEL CAUDILLO FIDEL CASTRO
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 13/10/2019 14:00
60 AÑOS DE DICTADURA
El Caudillo Fidel Castro no se hizo antiyanqui por la mala conducta de Estados Unidos en Guatemala. Se lo contó en una carta a su amante y amiga Celia Sánchez en 1958…

La radicalización de Fidel Castro
CARLOS A. MONTANER |  CUBANET
Lo contó el diario El País de Madrid. Mario Vargas Llosa opinó, públicamente, que Fidel Castro acaso no se hubiera radicalizado si la CIA, en contubernio con la United Fruit, no hubieran derrocado al coronel Jacobo Árbenz mediante un golpe de Estado en 1954.
 
Fidel Castro, nos recuerda Vargas Llosa, suscribía entonces un programa socialdemócrata. Esto sucedió en la rueda de prensa en la que nuestro Nobel de Literatura presentaba su última novela, Tiempos recios, en la que cuenta la historia de aquel coup d’État, a juicio suyo punto de partida de la rebelión de muchos jóvenes e intelectuales contra Estados Unidos.
 
Supongo que, en general, es cierta la apreciación de Vargas Llosa, pero no estoy seguro de que el antiyanquismo latinoamericano se origine en este episodio. El Kremlin empleaba enormes recursos en estimular esta conducta por medio de los “Congresos por la Paz”, a lo que se agregaba la atmósfera de la Guerra Fría. Árbenz fue derrocado como consecuencia de este episodio.
 
No entro en el tema de la novela porque todavía no la he leído. Calculo que será espléndida, como las otras 18 que ha publicado el autor de “Conversación en la catedral”, unas más y otras menos, pero todas buenas. El hecho de que tenga 83 años de edad no le resta méritos al libro. Es al revés. Con el tiempo la prosa mejora (menos en el caso de Carlos Fuentes, que se fue haciendo ilegible año tras año).
 
En lo que discrepamos es en el momento en que Fidel Castro se radicalizó, algo que tiene cierta importancia lateral. No fue en junio de 1954, mes en el que Árbenz renunció a la presidencia tras los bombardeos aéreos secretamente organizados por la CIA. Sucedió algo antes, a fines de los años cuarenta, cuando Fidel estudiaba Derecho en la Universidad de La Habana.
 
Eso, al menos, es lo que dijera José Ignacio Rasco (Fidel lo llamaba “Rasquito”), su condiscípulo desde el bachillerato en el Colegio Belén, y luego en la Universidad. Para José Ignacio, y me lo contó personalmente, no había la menor duda: “fue seducido por las tesis leninistas; recitaba de memoria páginas enteras de ¿Qué hacer?, el ensayo en el que el ruso describe la toma del poder”. Incluso, el propio Fidel, tras estar seguro de que el gobierno no podía escaparse de sus manos, llegó a decir que “era marxista-leninista y lo sería siempre”.
 
Pero hay otros testigos directos. El abogado Rolando Amador, compañero, amigo de Fidel Castro y primer expediente de su curso, solía relatarlo con lujo de detalles tras abandonar Cuba a principios de la Revolución.
 
En 1950 Fidel, para poder graduarse, le pidió que le repasara algunas asignaturas que llevaba por libre. Fidel era inteligente y tenía una gran memoria, pero había descuidado los estudios. De manera que ambos se recluyeron en un hotel para esos fines. Mientras estudiaban, llegó una delegación del Partido Socialista Popular (PSP), el grupo de los comunistas, formada por Flavio Bravo y Luis Mas Martín. Venían a informarle a Fidel que había sido aceptado en el Partido.
 
Había tres formas de militar en el Partido. La “abierta”, la del “acompañante” que generalmente “entraba” en otra formación política o institución del Estado para informar e influir, y la que recibía adiestramiento y órdenes directamente de los servicios de inteligencia soviéticos. Flavio Bravo y Mas Martín estaban en esa tercera categoría que dirigía en la sombra Osvaldo Sánchez. No puede olvidarse que la función de los Partidos Comunistas de todo el mundo era proteger y ayudar a la URSS. Por eso el Kremlin los financiaba.
 
Fidel era un “acompañante”. Su función era “entrar” en el Partido Ortodoxo, del que llegó a ser candidato a congresista, una formación socialdemócrata (y anticomunista), como sucedió con Eduardo Corona o Martha Frayde, y radicalizarlo desde dentro. La idea de que Fidel era demasiado “fidelista” para someterse a una disciplina partidista olvida la circunstancia de que Stalin era, ante todo, “stalinista”, y Mao “maoísta”, líderes destacados que al principio parecían dóciles, hasta que pudieron manifestarse tal cual eran y mostrar su verdadero caudillismo.
 
Fidel no se hizo antiyanqui por la mala conducta de Estados Unidos en Guatemala. Se lo contó en una carta a su amante y amiga Celia Sánchez escrita en la Sierra Maestra en 1958: pelear con sus vecinos gringos era su destino. Como en el cuento del alacrán: “era su carácter”. No podía evitarlo.
 
ACERCA DEL AUTOR
Carlos Alberto Montaner nació en La Habana, Cuba, en 1943. Reside en Madrid desde 1970. Ha sido profesor universitario en diversas instituciones de América Latina y Estados Unidos. Es escritor y periodista. Varias decenas de diarios de América Latina, España y Estados Unidos recogen desde hace más de treinta años su columna semanal. La revista Poder lo ha calificado como uno de los columnistas más influyentes en lengua española. Se calcula en seis millones de lectores semanales quienes tienen acceso a sus artículos en español, inglés y portugués. Montaner ha publicado una veintena de libros. Varios han sido traducidos al inglés, al portugués, el ruso y el italiano. Entre los mas conocidos y reeditados están Viaje al corazón de Cuba, Cómo y por qué desapareció el comunismo, Libertad: la clave de la prosperidad, y las novelas Perromundo y 1898: La Trama.
 
                    


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De: cubanet201 Enviado: 14/10/2019 15:42
The radicalization of Fidel Castro
By Carlos Alberto Montaner
The newspaper El País (Madrid) told it. Mario Vargas Llosa publicly expressed his opinion that Fidel Castro would not have been radicalized if the CIA, in collusion with United Fruit, had not overthrown Colonel Jacobo Árbenz through a coup d’état.
 
Vargas Llosa reminds us that back then, Fidel Castro endorsed a social democratic program. This happened at the press conference in which our Nobel Prize in Literature presented his latest novel, Tiempos recios (Hard Times), in which he tells the story of that coup d’état, in his opinion, the starting point of the rebellion of many young people and intellectuals against the US.
 
In general terms, I suppose the appreciation of Vargas Llosa is true, but I am not sure that Latin American anti-Yankeeism originated in this episode. The Kremlin used enormous resources to encourage this behavior through the “Congresses for Peace”, to which the Cold War atmosphere was added. Árbenz was overthrown as a result of this episode.
 
I won’t comment about the novel because I have not read it yet. I think that it will be splendid, like the other 18 published by the author of Conversation in the Cathedral, some more and others less, but all of them good. The fact that he is 83 years old does not diminish the book’s merits. It’s the other way around. Over time the prose improves (except in the case of Carlos Fuentes, who became illegible year after year).
 
What we disagree with is the moment when Fidel Castro was radicalized, something that has some lateral importance. It was not in June 1954, the month in which Árbenz resigned from the presidency after air bombings secretly organized by the CIA. It happened before, in the late forties, when Fidel studied law at the University of Havana.
 
That, at least, is what José Ignacio Rasco said. Called “Rasquito” by Fidel, Rasco was Castro’s classmate, first in high school at Colegio Belén, and then at the University. For José Ignacio, and he told me personally, there was no doubt that Castro “was seduced by Leninist theses; he recited by heart whole pages of What Is To Be Done, the essay in which the Russian leader describes the seizure of power.” Even Fidel himself, after being sure that power could not escape his grip, said that he “was a Marxist-Leninist and always would be.”
 
But there are other direct witnesses. The lawyer Rolando Amador, companion, friend of Fidel Castro and the most outstanding student in his class, used to tell it with detail after leaving Cuba at the beginning of the revolution.
 
In 1950, Fidel, in order to graduate, asked Amador to review some subjects he studied on his own. Fidel was intelligent and had a great memory, but he had neglected the studies. So they locked themselves in a hotel to that end. While they were studying, a delegation from the Popular Socialist Party (PSP), the Communist group formed by Flavio Bravo and Luis Mas Martín, came to inform Fidel that he had been accepted into the Party.
 
There were three ways to be a member of the Party––the “open,” that of the “companion,” who generally “entered” into another political formation or State institution to inform and influence, and the one that received training and orders directly from the Soviet intelligence services. Flavio Bravo and Mas Martín were in that third category that Osvaldo Sánchez led in the shadows. It cannot be ignored that the function of the Communist Parties around the world was to protect and help the USSR. That’s why the Kremlin financed them.
 
Fidel was a “companion.” His role was to “enter” into the Orthodox Party, a social-democratic (and anti-communist) formation, as was the case with Eduardo Corona or Martha Frayde, and radicalize it from within. The idea that Fidel was too “fidelista” to submit himself to a partisan discipline ignores the circumstance that Stalin was, above all, “Stalinist,” and Mao “Maoist,” outstanding leaders who at first seemed docile, until they could manifest themselves true to their way of being and show their real strongman character.
 
Fidel did not become anti-Yankee because of the misconduct of the United States. He told it in a letter to his lover and friend Celia Sánchez written in the Sierra Maestra in 1958: fighting with his Gringo neighbors was his destiny. As in the story of the scorpion, “it was in his nature.”
 


 
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