DESDE que fueron ordenadas las medidas de aislamiento social para evitar el contagio de la COVID-19 en Cuba, lo que más extraña Emilio Pagés Rodríguez es la playa, el fútbol y el murmullo de su barriada, en el municipio habanero del Cerro.
Mientras la mayoría de las personas se agobia durante el aislamiento, Pagés, que desde hace 12 años vive solo en el mismo lugar donde nació, acumula paciencia.
“Quedándome en casa no me siento fuera de lugar. A mí lo que me agobia es la comida; si pudiera garantizarla me adaptaría a todo lo demás”, afirma, a la vez que se niega a participar en aglomeraciones humanas para comprar alimentos. Sin embargo, la nueva rutina de Emilio no es muy diferente a la que llevaba antes de la pandemia de coronavirus. Comienza el día con las noticias de la prensa oficial; después relee un libro y, pasada la media mañana, escucha blues mientras inicia la batalla por asegurarse la comida del día.
“Cuando lo necesito, salgo a comprar pan, croquetas y algo de vegetales”, dice Pagés, de 58 años. “Si tengo dinero voy a la pescadería; si hay, compro un pedazo de tiburón”.
Emilio no tiene en cuenta si el alimento es saludable o no: come lo que pueda conseguir para evitar el hambre. En su actual encierro, las croquetas de cerdo producidas por particulares se han vuelto habituales en su dieta diaria.
“Las croquetas (de claria) que venden en la pescadería tienen mejor sabor, pero son difíciles de comprar, y más caras: el paquete (de 25 croquetas) cuesta 50 pesos (2 CUC)”, se lamenta.
Cuando el avance de la epidemia en Cuba obligó al aislamiento, Emilio escuchó cómo se fue apagando el vocerío de su barrio, hasta el punto de sentir añoranza por el ruido.
“Estoy acostumbrado a la soledad, no me llevo mal con ella, ni con la tranquilidad que hay ahora en el barrio. Sin embargo, extraño la bulla, las malas costumbres y los bafles a todo volumen con reguetón”, dice.
A principios de abril, cuatro cuadras del municipio Cerro fueron aisladas tras la confirmación de casos de coronavirus en la zona. Emilio cuenta que, a partir de ese momento, los vecinos se recogieron en sus casas y cedieron las calles a la tranquilidad. De hecho, quisiera que el sosiego actual se quedara una vez superada la crisis sanitaria.
Emilio Pagés intenta cumplir las reglas higiénicas para evitar el contagio. El tiempo libre le permitió perfeccionar sus rituales de desinfección: dispuso una frazada con cloro en la puerta del apartamento para limpiar los zapatos antes de entrar. Cuando llega de la calle limpia la puerta con un trapo bañado en hipoclorito de sodio, hierve el nasobuco o lo lava y lo seca al sol. “Estoy haciendo alergia al hipoclorito, por eso trato de usarlo lo menos posible”, apunta.
“Si declaran toque de queda no sé cómo resolverán el problema de la comida”, comenta Emilio, mientras eleva la mirada en señal de rezo.
En la zona donde reside, la Policía prohibió la presencia de personas en los parques. De esa forma, él también tuvo que dejar de salir al área wifi para conectarse a Internet y perdió la única posibilidad que tenía de conocer otras perspectivas noticiosas sobre el avance de la pandemia.
Ahora, la televisión estatal del régimen (canal Telesur incluido) es la única fuente de información a la que tiene acceso Pagés. El sistema de propaganda cubano se refiere a los peores acontecimientos que ocurren fuera de la Isla y resta gravedad a la crisis sanitaria interna.
Apenas con la prensa oficial y sus vivencias cotidianas, el cubano de 58 años se ha formado su opinión sobre el avance de la pandemia de COVID-19 en la Isla: “Pensaba que sería peor; no siento que haya esa alarma que se esperaba. Por lo demás, creo que existe control de la epidemia, más ahora que suspendieron el transporte. Solo quedarían las colas”.
Si tienes familiares en Cuba comparte con ellos el siguiente link (descargar Psiphon), el VPN a través del cual tendrán acceso a toda la información de CubaNet.