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General: Teorías de la conspiración del coronavirus
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Resposta  Missatge 1 de 2 del tema 
De: cubanet201  (Missatge original) Enviat: 14/04/2020 13:08
 CORONAVIRUS
Villanos invisibles y curas secretas han circulado en estos días. Los sentimientos de seguridad que ofrecen dichos rumores pueden ser ilusorios, pero el daño a la confianza pública es muy real.
 
Teorías de la conspiración del
Coronavirus: por qué prosperan y por qué son peligrosas
Por Max Fisher
El coronavirus ha dado lugar a un maremágnum de teorías conspirativas, desinformación y propaganda, que erosionan la confianza pública y socavan la labor de los funcionarios de salud de maneras que podrían alargar la pandemia e incluso perdurar una vez que esta haya pasado.
 
Las afirmaciones de que el virus es un arma biológica extranjera, un invento partidista o parte de un complot para reconfigurar a la población han sustituido a un virus irracional con villanos familiares y comprensibles. Cada afirmación parece darle a una tragedia absurda algún grado de significado, sin importar cuán oscuro sea.
 
Los rumores de curas secretas —cloro diluido, apagar los dispositivos electrónicos, comer plátanos— prometen la esperanza de protección contra una amenaza a la que ni siquiera los líderes mundiales pueden escapar.
 
La creencia de que uno tiene acceso a un conocimiento prohibido da la sensación de certidumbre y control en medio de una crisis que ha puesto de cabeza al mundo. Y compartir ese “conocimiento” puede darle a la gente algo que es difícil de encontrar tras semanas de encierro y muerte: un sentido de voluntad propia.
 
“Tiene todos los ingredientes para llevar a la gente a teorías conspirativas”, comentó Karen Douglas, psicóloga social que estudia la creencia en complots en la Universidad de Kent en el Reino Unido.
 
A diario, gente común cuyas facultades críticas parecen simplemente nubladas por sentimientos de confusión e impotencia, a decir de los psicólogos, esparce rumores y afirmaciones a todas luces inverosímiles.
 
Sin embargo, muchas falsedades también han sido promovidas por gobiernos que buscan ocultar sus fracasos, actores partidistas que buscan un beneficio político, viles estafadores y, en Estados Unidos, un presidente que ha promovido curas no probadas y falsedades que desvían su responsabilidad.
 
Las teorías conspirativas tienen un mensaje común: la única protección proviene de poseer verdades secretas que “ellos” no quieren que sepas.
 
Los sentimientos de seguridad y control que ofrecen dichos rumores pueden ser ilusorios, pero el daño a la confianza pública es muy real.
 
Han llevado a la gente a ingerir remedios caseros mortales y desacatar el consejo del distanciamiento social, además de afectar las acciones colectivas generalizadas, como quedarse en casa o usar cubrebocas, que son necesarias para contener un virus que ya ha cobrado la vida de más de 114.000 personas.
 
“Hemos enfrentado pandemias antes”, dijo Graham Brookie, quien dirige el Laboratorio de Investigación Forense Digital de Atlantic Council. “No habíamos enfrentado una pandemia en una era en la que los humanos estuvieran tan conectados y tuvieran tanto acceso a la información como ahora”.
 
Este creciente ecosistema de desinformación y desconfianza pública ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a advertir sobre una “infodemia”.
 
“Ves que el espacio se inunda. La ansiedad es viral y todos la sentimos a escala”, comentó Brookie.
 
El atractivo del ‘conocimiento secreto’
“La gente se siente atraída por las conspiraciones porque prometen satisfacer ciertas motivaciones psicológicas que son importantes”, comentó Douglas. Las principales son: dominar los hechos, tener autonomía sobre el bienestar propio y una sensación de control.
 
Si la verdad no satisfice esas necesidades, los humanos tenemos una capacidad increíble de inventar historias que lo harán, incluso si una parte de nosotros sabe que son falsas. Un estudio reciente descubrió que era mucho más probable que la gente compartiera información falsa sobre el coronavirus a que en realidad la creyera.
 
“La magnitud de la diseminación de información a consecuencia de la pandemia por la COVID-19 está abrumando a nuestro pequeño equipo”, dijo en Twitter Snopes, un sitio que verifica información. “Estamos ante montones de personas que, afanadas por encontrar consuelo, empeoran las cosas al compartir desinformación (que en ocasiones es peligrosa)”.
 
Publicaciones de Instagram que se compartieron extensamente sugerían de manera falsa que el coronavirus fue planeado por Bill Gates para beneficio de las farmacéuticas. En Alabama, publicaciones de Facebook afirmaban falsamente que poderes ocultos habían ordenado que los pacientes enfermos fueran llevados secretamente en helicóptero a ese estado. En América Latina, han proliferado rumores igualmente infundados de que el virus fue creado para propagar el VIH. En Irán, las voces que apoyan al gobierno dicen que la enfermedad es un complot occidental.
 
Si las afirmaciones son consideradas un tabú, mejor aún.
 
La creencia de que tenemos acceso a información secreta puede ayudarnos a sentir que tenemos una ventaja, que de algún modo estamos más seguros. “Creer en teorías de la conspiración te hace sentir que tienes el poder derivado de conocer cierta información que otra gente no tiene”, explicó Douglas.
 
Los medios italianos difundieron un video publicado por un italiano en Tokio, en el que afirmaba que el coronavirus se podía tratar, pero que los funcionarios italianos estaban “ocultando la verdad”.
 
Otros videos, populares en YouTube, afirman que toda la pandemia es una ficción orquestada para controlar a la población.
 
Otros más aseguran que la enfermedad es real pero que no la causa un virus sino las redes celulares 5G.
 
Un video de YouTube que propone esta falsedad y que insinúa que las medidas de distanciamiento social podrían ignorarse, ha recibido 1,9 millones de reproducciones. En Gran Bretaña, se han atacado las torres celulares.
 
Las teorías conspirativas también pueden hacer sentir menos sola a la gente. Pocas cosas estrechan los lazos del “nosotros” tanto como congregarnos contra “ellos”, en especial con respecto a los extranjeros y las minorías, que suelen ser chivos expiatorios de rumores sobre el coronavirus y de muchas otras cosas desde antes de esta crisis.
 
No obstante, sin importar el consuelo que te den esas teorías, dura poco.
 
Con el tiempo, dicen las investigaciones, intercambiar conspiraciones no solo no logra satisfacer nuestras necesidades psicológicas, explicó Douglas, sino que tiende a empeorar los sentimientos de miedo o impotencia.
 
Y eso puede llevarnos a buscar explicaciones todavía más extremas, como los adictos que buscan dosis cada vez más fuertes.
 
Los gobiernos ven oportunidades en la confusión
Los conspiradores y los escépticos locales ven que los gobiernos se les unen. En un intento por anticipar la respuesta política negativa ante la crisis, los líderes gubernamentales de inmediato se han dispuesto a desviar la culpa y han echado mano de afirmaciones propias que son falsas.
 
Un funcionario chino afirmó que miembros del ejército estadounidense habían llevado el virus a China, una acusación que ese país permitió que se propagara en sus redes sociales tan estrictamente controladas.
 
En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro sugirió que el virus era un arma biológica estadounidense contra China. En Irán, los funcionarios dijeron que era un complot para suprimir el voto en su territorio. Y los medios de noticias que respaldan al gobierno ruso, incluidas algunas filiales en Europa occidental, han promovido afirmaciones de que Estados Unidos creó el virus para debilitar la economía china.
 
En las exrepúblicas soviéticas de Turkmenistán y Tayikistán, los líderes elogiaron tratamientos falsos y argumentaron que los ciudadanos debían seguir trabajando.
 
No obstante, los funcionarios tampoco se han abstenido de causar miedo con rumores en naciones más democráticas, en especial aquellas donde la desconfianza en las autoridades ha dado lugar a fuertes movimientos populistas.
 
Matteo Salvini, líder de la Liga, el partido italiano que está en contra de los migrantes, escribió en Twitter que China había creado un “supervirus pulmonar” a partir de “murciélagos y ratas”.
 
Y el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ha promovido en repetidas ocasiones tratamientos no comprobados contra el coronavirus, además de dar a entender que el virus es menos peligroso de lo que dicen los expertos. Facebook, Twitter y YouTube tomaron medidas extraordinarias para eliminar las publicaciones.
 
También el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha promovido medicamentos de efectividad no comprobada, a pesar de las advertencias de los científicos y al menos una sobredosis letal de un hombre cuya esposa dijo que había tomado un medicamento siguiendo la sugerencia de Trump.
 
Trump ha acusado a los que considera sus enemigos de buscar “agravar” la “situación” del coronavirus para dañarlo a él. Cuando los suministros de equipo de protección personal escasearon en los hospitales de Nueva York, insinuó que los trabajadores de la salud podrían estar robándose los cubrebocas.
 
Sus aliados han ido mucho más lejos.
 
Tom Cotton, senador republicano de Arkansas, y otros han insinuado que el virus fue fabricado por un laboratorio de armas chino. Algunos aliados en las redes sociales han afirmado que los enemigos de Trump han inflado el número de bajas.
 
Una crisis paralela
“Este tipo de supresión de información es peligroso, en verdad peligroso”, afirmó Brookie, en referencia a los esfuerzos chinos y estadounidenses por minimizar la amenaza del brote.
 
Ha dado lugar no solo a complots individuales, sino a una mayor sensación de que las fuentes y los datos oficiales no son de fiar y una mayor creencia de que la gente debe encontrar la verdad por su cuenta.
 
La cacofonía que surge de los epidemiólogos de ocasión que suelen atraer más la atención de la gente a través de afirmaciones sensacionalistas, a veces les resta atención a los expertos legítimos cuyas respuestas rara vez son tan organizadas o emocionalmente reconfortantes.
 
Prometen curas fáciles, como evitar las telecomunicaciones o incluso comer plátanos. Desestiman la carga del aislamiento social diciendo que es innecesaria. Algunos venden tratamientos propios que son un engaño.
 
“Las teorías conspirativas médicas tienen el poder de aumentar la desconfianza en las autoridades de salud, lo cual puede impactar en la disposición de la gente a protegerse”, escribieron en un artículo reciente Daniel Jolley y Pia Lamberty, académicos de Psicología.
 
Se ha demostrado que dichas afirmaciones hacen menos probable que la gente se vacune o tome antibióticos y más probable que busque asesoría médica de amigos y familiares en lugar de profesionales de la salud.
 
La creencia en un complot también tiende a aumentar la creencia en los demás. Los expertos nos advierten que las consecuencias no solo podrían empeorar la pandemia sino además continuar una vez que esta haya pasado.
 


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Resposta  Missatge 2 de 2 del tema 
De: CUBA ETERNA Enviat: 20/04/2020 13:59
 CHINA Y LAS CONSPIRACIONES
Por Carlos Alberto Montaner
No suelo creer en las conspiraciones secretas para apoderarse del planeta. De que las hay, las hay, y de que vuelan, vuelan, como en España se dice de las brujas, pero generalmente son trampas para atrapar incautos.
 
La más conocida fue una fabricación de la policía política zarista contenida en un librito apócrifo titulado Los protocolos de los Sabios de Sión. Se reedita constantemente en una de las lenguas que posee gran difusión: inglés, español, francés y árabe. Especialmente el árabe. Era una invención contra los judíos. (Henry Ford cayó en ella).  Supuestamente, “los judíos” se habían reunido en Suiza a fines del siglo XIX para urdir la artera maniobra de sembrar el caos con el objeto de controlar el mundo.
 
La última de las “teorías conspirativas” es la de los chinos. Se sabe que el foco primario del Covid-19 está en Wuhan. Como el mercado de animales vivos radica en esa provincia del centro del país, donde venden murciélagos y pangolines, cerca de un “Instituto de virología”, basta con sumar 2 + 2 y se obtiene un culpable clarísimo: China. (El pangolín es un mamífero parecido al oso hormiguero, pero cubierto de escamas. Los chinos pudientes se los comen y utilizan las escamas con fines medicinales).
 
Incluso, la causa es bastante obvia: la rivalidad entre potencias para alzarse con el liderazgo planetario. De acuerdo con los creyentes en esas teorías, China pretendía hundir a Estados Unidos enviándole miles de personas infectadas. En ese caso, Italia y España serían víctimas del “fuego (no tan) amigo”. Estaban en el camino en el momento equivocado.
 
Esto deja sin respuesta una pregunta esencial: ¿por qué China estaría interesada en matar su “gallina de los huevos de oro”? No parece una conducta propia de una nación astuta y prudente.
 
En principio, el negocio, les sirve a las dos puntas de quienes lo realizan. Las empresas de Estados Unidos y el conjunto de la sociedad cuentan con una fábrica enorme y remota que produce a buen precio y con una calidad media aceptable. Eso es absolutamente necesario en un mundo competitivo, mientras los chinos les dan trabajo a su enorme fuerza laboral y acumulan millones de dólares que utilizan, entre otras cosas, en adquirir bonos del tesoro americano.
 
Si bien es verdad que la balanza comercial favorece a los chinos, tampoco hay la menor duda de que ese fenómeno ayuda a los Estados Unidos a financiar el déficit, recuperando los dólares “invertidos” en la operación de mantener a los americanos razonablemente abastecidos, a precios muy baratos y con impuestos notablemente bajos.
 
Es cierto que China “conspiró” para evitar que se supiera el estropicio universal causado por la pandemia, y también que utilizó métodos dictatoriales para castigar a quienes se atrevían a contradecir la versión oficial, pero eso es propio de una tiranía de partido único que en el pecado llevará su penitencia. Fue lo que hicieron los rusos en Chernobil. Acallaron las protestas, dando lugar a mil rumores, hasta que Gorbachov, impulsado por la glasnost, reveló la incómoda verdad.
 
La transparencia es una de las ventajas comparativas de la democracia. Como lo es  la crítica implacable a los gerentes del sistema dentro de los cauces institucionales. Por otra parte, las naciones democráticas, afortunadamente, carecen de destinos previsibles. Van transformándose en la medida en que la inventiva las precipita en una determinada dirección. Hoy puede ser Internet el plato fuerte, pero quién sabe si el próximo es la Inteligencia Artificial que nos ayudará a seleccionar a las mejores.
 
¿Por qué el indudable progreso de China? Porque se deshicieron del colectivismo marxista-leninista y admitieron que la desigualdad en los resultados es inherente a la libertad para crear riquezas.  “Enriquecerse es maravilloso” dijo uno de los jerarcas del cambio. Los chinos acabarán destruyendo el extraño régimen de capitalismo productivo mezclado con represión oficial, más cerca del fascismo que del comunismo.
 
La idea de que el régimen de partido único le da fortaleza al sistema es absurda. El partido único debilita el sistema. Lo hicieron en Taiwán, cuando el Kuomintang dejó de ser la única fuerza del país, y volverán a hacerlo en “mainland China”, cuando se presente la oportunidad. Tal vez no tarde demasiado.
 
 
 



 
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