La Revolución Cubana fue consistente con sus argumentos de justicia y libertad, y por ende actuó en consecuencia. Pero en realidad su líder, hijo de gallegos, un barbudo “malpelao” tenía otros planes para entrar en la historia por la puerta de atrás.
Cerca de ochenta y dos guerrilleros metidos en una lata de sardinas de 14 metros de eslora (el Granma) es ya de por si algo heroico. Si encima van con una sobredosis de fervor patriótico adicional, no es difícil que consiguieran ser replicantes del flautista de Hamelin y llevar de paso al huerto a unos cuantos millones de depauperados cubanos que padecían desde hacia mas de sesenta años el gran casino y las hedónicas excentricidades que los norteamericanos habían montado en su patio de atrás. Doctrina Monroe en acción, América para los americanos (del norte claro).
Aquello era el acabose. La mafia tenía una miríada de franquicias que rozaban el escándalo en aquella paradisíaca isla. Si querías comer, primero pasabas por el trago de la amargura y la sevicia, de la venta de tu cuerpo y de tu alma, de la pérdida total de tu dignidad. Fulgencio Batista era el gran corrupto interpuesto por los vecinos del norte y la servidumbre y represión a la que había sometido a su pueblo no es que fuera inmoral, era lo siguiente.
Ha habido ocasiones en la historia en las que las desigualdades sociales han sido tan brutales e insultantes que han alimentado movimientos ideológicos nutridos en la desesperación más absoluta en los que la inercia de los mismos solo podía desembocar en baños de sangre una vez que la bestia había sido convocada y desatada.
Así, cualquier forma de violencia contra los adversarios, románticos opositores que creían luchar por una elevada causa, jóvenes idealistas pletóricos de un futuro de ensueño o agitadores profesionales al servicio de terceros bien disimulados en la tramoya, impulsaban la enajenación mental colectiva en aras de volátiles espejismos y alucinaciones de breve recorrido en ocasiones, otras de exitosa longevidad. La cómplice anuencia de la mayoría silenciosa hacia el resto.
La historia lamentablemente viene a recordarnos que estas revoluciones, golpes de estado, guerras inducidas en pro de enfrentamientos civiles para erosionar un país y luego resucitarlo a través de deudas impagables, etc. concluyen con un patrón que se repite sin cesar; censura, autocensura, jaquecas crónicas para el populacho superviviente que ve como las promesas se desvanecen ante las mesas bien servidas de condumio gourmet de aquellos que les prometieron el oro y el moro, y que para más inri se verán condenados a aplaudir a los que los llevaron al huerto, no fuera a ser que peligrara su gaznate. Ya se sabe lo que dice el refrán castellano, antes de meter mucho prometer y después de metido …
Pero vamos, que la estafa política no es solo patrimonio de iluminados o enajenados barbudos, de líderes con impecables y rectilíneos bigotes o con soberbios y atusados mostachos o de elegantes psicópatas y grises analistas tramando conspiraciones en la sombra no; es básicamente una ilusión óptica de quienes no quieren tener una cultura política, se entregan a fuegos fatuos aderezados con cantos de sirena y después lamentan tener que usar vaselina.
Pues eso es ni más ni menos lo que le pasó – y le sigue pasando - al digno y estoico pueblo cubano, habitantes de un país en el que los visitantes creen ver el Jardín de Epicuro, cuando objetivamente lo que ocurre es les ha caído una plaga bíblica o les ha mirado un tuerto. Primero por su adaptación a un medio en absoluto hostil (la isla es un paraíso) y segundo, porque los anglos invasores del norte tenían destacados mas de 20.000 soldados en Guantánamo por si fuera necesario darle un correctivo a cualquier insurgente con ínfulas de pasar a la posteridad por la vía rápida.
"La mitad de los 82 integrantes que desembarcaron del Granma eran hijos de emigrantes españoles arrojados por esta tierra"
Conforme el brutal Batista hacia y deshacía a su antojo, tal que un día dos de diciembre del año 1956, 82 famélicos guerrilleros tocaron tierra en un manglar mientras las huestes de Batista lanzaban una caza al hombre sin precedentes. Pero consiguieron sobrevivir sin bajas.
De entre ellos destacaban cuatro comandantes entre los que estaba Fidel Castro y su terrorífico hermanito Raúl, un sádico de manual, el médico Ernesto “Che” Guevara cuya familia era originaria de una localidad alavesa llamada Guevara, Camilo Cienfuegos -adorado por los cubanos entonces y hasta hoy – hijo de asturiano y cántabra, y otros esforzados luchadores cuya idea primigenia era liberar a Cuba de la bestia parda que la gobernaba. La mitad de los 82 integrantes que desembarcaron del Granma eran hijos de emigrantes españoles arrojados por esta tierra que centrifuga sin pestañear a sus detractores.
El caso de Camilo Cienfuegos era el de un instintivo y empático muchacho que tenía claro que Cuba debía de ser liberada por cualquier medio de aquella horda de orondos y rubicundos gordinflones atiborrados de Cohíbas y ron Santiago que pacían en la multitud de cabarets que poblaban La Habana de aquel entonces. Todo iba según lo previsto y una administración más ecuánime y ponderada comenzó a alimentar en el pueblo cubano la idea de que aquel golpe de mano contra un ejército mal entrenado, sin capacidades ni material digno de tal nombre, había sido un éxito.
"Cuando los cubanos se dieron cuenta de lo que era en realidad un trampantojo de chichinabo, ya era tarde"
Pero poco duraría el espejismo.
Cuando los cubanos se dieron cuenta de lo que era en realidad un trampantojo de chichinabo, ya era tarde. Los liberadores se convirtieron en verdugos de un pueblo hecho al sufrimiento y la noche volvió a caer sobre aquella hermosa y desgraciada nación.
Ocurrió al año de la toma de poder, que los norteamericanos pillaron coqueteando in fraganti a los dos hermanitos Castro cruzando amistosas palabras con Andrei Gromyko y Nikita Jrushov (el del sonoro zapatazo en la ONU). Los soviéticos algo confundidos por los informes ambiguos que había obtenido el KGB y el desplante que en febrero de 1960 le había hecho el presidente Eisenhower a Castro, tenían una empanada de traca. Para mayor confusión, el máximo gerifalte de la revolución cubana se había declarado socialista – algo relativamente intrascendente en la Europa occidental de aquel momento - pero que a los gendarmes del mundo “civilizado” les horrorizaba por las connotaciones que en su siempre peculiar lectura de los hechos arrastraban.
No hay que olvidar que EE. UU es un país destacado por sus logros científicos, avanzadas universidades y filantropía reconocida, pero bastante maniqueo en lo pensante y que no da cabida a otras tonalidades que no sean el blanco y el negro, o conmigo o contra mí. La idea de un mundo multipolar no va con el Estado Profundo, un horrendo crustáceo omnívoro con dentadura de T. Rex y sus “accionistas”, siempre instalados en la venta de chucherías bélicas que como es obvio, tienen un peso espectacular en lo concerniente a arrear mandobles sin parar puesto que sino no se hace "caja".
Los guiños entre cubanos y soviéticos devinieron en sospechosas muestras de amor y el tema empezó a calentarse más de la cuenta. De ahí nació el fallido y descarado intento de Bahía Cochinos (1961), y el susto morrocotudo de la crisis de los misiles (1962) que la grandeza y perspicacia de miras del tristemente asesinado presidente Kennedy y del corpulento Jrushchov evitaron conjurando lo que parecía un Armagedón inevitable. Jrushchov propuso entonces a Kennedy la retirada de los artefactos soviéticos de Cuba a cambio de dos condiciones; una que no fuera invadida la isla caribeña en el futuro y la otra desconocida por el gran público hasta los años noventa, tal que era que que los norteamericanos desmontaran los misiles Júpiter que habían instalado de tapadillo en la frontera noreste de Turquía. Menudos pìllos estan hechos los Cowboys .
Huber Matos Benítez y Camilo Cienfuegos fueron los primeros comandantes en alzar la voz y discrepar de la dupla Castro, pero el pataleo les salió por la culata. Al primero le echaron el guante y le cayeron veinte años del ala y al segundo le falló el marcador de combustible del pequeño aeroplano en el que viajaba de vuelta a La Habana haciendo un picado que no lo mejoraba ni un kamikaze inspirado.
Siempre se especuló con la probabilidad de un sabotaje. Camilo Cienfuegos era un líder extraordinariamente popular y un auténtico obstáculo en un momento en que a él la Guerra Fría se sedimentaba a pasos agigantados y el comunismo era la única opción para no ser devorados por una intervención estadounidense. Camilo no quería saber nada de las zarandajas de Marx y sus acólitos y esto, muy probablemente fue su sentencia.
"Por mear fuera de tiesto, Reynaldo Arenas recibió un tratamiento que da para escribir una antología del horror"
Camilo Cienfuegos, hijo de asturiano y cántabra huidos de España por su condición de anarquistas, gente modesta y muy humilde que buscaba un lugar al sol, perdieron a su mayor activo; un hijo idealista e ingenuo que creía en la justicia social, en la bondad del ser humano y que la pobreza se podía redimir con una buena educación siendo en si misma la mayor de las oportunidades. Para sus padres, aquella España no solo era un páramo de ellas, sino que la inevitable y caníbal mandíbula de la guerra se cernía agrandes pasos imponiéndose inevitablemente. Camilo Cienfuegos mal que les pese a muchos detractores, era un libre pensador muy alejado del marxismo. Y por ello pagó con la traición de los “suyos”. Huelga decir que no fue el único en perecer por fuego amigo.
Durante los años sucesivos muchos fueron los discrepantes que cayeron en desgracia ante el poder omnímodo y fagocitador de esta pareja y sus corifeos. Sin ir mas lejos, el poeta Reynaldo Arenas se opuso con sus versos “antisociales “a un régimen que siempre culpaba a los norteamericanos y su bloqueo (razón no les faltaba) pero que jamás asumía que su dependencia de Moscú y el grado de intromisión que ello generaba a través de la economía planificada desembocara en casos tan surrealistas como que el mango de exportación se enlatara a su vez en Rumania para luego ser consumido en la propia Cuba.
Por ello, por mear fuera de tiesto, Reynaldo Arenas recibió un tratamiento que da para escribir una antología del horror.
Los cubanos son posiblemente las gentes más ingeniosas del mundo y es probable que sobrevivan a esa cárcel en la que la ley del silencio solo es quebrada por el llanto de los miles de mujeres y huérfanos que perdieron a sus maridos y padres en sucesivas depuraciones, campos de concentración, mazmorras infumables y donde las torturas más sofisticadas campaban a sus anchas.
La Revolución Cubana, una ilusión óptica. La Casa Blanca, un edificio con muchas goteras. Camilo Cienfuegos, un mito cimero y carismático que todavía hoy vive íntegro en la memoria del pueblo cubano. Quizás su carisma lo condujo a la perdición.