La ley extremista del aborto por justicieros es compatible con todo lo que los republicanos están haciendo: anular la democracia en sí.

Rebecca Solnit

La derecha estadounidense se ha embriagado con su libertad de dos tipos de inhibición desde que Donald Trump apareció para guiarlos a la tierra prometida de sus identificaciones desatadas. Uno es la inhibición de la mentira, el otro de la violencia. Ambas son formas en que los miembros de la sociedad civil normalmente limitan sus propias acciones por respeto a los derechos de los demás y al bien colectivo. Esos límites ya tensos se han roto para las principales figuras republicanas, desde Tucker Carlson en Fox News hasta Ted Cruz en el Senado y para sus seguidores.

 

Hemos visto a esos seguidores tragarse ilusiones desde Pizzagate hasta Qanon y negacionismo covidito a las mentiras electorales de Trump. Y maltratar a periodistas, chocar vehículos y agitar armas en Black Lives Matter y otros manifestantes antirracistas al menos desde Charlottesville, amenazar a los gobernadores, emitir amenazas a médicos y juntas escolares que testifiquen sobre la salud pública y conspirar para secuestrar a Gretchen Whitmer, la gobernadora de Michigan. , por imponer protocolos de prevención de Covid.

 

La ley de aborto de Texas, a la que la corte suprema de derecha se limitó a sonreír, a pesar de haber violado el precedente, hierve tanto de violencia como de mentiras. El lenguaje mismo de la ley es una mentira, una mentira familiar en la que los embriones de seis semanas se llaman fetos y un latido se atribuye al grupo de células que aún no es un corazón que aún no alimenta un sistema circulatorio.

 

Detrás de esto hay otras mentiras, en las que las mujeres abortan porque son imprudentes, lascivas e insensibles, más que, en la gran cantidad de casos, por fallas en el control de la natalidad, las relaciones sexuales coercitivas o problemas médicos, incluidas las amenazas de muerte. la salud de la madre o un embarazo no viable, y problemas económicos, incluida la responsabilidad por los hijos existentes.

 

Pero lo nuevo del proyecto de ley de Texas es su invitación a sus residentes a convertirse en vigilantes, cazarrecompensas y delatores. Esto probablemente arrojará a una mujer que sospecha que está embarazada en un estado espantoso de secreto terrible, porque absolutamente cualquiera puede beneficiarse de su condición y cualquiera que la ayude, desde el conductor hasta el médico, es responsable. Convierte el embarazo en un delito, ya que es probable que conduzca a una mayor criminalización incluso del porcentaje significativo de embarazos que terminan en aborto espontáneo. Llevará a las mujeres, en particular a las indocumentadas, pobres, jóvenes, las que están bajo el control de cónyuges o familias abusivas, a morir de embarazos potencialmente mortales o abortos ilícitos o suicidio por desesperación. Un justiciero que persigue a una mujer está dispuesto a verla morir.

 

La postura de la derecha sobre el aborto a menudo se trata como una contradicción proveniente de un sector político que canta en alabanza a la libertad sin restricciones de hacer lo que quiera, incluido llevar armas semiautomáticas en público y propagar un virus a veces fatal. Pero al igual que el ataque al derecho al voto en Texas que ocurre simultáneamente con el ataque a los derechos reproductivos, por supuesto se trata de expandir la libertad para algunos mientras que para otros la marchita. Los ataques a los derechos reproductivos buscan hacer que las mujeres no sean libres y desiguales; los ataques al derecho al voto buscan hacer que las personas de color no sean libres y desiguales; las mujeres de color reciben una dosis doble.

 

Este es el resultado lógico de un partido que, hace algunas décadas, miró a un país cada vez más no blanco y decidió tratar de suprimir los votos de las personas de color en lugar de ganarlos. No solo el Partido Demócrata, sino la democracia es su enemigo. En este sistema en el que algunos animales son más iguales que otros, algunos tienen el derecho de determinar la verdad más que otros, y los hechos, la ciencia y la historia son también grilletes que deben soltarse en pos de exactamente su propia versión favorita de la realidad. que aplica a través del dominio, incluida la violencia absoluta.

 

¿Cuál fue el intento de golpe del 6 de enero pero esta práctica en general? Se utilizó una montaña de mentiras sobre el resultado de una elección para incitar a una turba de justicieros a un ataque no solo contra el Congreso, sino también contra la ratificación de los resultados de las elecciones y amenazas de muerte contra el vicepresidente y la presidenta Pelosi. La violencia enloquecida fue extraordinaria, la mayoría de mediana edad, en su mayoría blancos, en su mayoría hombres que intentaban arrancarse los ojos y pisotear los suyos mientras gritaban y rociaban osos en la cara de los que custodiaban el edificio y los funcionarios electos dentro y la elección. .

 

Sus líderes produjeron mentiras que instigaron la violencia, mentiras para justificar esa violencia, mentiras para negar la existencia de esa violencia y luego mentiras para provocar más violencia. El líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, quien por su propia cuenta le rogó furiosamente a Trump que detuviera a los atacantes, desde entonces ha estado tratando de sabotear la investigación sobre lo sucedido.

 

Como informó el New York Times esta semana: “El representante Kevin McCarthy, el líder republicano de la Cámara, ha amenazado con tomar represalias contra cualquier empresa que cumpla con el comité del Congreso que investiga el motín del 6 de enero, después de que el panel pidió a decenas de empresas que preservaran el teléfono y registros de las redes sociales de 11 miembros del Congreso de extrema derecha que presionaron para anular los resultados de las elecciones de 2020 ". Está tratando de evitar que el Congreso y el público sepan lo que ha sucedido. Lo que también podría denominarse encubrimiento de un delito, en público, y sus amenazas pueden constituir delitos en sí mismos.

 

Madison Cawthorn, el congresista de primer año de Carolina del Norte que apareció en el escenario el 6 de enero para animar a la multitud, llama a los alborotadores "prisioneros políticos" y continúa mintiendo sobre el resultado de las elecciones de 2020, declarando: "Si nuestros sistemas electorales continúan siendo manipulados , seguir siendo robado, va a llevar a un lugar y eso es derramamiento de sangre ". Cawthorne, como el congresista de Florida Matt Gaetz, como los jueces Clarence Thomas y Brett Kavanaugh, cuyos votos pusieron en marcha la ley de aborto de Texas el miércoles, han sido acusados ​​de conducta sexual inapropiada.

 

Si bien los hombres de todo el espectro político son acusados ​​de irregularidades similares (la conducta de Andrew Cuomo llevó a que Nueva York obtuviera su primera gobernadora el mes pasado), en el caso republicano no se trata de una inconsistencia ideológica. La premisa ideológica es que los propios derechos importan tanto que los derechos de los demás no importan en absoluto, y eso va desde la violación a las máscaras y las políticas de vacunación hasta la proliferación de armas y muertes por armas de fuego en los últimos años.

 

No hay una forma clara de saber si la derecha está envalentonada porque se ha salido con la suya en los últimos cinco años, o si está cada vez más desesperada porque está en una apuesta salvaje, pero parece que ambas cosas a la vez. Si Estados Unidos defiende su democracia, tal como es, y protege los derechos de voto de todos los adultos elegibles, el derecho seguirá siendo una minoría cada vez menor. Su única posibilidad de revertir eso requiere revertir la democracia misma. Ese es un objetivo para el que están dispuestos a usar la violencia y ya no se molestan en mentir.

 

Rebecca Solnit es columnista de The Guardian US y autora de Recollections of My Nonexistence y Orwell's Roses.

 

FUENTE: THE GUARDIAN