“Memes” es el neologismo acuñado por el científico británico Richard Dawkins para explicar la manera en que se transmiten ideas y conductas en la sociedad por medios no genéticos, en contraste con la transmisión por genes. Por ejemplo, un niño constantemente expuesto a violencia doméstica puede llegar a aceptar la violencia como natural. Para la generación de los medios sociales, los memes toman forma de imágenes, videos, “hashtags”, etc., que se difunden persona a persona en las redes sociales.
En ciencias políticas concibo los memes como genes socioculturales que ayudan a explicar cómo, en las sociedades totalitarias, la presunción de fuerza o poder sustituye la presunción de libertad. ¿Por qué algunos pueblos no se rebelan instintivamente contra las tiranías? La respuesta trasciende la represión.
Generalmente, el solo uso de la fuerza no basta para mantener un régimen opresivo. En algún nivel tiene que haber una tácita aceptación de ambos, dirigentes y dirigidos, de que la clase gobernante posee alguna legitimidad para gobernar. En China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba el misticismo revolucionario ligado a Mao, Ho Chi Minh, Kim Il-Sung y Fidel Castro sirvió para conferirles legitimidad.
Esa legitimidad reemplaza la presunción de libertad con la aceptación del poder tiránico como legal y, desafortunadamente, no se socava por vínculos económicos o diplomáticos con sociedades democráticas. Si así se quebrantara, habríamos visto, en el universo totalitario, reformas políticas favoreciendo libertades individuales y limitando los poderes coercitivos del gobierno.
China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba son regímenes con enorme concentración de fuerza represiva en manos de los gobernantes. Con el tiempo, el uso de esa fuerza coercitiva engendró la creencia generalizada de que los gobernantes nacieron con derecho a dirigir y el pueblo con obligación de obedecer. En esas sociedades una larga historia de coerción física e intelectual ha fomentado memes de aquiescencia.
Los gobiernos son instituciones depredadoras que se sostienen con fuerza coercitiva. En una democracia damos nuestro consentimiento y nos obligamos nosotros mismos a hacer lo que el gobierno indique hacer o no hacer. Pero no creemos que los funcionarios gubernamentales son dioses ni más cultivados que los electores. Por consiguiente, acogemos como presunción vitalicia la libertad, no el ejercicio del poder coercitivo del gobierno. En las sociedades libres nuestros memes nos informan que sin gobierno limitado la democracia no funciona.
Aun en las democracias hay un peligro, como apunta el cientista político Tom G Parker, de que nuestra anuencia sea pervertida en apoyo de un gobierno ilimitado. Si votamos por una política o un político que reprima libertades, aceptamos ser atados por la política represiva patrocinada por el político. Si votamos contra la política o el político, hemos participado en el proceso por el cual tales decisiones son tomadas, aceptando así ser atados a los resultados del proceso. Y si no votamos, también consentimos al renunciar a nuestra oportunidad de participar. Con esta lógica, cualquier cosa que hagamos admite una restricción a nuestras libertades.
En las sociedades democráticas este problema del consentimiento se maneja razonablemente bien con elecciones libres, justas, competitivas y periódicas. Sin embargo, es un problema infranqueable en gobiernos totalitarios donde no existen oportunidades democráticas para reemplazar funcionarios gubernamentales.
Con las libertades democráticas ejercemos vigilancia constante como ciudadanía potenciada contra los impulsos de los gobernantes de sobrepasarse en el uso monopolístico de sus fuerzas coercitivas. En las sociedades democráticas el ejercicio de esta vigilancia promueve los memes de libertad; algo que no ocurre en sistemas totalitarios.
Para enraizar la libertad en la sociedad, capitalismo y democracia son condiciones necesarias pero no suficientes. Además, el gobierno debe ser limitado. Para consagrar la libertad, las políticas en temas nacionales e internacionales siempre deben promover la libertad contra la intrusión del gobierno. Es decir, nuestras políticas deben diseñarse para alimentar los memes de libertad.
Por eso es tan desconcertante ver, por ejemplo, a Estados Unidos cambiando incondicionalmente sus políticas hacia Cuba de una forma que legitima a un régimen opresivo, y abandona las exigencias históricas de libertades políticas.
Más desconcertante aun es ver a algunos cubanos abrazando un cambio proyectado para aceptar incondicional e indefinidamente restricciones impuestas a la libertad al pueblo cubano.
Nuestro apoyo político debería ser siempre a la libertad y no a políticas que cultivan memes de aquiescencia que reemplazan la presunción de libertad con la de la fuerza.