Ana Lasalle tiene una triste particularidad: en Cuba, donde desarrolló la mayor parte de su carrera (más de 30 años), más que como la excelente artista que fue, es recordada —y detestada por muchos— como represora y chivata.
Pudiéramos recordarla por sus convincentes actuaciones en obras teatrales televisadas de García Lorca como Bodas de sangre o La casa de Bernarda Alba, o como la refunfuñona Tecla La Gata, junto a Marta del Río, José Antonio Rivero y su viejo amigo argentino Coqui García en el programa humorístico televisivo Casos y cosas de Casa que, con guión de Enrique Núñez Rodríguez, estuvo en pantalla cada jueves a las 8 y 30 de la noche durante catorce años.
Pero Ana Lasalle es más recordada como la arpía vestida de miliciana que en los años 60, capitaneaba, tijera en mano, a los grupos de choque del Partido Comunista y la UJC que en Coppelia, La Rampa y sus alrededores, perseguían y pelaban, en plena calle, a los melenudos.
No dejó buenos recuerdos entre sus colegas del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). Cuentan que siempre estaba vigilante de lo que hacían y hablaban, presta a delatarlos. Y lo mismo, como presidenta del Comité de Defensa de la Revolución, era con sus vecinos del Vedado, quienes estaban a merced de sus informes para conseguir trabajo, estudiar en la universidad, o que no los sancionaran por ser “lacras sociales y desafectos a la revolución.”
Muchos de mi generación que sufrimos sus desmanes nunca hemos podido entender, dejando sus simpatías por el comunismo a un lado, el por qué del frenético encarnizamiento de Ana Lasalle contra los melenudos. ¿Qué motivos tendría la actriz para tomarse tan a pecho, como una cuestión personal, la cruzada contra el diversionismo ideológico y “los enfermitos y elvispreslianos” que decía Fidel Castro?
Ana Lasalle, francesa de nacimiento, se inició en el arte en España como cantante y bailarina. Cuando tuvo que dejar el baile debido a las quemaduras que sufrió en las piernas durante un accidente, se dedicó a la actuación. Tras el triunfo de Franco, en 1939, se fue de España y se radicó en Argentina, donde creó su propia compañía teatral y desarrolló una exitosa carrera en las tablas y el cine durante 17 años. En 1957 se fue a Cuba. Aquí triunfó en la TV y vivió hasta su muerte, el 13 de agosto de 1989.
¡Que triste que haya dejado una estela tan negativa a su paso por la que consideraba su patria adoptiva!
En Cuba se le llama ser chivato o chivata a las actividades de delatar o denunciar de manera clandestina, secreta y oportuna, las actividades realizadas o por realizar, hechos ocurridos o por ocurrir, pensamientos y opiniones de otra persona. Ser un chivato es ser un delator o un soplón.