Si uno caminara desde el punto más austral de América Latina hasta llegar al Río Bravo que divide a México de los Estados Unidos, descubrirá una de las regiones más diversas del mundo entero. Desde los andes nevados que caracterizan el sur, a la selva del Amazonas que domina un contiene, pasando por el lago Cocibolca y aventurándose en el desierto de Sonora.
En cada parada descubriremos una cultura única cuyos valores se reflejarán en la comida, las costumbres y el habla de cada nación, provincia e inclusive ciudad. A pesar de la variación, una vez terminado el trayecto se entenderá cómo la región entera se enorgullece de sus diferencias para crear la amalgama que llama “latinoamericano”. Como suele decirse comúnmente, la diversidad hace la fuerza del continente.
Pero este es el ideal a la que aspiran todos los habitantes de América Latina. Es una utopía que ha inspirado a autores como Pablo Neruda en su ambicioso Canto General o Gabriel García Márquez en su célebre Cien Años de Soledad. Fuera de los libros, la aceptación de la que se vanagloria la región ha encontrado innumerables obstáculos en forma de prejuicios, ignorancia y discriminación.
Aunque a las Américas les cueste admitirlo, los problemas raciales y de discriminación sexual han plagado los países que conforman la región. Poco a poco, han surgido grupos que demandan un mejor trato para las comunidades LGBTQ y reparaciones a la discriminación racial a la que se enfrentan las personas afrodescendientes. Ahora, tras avances enormes en materia de aceptación, es momento de reconocer la intersección de estas dos identidades y discutir las dificultades a las que se enfrenta la comunidad afro-LGBT+ en América Latina.
En parte, la necesidad de hablar de los problemas afro-LGBTQ nace de diferencias entre las adversidades a las que se enfrentan los miembros de cada grupo. En entrevista con el Nuevo Herald, Carlos Quesada, director ejecutivo y fundador del Instituto Internacional sobre la Raza, Equidad y Derechos Humanos comentó que “la agenda del movimiento afro-LGBTQ es distinta al movimiento LGBTQ” pues si bien el primero busca legislación a favor del matrimonio igualitario y el derecho a la adopción, en el “movimiento afro-LGBTQ, el tema es no sufrir violencia; no morir”.
Esto no implica que los objetivos del movimiento LGBTQ se pierdan en la comunidad afro-LGBTQ, “hay necesidades distintas, sin negar que la agenda del matrimonio igualitario y la adopción también son importantes” agregó Quesada.
Cuando una persona afro-LGBTQ se adentra en un espacio social, la experiencia es distinta justamente por la intersección de los grupos a los que pertenece. Ambas características son motivo de discriminación, pero es difícil equiparar las experiencias de distintos grupos.
“Nosotros, por ejemplo, en tanto personas afros, cuando estamos dentro de la comunidad LGBTQ, aún sufrimos el racismo, aún sufrimos el clasismo dentro de estos colectivos también oprimidos, discriminados, excluidos” comentó en entrevista exclusiva Carlos Álvarez, fundador de Agrupación Xangô, grupo que busca hacer cara a la discriminación racial en Argentina y el resto de la región.
Al resumir la importancia de estudiar la intersección de ambas identidades, Quesada brindó un ejemplo ilustrativo: “No es lo mismo ser una pareja gay blanca en Ipanema en el sur de Rio de Janeiro a ser una pareja gay negra en una favela”.
EL CASO DE LAS MUJERES TRANSEXUALES
De toda América Latina, Brasil se distingue como uno de los países donde más se han estudiado los prejuicios contra comunidad afro-LGBTQ. Dentro de este caso, destacan las mujeres transexuales al ser víctimas constantes de discriminación.
Hablando sobre el tema, Quesada destacó la enorme violencia a la que suelen enfrentarse. Solamente el año pasado se registraron más de 300 asesinatos de mujeres trans brasileñas de acuerdo con Quesada, de las cuales un 75% pertenecía a la comunidad afrodescendiente.
Es bien conocido que las mujeres trans en América Latina se enfrentan a grandes desafíos que impactan la calidad de sus vidas. Por un lado, se encuentran los homicidios violentos a los que son víctimas, como demuestra el caso de Brasil. Pero, además, muchas mujeres trans “tuvieron que salir de sus casas, posiblemente por rechazo, de hogares muy pobres a muy corta edad”, como menciona Quesada, agregando que en varios casos “tuvieron que ejercer la prostitución a muy corta edad, siendo menores de edad, de siete, ocho, nueve años, para poder sobrevivir”.
Cuando una mujer trans se ve obligada a participar en el trabajo sexual y es sujeta a un ambiente donde abunda la violencia, suele ser el caso que también consuman “alcohol y sustancias psicotrópicas a muy corta edad” lo cual podría hacerlas “proclives a delinquir” como menciona Quesada.
“El caso de las mujeres trans afrodescendientes en Brasil, que es el caso que más hemos estudiado, estamos viendo que la población trans vive entre 30 y 35 [años], o sea que son menores que las mujeres trans blancas, y tiene que ver también precisamente con el tema de la discriminación racial” agregó el mismo Quesada.
Las experiencias de la comunidad afro-LGBTQ en América Latina demuestran que la discriminación sigue siendo un gran problema en una región que se vanagloria en su diversidad. Aún así, debe destacarse que se han dado enormes pasos hacia una sociedad más incluyente en las Américas.
A la fecha, seis países en América Latina han legalizado el matrimonio igualitario (Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador, Colombia y Costa Rica), mientras que en México se permite en algunos estados de la república. Al mismo tiempo la diversidad sexual se ha vuelto tema de discusión política y en países como México se ha logrado que las primeras mujeres trans ocupen cargos en el poder legislativo federal.
“Yo veo un cambio positivo; veo un cambio de apertura en nuestras sociedades en el paradigma de la inclusión” comentó Álvarez, quien ha sido parte de la lucha por una Argentina más incluyente. En 2010, fue uno de los primeros miembros de la comunidad LGBTQ en poder ejercer el derecho al matrimonio igualitario, marcando la pauta que habrían de seguir los demás países en la región.
Estos son grandes pasos iniciales, aunque aún queda mucho que hacer para garantizar los derechos de todos los latinoamericanos sin importar el color de su piel, sus preferencias sexuales o identidad de género.
“Yo creo que todavía falta mucho en términos de cambios culturales” agregó Quesada en la entrevista. “Cambios educativos, culturales, pero que tienen que venir desde el estado, no pueden venir ni desde la sociedad civil ni desde el movimiento LGBT, tienen que ser promovidos desde el estado para que realmente pueda haber un cambio estructural”.
Existen varias medidas concretas a tomar, como legalizar el matrimonio igualitario o establecer aparatos sociales que reduzcan los niveles de violencia a los que se enfrentan los miembros de la comunidad afro-LGBTQ.
Sobre todo, América Latina debe recordar ese trayecto inicial desde Tierra de Fuego hasta Ciudad Juárez que ha inspirado las mayores obras poéticas que ha dado la región. Si bien es cierto que el orgullo de la diversidad que caracteriza a los latinoamericanos no ha sido aplicado de manera equitativa, este no es motivo para desechar el ideal. Al contrario, debe permanecer como estandarte del sueño que las Américas pueden materializar de así desearlo.
A manera de conclusión, Álvarez agregó la importancia de que la región “siga conservando ese sentido, esa matriz de solidaridad, de inclusión, de pensar la interculturalidad y la interseccionalidad de nuestros pueblos, de nuestros pueblos originarios, nuestros pueblos afrodescendientes, el aporte de esa migración europea y toda esa diversidad que nos caracteriza que es un valor”.
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