La anti-historia castrista
Por Francisco Almagro Domínguez
Muchas veces me he preguntado cuanto trabajo habrá que hacer para borrar sesenta años de ocultamientos y manipulaciones de la Historia. Mañas y marañas con las cuales el régimen pretende eternizarse, como lo haría cualquier desgobierno totalitario con ansias de ser el final del relato. Dueños casi absolutos de todos los medios de comunicación, escuelas y manifestaciones culturales, la manipulación burda, consciente, criminal de los hechos es parte indisoluble de su voluntad milenarista.
La ultima afrenta a la verdad es la publicación hoy en el Órgano Oficial del homenaje a los estudiantes de medicina fusilados hace 150 años. Si el más mínimo pudor y respeto por quienes conocen la verdadera saga de ese bochornoso episodio, el libelo trata de hacer un puente entre la frustración de España por calmar los ánimos independentistas, y la hora actual; entre los jóvenes, presumiblemente inocentes, hijos algunos de españoles, y los jóvenes rebeldes de hoy –la universidad es para los revolucionarios. Entre el enemigo, España entonces, y el actual, el llamado Imperialismo yanqui.
Olvidando que caen en la trampa porque muerden la propia cola, los historiadores comisarios siempre han dicho que aquellos jóvenes eran inocentes, algo de lo cual algunos dudan, aunque la profanación de tumba no era motivo para segarles la vida a muchachos de apenas veinte años. Si eran inocentes, incluso apolíticos, ¿Qué tienen que ver con esos cientos de jóvenes revolucionarios, arreados como reses, bajando de la escalinata universitaria con odios y malas vibras?
Habría más: en el año 1871 la guerra apenas había comenzado y se circunscribía a la parte oriental de la Isla. Es incierto que había entonces “efervescencia revolucionaria” e “independentista”. Incluso para tan temprana época surgían caudillismos y rencillas entre los mambises. El historiador castrista tiene prohibido contar tales detalles. Lo que llaman revolución es algo impoluto, puro, en la unidad y la confraternidad más ejemplar.
El historiar castrista tiene como meta y proceso demostrar el vínculo orgánico entre la causa independentista y anticolonial con el proceso de dictadura totalitaria instaurada en Cuba por más de un siglo. Hay que colocar a José Martí, quien también cometió errores estratégicos, como el Juan Bautista que anuncia a Fidel Castro, el Salvador, el Mesías que espera el pueblo cubano. Este señor, Difunto en Jefe pues todavía aparece revivido en cualquier pasquín callejero, y a quien han hecho un templo para estudiar su pensamiento disgregado, megalómano, y vacío de ideas originales que no fueran para le desastre y desamor, no cometió ninguna pifia, según cuenta el relato oficial.
Todo lo que salga de ese guion no solo es condenable sino sospechoso de sedición ideológica. Cualquier detalle que separe a los independentistas de los marxistas insulares es una afrenta que no puede permitirse. Y para eso cuentan con todo el poder de una maquinaria de propaganda y falsedades que, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías, se va derrumbando.
Un gran trabajo habrá que hacer para presentar la cara oculta de la Historia. La que es y no lo que ellos quieren que sea. Pasaran años para que las nuevas generaciones no vivan entre la confusión de oír que el comunismo y el socialismo son eternos, la única vida posible para la felicidad en Cuba, y tras sesenta años no pueden tomarse el famoso vasito de leche en las mañanas… a no ser que los gusanos envíen fulas ganadas donde vive el enemigo que los asfixia.
No, los estudiantes de medicina no tuvieron un juicio justo. Había mucho rencor, sobre todo en los voluntarios, nietos e hijos de españoles que querían seguir siendo parte de la Colonia. A esos fusilados inocentes el régimen les hace un homenaje, un acto de reafirmación revolucionaria. No lo hay, en cambio, para aquellos tres morenitos, tan jóvenes como los estudiantes de medicina, que fueron fusilados en menos de una semana. Mucho menos para quienes en el holocausto castrista de inicios del desastre, fueron pasados por las armas en menos de 72 horas mientras la horda gritaba paredón con toda la fuerza de un resentimiento inducido.
Muy mal estamos los cubanos que no sabemos, o no queremos saber de nuestra historia, con sus luces y sus sombras. No habrá nada más reconciliador y curativo que tirar al mar -es un decir, podría ser papel reciclable acaso- los textos neofascistas que han escrito tantos amanuenses manipuladores y comenzar, de cero, a escribir la historia de Cuba con todas sus luces y sus sombras, que son muchas. De ese trabajo que hacen tantos dentro y fuera de la Isla depende en gran medida la verdadera salvación de un país que se hunde en la mas abyecta miseria económica y espiritual.
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