Mientras organiza la entrega de turnos para la cola en una de las tiendas del barrio, un joven de apenas veinticinco años de edad expresa su frustración y el "desencanto" ante una realidad de país que lo "margina". Su estado de ánimo cotidiano es "la impotencia", que descarga vociferando a las decenas de personas que se aglomeran ante los establecimientos estatales a la espera de que sean surtidos de cualquier mercancía que luego puedan usar, intercambiar o revender.
"Trabajo desde que tengo dieciocho años y mira en lo que he terminado: de colero y revendedor; jugándome una multa, una carta de advertencia o hasta meses de cárcel", relata Vladimir Aguirre Blanco, que antes de la expansión del Covid-19 en la Isla trabajaba como operario en un laboratorio farmacéutico.
"Desde mediados de 2020 quedé interrupto. Se cumplieron los meses en que me pagaban el sesenta por ciento del salario y no me reubicaron en otro puesto de trabajo, como nos dijeron. Es decir, llevo un año desempleado. He tenido que hacer de todo porque no puedo vivir a costa de la chequera de jubilación de mis padres. Lo más estable que encontré fue hacerme colero, revender turnos o lo que compro, pero no consumo, como los cigarros", revela Aguirre Blanco, quien ya fue advertido, "verbalmente" por el jefe de sector de su barriada para que deje de dedicarse estas actividades.
Después de más de cinco años trabajando en un restaurante privado en Centro Habana, Mariadelfa Boza enfrenta el desempleo a consecuencia de las restricciones sanitarias impuestas por las autoridades. Como muchísimos jóvenes cubanos, no tiene el beneficio de recibir remesas familiares, y ha tenido que asumir cualquier trabajo para sobrevivir: desde empleada doméstica y cuidadora de ancianos hasta vendedora en una pequeña galería de bisuterías en el Vedado.
"Esta galería tuvo que cerrar porque apenas se vende nada por estos tiempos, y esa es una realidad. Llevo meses sin empleo y toda la vida he sido independiente, he vivido siempre de mi trabajo. Verme en esta situación, donde ni dinero he tenido para adquirir los mandados de la libreta (de racionamiento), me ha llevado al borde de la depresión con afectaciones serias a mi salud. Me siento vencida, desesperada, sin opciones para escapar de una situación que ni siquiera de lejos mencionan en la televisión, y dedicarme a actividades ilegales no es una opción para mí", lamenta Boza.
Durante décadas, emigrar ha sido la principal aspiración para miles de jóvenes cubanos. La falta de libertades, de aspiraciones y la redolarización de la economía que ha consolidado un apartheid económico hacen que abandonar el país sea la única opción de prosperidad para la juventud.
Pero tras el cierre de las fronteras por la pandemia de Covid-19, estas pretensiones se frustraron. A la vez, la Tarea Ordenamiento, implementada en medio de la crisis generada por la pandemia, empeoró el panorama económico.
Aunque la prensa oficial ha afirmado que con la llamada Tarea muchas personas, entre ellas jóvenes, se han incorporado al empleo, ha obviado a los que perdieron sus trabajos por la pandemia y la realidad de que los precios del ordenamiento y el mercado negro se tragan los salarios.
Varios análisis han señalado que la presencia mayoritaria de jóvenes durante las protestas del 11 de julio está relacionada, precisamente, con sus frustraciones ante una retórica y praxis gubernamental "de continuidad y unidad ideológica", que solo ha conllevado a la asfixia de cualquier emprendimiento en el país.
"Gran parte de esos jóvenes que salieron a protestar a las calles el 11 de julio se encontraban en situación de interruptos, que es el término que el Gobierno utiliza para evitar decir desempleo forzoso", explica Maribel Domínguez Triana, especialista en Recursos Humanos y vecina del Cerro.
"Más de un año llevan esos jóvenes sin devengar salario ninguno, pues una cifra significativa de los centros laborales del Estado cerró y más de la mitad de los negocios privados, que antes de la pandemia generaban más del 30% de la capacidad de empleo en el país, fueron obligados al cierre. De eso no habla el Gobierno, lo que indica que no es un asunto prioritario. Sin temor a exagerar se puede afirmar que, en este minuto, las actividades que proporcionan el sustento de este grupo etario coquetean con la ilegalidad", remarcó Domínguez Triana.
Para decenas de jóvenes habaneros encuestados, como Felipe Martín, la sobrevivencia es "el único destino" que ofrece como horizonte el país y "la represión es el único resultado" si no estás conforme. Formar una familia, o "ser emprendedor", son cuestiones tan lejanas para un joven en Cuba "que genera tristeza de solo pensarlo".
"Sí, estoy realmente confundido. Pero confundido por no entender cómo la reafirmación revolucionaria puede sustituir al empleo laboral, al sustento, al incentivo", fustigó Martín, joven de veintisiete años de edad y vecino de Playa que pasó de ser chef de cocina en un restaurante de lujo, antes de la pandemia, a ganar apenas lo justo para sobrevivir dos semanas como revendedor de refresco gaseado o aromatizantes, o elaborador de croquetas para pequeñas cafeterías.
"Nada de esto es legal, así es que voy a cuenta y riesgo de ser multado. He perdido más de veinte libras de peso corporal en estos trajines, que incluyen también hacer colas un día entero frente a una tienda para comprar lo que a duras penas llega para quienes no tenemos acceso a las tiendas en MLC. ¿Cómo puede pensar un joven en Cuba tener un hijo bajo estas condiciones? ¿En cuáles emprendimientos puede pensar un joven en Cuba cuando tomarse una sola cerveza o comprar una cajetilla de cigarros representa un verdadero lujo? Solo hay una realidad ahora mismo en este país: que los jóvenes sobrevivimos el día, porque además no te alcanza el ánimo para saber cómo te vas a despertar por la mañana", concluye Martín.