Yailín sabe utilizar bien sus encantos femeninos. No es jinetera. Pero vive sola con su hijo de 9 años y casi nunca tiene dinero. "El padre del niño se fue del país hace cinco años. Cuando se acuerda, me envía unos dólares.
Con lo que gano, vendiendo aromatizantes de limpiar baños, no me alcanza para comprar alimentos, mantener a mi hijo y reparar la casa", confesó Yailín en la sala de su apartamento. Entonces aprovecha su cuerpo. "Mis 'novios' no pueden ser unos "pelagatos".
Tengo un "enamorado" que es albañil y me reconstruyó la cocina sin cobrarme un centavo. Otro es informático y me armó una computadora con piezas robadas de su oficina. Y mi tercer "prometido" viaja con frecuencia a Ecuador y Venezuela. Es quien me suministra ropa y calzado, para mí y mi hijo. Todo a cambio de sexo, no me pagan con dinero, sino con favores.
Es una relación sexual a conveniencia. Ninguno de ellos sabe de la existencia de los otros", afirmó sin ruborizarse. Nadie mejor que un carnicero como Alberto para conocer cómo algunas mujeres ofrecen sexo por un envío de bistecs de manera estable.
Después de 1959, la carne de res es un lujo en Cuba. Quienes trabajan en mataderos y empacadoras de carne como él, gracias al robo y los negocios ilegales, se convierten en personajes con un alto nivel de vida. Mientras toma cerveza Heineken en un café en moneda dura, relató: "En la barriada aledaña a mi centro de trabajo, a cambio de carne de res y 'vacilones' en la playa o discotecas de moda he ligado jovencitas, todas lindísimas".
En otros países, un deportista de fama, una estrella de cine, un millonario o un político de portada, a su alrededor tiene para escoger un montón de mujeres hermosas.
En Cuba no se necesita ser famoso ni tener mucho dinero. Juan, panadero de profesión, ya perdió la cuenta del número de chicas con las cuales ha tenido sexo en el pestilente baño de la panadería. "Trabajo en el turno de la madrugada. Por unos cuantos panes, un poco de harina o aceite, he estado con muchachas del vecindario. Nunca he pagado un centavo".
Un sociólogo consultado opina que el intercambio de favores sexuales se ha tipificado en Cuba debido a la escasez material y pérdida de valores morales.
"La revolución abolió la vieja prostitución para definitivamente instaurar una nueva forma de prostituirse, conocida por 'jineterismo'. Jinetear va más allá del sexo con turistas o con cubanos a cambio de dinero.
El concepto se ha introducido en diferentes estamentos de la sociedad. Hombres oportunistas 'jinetean' [le hacen la corte] a sus amigos a cambio de una invitación a comer o tomar. O a sus jefes, en busca de un favor. Y sin que medie un centavo, jóvenes y señoras de barrios pobres 'jinetean' para alimentar a sus hijos y su familia o mejorar sus condiciones de vida", apuntó el sociólogo.
A ello se suma el acoso sexual en el ámbito laboral y escolar. En escuelas secundarias, preuniversitarias y en la universidad, no es raro que un profesor solicite favores sexuales a cambio de altas calificaciones. "Se han dado casos de maestros que te acosan, y si no logran su objetivo, te dan notas bajas", señaló una estudiante habanera de 17 años.
El periodista independiente Camilo Ernesto Olivera recientemente contaba en Cubanet una escena que parece sacada de una película: "Dos autos de la policía se parquearon a la entrada de una escuela secundaria.
De uno de ellos se apeó un hombre vestido de civil y, a grandes pasos, entró a la escuela. Los policías uniformados también se bajaron de los autos, pero se mantuvieron fuera del recinto.
El de civil fue hacia la oficina del director, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el recién llegado empezó a arrastrarlo a patadas, llevándolo casi hasta el centro del patio interior de la escuela.
"Los alumnos presenciaban el espectáculo como si fuera un circo romano. La mayoría vitoreaba al hombre, reconocido por algunos como el padre de una de las alumnas.
Luego de golpear al director con un pedazo de madera hasta desmayarlo, el hombre llamó a los policías. Éstos entraron, lo esposaron inerme en el suelo y cargaron con él hacia uno de los autos.
Se supo que el director estaba manteniendo relaciones con la hija del agresor, alumna de octavo grado, desde que ella estaba en séptimo". Pero donde se practica el acoso sexual a destajo es en los puestos laborales.
Sobre todo en turismo, centros elaboradores de alimentos y fábricas de tabaco, donde se puede engrosar la billetera con negocios por debajo de la mesa. Yesenia, 25 años, graduada de Gastronomía y Turismo, desde hace tres años está desempleada. "Una amiga me presentó al jefe de personal de un sitio turístico.
Sin rodeos, me dijo que si yo le gustaba en la cama, me daba empleo. Me negué. Aún continuó sin trabajo". A Tamara, de 31 años, dependienta de un establecimiento en divisas, no le asombra el acoso sexual.
"No te queda más remedio que adaptarte. Cuando el jefe se te 'encarna' es muy difícil no acceder a sus peticiones. Si lo rechazas, sabes que no puedes entrar cerveza por la izquierda.
Se pone a vigilarte y hostigarte, aquí todos vivimos del robo, entonces si te pilla te cierra la contrata. Además, debemos soportar que nos toque los senos, las nalgas o hable indecencias en nuestra presencia".
Ese acoso sexual descarado no se refleja en la prensa oficial. Tampoco la oficial Federación de Mujeres Cubanas hace nada. Y lo peor, las afectadas no se molestan ni siquiera en denunciarlo a la policía porque lo ven como algo normal.