Cuba realiza la unificación monetaria pospuesta hace años y profundiza su reforma económica
A partir del 1 de enero desaparecerá el peso convertible, que era equivalente al dólar
El Gobierno cubano dio un nuevo paso en el proceso de reformas económicas que acomete y anunció, después de años de espera, la unificación monetaria y la fijación de una tasa de cambio única en la isla, a razón de 24 pesos cubanos por dólar. La unificación, que entrará en vigor el 1 de enero, hará desaparecer del bolsillo de los cubanos el peso convertible (CUC), creado en 1994 y equivalente al dólar, quedando únicamente en circulación en la isla el peso cubano (CUP), medida que trata de enderezar las distorsiones macroeconómicas acumuladas durante décadas por una política igualitarista que fomentó los subsidios, pero que lastró la productividad y la eficiencia empresarial. Se dará a la población un plazo de seis meses para cambiar los CUC por pesos cubanos.
La llamada ‘Tarea Ordenamiento’, que abarca no solo la reforma monetaria y cambiaria, sino que supone numerosos cambios en la política de precios, salarios, pensiones, etc., era una de las medidas más demandadas por los economistas cubanos, pues sin ella hubiera quedado cojo el complejo proceso de cambios económicos que el país realiza en estos momentos, y que incluyen, entre otros, el impulso del trabajo autónomo y la pequeña y mediana empresa privada, la concesión de mayores márgenes de autonomía a la empresa estatal para estimular la productividad, y el fin de los subsidios a muchas de estas que son ineficientes. También se apuesta por empoderar a las autoridades locales para que favorezcan la inversión en sus territorios y flexibilizar la política para atraer inversión extranjera -esta misma semana se anunció que se permitirían empresas con participación mayoritaria de capital extranjero en todos los sectores, excepto en el de extracción de recursos naturales y prestación de servicios públicos-.
La solemnidad con que se anunció la reforma monetaria que viene, dio la dimensión de lo clave que es para la economía y las importantes consecuencias que tendrá para los cubanos a corto plazo. El primer secretario del Partido Comunista, Raúl Castro, escoltó al presidente del país, Miguel Díaz-Canel, en una comparecencia especial en televisión en la que solo habló el segundo, y en la que advirtió claramente: “La tarea no está exenta de riesgos, uno de los principales es que se produzca una inflación superior a la diseñada, agudizada por el actual déficit de oferta”.
Díaz-Canel afirmó que la unificación monetaria y cambiaria es “un paso decisivo en el ordenamiento monetario” del país y dijo que era imprescindible para llevar adelante el proceso de reformas, señalando que el éxito de estas no se logrará “mediante el igualitarismo, sino promoviendo el interés y la motivación por el trabajo”. Los economistas ya han advertido que, a corto plazo, el golpe será duro para la población, pues se espera un proceso inflacionario que hará perder a la gente parte de su exiguo poder adquisitivo. Díaz-Canel se refirió a ello, al asegurar que en Cuba “no habrá terapias de choque” y que “nadie quedará desamparado”. “Los precios abusivos y especulativos no se permitirán, se enfrentarán socialmente con medidas de contención y severas sanciones a los incumplidores”, indicó.
Los males estructurales de la economía cubana son muchos, y uno de los graves era el de la política monetaria. Hasta ahora, las monedas en Cuba se canjeaban a diferentes tarifas: para las empresas, 1 dólar (o 1 CUC) era igual a un peso cubano, mientras para la población en la calle dólar y CUC eran 25 pesos cubanos. Un verdadero galimatías contable, un semillero de falta de competitividad y distorsiones con las que hoy se pretende acabar. “Ahora la economía se acercará más a la realidad”, señalaba un empresario extranjero, felicitándose por que finalmente se haya tomado la decisión, postergada muchas veces por su costo social.
Hoy mismo se publicó en la Gaceta Oficial de Cuba una batería de Decretos-Leyes que complementan la reforma monetaria y que establecen una subida general de todos los salarios y pensiones (que se multiplican por cinco, como promedio) y también de los precios. Además, se han aprobado una serie de escalas salariales para estimular que el que trabaja más u ocupa un puesto de mayor responsabilidad pueda ganar más, tratando de acabar con el fenómeno de la pirámide invertida -el director cubano de una empresa puede ganar menos que un empleado de menor rango que reciba propinas en dólares-. El objetivo es reactivar la economía e incrementar la producción y la productividad, aunque eso depende otros muchos factores no resueltos y que la burocracia entorpece, señalan los analistas.
En su intervención, Díaz-Canel señaló que la reforma monetaria no es una “solución mágica” a los problemas económicos, aunque “pondrá al país en mejores condiciones para llevar a cabo las transformaciones que demanda”.
En la calle, lo que preocupa a la gente es lo obvio: como quedarán sus ahorros (quien los tenga) y cómo será su vida a partir de ahora. Todos estos cambios ocurren en medio de una grave situación económica en Cuba, agravada por la epidemia de covid-19, el parón del turismo y el recrudecimiento del embargo por la administración Trump, que ha dejado sin liquidez ni capacidad importadora al Estado. Para recaudar divisas extranjeras, las autoridades han abierto tiendas en moneda libremente convertible -en las que solo se puede pagar con tarjeta de crédito- donde se venden alimentos y electrodomésticos, mientras en los comercios de pesos cubanos los abastecimientos cada vez son menos. Aunque muchos cubanos no reciben remesas del exterior, las colas en ambas son kilométricas.
Otra consecuencia de la reforma monetaria y los cambios productivos que se pretenden será que muchas empresas estatales ineficientes -cerca de un 40% del total, según algunos analistas-, podrían quebrar y sus trabajadores verse en la calle. Marino Murillo, uno de los principales responsables económicos del Gobierno, ya anunció que a estas empresas se les dará un año para poner en orden sus cuentas antes de terminar con los subsidios. El sector privado, por razones obvias, se convierte más que nunca en una tabla de salvación para absorber gran parte de esta mano de obra, si las reformas salen adelante.
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