La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca abre un nuevo escenario para las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, marcadas por la hostilidad y el incremento de las sanciones durante el mandato de Donald Trump, informa la agencia Efe. ¿Volverá el deshielo de la era Obama?
El efímero acercamiento se desvaneció en cuatro años al mismo ritmo al que llegaban más de 200 sanciones de Washington que han empujado al borde del abismo a una economía cubana ya exhausta, bajo el argumento del supuesto apoyo de Cuba a Nicolás Maduro en Venezuela y la falta de democracia en la Isla.
Trump castigó el transporte, turismo y remesas, prohibió los negocios con una extensa “lista negra” de empresas vinculadas a los militares cubanos, paralizó los servicios consulares tras unos misteriosos problemas de salud sufridos por los diplomáticos de Estados Unidos y se despidió devolviendo a Cuba a la lista de patrocinadores del terrorismo, de la que salió en 2015.
Para muchos, fue una estrategia para ganar votos en Florida, epicentro del exilio cubano.
Biden vivió de cerca el “deshielo” como vicepresidente de Barack Obama y durante su campaña avanzó que retomaría el acercamiento anulando, al menos, las medidas que obstaculizan la relación de las familias de una y otra orilla.
La pregunta es qué margen de maniobra tiene y hasta dónde llegará. Pero también cuán abierto está a un nuevo acercamiento el Gobierno cubano, que además de ser la parte agraviada cuenta con un sector duro históricamente más cómodo en un escenario de trinchera.
“Biden puede revertir de inmediato cada una de las sanciones de Trump usando sus poderes ejecutivos, porque fue así como se impusieron”, afirmó a Efe William LeoGrande, profesor de la Universidad Americana de Washington y autor de Diplomacia encubierta con Cuba: Historia de las negociaciones secretas entre Washington y La Habana.
La burocracia para sacar a Cuba de la lista de patrocinadores “puede llevar algunos meses”, pero no impide retirar las demás sanciones, aclaró.
“Los elementos para hacerlo están disponibles”, señaló el profesor Arturo López-Levy, de la Universidad Holy Names (California), citando aspectos como la devolución por Cuba de varios fugitivos de la justicia estadounidense incluso durante la administración Trump.
Ya hay voces que en EEUU piden al nuevo presidente que dé prioridad a Cuba, como el congresista demócrata Jim McGovern y organizaciones de peso en política exterior como la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) o el Centro para la Democracia en las Américas (CDA).
Estas publicaron una hoja de ruta para Biden en la que recuerdan que seis décadas de mano dura bloquearon asuntos de interés mutuo, dificultaron la vida de los cubanos y allanaron el terreno a la influencia de Rusia y China.
Como razones para acelerar el acercamiento citan la crisis en Venezuela —principal aliada de Cuba— y la celebración este año en EEUU de la IX Cumbre de las Américas, buen escenario para que los presidentes de ambos países dialoguen.
El tercer motivo es que hacerlo es, como explicó LeoGrande, relativamente fácil: con una sola firma Biden puede revertir las órdenes de Trump.
En ello coincide el analista y exembajador cubano ante la Unión Europea Carlos Alzugaray, quien cree que algunas sanciones “se irán rápido si no es necesario esperar” a que la Isla salga de la lista de patrocinadores, aunque alertó de que los partidarios de mantenerlas, como el senador republicano Marco Rubio, alegarán que el objetivo eran los militares.
El factor más convincente para que Biden tienda la mano es que esta política, según LeoGrande, no solo fue más efectiva, sino que la mayoría de los estadounidenses, empresarios —especialmente el sector agroalimentario— y aliados de Washington apoyan el entendimiento.
También hay temas en los que la colaboración bilateral es fundamental, como la lucha antidrogas, migración y la crisis venezolana, enumeró.
Alzugaray coincide y cree que la decisión “sería bienvenida por la mayoría de los aliados y países clave en la región como Argentina y México”.
Recuerda además que Obama trilló el camino cuando restableció relaciones diplomáticas, firmó 22 acuerdos aún vigentes y selló su legado con una directiva que puede restablecerse.
“Sería una clara señal con pequeño coste político de que Estados Unidos vuelve a las políticas de poder blando y abandona las coerciones de Trump”, sostuvo el exdiplomático.
Para López-Levy, Washington también lograría “mayor influencia en los procesos de reforma (económica) que tienen lugar en Cuba”.
Otro argumento, apoyado por los cubanoamericanos, es la necesidad de normalizar los servicios consulares para desbloquear acuerdos migratorios, visados y programas de reagrupación familiar.
La cooperación sanitaria para enfrentar la covid-19 sería asimismo un factor a favor, con el antecedente del trabajo conjunto en África contra el ébola, recuerda Alzugaray.
Los factores en contra se resumen en las figuras —algunas poderosas— que se oponen sistemáticamente a un acercamiento mientras la Isla no avance en democracia y derechos humanos, condiciones que “saben perfectamente que Cuba va a rechazar”, señaló LeoGrande.
Recordó que además algunos demócratas temen el coste electoral en Florida, donde Trump cosechó más votos cubanoamericanos en 2020 que en 2016.
“Los demócratas nunca superarán a los republicanos cuando se trata de mano dura hacia Cuba. En lugar de eso, deberían apelar al creciente segmento cubanoamericano que apoya la reconciliación”, consideró.
Alzugaray opinó igualmente que esa visión electoralista perjudica un acercamiento en el que Biden tendría que “invertir capital político para amortiguar las consecuencias con sectores de su partido como el senador por Nueva Jersey Bob Menéndez, y en algunos republicanos”.
Y “en el gran esquema de las cosas”, con los muchos frentes abiertos que tiene el nuevo gobernante, “quizás Cuba no sea prioritaria”, apuntó.
“Si lo hace por separado en un contexto en el que Estados Unidos sigue agobiado por la crisis de la pandemia, pudiera ser interpretado como falta de prioridades adecuadas”, advierte también López-Levy.
Pese a la escalada de hostilidad, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, ha reiterado que su país dialogará siempre y cuando Washington no espere concesiones políticas y la relación se base en intereses comunes.
Los últimos gestos, sin embargo, no van en esa dirección. La Habana aún no felicitó a Biden —al menos públicamente—, los cancilleres cubano y ruso hablaron por teléfono un día después de la toma de posesión del demócrata y la retórica de los medios estatales es poco amigable.
“Si no hay algún contacto secreto, muchas personas tienen la sensación de que la respuesta de Cuba es ambigua. Los medios asociados al Gobierno parecen estar sufriendo de shock traumático post Trump y no darle a Biden la acogida calurosa de otros países”, indicó Alzugaray.
En contraste, a la embajada cubana en Washington ha llegado estos días una nueva jefa de misión, Lianys Torres, diplomática cuya larga experiencia y buen talante han sido destacados por conocedores de la política de la Isla.
Aunque los demócratas se han hecho con la Casa Blanca y las dos cámaras, las perspectivas de que Biden levante el embargo vigente desde 1962 y codificado en la Ley Helms-Burton (1996) parecen lejanas.
Biden, consideró LeoGrande, se jugaría mucho capital político en un asunto con oposición no solo republicana, sino de miembros de su propio partido como Menéndez o la congresista Debbie Wasserman-Schultz, entre otros.
“Derogarlo requeriría el voto de las dos terceras partes de ambas cámaras, es casi imposible”, coincide Alzugaray, quien sugiere que una alternativa que daría un “golpe letal” al embargo sería aprobar una ley que dé a los estadounidenses libertad de viaje a Cuba.
Según López-Levy, “lo lógico es que el presidente busque formas de dar licencias para agujerear el embargo, creando públicos interesados en su desmontaje que presionen al legislativo, como lo estaba haciendo Obama”.