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De: cubanet201 (Mensaje original) |
Enviado: 02/06/2020 12:27 |
Nerón en la Casa Blanca
PABLO BUSTINDUY
"Cuando empieza el saqueo empieza el tiroteo". Así reaccionó Donald Trump a las imágenes de la revuelta en Minneapolis. Su tuit no era solo una amenaza explícita a quienes se manifiestan en las calles del país. Era también una referencia a las declaraciones de un policía segregacionista en 1967, el año del long hot summer (una serie de durísimas revueltas raciales que acabaron con el ejército estadounidense tomando la ciudad de Detroit). Con el país en llamas por el asesinato de George Floyd, la respuesta del presidente es movilizar el imaginario de los años de plomo estadounidenses, apelar a los momentos más duros de la lucha por los derechos civiles – poniéndose del lado segregacionista. El resultado es imaginable: queroseno sobre el fuego. Es intencionado y efectivo.
La pandemia ha arrasado el marco al que Trump había fiado la reelección: el desempleo en mínimos históricos, la Bolsa por las nubes, seis años de crecimiento económico ininterrumpidos. Esas cifras velaban la imagen de un país desgarrado por la desigualdad, donde el 10% de la población acapara casi el 80% de la riqueza, 40 millones de trabajadores y trabajadoras son pobres, y el patrimonio medio de una familia blanca es 10 veces superior al de una familia afroamericana. El durísimo choque que ha generado la pandemia (más de 100.000 muertes, 45 millones de empleos perdidos) ha hecho saltar por los aires el orden económico y social norteamericano. La herida perpetua de la segregación racial, el gran multiplicador de las desigualdades, ha funcionado como espita. Estados Unidos vive una revuelta social sin precedentes desde los años 70.
La reacción de Trump ha sido inequívoca: combatir el fuego con fuego. Primero construyó la imagen de un enemigo exterior: China fabricó el virus, la OMS colaboró en su propagación, los inmigrantes lo trajeron al país (a día de hoy, Trump ha cerrado las fronteras y suspendido los programas legales de inmigración y asilo). Después vino el enemigo interior: el presidente llamó a movilizarse, en nombre de la libertad, contra las medidas que su propio gobierno había adoptado, en una cruzada declarada contra la ciencia y el sentido común que por desgracia nos resulta familiar. Hoy, con el país fracturado y sublevado por la cuestión racial, Trump apela al imaginario del desorden, el caos social y la anarquía, y llama abiertamente a la mano dura y la militarización del país.
Su última provocación, declarar Antifa (como se conoce en Estados Unidos al movimiento antifascista y libertario) como grupo terrorista, sitúa a un enemigo abstracto dentro de casa, asienta la idea de un orden social amenazado, y legitima un durísimo discurso de excepción contra cualquier forma de oposición o disidencia. Tampoco es algo del todo nuevo: en 2017 Trump describió como "very fine people" a los supremacistas blancos que se manifestaron en Charlotesville, y dijo que la culpa de los enfrentamientos que se produjeron entre el KKK y los antifascistas era de "los dos bandos". Quizá les suene también.
La doctrina del America First, una idea agresiva de la soberanía entendida como repliegue nacional, siempre tuvo un componente económico y otro identitario. La izquierda mundial leyó con dificultad esa estrategia de dos patas, que anticipó la fase ideológica de la desglobalización y sirve de guía y modelo a la extrema derecha del mundo entero. Guerra comercial y muros infranqueables, plantas industriales y jaulas en la frontera. Con las elecciones de noviembre en el horizonte, ante el colapso de su proyecto económico, el discurso gira radicalmente al polo identitario. El otro entre nosotros es el enemigo interior. Trump hace del miedo al desorden el centro del debate político; para ello profundiza cuanto haga falta el desgarro social.
Con los Estados Unidos en llamas, Trump ha decidido ser Nerón. Pero como en 2016, para derrotarlo en las urnas no bastará con no ser Trump. Sucederá en Estados Unidos en noviembre y lo veremos en Europa también. El partido demócrata debe ofrecer un horizonte concreto para la reconstrucción social y democrática del país, para abordar la cuestión racial y redistribuir el poder y la riqueza, o volverá a ser derrotado por Donald Trump.
EL ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO UNO DE EEUU
Donald Trump es, sin lugar a dudas, el enemigo número uno de EEUU. Su rostro debería encabezar la famosa baraja de terroristas que manejó en su día la Administración estadounidense porque nadie representa mayor peligro para esa nación -y el mundo entero- que este magnate; el mismo que, con motivo de las protestas de Mineápolis, ha vuelto a demostrar cuán racista es.
Hace seis años ya que escribí la columna La segregación racial es real en EEUU, con motivo de otro crimen policial racial en Ferguson (Missouri). La situación, lejos de mejorar, ha empeorado, con un racista en la Casa Blanca. El racismo es más que evidente en EEUU y, lo que es peor, entre sus cuerpos de seguridad. Las imágenes en vídeo de la inmovilización que produjo la muerte de George Floyd no dejan lugar a dudas... y esas imágenes de brutalidad policial contra la población negra, aunque no siempre con el mismo desenlace y no siempre captadas por un teléfono móvil, se reproducen con demasiada frecuencia en EEUU.
En lugar de atajar esos abusos, ese ataque a la misma Constitución estadounidense, Trump aplaude la represión, alienta ese tipo de comportamientos y se une al pelotón de matones de tres al cuarto con poder para masacrar a los colectivos más vulnerables. Empleando idéntico discurso rascista que en la peor Norteamérica de los años 60, llama a soltar los perros, a descargar todo el odio contra quienes reclaman justicia.
Un hombre de Estado buscaría calmar los ánimos, llamar al sosiego, hacer justicia. Trump no lo es y, por tanto, lo que hace es escupir su odio, repartir culpas y llamar a sofocar a tiros el problema que él nunca se ha preocupado en resolver. Culpa a los medios de incitar "al odio y la anarquía", pero es él quien da carta blanca para disparar primero y preguntar después, especialmente si el objetivo es negro. Como fascista que es, el magnate millonario amenaza con ilegalizar a quienes se declaren antifascistas, incluyéndolos en lista de organizaciones antiterroristas, pues esos movimientos cuestionan todo cuanto representa el republicano.
En noviembre habrá elecciones presidenciales y será el momento para que cualquiera que se sienta demócrata le indique con su voto a Trump la puerta de salida de la Casa Blanca. Mujeres, personas migrantes, negras, latinas, jóvenes, ambientalistas... la lista de colectivos sobre los que Trump ha volcado su desprecio es tan extensa que nada parece justificar un segundo mandato del enemigo público número uno de EEUU. Él es el terrorista, cada vez más peligroso y absolutamente prescindible.
DAVID BOLLERO
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'Palabras de un dictador':
La amenaza de Trump de desplegar militares aumenta el espectro del fascismo
"Cuando el fascismo llegue a Estados Unidos, estará envuelto en la bandera y con una cruz", dice una línea de origen incierto que se cita con frecuencia.
El lunes por la noche, Donald Trump, con cuatro banderas estadounidenses detrás de él, amenazó con enviar al ejército contra el pueblo estadounidense, luego cruzó la calle para posar para una foto afuera de una iglesia histórica mientras agarraba una Biblia al revés.
Solo pudo llegar allí después de que policías fuertemente armados y guardias nacionales a caballo dispararon gases lacrimógenos y balas de goma para ahuyentar a manifestantes y periodistas pacíficos.
El impactante momento de la pantalla dividida probablemente dejó a millones de estadounidenses conmocionados, asustados e indignados. Las comparaciones con dictadores, de moda durante el ascenso político de Trump, han caído en desgracia en los últimos años. Ahora podrían estar de regreso. Ciertamente, los principales demócratas no se detuvieron.
Ron Wyden, un senador demócrata por Oregón, tuiteó: “El discurso fascista que acaba de pronunciar Donald Trump rayaba en una declaración de guerra contra los ciudadanos estadounidenses. Temo por nuestro país esta noche y no dejaré de defender a Estados Unidos contra el asalto de Trump ".
Kamala Harris, una senadora demócrata por California, dijo a la red MSNBC: “Estas no son las palabras de un presidente. Son las palabras de un dictador.
El discurso de Trump sembró el miedo y la incertidumbre, sobre todo por su vaguedad. Legalmente, tendría que invocar la Ley de Insurrección de 1807 para que las tropas en servicio activo realicen la aplicación de la ley en suelo estadounidense, pero parece que todavía no lo ha hecho.
Es posible que, por ahora, lo esté utilizando como una amenaza para obligar a los gobernadores estatales a llamar a más tropas de la Guardia Nacional, tal como utilizó la Ley de Producción de Defensa para presionar a las empresas a fabricar ventiladores para personas con coronavirus. .
Políticamente, enfrentaría intensas críticas por parte de los demócratas, pero probablemente asume que, como siempre, los republicanos permanecerán en contacto con él. Hubo pocos signos de disensión el lunes por la noche desde su propia fiesta.
El desarrollo alarmante puso fin a los días de especulaciones sobre cómo el presidente, ya abrumado por la pandemia de coronavirus, podría responder a los disturbios civiles más extendidos en Estados Unidos en más de medio siglo.
Los informes de los medios sugirieron acalorados debates entre los funcionarios de la Casa Blanca sobre si Trump debería entregar un discurso de la Oficina Oval. Al final, hubo un ganador familiar: el propio Trump.
La coreografía de sus comentarios en el jardín de rosas de la Casa Blanca y los manifestantes que fueron maltratados en las afueras fue un momento para la televisión en el momento de las noticias de la noche. Trump sigue siendo un empresario de televisión de realidad.
La oscuridad de su tono también era fiel a sus instintos. Sus tendencias autoritarias incluyen el amor por los desfiles militares, poner su nombre en edificios, contratar a familiares, organizar manifestaciones populistas, reprender a los medios y amenazar con "encerrar" a los opositores políticos. Él prospera en el conflicto.
Estaba claro que aquellos que aconsejaban un curso moderado habían perdido. El domingo, el sitio web de Axios informó que los asesores dentro y fuera de la Casa Blanca le suplicaron que frenara los arrebatos divisivos que amenazaban con herirlo en las urnas con votantes independientes y mujeres suburbanas.
El informe de Axios nombró a Hope Hicks, una asistente de toda la vida que regresó a la Casa Blanca en febrero de Fox Corporation, como expresando preocupación por un tweet en las primeras horas del viernes en el que Trump usó una frase históricamente cargada: "Cuando comienza el saqueo, comienza el tiroteo ".
Hicks informa a Jared Kushner, asesor principal de Trump y esposo de su hija Ivanka. Se cree que la pareja está entre los que instan al presidente a ejercer moderación.
"Es Jared Kushner, pero probablemente sea Jared quien canalice a su esposa, que no quiere darle malas noticias a su padre o desafiar a su padre, por lo que está haciendo que Jared lo haga", dijo Rich Galen, ex secretario de prensa de Dan Quayle, un ex vicepresidente.
Pero había un problema fundamental, agregó Galen. "No se le puede decir nada al presidente porque no escuchará e, incluso si finge escuchar, simplemente se irá y hará lo que quiera de todos modos".
Anteriormente en su presidencia, Trump estaba rodeado de figuras militares, incluido el jefe de gabinete John Kelly y el asesor de seguridad nacional HR McMaster, que podrían haber encontrado formas de frustrar su postura de hombre fuerte. Ahora tales barandas se han ido y el círculo interno del presidente cumple.
Chris Whipple, autor de The Gatekeepers: cómo los jefes de personal de la Casa Blanca definen a cada presidencia, dijo: "Este es alguien que nunca ha facultado a nadie para decirle lo que no quiere escuchar y el resultado es un completo fracaso del liderazgo". Está claro que ya no tiene un jefe de gabinete de la Casa Blanca en funcionamiento ".
“No hay nadie que pueda entrar a la Oficina Oval, cerrar la puerta y decirle verdades duras ... Tiene la presidencia que siempre quiso, que es una presidencia de facilitadores y aduladores y personas que no se atreverán a decirle lo que necesita escuchar, y entonces estamos viendo los resultados ”, dijo Whipple.
Influenciado por Fox News, Trump es libre de ser él mismo puramente y, para muchos observadores, no podría haber nada más alarmante en la crisis actual.
Si puede llegar tan lejos, ¿hasta dónde puede llegar?
Joe Lockhart, ex secretario de prensa de la Casa Blanca, tuiteó el lunes por la noche: “Viví a través de MLK y Bobby asesinados, nuestras ciudades en llamas, Watergate, el 11 de septiembre y otras tragedias nacionales. Nunca he estado tan asustado por nuestro país como lo estoy esta noche. Trump tiene que irse ahora ".
David Smith en Washington
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