El día en que el régimen cubano corrió solo y... no ganó
El canciller Bruno Rodríguez niega la existencia de cortes de internet y policías en las calles de la Isla para bloquear el 15N. Operativos policiales, un despliegue de miembros de la Seguridad del Estado vestidos de civil, actos de repudio, mensajes de amenaza y el corte selectivo de líneas telefónicas
Dicen que el caballo corrió solo en la pista y llegó de primero a la meta. Encerrados en sus establos y amarrados con fuertes cadenas estaban los posibles adversarios de aquella contienda. Al vencedor no le cabía tanta arrogancia en el cuerpo y celebraba como si sus patas -y no sus trampas- lo hubieran encumbrado. Dicen que fue un 15 de noviembre, una jornada en que se prohibió al público presenciar la carrera.
En una entrevista con la cadena rusa RT, el canciller Bruno Rodríguez ha catalogado de fracaso la convocatoria a una Marcha Cívica el pasado lunes. "La realidad presencial, la realidad real, verdadera, física en Cuba indica que en el país no pasó nada", se pavoneó el ministro. Para remachar, le dijo al complaciente periodista: "Ustedes han podido moverse libremente, saben perfectamente lo que ocurrió, lo vivieron junto a los cubanos y saben también lo que no ocurrió".
Para evitar las escenas de la gente en las calles vestidas de blanco o con una flor en la mano, el oficialismo desplegó la mayor operación de control -metro a metro- de la que muchos tienen memoria en este país. La sorpresa amarga que le deparó la espontaneidad de las protestas del 11 de julio lo hizo prepararse para que las avenidas no volvieran a ser un río de personas gritando libertad y exigiendo la renuncia de Miguel Díaz-Canel. Para lograrlo, esta vez ató a toda la Isla.
Operativos policiales, un despliegue de miembros de la Seguridad del Estado vestidos de civil, actos de repudio, mensajes de amenaza y el corte selectivo de líneas telefónicas. Echó mano de cuanta táctica cobarde y de abuso de poder tienen los autoritarios en su manual y le agregó también de la propia cosecha del castrismo, experto en mentir y en la preparación de decorados. Como mismo intentó por años crear el atrezo de una potencia médica, que la pandemia hizo añicos, para el 15N se propuso la escenografía de "la paz y la tranquilidad".
Pero el resultado estuvo más cerca del guion de un funeral: calles desiertas, conversaciones en un murmullo en las colas que hasta dos días antes eran pura algarabía, manos temblorosas que no atinaban a sacar el móvil del bolsillo ante la mirada intimidante de la policía y madres llorosas que le pedían en una súplica a sus hijos que ese lunes no salieran de casa. Una sábana blanca colgada de una tendedera podía paralizar de temor al vecino de la casa de al lado, hasta los vendedores de flores se escondieron o solo ofrecieron girasoles amarillos y rosas bien rojas. El terror protagonizó la jornada.
Y entonces el régimen se creyó poderoso, movió la crin, alardeó de la fuerza de sus ancas y enseñó los dientes. Ahora, quiere hacerle creer a la opinión pública nacional e internacional que realmente alcanzó la presea dorada por sus capacidades y por el apoyo que le brindó su pueblo, pero en la Plaza de la Revolución saben que todo es mentira: que de no haber realizado el mayor y más costoso operativo represivo del último cuarto de siglo en esta Isla, los cubanos hubieran vuelto a mostrar su hartazgo con el actual sistema.
El régimen tampoco podrá evitar que el relincho de los caballos encerrados se haga escuchar. Sin respeto a las reglas del juego político, eliminando a sus competidores o impidiendoles mostrar sus capacidades a los disidentes, solo está invalidando la pista, a los árbitros y a las medallas. Está obligando a todo un pueblo a encontrar otra forma de subir al podio.
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