El alto precio de los alimentos, más el gravamen impuesto al dólar por el régimen, disminuye la capacidad de compra de la población que observa resignada la llegada de estas celebraciones sin posibilidad de disfrutarlas
Cubanos esperan la Navidad entre escasez, indiferencia y consignas
Teresa, 72 años, sigue viviendo en un tosco edificio de pésima calidad constructiva y peor diseño en el Reparto Sevillano, al sur de La Habana, no demasiado lejos de la bulliciosa y sucia Calzada de Diez de Octubre.
En un apartamento de 40 metros cuadrados, devorado por el moho y la humedad, Teresa reside con su esposo, dos hijas divorciadas y dos nietos pequeños. A la escalera del edificio le faltan los pasamanos y varios peldaños. Las filtraciones han cuarteado paredes y techos y hace poco, una noche, se robaron el motor del agua.
“La gente ve la fachada ennegrecida y piensa que este edificio fue construido en la etapa de la colonia española. Pero no, fue hecho por la revolución. Lo que pasa es que ahora se construye con muy mala calidad”, señala Teresa, mientras hace cola en el mercado del Mónaco para comprar bolsas de yogurt de sabor. A tres días de la Nochebuena, aún no ha comprado la carne de cerdo, ni tampoco turrones o una botella de sidra para celebrar en familia.
“Ay, mijo, la cosa está dura. Hace dos años hacíamos una buena comida el 24 de diciembre y otra el 3. Mi hermana que vivía en Estados Unidos nos mandaba dólares. Pero ella murió hace dos años y tenemos que arreglarnos con lo que se puede comprar por pesos. Si hacen una feria agropecuaria en el municipio y venden carne de puerco a 20 o 25 pesos la libra, quizás podamos esperar el año nuevo un poco mejor. Yo no puedo pagar la carne de cerdo a 55 o 60 pesos la libra ni una libra de tomates a 30 pesos. Lo más seguro es que nos comamos el pollo que dan por libreta y veamos televisión. Al menos estamos vivos”, dice Teresa e intenta sonreír.
Joel, dueño de un café que vende sándwiches y jugos de frutas, mueve la cabeza de un lado a otro cuando usted le pregunta cómo celebrará estos días navideños. “Es increíble cómo las cosas han empeorado. Hace cinco años, por esta fecha, la mayoría de los cubanos estábamos optimistas. Pensábamos que con el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos se iniciaba el deshielo, el Gobierno iba a permitir la expansión de los negocios privados y los cubanos íbamos a mejorar nuestras vidas. Pero el gobierno se atrincheró, le cogió miedo al cambio y desaprovechó la ocasión. Entonces llegó Trump y estamos pidiendo el agua por señas”.
Y explica que las ventas han caído en un 40 por ciento por culpa de los altos precios de los alimentos y los insumos. También porque muchos clientes prefieren no gastar dinero en merendar por la calle y lo destinan a comprar comida para su casa. “Olvídate esa historia que se quiere vender de negocios privados exitosos. Eso son los menos. Casi siempre de gente apadrinada por el régimen o hijos y parientes de pinchos (dirigentes). Tal vez algunos bares, paladares y hospedajes particulares en Miramar, Vedado o Habana Vieja, por donde circulan turistas y personas con alto poder adquisitivo, pueden capear el temporal. Pero el resto, cuyos negocios se encuentran fuera de las zonas turísticas o no radican en la capital, están teniendo muy pocas ganancias. Da pa’ comer y cuidao”, opina Joel.
Marta, su esposa, copropietaria del café, menciona las trabas que pone el régimen para impedir que los emprendedores privados ganen mucho dinero. “En 2014, cinco años atrás, se ganaba lo suficiente y se celebraba la Nochebuena con pavo, turrones y vinos de calidad. Este año tuvimos que comprar el puerco un mes antes, previendo que para esta fecha, como viene sucediendo, iba a subir de precio. Del pavo, que uno no muy grande cuesta de 40 a 50 cuc, hay que olvidarse por ahora, igual que la cerveza que está perdida. Si acaso compraremos dos turrones".
Froilán, estudiante universitario, tiene la televisión encendida, pero sin audio. En la imagen se ve al presidente Díaz-Canel en una de las salas del Palacio de Convenciones en la Sesión Extraordinaria del aburrido y monocorde Parlamento. “Le quité el audio para no alterarme. Mira eso -y apunta hacia la pantalla plana de su televisor- se están cayendo a mentiras. Las consignas y campañas políticas del gobierno aburren. Tú sabes lo que es que a estas alturas sigan hablando de la 'cadena puerto-transporte-economía interna', una meta que según mi padre hace cuarenta años vienen diciendo que hay que cumplir para que funcione la economía. Tengo la tele prendida esperando el partido de fútbol entre el Barcelona y el Real Madrid”.
Cuando usted conversa con las personas en la calle, además de la habitual indiferencia, percibe agotamiento mental por tanto barraje ideológico que no armoniza con las neveras vacías de la mayoría de los cubanos.
En las calles de La Habana apenas hay ambiente navideño. Algunos negocios privados y tiendas en moneda dura han decorado con luces y sus dependientes llevan los típicos gorros rojos y blancos. Si los adornos son escasos, el desabastecimiento es notable. La carne de cerdo sigue subiendo de precio, también los tomates y las frutas. Quienes tienen divisas deben recorrer las tiendas si quieren adquirir pavo congelado o tres o cuatro turrones diferentes.
Alfredo, chofer de ómnibus urbano, considera que el gobierno va “por un lado y la ciudadanía por otra. Sobrevivir es un ejercicio desgastante para los trabajadores. A veces pienso que esto forma parte de un experimento. No es fácil pensar en política cuándo todos los días tienes que estar con la jaba en la mano en busca de comida”.
Alfredo no va a celebrar las navidades. “El dinerito que tengo ahorrado solo da para comprar una pierna de puerco el 31 de diciembre. Y como la cerveza está tan cara, compraré una botella de ron”.
Teresa, la ama de casa que vive en el Reparto Sevillano, recuerda que en 1999 "con 100 dólares comprabas una cantidad aceptable de comida. Ahora, con el impuesto al dólar que le puso el gobierno más los altos precios, 100 dólares apenas alcanzan para comprar aseo, leche en polvo y un pocos de enlatados”
La sensación de muchos cubanos de a pie es que el país ha entrado en una espiral de retroceso que no deja margen al optimismo. Las cosas están mal. Pero pudieran ponerse peor. Todavía no hemos tocado fondo
|