El 5 de diciembre de 1962, The Miami Herald se preguntaba por qué las autoridades americanas apresaban a combatientes anticastristas. Once con ciudadanía estadounidense y dos cubanos sin ella —Remigio “Cucu” Arce y Eleno Oviedo Álvarez— acababan de ser capturados en Cayo Sombrero, cerca de Maratón, y presentados al comisionado judicial federal William Albury por violar las leyes de neutralidad con una expedición de bolsillo contra Castro.
Los trece formaban parte del grupo contrarrevolucionario Intercontinental Penetración Force (InterPen), creado en 1961 por el exmarine, soldado de fortuna y operativo de la CIA Gerald Patrick “Gerry” Hemming, quien esta vez cayó en el jamo federal revolucionario luego de haber entrenado a exiliados cubanos a la vista de casi todas las agencias de orden público.
La redada debió traer su causa del entendimiento Kennedy-Jrushchov con que se disolvió la Crisis de los Misiles. Kennedy principió así la batida contra los grupos de acción anti-Castro, a sabiendas de que cambiar el régimen en Cuba exigía la intervención militar directa de USA, como había dictaminado desde el 20 de agosto el general Maxwell Taylor, exjefe (1955-59) del Estado Mayor Conjunto y jefe (1961) de la comisión presidencial de investigación del fiasco de Bahía de Cochinos. Al compás de esta música, Albury cantó en la vista judicial preliminar de los trece encausados: “The U.S. government is attempting to settle the Cuban situation and it doesn’t help when isolated groups interfere with its plans”.
Este comando de InterPen había acampado en mayo al sur del Lago Okeechobee y se trasladó en sucesión a Cayo Sin Nombre y Cayo Sombrero. Aquí la aduana pasó dos noches vigilando y procedió de madrugada al arresto cuando los trece empezaron a cargar la embarcación Sally. Se ocuparon 15 rifles, 5 pistolas, 2 bombas plásticas, 1 granada y suministros médicos. Todos se declararon inocentes y cada uno encajó fianza de $1.000 [circa $8.370 hoy].
La Crisis de los Misiles había atizado el descontento de los hermanos Kennedy con el plan de desquite contra Castro por el fiasco de Bahía de Cochinos, que se esbozó en la Casa Blanca el 3 de noviembre de 1961 y cristalizaría como la Operación Mangosta. Aunque la cuenta del G-2 dio 5.870 sabotajes en el primer semestre de 1962, el compañero que atendía a Castro por la CIA, Dick Helms, resumió así el estado de ánimo con esta operación: “Un montón de esquemas chiflados nacían de la intensidad de la presión. Y nosotros estábamos muy frustrados”.
El 4 de octubre de 1962, Bobby Kennedy se quejó de la falta de acciones efectivas y el 16, luego de haberse confirmado el emplazamiento de misiles soviéticos en la Isla, reiteró el disgusto de su hermano presidente, al extremo de soltar, en otra reunión ese mismo día, que a Castro había que entrarle de otro modo, “you know, sink the Maine again or something”.
La detección de misiles soviéticos en la Isla alteró para siempre el curso de la oposición a ese fenómeno histórico denominado revolución cubana. El 30 de octubre de 1962, el brigadier Edward Lansdale, jefe de operaciones contra Castro, ordenó cancelar todas las acciones de sabotaje. La Operación Mangosta cayó así en coma irreversible, tras haber montado la red de inteligencia más extensa de USA en Cuba, que se tejió a partir del Frente Unido Occidental (FUO) por Esteban Márquez Novo y sobreviviría hasta mediados de 1964.
La fase final de rebelión armada nunca cuajó. El Frente Anticomunista de Liberación (FAL) iba a levantarse en armas el 30 de agosto de 1962; la señal sería un apagón a las diez de la noche en La Habana, pero el G-2 aprovechó que había luz el día antes y se llevó en la golilla a los jefes del FAL y a otros muchos complotados.
InterPen optaría por mudarse a Luisiana, pero hasta allá se extendió la tarraya que JFK mandó a tirar después que comandos de exiliados atacaran barcos rusos en Cuba por instrucciones de David Phillips y otros oficiales de la CIA resentidos con Girón. InterPen terminó desbandándose hacia 1964 y Phillips, yendo a orinarse de vez en cuando sobre la tumba de Kennedy.
La CIA recurrió entonces a operaciones autónomas con selectos grupos de acción anticastristas. Sólo que Manolo Ray sería apresado por las autoridades de Bahamas, con su querida en bikini dentro la embarcación, mientras que Eloy Gutiérrez Menoyo sería capturado tras desembarcar por Punta Caleta (Baracoa) con el agente del G-2 Noel Salas de recortero. Una lancha artillada del grupo de Manuel Artime pondría la tapa al pomo: salió a tirarle al buque cubano Sierra Maestra y terminó dándole al buque español Sierra Aránzazu.
Para el 14 de junio de 1963, un informe de Inteligencia Nacional (NIE) largaba que la gente en Cuba “se acostumbró ya a la idea de que Castro llegó para quedarse y [ni] la oposición política interna ni las dificultades económicas van a provocar el colapso del régimen”. Este juicio tan pesimista de la comunidad de inteligencia estadounidense perdió vigencia. Hoy por hoy el más certero informe sobre la Isla de Cuba pintoresca vino de Antonio Rodiles en septiembre pasado vía RTV Martí: “Los próximos meses van a definir el futuro de nuestro país”.