Parece una broma, pero es probable que las Naciones Unidas pronto elijan a Cuba, Rusia y Arabia Saudita –tres de los países más represivos del mundo– como miembros de su máximo órgano de derechos humanos.
En efecto, Cuba, Rusia y Arabia Saudita han lanzado oficialmente sus respectivas campañas para ser electos miembros del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, con sede en Ginebra. Y los expertos de la ONU me dicen que, debido a la forma en que son electos los miembros del Consejo, hay una buena posibilidad de que estas dictaduras ganen sus escaños.
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU, del cual son miembros 47 países, investiga los abusos de los derechos humanos en todo el mundo. Sus miembros rotativos son electos por la Asamblea General de la ONU, que tiene planeado votar en octubre para elegir a 15 nuevos miembros del Consejo.
El año pasado, Venezuela fue electa miembro del Consejo. Según la oficina del Alto Comisionado para Derechos Humanos de la propia ONU, que es un organismo separado del Consejo, el dictador venezolano Nicolás Maduro es responsables de más de 6,800 asesinatos, la mayoría de ellos políticos, entre principios de 2018 y mediados de 2019.
Cuba, un país que no ha permitido una elección libre en seis décadas, y Arabia Saudita, una monarquía represiva, ya habían sido miembros del Consejo antes. Se vieron obligados a tomar un descanso de un año porque, según las reglas del Consejo, ningún miembro puede servir más de seis años consecutivos.
Hillel Neuer, director del grupo de defensa de los derechos humanos UN Watch, me dijo que tanto Cuba como Arabia Saudita tienen altas posibilidades de ser elegidos este año.
“Nunca han perdido una elección para el Consejo”, me dijo Neuer. “Entonces, si el pasado es una indicación, van a ganar”.
Esto se debe en parte a que, según las reglas de la ONU, los bloques regionales en la ONU eligen a tres países candidatos por región, y la Asamblea General generalmente avala esas decisiones. Entonces, los regímenes autoritarios suelen hacer todo lo posible por ser nominados por sus respectivas regiones y ganar escaños en el Consejo, para poder frenar las investigaciones de la ONU sobre sus propios abusos contra los derechos humanos.
Según Neuer de UN Watch, para derrotar a Cuba, “Washington y sus amigos deben alentar a Costa Rica u otra democracia amiga para que se presente como candidata, y luego Washington debe presionar en todo el mundo para que los países voten por esa democracia”.
El problema es que el presidente Donald Trump ha enajenado a los aliados europeos tradicionales de Estados Unidos, y Estados Unidos ha perdido gran parte de su influencia internacional desde que Trump se retiró del Acuerdo sobre el Cambio Climático de París, y abdicó a gran parte del liderazgo estadounidense en cuestiones de derechos humanos al abrazar a dictadores como el de Corea del Norte, Rusia y Turquía, sin criticar sus abusos contra los derechos humanos.
Trump incluso se ha negado a condenar enérgicamente el asesinato perpetrado por Arabia Saudita del columnista del Washington Post Jamal Khashoggi. Por lo tanto, a los ojos de la mayoría de las democracias, la administración Trump tiene poca autoridad moral para liderar una campaña contra las dictaduras que buscan escaños en el Consejo de la ONU.
Aún así, el gobierno de los Estados Unidos debería unirse a otras democracias mundiales para tratar de evitar que nuevos regímenes represivos sean electos miembros del Consejo.
Los grupos de derechos humanos deberían intensificar sus campañas para detener esta farsa y lograr que Venezuela sea expulsada del Consejo. Una petición de U.N. Watch titulada “Expulsar a Maduro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU” ya ha reunido más de 131,000 firmas en Change.org.
Alentemos a Costa Rica, u otra nación democrática que no esté en el Consejo, a presentar su candidatura, para ocupar el asiento que pretende Cuba. De lo contrario, el principal organismo de derechos humanos de la ONU será una entidad aún más ridícula de lo que es ahora.
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