Luego de cuatro horas de cola bajo un sol de fuego y amago de riña, Gisela, ama de casa, pudo adquirir diez perros calientes y un kilogramo de mortadella en un mercado del Reparto Sevillano, a veinticinco minutos en auto del centro de La Habana. De las más de 400 personas que había, solo la mitad pudo comprar. Los que se quedaron sin adquirir embutidos comenzaron a protestar. Una brigada policial a duras penas pudo contener el descontento ciudadano.
Las ofensas al presidente Díaz-Canel se ventilaban en voz alta. También la corrupción y las críticas al inoperante sistema de ideología marxista. Acusaron a los dependientes de esconder alimentos para luego revender en el mercado negro.
“Ni pinga, hasta cuándo uno va aguantar tanto descaro. Tengo tres hijos y no tengo comida que darles, estamos pasando hambre. Siempre es lo mismo. Hago la cola desde la seis de la mañana y nunca alcanzo nada. O me dan un poco de embutido o empiezo a tirar piedras a los cristales”, vociferaba una mujer enfurecida. Un tipo con pinta de burócrata prometió vender a cien personas más y aplacó la ira.
Las colas han entrado en el terreno del surrealismo. En algunos barrios del municipio Arroyo Naranjo, Guanabacoa y San Miguel del Padrón las personas se ocultan toda la madrugada encima de los árboles para evadir el toque de queda en La Habana y ser de los primeros en la cola. Les dicen ‘los paracaidistas’.
Según el jefe de almacén de un agromercado, a La Habana no están entrando camiones del sector privado con viandas, vegetales y carne de cerdo por miedo a que les decomisen los productos o los desvíen para vender en mercados estatales a precios topados. “La capital está cerrada. En todas las entradas a la ciudad hay fuerzas policiales. Incluso teniendo los papeles en regla, te obligan a vender la mercancía a precios topados. Entonces el sector privado, que genera el 70 por ciento de la producción agrícola, ganadera y porcina en Cuba, prefiere no traer mercancías”.
Las propias autoridades reconocen que para abastecer a La Habana se necesita cuando menos 500 toneladas diarias de productos agrícolas. Una fuente aseguró a Diario La Américas que “está entrando un promedio de 120 toneladas diarias, pero hubo días que solo entraron 70 toneladas. El déficit es grande”.
Un recorrido por tres agromercados estatalesl y cinco puntos de ventas particulares en la barriada habanera de La Víbora, confirmaron el desabastecimiento. En el agro de Santa Catalina y Diez de Octubre, los dependientes jugaban con sus teléfonos móviles o fumaban cigarrillos acostados en las tarimas. Igual sucedía en el de Patrocinio y Diez de Octubre. En el agro del Mónaco, una aglomeración de personas esperaba la llegada de un camión con boniato. “Y no es seguro que venga. Pero la gente está tan desesperada que hace cola por gusto”, manifestó un dependiente.
En los cinco puntos privados de venta dijeron que sus suministradores habituales tienen temor de perder la carga. Los precios se han disparado. Una libra de pepino cuesta 30 pesos, un mazo de cebollinos 25, una libra de frijoles colorados 30 y una fruta bomba pequeña 50 pesos. La carne de cerdo está desaparecida. En el mercado negro, cuando aparece, la libra de carne deshuesada fluctúa entre 70 y 90 pesos.
Con tantas redadas policiales la oferta en el mercado subterráneo ha menguado. A través de WhatsApp y Telegram, donde suelen venderse alimentos, apenas se consigue comida. Una persona que por WhatsApp vende pescados y mariscos comentó que «la última vez que me entró mercancía fueron 200 libras de castero y en diez minutos lo vendí, pero hace un mes no me entra nada». Un vendedor de carne de cerdo cuenta que en tiempo récord despachó cuatro cerdos por Telegram y WhatsApp. “La gente compró hasta los huesos, la cabeza, el hígado, todo”.
Llamémosle Miguel. Es funcionario de Comercio Interior y reconoce que la situación alimentaria es muy tensa. “El único rubro alimenticio que cumple los planes es la producción de croquetas. En los otros, granos, viandas, hortalizas, frutas, cítricos, carne porcina, vacuna o caprina, la producción ha caído de manera alarmante. Si el Estado no deroga millones de dólares en comprar alimentos, un sector de la población va a pasar hambre. Se está intentando reactivar la industria alimentaria para vender en divisas. Pero la mayoría de las industrias están descapitalizadas o no tienen recursos para adquirir materia prima. Fíjate que en las tiendas en MLC (moneda libremente convertible) casi no se venden productos nacionales. Ni siquiera barras de guayaba, por falta de envase, tampoco cerveza y refresco. La situación es preocupante”.
La mayoría de los especialistas consultados coinciden que si el régimen no pone en marcha profundas reformas económicas, la actual crisis se le puede ir de las manos. Carlos, sociólogo, considera que el temor a perder el control sobre las reformas los tiene paralizados. “Tras seis meses de confinamiento, muchas personas no están trabajando o solamente están cobrando el 60 por ciento de su salario. Están al borde de la indigencia. Si el gobierno no reacciona con la urgencia que requiere la situación, en Cuba se puede generar una hambruna”.
Gustavo, licenciado en economía, es más optimista. “Supongo que el gobierno debe tener fondos en divisas de reserva para adquirir amplias cantidades de alimentos en caso de que las producciones agrícolas sigan en números rojos. Pero si las reformas aprobadas se aceleran, se crean PYMES y se autoriza un nuevo marco jurídico se puede revertir la crisis. Hay que intentar comprometer a los cubanos emigrados con el futuro de su país. Y cambiar el modelo. El problema de Cuba es sistémico”.
Norberto, taxista privado, cree que será un milagro superar esta nueva crisis económica. “De la crisis de 1970 y de la del Período Especial, en los 90, a duras penas se sobrepuso el país. Entonces se contaba con dinero de los soviéticos y luego con el petróleo venezolano. Ahora estamos solos en el ring. Si logramos escapar de esta crisis, quedamos locos”.
Nuria, ingeniera, piensa que el socialismo fue un experimento político, económico y social que fracasó en todas las naciones donde se aplicó. “No sé por qué el gobierno insiste en repetir el mismo error. Ya la gente está harta de las colas, de comer lo que aparezca y de vivir con tantas penurias. Cada vez más nos parecemos a un país pobre de África”.
Es tanta la necesidad de comida, aseo y medicinas en Cuba que las personas han creado sitios en WhatsApp o Telegram para intercambiar ropa y otros artículos por alimentos, papel sanitario o determinados medicamentos. Un sitio del municipio Diez de Octubre que intercambia comida recuerda a la etapa primitiva, cuando no circulaba el dinero.
Algunos ejemplos. Lucrecia cambia diez compotas por seis cajas de jugo. Aunque le han ofrecido 10 cuc por las diez compotas, alega que no hace nada con tener dinero, porque «no se encuentra jugo en ninguna parte». Silvia, ha desempolvado su armario y la ropa que no usa, intenta canjearla por comida. Una señora canjea dos vasitos de arroz por una latica de sal. Otra persona, tres cebollas por diez cabezas de ajo. Una usuaria ofrece tres paquetes de perritos (salchichas) por un pomo de champú, pues «hace dos meses que no me puedo lavar la cabeza con champú». Diariamente, Fermín rastrea sitios en busca de una persona que venda carne de res o de carnero para su hijo con la hemoglobina baja. Esther intenta cambiar dos libras de pollo por una botella de aceite.
El régimen castrista ha socializado la miseria. Y lo peor, opinan muchos cubanos, es que aún no se ha tocado fondo. Se esperan más restricciones, más escasez y apagones que ya vienen en camino.