Cuando era un muchachón me enteré por el Órgano Oficial que los Estados Unidos habían fracasado poniendo en el espacio un telescopio espacial llamado Hubble, nombre de un famoso astrónomo norteamericano. La nota no solo hacía referencia al costo, sino que ponía a la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio) como un apéndice parasitario e inservible del contribuyente. Casi todo lo que se publicaba en la Isla era para resaltar la preeminencia y el éxito de los rusos en la conquista del cosmos.
No había entonces forma de saber en Cuba el motivo del fracaso, qué era el proyecto en sí, que haría la institución para enmendar el error. Muchos años después, y no por fuentes cubanas, supe que la NASA había corregido el resbalón –excesivo pulimento del lente- incluso más allá de sus expectativas: al bizco Hubble le pusieron espejuelos en una maniobra que quedaría para la historia como una hazaña en el campo de la ciencia aeroespacial. Los astrónomos podrían escudriñar las galaxias como nunca antes.
Un familiar aficionado a la música llamada Salsa desconocía la importancia de Celia Cruz en la génesis de esa corriente musical latina surgida entre puertorriqueños, dominicanos y cubanos, con ritmos que remedaba al son de la Isla junto al jazz y otros géneros en el Nueva York de los sesentas. La sonera de Cuba es, junto a Benny Moré, Cuba, como lo pueden ser Lola de España –Lola Flores- María Félix y Agustín Lara México, o Gardel y Libertad Lamarque –La Novia de las Américas- de Argentina.
El pariente se sentía incómodo, engañado pues a ese ocultamiento se sumaba la negativa del régimen a permitir el ingreso de Celia para ver a su madre enferma, y una escueta esquela mortuoria aparecida en el Órgano Oficial, donde se le minimizaba como gloria de Cuba al reseñar sus ideas políticas, contrarias el régimen, como si eso pudiera borrar todo el talento y el amor por la Patria que ella sentía. Una Patria que no tiene dueños porque perdería el sentido de Pater, Padre, como refiere su raíz semántica-significante.
Ahora, cuando ese proceso que insisten en llamar Revolución cubana va a cumplir la venerable edad de 62 años, el timo y el ocultamiento continúa. Es como si a más edad, más mentiroso se vuelve alguien, cuando debería ser al revés: los años dan a la persona el pase a bordo de la sinceridad absoluta por estar al final de sus días. Para el lector cubano –y consumidor de los noticieros cubanos- las únicas vacunas exitosas y de demostrada eficacia son las rusas y las insulares llamadas soberanas, aún en fases experimentales. También los candidatos vacunales chinos han recibido cobertura en los medios nacionales.
Es presumible imaginar que la mayoría de los compatriotas nada saben o muy poco de las vacunas norteamericanas-alemanas –Pfizer- Tozinameran o con sus siglas BNT162b2, desarrollada como una técnica única, novedosa, por la empresa BioNTech. La originalidad es que se aparta de las tradicionales pues usa el mensajero celular –RNA- para desarrollar inmunidad. Esta técnica innovadora pudiera cambiar hasta la forma de tratar el cáncer y otras enfermedades crónicas.
La vacuna del laboratorio Moderna con sede en Cambridge, Massachusetts, emplea similar mecanismo con la particularidad de menos condiciones para almacenaje y una efectividad, similar a la de Pfizer entre 90-95 %. A esta hazaña en el campo de las investigaciones médicas y la salud humana habría que añadir el tiempo récord para su desarrollo. Normalmente un candidato vacunal toma años para ser desarrollado, aprobado y finalmente comercializado. Las vacunas norteamericanas han abierto un nuevo camino para la ciencia médica, comparable según expertos, con el inicio de la era de los antibióticos. Así de importante es el asunto.
Tampoco en la prensa cubana se hace mención a la Operación Máxima Velocidad -Warp Speed- a la semana de haber comenzado en todo el territorio norteamericano. Para esta otra proeza técnico-administrativa se ha tenido que desarrollar una logística asombrosa con miles de refrigeradores especiales, transportes específicos, entrenar a decenas de miles de técnicos para administrar las dosis precisas. Al momento de escribir estas líneas, al menos un millón de individuos de alto riesgo han sido vacunados de manera gratuita.
Estados Unidos, un país fracasado, de crisis insalvables, de un capitalismo feroz del hombre lobo del hombre, donde no se respetan los derechos humanos según los escribidores del régimen, ha comenzado la batalla final contra la Covid-19, empezando por los más vulnerables. Las enormes reservas científicas, económicas y filantrópicas de este país no tienen comparación con otra nación en la historia moderna.
Mientras, ciertos compatriotas padecen lo que un famoso psiquiatra, prisionero y sobreviviente de un campo de concentración nazi describió como no ver que no se ve. El problema, según el doctor Viktor Frankl, no es la ceguera inducida por vivir en un régimen totalitario, represivo, sino vivir en un mundo paralelo e irreal donde se ha perdido el sentido de “ver” más allá de lo tangible; dicho de otra manera, existir sin esperanzas, sin alternativas.
Afortunadamente, basta al ser humano un resquicio al bloqueo de su libertad informativa para saber que el Hubble no fue un fracaso, Celia Cruz fue una grande, y las vacunas norteamericanas, un hito en las ciencias médicas, además de otra inmunización contra la mentira y la ceguera.