Página principal  |  Contato  

Correio eletrónico:

Palavra-passe:

Registrar-se agora!

Esqueceu-se da palavra-passe?

Cuba Eterna
 
Novidades
  Entre agora
  Painel de mensagens 
  Galeria de imagens 
 Arquivos e documentos 
 Inquéritos e Testes 
  Lista de participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Ferramentas
 
General: Esa actriz tan versátil llamada la Fornés
Escolher outro painel de mensagens
Assunto anterior  Assunto seguinte
Resposta  Mensagem 1 de 3 no assunto 
De: CUBA ETERNA  (Mensagem original) Enviado: 15/06/2020 11:29
1966 Rosita Fornés en el melodrama para la TV sobre la gran estrella 
norteamericana Marilyn Monroe , ´La muerte de una actriz´ de Roberto Garriga
 
Norge Espinosa
   Podía cantar, podía bailar, podía moverse en el escenario con una gracia indudable, llegando al espectador con su esplendente sonrisa. Tenía una hermosa figura, una voz afinada que le permitía abordar el género lírico y derivar a la canción, a la balada, a otros ritmos populares del momento. Era rubia, de ojos verdes, bonita y seductora, sin estridencias. Aquella muchacha, que había tenido su debut en las tablas asumiendo uno de los papeles de El asombro de Damasco, tenía consigo todo lo necesario para triunfar. La carrera que tuvo su inicio en aquellas funciones de 1941 demostraría que tal profecía tendría un exacto cumplimiento. Incluso, nos serviría para más: para comprobar que Rosalía Palet Bonavía, a la que su público adoraría bajo el nombre artístico de Rosita Fornés, podía trascender esa primera imagen, hasta convertirse en una actriz que pudo ponerse a prueba en desafíos incluso más altos.
 
En su libro Por amor al arte, Francisco Morín, el fundador del grupo Prometeo, uno de los núcleos de renovación del arte de la escena en nuestro país, da fe del breve paso de la joven Rosalía por las aulas de la Academia de Artes Dramáticas de la Escuela Libre de La Habana, en las que se forjó el nuevo concepto de profesionalización de actores y actrices, a inicios de los 40:
 
Una tarde apareció con muchos deseos de matricularse una joven rubia de amplia sonrisa y una silueta despampanante. Venía acompañada de una señora mayor. Dijo que le era difícil venir sola porque su padrastro velaba celosamente por su seguridad personal. Las clases terminaban muy tarde y la señora mayor no podría acompañarla siempre. No hallando una solución, tuvo que prescindir de las clases. (…) A todos nos apenó tan desdichada circunstancia, pero de la pena pasamos a la mayor sorpresa cuando, tres semanas después, nos enteramos de que iba a debutar con la compañía de Miguel de Grandy en el Principal de la Comedia. La escuela entera fue a verla y apenas pudimos creer lo que comprobaron nuestros ojos. Apareció ligerísima de ropas, envuelta en unos pocos tules y una especie de bikini, representando una odalisca y cantando una parte en El asombro de Damasco. No, no podía caber dudas, era la rubia sonriente de figura rotunda tan vigilada por su familia e impedida de salir sola. El nombre era el mismo que había dado cuando intentó matricularse en la Academia: Rosita Fornés. La que llegaría a ser una primerísima vedette daba así comienzo a su carrera artística.
 
Muchos años después, en 1962, cuando Morín dirigió una representación homenaje a las artistas del Teatro Alhambra, presentando en el Amadeo Roldán una puesta en escena de La isla de las cotorras, aquella muchacha, ya una figura por derecho propio en nuestro ámbito artístico, fue la maestra de ceremonias que presentó el espectáculo y saludó a las viejas estrellas del célebre “teatro para hombres solos”, como Blanca Becerra o Amalia Sorg. Para ese entonces, las representaciones de zarzuelas, operetas, comedias musicales, piezas de alta comedia, obras tanto de compositores cubanos como extranjeros en las que había participado la Fornés eran ya casi innumerables. Había encontrado éxito en México, tanto en las tablas como en el cine, y sus apariciones en coliseos como el Esperanza Iris, el Arbeu o el Tívoli le hicieron merecer varios lauros como la mejor vedette mexicana, y luego incluso de Latinoamérica. Al contraer matrimonio con el cómico Manuel Medel, fundaron la compañía de Medel-Fornés, con la que recorrerían todo el país. El soldado de chocolate, La verbena de la paloma, La revoltosa, La viuda alegre, Los gavilanes, Doña Francisquita… eran varias de sus cartas de triunfo. Y en medio de todo ello, hacía presentaciones en la radio, viajaba a presentarse a otras naciones, y aparecía en las cinco películas que alcanzó a rodar en esa tierra a la que siempre tuvo como una segunda patria.
 
Su retorno a Cuba, tras separarse del padre de su hija, Rosa María Medel, le abre las puertas de la televisión. Ahí tendría a su favor ese repertorio, y por muchos años mantendría con firmeza su gusto por las obras del género chico y la opereta en las que siempre se movía con soltura y elegancia. Ello le permitió seguir los pasos de María de los Ángeles Santana, nuestra otra gran vedette, rumbo a España, en 1957. Allí, en Barcelona, abrió una temporada en el Lírico de Barcelona, con la revista Linda Misterio, para la cual tuvo como compositor al maestro Augustó Algueró. También alcanzó a ser reconocida en Madrid. “Entonces trabajaba como una descosida”, dice ella de ese período, en el que subía a escena junto a su segundo esposo, Armando Bianchi. Los títulos se suceden: Los siete pecados capitales, Tócame Roque, Siete novias para mí solo… El triunfo de la Revolución, y el anhelo de reunirse con su hija, la traen de nuevo a Cuba, en febrero de 1959.
 
La imagen de la Fornés como una artista del mundo de las variedades, entrenada en la comedia de salón, en el rol de aristócrata arropada en abrigos de pieles y orlada por joyas y prendas de lujo, no fue del agrado de todos en el nuevo momento que se abría para Cuba. Sin embargo, ella no dejó de trabajar. Mientras el cine nacional la ignoraba, junto a otras figuras relevantes que tendrían que esperar años para regresar a la gran pantalla, se convirtió en la figura central de espectáculos televisivos como el famoso Desfile de la Alegría. En las temporadas iniciales del Teatro Lírico Nacional, tuvo desempeños relevantes, y también se le veía de manera permanente en los cabarets de mayor prestigio, particularmente en el Capri, donde estelarizó Consuma productos cubanos, y Lunes de la Fornés, entre otras revistas. Era popular, era querida, era una invitada capaz de aportar gracia y color a sus presentaciones. Pero era difícil, para muchos, sacarla de ese tipo de apariciones. Y aunque había interpretado también roles de mayores exigencias histriónicas, la idea más o menos general era que su momento de mayor brillo lo obtenía al bajar por una escalinata, coronada con un peinado propio de la época, con sus pieles, interpretando, por ejemplo, Otro amanecer, la balada del momento, de su muy querido amigo Meme Solís.
 
Pero todo artista verdadero necesita un instante de replanteo, un punto en el cual reformular sus vivencias y lo aprendido, y preguntarse si será capaz de añadir a eso algo más. De no hacer tal cosa, el peligro inminente es el de la repetición hasta el vacío, el calco hasta la caricatura, el estancamiento que no genera ya ninguna sorpresa y mucho menos desafíos. Rosa Fornés pudo haber sentido eso a fines de los 70, ante el arribo de una nueva década en la cual ya el gusto de las generaciones era distinto, se imponían otros conceptos del espectáculo, y ella entendió que debía procurar otros retos. La vuelta al teatro fue una respuesta precisa a esa demanda que, más allá de la televisión y su aparición en revistas y galas, consiguió renovar su figura en un período que, además, la devolvió al mundo del cine. De ese repaso y de las siguientes experiencias surge la imagen de una actriz más versátil, dueña de lo cómico tanto como de lo dramático, que recuperaría brío ante sus admiradores y los elogios de la crítica más exigente.
 
Primero, fue La permuta, el guion cinematográfico de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío que no había podido filmarse, pero que Mario Balmaseda eligió para conseguir un exitazo al estrenarlo con el Político Bertolt Brecht en el verano de 1980. Sobre su elección de la Fornés para el personaje de Gloria, la madre obsesionada con cambiar de vivienda para asegurarse un mejor estatus social, me dijo Balmaseda en una entrevista de 1998: “Todo eso llegó a su paroxismo con La permuta (…), que transformamos en una puesta que llenó el Mella, y donde hubo mucha aplicación de las técnicas de Bertolt Brecht. Y, cuidado, en esa puesta sí utilicé un sistema de estrellas; llamé a Rosa Fornés, que es lo que es y que, justamente por serlo, no debía estar inutilizada. Si tuviera que repetirlo, te aseguro que lo haría con gusto”.
 
En La Permuta, Rosa demostró que podía despojarse de los atuendos fastuosos e interpretar a una mujer común, brindando además los matices necesarios para que, más allá de la comedia, se evidenciaran sus pretensiones de ascenso en la nueva sociedad. El resultado la confirmó como una comedianta de recursos sólidos, algo no tan sorprendente si repasamos cuántas obras de carácter humorístico había ya en su repertorio. El triunfo del espectáculo abrió la senda hacia la versión cinematográfica, que se vio en las pantallas en 1984. Rosa, sin embargo, comentaba en el libro que sobre su vida escribió Evelio R. Mora (Letras Cubanas, 2001), que tuvo “que ponerse dura” para obtener el protagónico, pues los recelos acerca de su talento, y de su capacidad para encarnar a una cubana en su cotidianidad más sencilla, no dejaron de hacerse sentir. El teatro estuvo hasta los topes en cada representación. Y no faltaron los elogios, aunque el crítico español Ricardo Salvat, que alabó a la Fornés en su desempeño bajo la mano de Roberto Blanco en Canción de Rachel, le echó en cara al equipo de creación el no haber impedido que la actriz “se produjera a sus anchas”, siendo ella “una estrella llena de posibilidades pero que, en ningún momento, se planteó usarlas en función del papel sino de su propio lucimiento”, echando mano a “todos los excesos”. El mismo cronista, en su reseña publicada en Pipirijaina como repaso del II Festival de Teatro de La Habana, sin embargo, reconocía que “el espectáculo entusiasmaba al gran público y fue aplaudido a rabiar”. Soledad Cruz, en un artículo publicado en Tablas, achacaba a la puesta un “saborcito a viejo: no hay una aprehensión coherente ni consecuente de la realidad a través del prisma humorístico de hoy”. Por encima de ello, La Permuta fue un punto ascendente en la carrera de su protagonista, y su actuación en el filme deja ver que sí comprendía al personaje, probado una y otra vez previamente en cada función, reafirmándose como dueña de indudables recursos para la sátira y la comedia.
 
Si eso estaba ampliamente asegurado, no ocurría lo mismo, según el juicio más severo, acerca de su transformación en un rol de fuertes demandas dramáticas. La prueba de fuego vino en 1984, de la mano de los hermanos Nicolás y Nelson Dorr. El dramaturgo había concebido para ella una pieza en dos actos, Confesión en el barrio chino. Nelson la dirigiría, llevándola con rigor a dejar a un lado lo que sus devotos esperarían de la Fornés para dar paso a Violeta, la exprostituta que narra su vida a un periodista cuya identidad se revela al final de la conversación. Siempre se ha hablado de la profesionalidad de Rosa, y aquí lo demostró a conciencia, a sabiendas de que cuando la pieza se estrenara, en el Festival de Teatro de La Habana de 1984, tendría delante al jurado del evento. El elenco del estreno, en la sala Covarrubias, lo integraban junto a ella Gerardo Riverón y José Núñez Sariol. En un ensayo ya muy cercano a la premier, el director lanzó hacia la protagonista una larga lista de exigencias, que ella escuchó sin replicar, interiorizando aquellas palabras, y tras lo cual, como una respuesta ante la dura tirada, golpeó el suelo con uno de sus pies, con tal fuerza que quedó lastimada de esa pierna. Aun así, se lanzó al estreno. Obtuvo esa noche no solo los aplausos de todos los espectadores, sino además uno de los premios de actuación del evento, junto a Silvia Planas, Roberto Blanco, Hilda Oates, Carlos Pérez Peña, Adolfo Llauradó, Elsa Gay y José Antonio Rodríguez. En el jurado estaban Graziella Pogolotti, Esther Borja, Manuel Galich, Ramiro Guerra, Alina Sánchez, Mario Rodríguez Alemán, José María Vitier, Salvador Fernández y otras figuras de indudable prestigio.
 
Confesión en el barrio chino no dejó de ser una pieza polémica. En su comentario, publicado en Tablas, en el número 2 de 1984 que recoge los ecos del Festival, Carlos Espinosa señala los elementos poco creíbles del texto, los problemas derivados de su extensión y su verbalismo, según su parecer. Ello no le impide reconocer el crecimiento actoral demostrado por la Fornés. Allí nos dice el relevante crítico e investigador: “Hay que pensar en lo que debió significar para la veterana artista encarnar a la protagonista.  Su elaboración del papel es modélica por la sabiduría, habilidad y dominio del oficio; un excelente ejercicio de actriz; un esfuerzo de madurez. Rosita mantiene a lo largo de casi dos horas la coherencia y el equilibrio de un texto donde no escasean las tentaciones al melodramatismo, y le presta un poco de la veracidad que le falta a Violeta. Y para bien o para mal de Confesión en el barrio chino es ella quien, con justicia, como se acostumbra decir, se lleva las palmas”.
 
Indudablemente, salió airosa de semejante fogueo. Después de Canción de Rachel, de La permuta, de Confesión en el barrio chino, nadie dudaría de la amplitud de su talento histriónico. En 1985, en el Karl Marx, asumió el rol titular en la producción cubana de Hello, Dolly!, el musical de Jerry Herman, junto a Omar Valdés, Mirta Medina y Rebeca Martínez, dirigida por Octavio Cortázar. En 1989 corroboró, en la gran pantalla, su capacidad como actriz de carácter al interpretar a Rosa Soto en Papeles secundarios, filme de Orlando Rojas. Y en 1990, en el que quizás sea su último gran personaje en las tablas, apareció como la protagonista de Para matar a Carmen, texto y montaje de José Milián, en el que interpreta a una mujer que sucumbe ante el anhelo de encontrar a un amor que la complemente al tiempo que la libere. La pieza se presentó en México, ese punto al que siempre volvió la Fornés para recibir aplausos. El Nacional dijo de ella: “Quien tome en cuenta que la vedette cubana conoció el cenit de su carrera en los años cincuenta, tendrá que reconocer que se encuentra ante un caso especial”.
 
Cuando la Fornés y María de los Ángeles Santana recibieron el Premio Nacional de Teatro 2001, en un tributo que se inclinaba ante el quehacer intenso y tan variado de dos mujeres excepcionales, el propio Milián tuvo a su cargo el elogio a su musa de Para matar a Carmen. De ella dijo: “Mientras era mimada por la prensa mexicana casi a diario, daba muestras de un profesionalismo tal, que ponía a prueba su salud y arriesgaba todo, como si su trayectoria no fuera suficiente y fuera necesario empezar cada vez. Compartimos algunos meses pan, techo y el vino de la creación. Una inolvidable experiencia. Aun así, me preguntaba… ¿podrá en los pocos momentos de soledad, mirarse al espejo y reconocer si esa imagen que contempla es Filomena Marturano o Ana de Glavary? ¿Si vive en Santa Fe o en el Barrio Chino? ¿Estará definitivamente permutando?”.
 
Las respuestas a esas interrogantes son muchas, y una. Coinciden todas en el nombre y en el talento de Rosa Fornés. Pensar en su fallecimiento no debe hacernos opacar el brillo que ella nos legó. Y que no es solo el de las lentejuelas, el de las joyas auténticas o las prendas de fantasía. Ella tenía su propio resplandor. Y nos dejó una lección de rigor, de disciplina, al tiempo que de gracia y elegancia, de la que deberían aprender los que ahora pisarán los escenarios donde ella estuvo. Su versatilidad le permitió borrar los límites. Y el cariño y el respeto que supo ganarse serán también, ya lo son, sus mejores armas contra la ingratitud de cualquier olvido.
 
 


Primeira  Anterior  2 a 3 de 3  Seguinte   Última  
Resposta  Mensagem 2 de 3 no assunto 
De: CUBA ETERNA Enviado: 15/06/2020 11:46
 Rosita Fornés, la gran vedette de Cuba
Hija de padres españoles, llegó a convertirse en una de las figuras más presentes y queridas de la escena de la isla
MAURICIO VICENT
  Rosita Fornés era considerada la gran vedette de Cuba. Y en México, donde fue famosa en la década de los cuarenta y filmó numerosas películas, la llamaron “la mejor vedette de América”. Hija de padres españoles residentes en La Habana, nació en febrero de 1923 en Nueva York, pero fue pura casualidad. Rosalía Palet Bonavia -ese era su nombre real- empezó su carrera artística en la isla muy joven y llegó a convertirse en una de las figuras más presentes y queridas de la escena cubana, sin ser dueña de una gran voz ni tampoco una gran actriz. Su fallecimiento, en la ciudad de Miami, a los 97 años, copó el miércoles la portada digital del diario Granma, que se despidió de ella como “la Rosa de Cuba”.
 
Sus primeros pasos en el escenario, después de ganar un concurso de canción a los 15 años, los dio en el Teatro Principal de la Comedia, donde debutó en 1940 con la opereta El asombro de Damasco. Allí conocería al gran músico Ernesto Lecuona, que la invitó a formar parte de su compañía lírica y con quien intervendría en obras como La del manojo de rosas o en Los gavilanes. Con Lecuona debutó en la zarzuela Cecilia Valdés en el Teatro Auditórium, e interpretó muchas veces sus temas antológicos, desde Siboney a Siempre en mi corazón.
 
A partir de entonces, la Fornés sería solicitada por los principales productores musicales y de la escena cubana y encadenaría zarzuelas, comedias ligeras y dramas en una carrera imparable dentro de su país, donde estrenó operetas como Luisa Fernanda y protagonizó títulos como La verbena de la Paloma, La viuda alegre, Doña Francisquita o Las Leandras, actuando en grandes teatros habaneros, como el Campoamor o el Martí.
 
Nunca dejó de cultivar la revista musical, el cabaret y la radio, tampoco el cine y la televisión, que la hicieron muy popular en la década del cuarenta en Cuba y en América, donde actuó con los famosos actores y actrices de la época, incluidos Hugo del Carril, Luis Sandrini, Libertad Lamarque, y también Rita Montaner, Bola de Nieve, Benny Moré, Esther Borja, Lecuona o Armando Romeu.
 
Ya había rodado dos películas en Cuba cuando a los 22 años marchó a México, se casó con el actor mexicano Manuel Medel y se hizo famosa. Su primer filme allí fue El deseo, de Chano Urueta, en 1945, y después vinieron Se acabaron las mujeres (1946), La carne manda (1947), Cara sucia (1948), Mujeres de teatro (1951) y Del can can al mambo (1951), época en que la Fornés fue proclamada “Primera Vedette de México” y después “Mejor Vedette de América”.
 
Durante este tiempo se presentó también en Estados Unidos y en Cuba, adonde, después de divorciarse, regresó en 1952 creando su propia compañía de operetas, con la que debutó en el Teatro Martí. Desde entonces no pararía de protagonizar zarzuelas y revistas, además de estrenar en el cabaret Tropicana Las Viudas Alegres, un show inspirado en operetas. En este tiempo siguió colaborando con el cine mexicano -Piel canela (1953), Tin Tan en La Habana (1953), Me gustan todas (1954) y No me olvides nunca (1956)-, y se hizo fuerte en espacios radiales y televisivos de gran audiencia - como El Casino de la Alegría, Jueves de Partagás y Cita con Rosita- que la hicieron muy popular.
 
En España aterrizó a finales de los años cincuenta. Debutó en el Teatro Cómico de Barcelona con la revista Linda Misterio, con música de Augusto Algueró. Posteriormente, en Madrid, protagonizó la comedia musical Los siete pecados capitales, de Algueró y Montorio, actuando también en el Teatro Calderón (Pan, amor y la Gran Vida, y Siete novias para mí solo) y en el Alcázar (Tócame Roque). El triunfo de la revolución de Fidel Castro le cogió en España, pero en febrero de 1959 decidió regresar a su país pese a tener un contrato por varios años. En Cuba siguió actuando hasta hace una década, participando en películas de directores como Juan Carlos Tabío (Se permuta y Plaff) y de Orlando Rojas (Las noches de Constantinopla y Papeles Secundarios). Su última aparición en el cine fue en el filme Mejilla con mejilla, de Delso Aquino, en 2011.
 



Resposta  Mensagem 3 de 3 no assunto 
De: CUBA ETERNA Enviado: 15/06/2020 12:20
 ROSA… DE CUBA SIEMPRE
Conversando sobre el “mundo en red”, mi vecino Camilo Perez Pérez, ese buen integrante del equipo dedicado a los deportes en la televisión, me preguntó que sabía de Rosita. Así sin apellidos, yo supe  que se trataba de La Fornés que en los últimos tiempos vivió en Miami con su única hija y allí había sido ingresada varias veces por insuficiencias respiratorias.
 
Camilo me dijo que viendo hace poco por la TV Se permuta pensó que era buena actriz ¿por qué entonces no hizo más cine?. La respuesta forma parte de una larga historia en la que el ICAIC no admitía actores y actrices de la TV porque tenía sus propios elencos. En eso hay algo de verdad, pero …existieron prejuicios. Y Rosita no fue una excepción. Con elegancia dio buenas bofetadas en los años ochenta cuando protagonizó Papeles secundarios, un excelente filme de Orlando Rojas.
 
Otro buen amigo, el estelar conductor Marino Luzardo me contó “La conocí como todos los cubanos, por televisión. Cuál no sería mi sorpresa cuando teniendo 10 u 11 años de edad mi familia alquilara una casa en la playa junto a la suya en Boca ciega. Ahí supe el verdadero significado de lo que era PARAR EL TRÁFICO. Al cruzar la avenida con su trusa roja y sus trenzas las guaguas paraban, los autos pitaban y ella respondía con una sonrisa con la intención de hacerle ver a todos que exageraban, porque ella era una simple mortal. También me tildó de exagerado cuando ante el espejo del estudio 11 le dije: "Rosa no se arregle mas, no lo necesita, está bella" y se volvió hacia mi para decirme "yo nunca he sido bella, pero siempre he sabido arreglarme, por ejemplo esto lo hago para resaltar mis ojos porque son muy pequeños con relación al tamaño de mi boca y lo que busco es cierta simetría". En esa misma oportunidad antes de entrevistarla me confesó que no había dormido bien, porque se sintió mal, pero no podía faltar al programa por respeto a mí y a los televidentes. Cierto día llegue a mi casa y tenía su voz en mi contestador solicitando que la llamara. Al preguntarle en que la podía ayudar me dijo: "dime tú a mi, supe que tu mamá esta malita, no te vi en el programa y me preocupé", tuve que tragar en seco para poder responder. Luego compartimos con ella en su cumpleaños 90. La última vez que nos vimos fue cuando le celebramos sus 96 en el GTH, al día siguiente hablamos por teléfono y me confesó que estaba muy inconforme porque la emoción le impidió salir a saludar a su público, sentía que le había fallado a su gente. Con esa sencillez que distingue a los grandes se robó el corazón de varias generaciones de cubanos, quienes pueden sentirse afortunados y orgullosos, de haberla visto brillar, y en cada aparición regalarnos la fragancia más exquisita de una verdadera Rosa.”
 
Podría seguir hilvanando anécdotas e historias, pero hace un año y un poquito, escribí celebrando la vida de nuestra vedette, hoy sigo celebrándola porque con Rosita no cabe otra cosa y por eso reproduzco aquellas líneas:
 
ROSA… DE CUBA
A principios de los años 80  yo trabajaba en la Revista Somos Jóvenes. Sacaríamos un texto sobre la importancia de realizar ejercicios sistemáticamente y decidimos armar una suerte de foto reportaje con Rosita Fornés.
 
Sino me equivoco Caridad Carrobello fue quien escribió el texto, lo que sí recuerdo es que Argel Gomez tiró las fotos. Decidimos hacer un afiche y yo fui con Argel por conocer, de cerquita, a la primera vedette de Cuba.
 
Cuando llegamos por la mañana, Rosita nos dijo que a esa hora no. Lo expresó sin asomo de petulancia y más o menos explicó: “a esta hora aún tengo rastros de las cremas que uso y para una foto en colores se debe estar lo mejor posible. Es mejor sobre las cuatro de la tarde”.
 
Me enseñó la casa y una sencilla vara, como las del ballet, puesta en la pared, donde ella hacia los ejercicios. Las fotos, en blanco y negro  en ese sencillo equipo, ya estaban hechas, seleccionadas y listas para publicar, pero faltaba la del afiche. A propósito, a voz populi, se decía que Rosa tenía un  imponente gimnasio: nada más lejos de la realidad.
 
Regresamos dos o tres días después, ella  ya estaba lista y con naturalidad le dijo a Argel “mi lado fotogénico es este, si la tiras al otro quizás tendrás que repetir las imágenes.”
 
En aquel instante  mi respeto por la profesional creció mucho.  Me di cuenta que Rosita era muchísimo más que una mujer atractiva, era, es, de los artistas que hasta durmiendo inspiran admiración.
 
Unos cuantos años después de aquel hecho, la actriz me dio otra lección. Mi madre estaba en un círculo de abuelos en Playa, y cuando llegó a la casa me dijo que había actuado para ellos “la rubia esa que tú respetas porque dices que se quedó en Cuba cuando podía haber triunfado en cualquier lugar”. Me tomó un poco por sorpresa,  ya no le creía todo, Mima iba perdiendo la lucidez. De momento no sabía de quien me hablaba hasta que incrédula le pregunté “¿Rosita Fornes?” y exclamó “¡esa misma!, cantó, regaló unas cosas e hizo cuentos de cuando ella empezó”. Desde entonces para mi madre Rosita era “su amiga”.
 
Averigüé con la directora del círculo  y la gran estrella accedió a ir sin ni siquiera pedir que le mandaran un carro, y mucho menos cobrar un centavo, porque evidentemente Rosalía Palet Bonavia, nacida en Nueva York, en 1923, hija de un catalán y una  madrileña, criada por José  Fornes de quien llevó el apellido, es una grandísima actriz, pero sobre todo un ser humano excepcional que se hizo cubana por decisión propia. Su bondad, auténtica, la ha mostrado en diversos lugares como el leprosorio de San Lázaro.
 
A los 15 años de edad, triunfó como cantante en La Corte Suprema del Arte, hecho que le abrió el camino a su debut como actriz en el largometraje Una aventura peligrosa (1939) dirigido por Ramón Peón. Pero su primer gran triunfo  fue con la obra  El asombro de Damasco, en 1941.
 
Fundadora de la televisión cubana, tiene una vastísima obra en dramas, comedias, musicales y conductora. Fue y es una actriz muy querida en México, donde compartió papeles  con Joaquín Pardavé, los hermanos Soler, Luis Aguilar, Jorge Negrete, Pedro Infante, Tin Tan, Resortes, Marga López, Marií Victoria, entre otros artistas.
 
Se enamoró de Manuel Medel en el hermano país  y tuvo a su hija, Rosa María, también actriz. Su regreso a Cuba le depara un  regalo: el amor y consagración  de un  galán: Armando Bianchi, que la acompañaría en el teatro, cabaret, en  diversos lugares y que, muerto en un accidente,  la deja sola, en los 80. Algunos creían que había acabado su carrera, pero se levantó y siguió su paso de entrega al arte.
 
En el filme Papeles secundarios, al decir del critico Norge Espinosa “Cuando la Fornés se mete en la piel de Rosa Soto, estrella del Teatro Principal de La Habana, regala un golpe con mano enguantada a los que pensaban que no sería capaz de asumir un rol de carácter. Había probado que era capaz de ello, en los escenarios y en sus apariciones en obras de teatro grabadas para la televisión. Pero ahora se ponía a las órdenes de un joven director, Orlando Rojas, y su personaje en Papeles secundarios era un claroscuro que en la atmósfera viciada de las bambalinas, resistía embates con sus mañas de gran sobreviviente. Rosa Soto es una mujer de infinitos matices, en lidia con los jóvenes que quieren cambiarlo todo y la ven como una reliquia, pero también con otros que quisieran desplazarla por motivos aún más mezquinos. Su actuación es brillante. Dejó a los predispuestos con la boca abierta”.
 
Durante una larga entrevista con Amaury Pérez Vidal, en  el programa Con dos que se quieran, nace este diálogo:
 
“Amaury Pérez. Cuando Rosita se acuesta por la noche y se levanta, ¿de qué país es?
 
Rosita Fornés. Te voy a decir una cosa. Yo he recorrido casi el mundo entero, al menos una gran parte y siempre voy como artista cubana. No voy como artista americana ni hago alarde de nada de eso. Voy como una artista cubana y así me conocen en todos los países que he visitado.
 
Amaury Pérez. Y es que has vivido en todas partes.
 
Rosita Fornés. Claro, he vivido además en todas partes. Viví en México y la declaré mi segunda patria porque México me dio mucho, muchas cosas artísticamente. Me nombró la primera vedette de México. Era la primera vez que hacían eso. Después me nombraron la primera de América, eso se lo debo a los mexicanos. Y vaya, estoy agradecida a todos esos lugares y puedo decir que sí, que he pertenecido a unos y a otros, pero soy artista cubana, aunque no haya nacido en Cuba. Porque aquí fue donde me crié y aquí fue donde me formé.”
 
Merecedora de numerosos premios y distinciones, en Cuba y en el extranjero, entre ellos: Premio Nacional de Teatro en 2001, Premio Nacional de Televisión en 2004, Premio Nacional de Música en 2005, Orden Félix Valera en 2005, Orden del Mérito Civil de España, otorgado por el Rey Juan Carlos en 2011, Rosita tiene el premio que mas anhelan los artistas: la admiración de su pueblo.
 
Rosita, para la eternidad
 
Ha muerto la gran vedette de Cuba, la más completa de las artistas de la escena cubana. Con 97 años ha muerto Rosita Fornés.
Cantante, actriz, bailarina… fue una de las más talentosas y queridas artistas de nuestro país, figura esencial del teatro, la música, el cine, la radio y la televisión nacionales y de América Latina; Recibió grandes homenajes y reconocimientos: Premio Nacional de Teatro en el 2001, Premio Nacional de Televisión en el 2004, Premio Nacional de Música en el 2005, Orden Félix Varela en el 2005, Orden del Mérito Civil de España, otorgado por el Rey Juan Carlos en el 2011…
 
Aunque ella estaba convencida de que no había premio mayor que el aplauso y el cariño de su público: “Eso es lo más grande que puede recibir un artista. Mis momentos más emocionantes han sido frente a un teatro lleno; yo no tengo palabras para expresar lo que eso significa para mí. Esa es la dicha” —nos dijo hace poco más de dos años en una entrevista.
 
Fue amor mutuo: su público la adoró. Esa es la palabra: adoración. Pocas, poquísimas artistas se han ganado tantos y tan fieles seguidores.
 
Era, lo que se dice, una diva. Brilló en la opereta, la zarzuela, la comedia ligera, el drama clásico, la revista musical, el cabaret, la radio, el cine y la televisión.
 
Justo cuando iba a cumplir 95 años nos recibió en su casa habanera. Fue una anfitriona encantadora. Esa tarde hizo un recuento de su itinerario inmenso. Esta fue la conversación:
 
—¿Qué ha significado para usted el escenario?
 
—Imagínate: mi relación con el escenario ha sido mi vida. Eso seguro que te lo han dicho muchas personas, pero es la verdad. Ahí fue donde yo logré el máximo de mi felicidad. Tuve la suerte de cultivar diversos géneros. Y disfruté hacerlos, yo lo disfrutaba todo.
 
«La gente me preguntaba si a mí me habían enseñado cómo moverme, cómo caminar sobre un escenario. La verdad es que no, yo lo hacía espontáneamente. Pero siempre tenía bien en cuenta lo que estaba representando.
 
«Hice montones de personajes. Unos se movían de una manera y otros de otra. Pero te insisto: eso para mí era la vida. Me encantaba mi trabajo, subir al escenario era mi mejor momento. Y siempre tuve la suerte de hacerlo frente a mucho público, siempre a teatro lleno.
 
«Ese ha sido el premio más grande que yo haya podido tener como artista: la manera en que me ha recibido el público, cómo me ha querido siempre. Con eso me bastaba. Yo nunca me creí la mejor. Nunca. Nunca me dije: “esto o aquello me sale mejor que a nadie”. Yo siempre me he encontrado defectos. Hacía la obra, me salía, pero siempre me decía: “fallé en esto, en esto y en aquello”. Claro, era algo muy íntimo, me callaba la boca y no se lo comentaba a nadie; pero me servía mucho analizarme.
 
«Pero en definitiva, te lo digo ahora: estoy feliz porque he tenido una vida muy bonita».
 
—Usted ha sido una artista multifacética: bailaba, cantaba, actuaba… De todo eso, ¿qué era lo que le resultaba más cómodo?
 
—A mí todo me resultó cómodo, porque me gustó hacerlo todo. Cuando te gusta lo que haces, tienes muchas posibilidades de que te salga bien. Claro, tuve excelentes maestros, para todos los géneros y todas las manifestaciones. Recuerdo por ejemplo a Enriqueta Sierra, una actriz muy reconocida en aquellos años, formó a varias de las actrices del momento. Tuve el privilegio de tenerla como maestra.
 
«Tuve también muy buenos maestros de canto. Yo al principio solo cantaba cosas bien ligeras, hasta que me dijeron: “Tú tienes voz de soprano”, me pusieron a vocalizar y resultó que llegaba hasta un do sobreagudo. “¡Con esa voz puedes cantar hasta ópera, si quisieras!” No, yo no aspiraba a tanto. Ahora, el género de la zarzuela y la opereta sí me encantaba. Y lo que más me gustaba era la posibilidad de cantar y también actuar. ¡Y son tan distintos los papeles que puedes asumir! Ese fue uno de los géneros que más disfruté siempre».
 
—Buena parte de sus reconocimientos llegaron gracias a ese arte…
 
—Sí, muchísimos. Aunque siempre los recibí con mucha humildad, nunca hay que creerse la gran artista, siempre lo podemos hacer mejor. Eso también me lo enseñaron desde el principio.
 
«Pero sí, me han dado muchos premios: diplomas, trofeos, medallas… están ahí, en el cuarto de al lado. Creo que son la prueba de que he tenido una vida. Pero te repito y lo voy a repetir siempre: el premio más grande es el afecto y el cariño que me ha demostrado mi pueblo. Eso lo saben los artistas: nada como el aplauso. Eso no tiene comparación».
 
—Conoció a algunos de los grandes maestros de la música, el teatro, el cine y la televisión…
 
—No solo los conocí, ¡trabajé con muchos de ellos! Y tuve la suerte de ser amiga de grandes figuras, grandes entre los grandes… Yo los recuerdo a todos con mucho cariño. Pero son tantos que no tengo todos los nombres en la mente. No quiero mencionar a algunos y que se me olviden otros.
 
—Vamos a hablar del cine. Usted hizo mucho cine en México…
 
—No, no hice mucho cine en México. Pude haber hecho más. Yo me fui de México por cuestiones personales. Me fui en un momento en que iba a hacer más películas, tenía las propuestas. Lo que sí hice fue teatro musical, muchísimo. Cuando se me abrieron de verdad las puertas del cine, fue cuando decidí irme de allí.
 
—Pero es indudable que hizo más películas en esos años que después… Hubo una época de ausencia en la filmografía cubana, hasta que hizo Se permuta…
 
—Pues fue maravilloso ese regreso. Me encantó hacer esas películas. Y lo mejor fue la acogida que tuvieron, casi todas las que hice, en las que participé, tuvieron éxito. Creo que a la gente le gustó verme de vuelta al cine, aunque nunca dejaron de verme, porque siempre hice teatro y televisión. ¡Hasta el cansancio!
 
—¿Y alguna vez de verdad se cansó? ¿Alguna vez quiso hacer un alto?
 
—La verdad es que no. Incluso, a veces he trabajado sintiéndome muy mal, con un catarro terrible, con destemplanzas… Sí, claro, ha sido difícil, pero era más fuerte el compromiso: yo siempre he valorado mucho mi compromiso con el público.
 
—Una pregunta que seguro le han hecho muchas veces: ¿Qué hace falta para ser una artista, una buena artista?
 
—Primero que todo: tiene que gustarte lo que haces. Gustarte mucho. Tienes que disfrutarlo más allá del esfuerzo y de las dificultades que implique tu arte. Y después, y no menos importante: hay que estudiar, estudiar mucho. Tienes que tratar de ponerte en contacto con lo mejor de tu arte, con las mejores obras y artistas. ¡Hace falta talento, pero hace falta también deseos!


 
©2025 - Gabitos - Todos os direitos reservados