En la mañana del 10 de agosto de 1519, cinco naos con más de 245 hombres salieron de Sevilla buscando -siempre hacia el Oeste- las Islas de las Especias, también llamadas Molucas, situadas en el actual estado de Indonesia.
La escuadra partió comandada por el portugués Fernando de Magallanes, que murió en las Islas Filipinas, volviendo a la capital de Andalucía con tan solo una nao, la Victoria, que llegó un 8 de septiembre de 1522 en este caso capitaneada por Juan Sebastián Elcano y con tan solo 18 hombres.
Uno de los marineros que partieron aquel mes de agosto de Sevilla era un maestre natural de Nápoles que se llamaba Antón Salomón, el cual mantenía relaciones homosexuales con un grumete, el también italiano Antonio Ginovés, ambos embarcados en la nao Victoria.
Aunque la legislación de la época prohibía lo que consideraba como “pecado nefando”, las relaciones entre hombres en estos viajes transoceánicos eran harto frecuente y generalmente fueron consentidas, aunque en este caso los dos marinos fueron víctimas del duro enfrentamiento mantenido por Magallanes y Juan de Cartagena, este último veedor de la expedición y rival del portugués en el cuadro de mando.
Los acusados fueron descubiertos en su “pecado” en la travesía que iba de Tenerife a la brasileña bahía de Santa Lucía, en Río de Janeiro. Salomón fue ajusticiado por estrangulamiento el 20 de diciembre de 1519, nada más llegar a América, aunque esa no era la pena prevista.
Cartagena quería castigar a los italianos tan solo con unos latigazos, pero Magallanes, competente también en administrar la justicia en el mar, escenifica su poder ante su opositor castellano castigando al maestre a la máxima pena y perdonando la vida al grumete.
Esto provocó la airada queja de Cartagena, que acabó arrestado por insubordinarse al capitán, un proceso narrado incluso por el propio Juan Sebastián Elcano al regreso del viaje.
Por otro lado, el destino del grumete no fue el mejor, ya que en una relación de fallecidos de este viaje se cuenta que el 27 de abril de 1520 Ginovés se suicida, arrojándose al mar tras la presión derivada de la acusación de “somético”, es decir, sodomítico.
El caso de los dos italianos homosexuales de la expedición que consiguió dar la Primera Vuelta al Mundo no fue una excepción en plena Era de los Descubrimientos. Más de treinta nombres aparecen también con la acusación de homosexualidad en el mar durante los siglos XVI y XVII en los legajos del Archivo de Indias de Sevilla.
Así, Juan Fernández, Antonio de Fuentes, Juan Molle o Gaspar Caravallo son solo unos pocos ejemplos de la larga lista de hombres que de forma más o menos reconocida practicaban a bordo relaciones sexuales entre ellos, teniendo en cuenta también que en estos largos viajes las mujeres no podían subir a bordo.
Pese a las restrictivas leyes, la mayor parte de las veces estas relaciones entre miembros del mismo sexo eran consentidas por aquellos que conocían de sobra lo que era un secreto a voces en los viajes a América.