El Macba revisa la obra poética y poderosa del artista de origen cubano, del que se cumplen 25 años de su muerte.
Félix González-Torres nos
devuelve la vulnerabilidad del sida en tiempos de pandemia
Vestido únicamente con zapatillas de deporte y un calzoncillo de lamé plateado, aparece silencioso una vez al día, a la hora que él decida, sin previo aviso. Se sube a una plataforma enmarcada de candilejas y baila una música que sólo él puede escuchar. Estará apenas unos minutos, los que él decida. El visitante puede coincidir con él. O tal vez no. La obra de González-Torres (Cuba, 1957- Miami, 1996) tiene mucho que ver con la fugacidad de la vida, con el amor y el placer, con la pérdida y el deseo, la fragilidad del cuerpo y la vulnerabilidad homosexual, con lo personal y lo político. Perdió a su pareja de mucho tiempo, el canadiense Ross Laycock, a causa del sida, y él mismo vería trágicamente truncada su vida debido a una enfermedad relacionada con el VIH cinco años después de que creara su célebre Untitled (Go-Go Dancing Platform), a la que en el Macba llegamos después atravesar una alfombra de caramelos y una cortina de cuentas de vidrio, plateadas y turquesas, que suenan como una cascada de agua.
“Necesito al espectador... Necesito la interacción pública”, le dijo al también artista Tim Rollins en una entrevista de 1993. “Sin el público, estas obras no son nada. Necesito que el público complete el trabajo, que me ayude, que asuma la responsabilidad, que se convierta en parte de mi trabajo, que se una”. Hará bien en recordar estas palabras el visitante que a partir del viernes se adentre en Felix Gonzalez-Torres. Política de la relación , una de las exposiciones más esperadas del Macba, que coincide con los veinticinco años de la muerte del artista, a los 38 años, y la primera individual que se le dedica en España después de la pionera que pudo verse en 1995 en el Centro Galego de Arte Contemporáneo, bajo la dirección de Gloria Moure y comisariada por Nancy Spector.
En esta ocasión es Tanya Barson, la conservadora jefa del museo, la encargada de ofrecer una lectura “política” de uno de los más grandes artistas de finales del siglo XX, cuya obra, profundamente poética y emocional, y a menudo vista bajo el prisma del sida, el sexo, la enfermedad y la muerte, elevan aún más su voz en tiempos de pandemia. “Dos relojes iguales, uno al lado del otro, son mucho más amenazantes para los poderes fácticos que una imagen de dos hombres practicando sexo oral”, escribió Félix González-Torres a propósito de Untitled (Perfect Lovers ) , obra con la que el artista de origen cubano volvía a recurrir a la idea de los objetos duplicados como expresión de afinidad homosexual y de unión.
"Dos relojes iguales, uno al lado del otro, son mucho más amenazantes para los poderes fácticos que una imagen de dos hombres practicando sexo oral"
Dos relojes de cocina. Dos latidos del corazón perfectamente sincronizados, tictac, tictac, pero condenados por el paso del tiempo a perder su alineación exacta. La metáfora es sutil y, como todo su arte, poderosa y subversiva. Dos espejos idénticos, dos alianzas de boda, dos aros que se tocan formando el símbolo del infinito, le sirven para hablar del amor homosexual de una forma que los políticos conservadores no podían condenar ni censurar, a diferencia de lo que habría pasado con cualquier otra imagen explícita sobre la relación entre dos hombres.
Tal vez por eso, y porque durante el franquismo los relojes españoles estaban alineados con los de Alemania, Barson no ha situado la pieza en la sala que hace referencia al deseo homoerótico, sino que los vemos ya en un primer capítulo donde aborda su práctica política, sus ideas sobre el conservadurismo social en EE.UU, el fascismo, el colonialismo, la memoria... Los ha enfrentado a un gran rótulo en el que escritas en letras góticas puede leerse “Es solo cuestión de tiempo”, el mismo que en diferentes idiomas podrá verse en los próximos meses en la fachada del Auditori o en vallas publicitarias repartidas por toda la ciudad. Colgarán guirnaldas de luces en la fachada del museo y en la Rambla del Raval, y unas cortinas de tela translúcida teñirán de azul el Pabellón Mies van der Rohe.
Sus obras hablan de la fugacidad de la vida, el amor y el placer, la pérdida y la vulnerabilidad homosexual
“El acto de mirar un objeto, cualquier objeto, se transfigura por género, raza, clase socioeconómica y orientación sexual”, creía González-Torres, a quien le gustaba fomentar la multiplicidad de lecturas de unas obras que titulaba invariablemente Untitled , aunque a continuación encerraba entre paréntesis su significado íntimo. Como el espejo azul (Miedo). ¿A qué concretamente? Busco sus palabras: “Puedes ser destruido por amor y como resultado del miedo. El amor es muy peculiar porque da una razón para vivir, pero también es una gran razón para tener miedo, para tener mucho miedo, para estar aterrorizado de perder ese amor…”.
Aunque en su obra también hay lugar para la esperanza en las bombillas encendidas o en la alfombra de caramelos envueltos en celofán brillante que se va derritiendo a medida que el visitante se los lleva consigo (a causa de la pandemia deberá comerlos fuera del museo). Cada dulce es un cuerpo que ya no está aquí. También hay pilas de carteles que uno puede llevarse libremente. El museo decide si los repone o no, y cuándo.
Barson ha querido también explorar la conexión española del artista, adonde llegó desde Cuba con 13 años junto a su hermana, antes de viajar a mediados de los setenta a Puerto Rico y finalmente establecerse en Estados Unidos, donde desarrolló toda su carrera. Una experiencia dura en un Madrid marcado aún fuertemente por el franquismo y que parece haber querido encerrar un botiquín que conserva un reloj y una pequeña estampa de Goya.
La exposición sale a la calle en forma de vallas publicitarias o en espacios como el Auditori y el Pabellón Mies van der Rohe
Hizo arte de casi nada. Su obra parece sencilla, pero es de una gran complejidad. “Sobre todo -resumió–, se trata de dejar una marca de que yo existí: yo estuve aquí. Estaba hambriento. Fui derrotado. Yo era feliz. Yo estaba triste. Estuve enamorado. Tenía miedo. Tenía esperanzas. Tenía una idea y tenía un buen propósito y por eso hice obras de arte.
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