Detenido violentamente tras gritar “¡Libertad!”
Vender la imagen de unidad nacional siempre ha sido una prioridad para el castrismo.
Tengo miedo cada vez que salgo a caminar por La Habana. Llevo días haciéndolo para tomarle la temperatura a la ciudad. Y, aunque cada día me voy más lejos de casa, el cuerpo no llega a acostumbrarse a lo que ve y me lo transmite a través del pecho que me brinca. Nunca antes había sentido miedo al caminar por las calles de La Habana porque nunca antes las había visto tan atestadas de furgonetas descapotables con hombres armados vestidos de negro, de policías con perros, de militares, de agentes disfrazados de civiles que se hacen pasar por ciudadanos comunes.
Desde que el pasado 11 de julio estallaron las protestas contra el Gobierno en al menos 50 localidades de la isla, el régimen pobló las calles con todas sus fuerzas. Dispararon, golpearon y encarcelaron a una cantidad indeterminada de cubanos —porque el régimen cortó internet en el país para que las imágenes no se hicieran públicas— que salieron a expresar la inconformidad acumulada en los últimos 62 años. Durante ese domingo y los tres días siguientes —aunque en mucha menor medida— el pueblo sacó de su garganta el grito atorado de “libertad” y “abajo la dictadura” y el régimen respondió como solo sabe hacer ante los que disienten: con violencia y terror.
Esa llama efervescente que tomó las calles por horas ya se apagó, mejor dicho, el régimen la apagó de momento. Ahora hay, según el diario 14ymedio, más de 5.000 cubanos —cifra que crecerá cuando se restablezca internet— entre desaparecidos y detenidos y las calles muestran una tranquilidad forzosa, falsa. Porque muchos siguen en los balcones observando absortos cómo se deslizan ante sus ojos camiones y patrullas policiales. Porque dentro de las casas solo se habla del parteaguas que significa que la gente se cansó, después de tanto aguante, y salió a las calles sin miedo. Porque todos los que pudieron retirarse de las calles y volver a sus casas, volvieron al suplicio de sus cuatro paredes: refrigeradores vacíos, estantes sin medicamentos, televisores y ventiladores apagados por la falta de electricidad, por lo que regresar significa seguir incómodos y molestos con el Gobierno. Y porque todos los familiares y los amigos de los detenidos y desaparecidos andan desesperados presentándose en las unidades policiales para encontrar a quienes buscan desde hace una semana.
Días después de las protestas, la Fiscalía y el Ministerio del Interior comparecieron en la televisión nacional para advertir que los detenidos, sin aclarar cuántos, van a ser procesados por la ley. Una decisión que podría jugar en contra del régimen, pues esa masa de padres y madres y amigos están buscando como locos a sus hijos y allegados que, en su mayoría, no son ni opositores ni activistas, sino gente común que salió a expresar el hartazgo que sienten hacia el régimen que los oprime. Por lo tanto, es una masa que sigue en la calle. La llama que se prendió y que las fuerzas del régimen apagaron de la manera más violenta, es un puñado de ceniza encendida y solo basta una pequeña chispa para que vuelva a prender.
En definitiva, la gente regresó a sus casas para no morir, para no ir a la cárcel, por la turbación que genera un Gobierno dispuesto a hacer lo que sea para mantener al país en un puño. Un Gobierno que, en vez de escuchar el descontento social generalizado, ahora tergiversa sin pudor los hechos y dice que lo que sucedió es una operación de Estados Unidos y que los que la llevaron a cabo son “mercenarios”, “vándalos”, “delincuentes”.
Las caminatas por la ciudad de estos días me llevaron a la unidad de la policía del municipio 10 de octubre. Allí vi a un grupo de hombres y mujeres con rostros recios que esperaban ser “atendidos” por los oficiales. Uno de ellos, sin revelarme su nombre y el de su hijo detenido, me dijo que les habían aclarado que “no pueden hablar con la prensa porque eso entorpecería el debido proceso y entonces sería un cargo contra el detenido”. El hombre también me dijo que los oficiales tenían unas listas enormes con los nombres de las personas arrestadas y el lugar donde se encontraban.
A unas cuadras de esa unidad policial está la barriada Luyano, donde las fuerzas del régimen irrumpieron sin piedad para acallar a los manifestantes que salieron a protestar en esa zona. Días después de aquellas escenas, caminé por el barrio y Andrés Fuentes, un vecino de 52 años, me confesó: “Esto fue el diablo encendido, hubo que cerrar puertas y ventanas porque la balacera fue grande, como en las películas”.
Mientras los cubanos vuelven a conectarse gradualmente tras el apagón de internet, las redes sociales se van inundando de las fotos de los manifestantes desaparecidos. Pero los que salieron a la calle y no fueron detenidos tampoco están a salvo: las fuerzas policiales están sacando de sus casas y apresando a quienes han sido identificados en los videos que circulan o por otras informaciones.
Este fin de semana, atravesando el peor pico de la pandemia, el régimen preparó en el malecón de La Habana un tipo de acto que llama de “reafirmación revolucionaria”, al que sus partidarios fueron obligados a acudir para contrarrestar la ebullición disidente en la isla. Vender la imagen de unidad nacional siempre ha sido una prioridad para el castrismo.
Cubano detenido por gritar ¡Libertad! en acto gubernamental en La Habana
Según refieren usuarios en redes sociales, desde esta mañana se desconoce su paradero.
Un cubano fue detenido violentamente tras gritar “¡Libertad!” en un acto político convocado este sábado en La Habana en respuesta a las protestas masivas contra el gobierno del 11 de julio, según denuncias en redes sociales.
Varios usuarios lo identificaron como Frank Ernesto Sánchez Aguiar, vecino de Centro Habana, al tiempo que pidieron incluir sus datos en la lista de presos y desaparecidos a causa de la ola represiva desatada por el régimen desde las protestas.
Información obtenida por CiberCuba indica que el detenido laboraba en la feria de San José, el mayor mercado de artesanía en La Habana.
Según refieren, desde esta mañana se desconoce su paradero. Igualmente, denuncian que fue golpeado mientras se lo llevaban.
“Se llama Frank Ernesto, salió esta madrugada a gritar libertad en el acto de hoy. Su familia no sabe de él, lo golpearon y todos estamos compartiendo para que se haga justicia”, expuso un usuario en Facebook.
“Lo conozco, es un hombre de bien, súper con todos. No es un delincuente, incluso es artesano”, comentó otro.
Desde las primeras horas de la mañana de este sábado, el gobierno cubano reunió en el área del Malecón habanero a una multitud de personas a modo de “respuesta” a las protestas del pasado domingo en decenas de ciudades del país.
Cientos de movilizados llegaron a la zona de La Piragua portando banderas y pancartas, transportados hasta allí por autobuses estatales.
La concentración fue criticada por usuarios, no solo debido al despliegue de recursos en medio de la grave crisis económica que enfrenta el país, sino por el riesgo de propagación de coronavirus que supuso tal movilización de personas, cuando la isla vive el peor pico de la pandemia desde el comienzo de la misma.
En Cuba, unos 500 cubanos permanecen detenidos o se desconoce su paradero, como consecuencia de la ola represiva desatada por el gobierno de Miguel Díaz-Canel. Las autoridades cubanas han advertido que el simple hecho de gritar "Patria y Vida" podía ser considerando una figura legal de instigación a delinquir.
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