Rudolf Hess (izquierda) y Hitler, en 1930
La cariñosa relación entre Hitler y Rudolf Hess:
El eterno rumor sobre la homosexualidad del ‘Führer’
Durante años los más célebres historiadores se han preguntado si lo que había entre el dictador nazi y su lugarteniente era algo más que amistad, basándose en los testimonios de algunos amigos de juventud y supuestos amantes
Hay una pregunta que durante décadas ha rondado la cabeza de los más célebres historiadores: ¿cuál era realmente la naturaleza de la relación entre Adolf Hitler y Rudolf Hess? De sobra es sabido que el primero era una especie de dios para el segundo desde prácticamente la adolescencia, cuando ambos eran miembros destacados de aquel Partido Nazi que daba sus primeros pasos allá por 1920. Sentía una admiración desmedida por él, como queda demostrado por el hecho de que fue él quien primero utilizó la expresión ‘Mein Führer’ (‘mi guía’ o ‘mi jefe’).
Cuando mencionaba al dictador, este gran tímido que detestaba hablar en público parecía al borde del éxtasis amoroso. No hay palabras lo suficientemente hiperbólicas para describir la felicidad que le embargaba por pertenecer al círculo más íntimo del ‘Lobo’, el sobrenombre con el que se conocía a Hitler. Así lo señalaba al final de sus discursos al borde de la histeria, con el dueño del Tercer Reich sentado a su lado, quien escuchaba con una tímida sonrisa la lluvia de elogios. Se puede decir que hasta se sonrojaba al recibir los halagos públicos del más fiel de sus hombres.
En los documentos de su lugarteniente guardados en los Archivos Nacionales Británicos de Kew, en Londres, el historiador Pierre Servent encontró, incluso, una nota en la que hablaba del «amor» que sentía Hess por su héroe, al que quería volver a ver a toda costa. ¿Hubo, por lo tanto, una relación amorosa, homosexual u homoerótica entre ambos, sobre todo con motivo de su detención en la prisión de Landsberg en 1923? ¿Es por esa razón por la que el Führer, que no manifestaba ternura por nadie, salvo por su perra Blondi, le reservaba a Hess las únicas señales físicas de cariño? Algunos testigos cuentan que, en ocasiones, salían cogidos del brazo de su despacho.
En 2001, el historiador alemán Lothar Machtan vertía un poco de luz sobre este asunto en su libro ‘Los secretos de Hitler’ (Planeta), que giraba en torno a la idea de que el dictador alemán era gay. La tesis no era nueva, ya que durante décadas hubo multitud de rumores y testimonios que apuntaban en este sentido. El catedrático de la Universidad de Bremen, sin embargo, aportaba dos fuentes nuevas: las memorias inéditas de Hans Mendt, un soldado que combatió junto a él en la Primera Guerra Mundial, y un dossier secreto del general bávaro Otto von Lossow. Según estos dos testimonios, su primera relación sentimental habría sido con un estudiante de música llamado August Kubizek, mientras que la segunda, con el soldado Ernst Schmidt, aunque había varias relaciones afectivas más con otros correligionarios en los años veinte.
Machtan no solo califica de «homoerótica» la atracción que el dictador siente por Hess, sino que detalla las relaciones que mantiene con mujeres para esconder su condición sexual. «Personalmente, Hitler nunca se pronunció claramente sobre su homosexualidad», explicaba el historiador. Otros personajes cercanos sí que lo hicieron: «Nadie en el mundo me ha querido tan entrañablemente como él [...]. Hitler no podía soportar que saliera o hablara con otros jóvenes. Para él, en ese sentido, se trataba de una exclusividad absoluta», escribía August Kubizek en la hagiografía ’Adolf Hitler, mi amigo de juventud’ (1953), donde añadía una anécdota muy esclarecedora: «Extendí un trozo grande de tela sobre el heno y le dije que se quitara la camiseta y los calzoncillos. Se tumbó desnudo sobre el paño. Le divertía mucho aquel acontecimiento, cuyo final romántico le complacía gratamente. Ahí ya no sentíamos frío».
Para reforzar todavía más esta tesis, en noviembre de 2018 se hacía público un extenso informe elaborado en 1942 por la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), más conocida por ser la precursora de la CIA, en el que se especifica que tuvo una «racha homosexual» durante su juventud y que era un «tipo de hombre con tendencias sadomasoquistas». Según contaba ‘Daily Star’, que dio la exclusiva, fue elaborado por el antropólogo Henry Field con la ayuda de uno de los amigos más cercanos del ‘Führer’ con el objetivo de explicar los aspectos más recónditos de su personalidad y su verdadera sexualidad.
El documento, al que tuvo acceso el presidente Franklin D. Roosevelt, explica también que «su vida sexual es doble, al igual que su perspectiva política, es a la vez homosexual y heterosexual», según contaba Manuel P. Villatoro hace tres años en ABC. Fue tan polémico, a pesar de haber pasado casi 80 años, que hasta un sobrino-nieto del dictador concedió una entrevista a finales de 2018 al diario ‘Bild’ para dar su versión de los hechos.
Hace siete meses, La Esfera de los Libros publicó una extensa biografía de Hess, escrita por el periodista y ex portavoz del Ministerio de Defensa francés, Pierre Servent, que también barajaba la hipótesis de la supuesta homosexualidad Hitler. Está basada en archivos históricos británicos y alemanes inéditos, donde asegura que el lugarteniente tuvo como propósito en la vida, desde que su primer encuentro, estar lo más cerca posible del líder nazi. «Rudolf Hess entrena a Hitler antes de que tome la palabra en público o antes de que se reúna con una personalidad importante a la que se trata de seducir. Corrige su gestualidad, su fraseo, su entrada en materia, su desenlace», explica el autor en su obra.
A la luz de una relación tan estrecha como la que tuvieron, los rumores no tardaron en aparecer y la obsesión del segundo por el futuro ‘Führer’ le hizo ganarse el sobrenombre de ‘La señorita Hess’. Sin embargo, su dedicación hacia Hitler siguió siendo tan fanática que molestó a los primeros miembros del movimiento nacionalsocialista alemán. Sobre todo, al ala izquierda del partido, que rechazaba «el tufo al culto de la personalidad de inspiración monárquica» que profesaba este.
«Algunos nazis de la primera hora estiman que el introvertido Hess es de hecho un invertido [homosexual] que ha caído desmayado ante Hitler», agrega Servent. No obstante, no había nada que hiciera recular a Hess y, a los largo de la década de 1920, el lugarteniente siguió besando el suelo que pisaba su amigo. Más tarde contrajo matrimonio con Ilse Pröhl, una compañera de estudios en la universidad, pero esta misma reconoció después que la pasión sentía por él no era recíproca. El hecho de que tardaran diez años en tener un hijo no hizo sino aumentar los rumores sobre su homosexualidad.
Cuando Hitler subió al poder en 1933, nombró a su amigo y confidente lugarteniente y le confió altos cargos en los ministerios de Asuntos Exteriores, Finanzas, Salud, Educación y Asuntos Jurídicos. Así siguió su relación hasta que el sábado 10 de mayo de 1941 Rudolf Hess se subió a su Mercedes para dirigirse a la base de Augsburgo, en Alemania. En ese momento, el cariño que el ‘Führer’ le había mostrado en público desde que se conocieron se apagó para siempre.
Antes de despegar con su caza personal bimotor Messerschmitt Bf 110 (Me 110), le entregó a su ayudante, el capitán Karlheinz Pintsch, un sobre sellado con la orden de llevárselo a Hitler de inmediato. Comenzaba el viaje más oscuro de la Segunda Guerra Mundial. Hess saltó en paracaídas cerca de Eaglesham, al sur de Glasgow, y llegó a pie al castillo del duque de Hamilton, lord canciller del Gobierno de Churchill, con un documento de cuatro condiciones para firmar la paz y lograr la unión entre los británicos y los alemanes para aplastar después a la URSS. Quiso, también, que le condujeran ante el primer ministro británico y el Rey Jorge VI, pero nada de eso ocurrió. En ese mismo instante, fue tachado de criminal de guerra y recluido en la Torre de Londres, donde permaneció hasta que se celebró el juicio de Nuremberg en 1945.
Pintsch cumplió con la orden y le llevó la carta al ‘Führer’ a su residencia al sur de Baviera. El oficial le entregó el sobre sellado y ambos se retiraron a su despacho para abrirlo y leer su contenido juntos. «Mi Führer, cuando reciba esta carta estaré en Inglaterra…», anunciaba la misiva. A continuación le explicaba que, habiendo fracasado todas las tentativas de poner fin al conflicto, había decidido presentarse él mismo en casa del enemigo para hacer una última propuesta, a pesar de ser consciente de que tenía pocas posibilidades de éxito. «¡Precisamente en esta fase de la guerra esa expedición puede ser peligrosa!», gritó furioso el dictador nazi, mientras intentaba explicarse lo inexplicable: ¿cómo pudo despegar?, ¿por qué le había traicionado?, ¿se había vuelto loco?
Hitler se sumió en una profunda tristeza de la que no salió hasta mucho tiempo después. No podía soportar que su leal amigo hubiera tomado aquella decisión sin consultarle. Alguna vez, incluso, se le escuchó lamentarse en la intimidad: «¡Hess se ha alejado de mí!». Parecía que la traición le pesaba más que la posibilidad de que este pudiera revelar los entresijos de la gigantesca ‘Operación Barbarroja’ que está a punto de comenzar y con la que el Tercer Reich pretendía invadir la Unión Soviética.
Hitler y Rudolf Hess ya nunca se volvieron a ver...
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