Ernesto Hernández Busto
Mariela Castro aseguró ayer que las tristemente célebres Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), campos de internamiento y trabajos forzados donde el Gobierno cubano encerró a homosexuales, religiosos, intelectuales, disidentes y cualquier otro “elemento sospechoso” entre 1965 y 1968, es un tema "muy sobredimensionado y muy distorsionado", y negó que puedan ser comparadas con "campos de concentración".
En una comparecencia en el programa "La tarde se mueve", que conduce el periodista Edmundo García desde Miami, la hija de Raúl Castro y directora del estatal Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) dijo que las UMAP fueron campos de trabajo agrícola, en un momento en que era necesaria la producción de alimentos, y las comparó con el Ejército Juvenil del Trabajo y las llamadas "escuelas al campo".
"Nosotros íbamos a la escuela al campo. ¿Ir a la escuela al campo eran campos de concentración?", declaró la directora del CENESEX.
"La manera de recoger a las personas fue terrible", aseguró Castro, pero achacó luego la culpa al MININT. "Eso fue un trabajo que se hacía desde el Ministerio del Interior (MININT), no era compatible con lo que habían decidido las Fuerzas Armadas", dijo.
Tras asegurar que muchas personas, molestas por las supuestas "distorsiones", se le habían acercado para darle los "verdaderos" testimonios de los campos, la funcionaria explicó que la represión fue más bien resultado de una casuística. "En las UMAP había directivos que no eran homofóbicos, y que trataron bien a su gente, y que fueron comprensivos, y otros que eran unos animales", dijo.
Según la versión de la hija de Raúl Castro, el error de las UMAP fue posteriormente rectificado por la dirigencia revolucionaria, incluido Fidel Castro, tras recibir un supuesto informe "hecho por un psicoanalista francés" que trabajaba para las Fuerzas Armadas. Fue entonces que se decidió que "no había condiciones para que las personas homosexuales hicieran el servicio militar".
¿"Manipulaciones" y "distorsiones"?
No queda claro cuáles son las "manipulaciones" y "distorsiones" a las que se refieren Mariela Castro y Edmundo García.
Desde el año 2015, cuando se cumplieron 50 años de las UMAP, han comenzado a aparecer y a debatirse en la isla importantes testimonios sobre el tema.
Durante décadas se evitó en Cuba cualquier investigación sobre este asunto, o se restó importancia a informaciones y testimonios que aparecían fuera de la isla: el tema siempre estuvo “bajo sospecha”, y esa situación sólo empezó a cambiar tras el reconocimiento oficial que hizo Fidel Castro: en entrevista con el diario mexicano La Jornada, el 31 de agosto del 2010, luego de algunas dudas y circunloquios retóricos, Castro declaró públicamente: “Soy el responsable de la persecución a homosexuales que hubo en Cuba... No lo supimos valorar... Sabotajes sistemáticos, ataques armados, se sucedían todo el tiempo: teníamos tantos y tan terribles problemas, problemas de vida o muerte, ¿sabes?, que no le prestamos suficiente atención”.
En realidad, hubo más bien un exceso de atención. Para el historiador cubano Abel Sierra Madero, las UMAP no pueden ser entendidas como una institución aislada, sino como parte de un proyecto “orientado al control social y político. Es decir, como una tecnología que involucró los aparatos judicial, militar, educacional, médico y psiquiátrico”. En una investigación publicada en la revista Letras Libres, y luego, en versión ampliada para Cuban Studies, Sierra Madero analiza con lucidez y un implacable acopio de testimonios la ideología castrista que sostuvo aquellas supuestas “academias para producir machos”.
No era sólo cuestión de un discurso homofóbico o excluyente que proponía, por ejemplo, expulsar de los centros de enseñanza superior a los “elementos contrarrevolucionarios y homosexuales”, e impedir así su ingreso en la universidad. El proceso de “depuración” era más complejo y tenía lugar a todos los niveles. Una vez que las purgas universitarias finalizaban, los jóvenes señalados por una amplia gama de razones que incluían desde llevar el pelo largo, ser testigos de Jehová, oír “música del enemigo” o no estar “incorporado” (no tener trabajo fijo o no pertenecer a organizaciones de masas) quedaban “expuestos y a merced del Estado”.
Los CDR hacían censos para identificar a los desafectos, estimulaban la delación a través de un Centro Nacional de Información, y todos esos datos acababan compartidos por el Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que se encargaba del reclutamiento forzoso. Sencillamente, no había cómo escapar. Más que “falta de atención”, una atentísima maquinaria orwelliana se ponía en marcha para ocuparse de quienes no encajaban en el molde del “hombre nuevo”.
La investigación de Sierra Madero se centra en ese concepto, asociado “a un campo ideológico más amplio de homogeneización social en el que la moda, las prácticas urbanas de sociabilidad, los credos religiosos y la actitud ante el trabajo fueron elementos claves para armonizar con la visión normativa oficial”. Los testimonios que ha recogido -incluidos los de varios psicólogos que consultaban en los campos- dibujan un escenario infernal: desde tratamientos de hormonoterapia hasta un gigantesco plan de “higiene revolucionaria” que convertía a los internos en fuerza laboral casi esclava o los sometía a experimentos de tipo conductista y reflexológico, en los que se llegó a emplear el electroshock. Otros testigos hablan de torturas con electrodos o tratamientos que incluían comas inducidos con insulina.
En el 2016, la revista Temas dedicó un artículo de su director, Rafael Hernández, a “la hora de las UMAP”. Allí se afirma que hubo más de 25.000 internos “entre los más de 70 campamentos, esparcidos por los llanos de Camagüey”. El periodista José Jasán Nieves daba cuenta en noviembre de un encuentro de varios ex internos de los campos -hoy asociados al Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo-, con sus guardianes, que en aquella época eran jóvenes revolucionarios, convencidos de llevar a cabo una importante “tarea de la Revolución”. Uno de ellos, antiguo sargento, es ahora pastor de la Iglesia Hermanos en Cristo. Y clama, por supuesto, por el perdón.
Parece, sin embargo, que en este tema hay distintas ideas sobre la memoria y el perdón. En diciembre del 2015, tras ver un documental sobre Mariela Castro y “la Revolución de los homosexuales en Cuba”, el activista LGBT Jimmy Roque publicó en el diario electrónico Havana Times un artículo en el que pedía al general Raúl Castro que se disculpara y aceptara su responsabilidad por el internamiento de homosexuales en las UMAP. “Es momento ya de que pidan disculpas por ese acto de penalización, exclusión y castigo al que fueron sometidos miles de homosexuales y cubanos con una 'conducta impropia'”, escribió el activista.
En su nota, Roque también se refiere a una supuesta investigación sobre el tema que el Centro Nacional de Educación Sexual, estaría impulsando desde 2011: “¿Dónde está esa investigación? ¿A cuántas personas ha entrevistado? ¿Quiénes la están desarrollando? ¿Cuándo y dónde se presentarán los resultados parciales (y a esta fecha, hasta finales)?”.
Dos meses después, en febrero del 2016, otra activista cubana, Yasmín Portales Machado, se atrevió a citar un fragmento del texto de Roque en su bitácora sobre diversidad sexual, Proyecto Arcoiris, alojada en la plataforma oficialista Reflejos. El texto fue censurado y el blog cerrado tras una sucinta explicación sobre cómo se habían violado “las normas de participación del sitio” con un texto “difamatorio de la Revolución”.
En el año 2018 la psicóloga Carolina de la Torre, profesora de la Universidad de La Habana, publicó un testimonio novelado sobre su hermano, Benjamín de la Torre, que se suicidó en 1967, después de salir de uno de esos campos de la UMAP. En varias entrevistas De la Torre ha reconocido las dificultades “para averiguar y escribir de este tema en mi propio país”.
Un documental sobre distintos momentos de la vida de Pablo Milanés, que aborda su reclutamiento forzado en las UMAP, fue presentado el año pasado en la Cinemateca de Cuba como parte de la Muestra de Cine Joven ICAIC.