LUZ ESCOBAR
Cuando su juicio fue aplazado en diciembre, el artista cubano Abel González Lescay, detenido tras manifestarse de forma pacífica el 11 de julio en Bejucal, Mayabeque, pensó que terminarían dejándolo en libertad. Paradójicamente, eso le pareció "una mala noticia", porque ello hubiera podido, en su opinión, "opacar" la denuncia del resto de presos y condenados por las protestas.
Pero que su proceso fuera sobreseído era una ilusión. El joven músico, estudiante de segundo año en la Universidad de las Artes en La Habana, actualmente con la medida cautelar de prisión domiciliaria luego de haber estado en julio una semana detenido, será juzgado este mismo miércoles en San José de las Lajas. Ante ese tribunal municipal ha convocado a congregarse, ese día, "a todo el quiera exigir justicia para los disidentes cubanos".
"No debemos dejar de expresarnos en un momento tan grave para la nación cubana", escribió en redes, esperando que su juicio pueda "marcar un punto de inflexión en el devenir de esta horrible historia".
En conversación con 14ymedio, Lescay dice que a pesar de que "hay un movimiento por los presos políticos que está creciendo bastante", es un fenómeno minoritario, y que "si sales para la calle y hablas con las personas", son pocos los que en este momento se acuerdan de los presos. "Muchos ni se han enterado de los cientos de presos políticos que hay", lamenta.
El artista enfrenta una pena de siete años de cárcel (según su expediente, tres años por "desorden público", tres años por "desacato agravado de carácter continuado" y un año y seis meses por "desacato de la figura básica de carácter continuado"). La plataforma Justicia 11J, que lleva un registro de los detenidos, encarcelados y condenados de las manifestaciones, ha acreditado lo que sufrió el músico cuando lo detuvieron, el 12 de julio: "Lo sacaron de su casa desnudo, lo humillaron y lo golpearon".
"Cuando me sacaron de mi casa, lo hicieron unos policías que no llevaban una orden de arresto ni nada", relata a este diario. "Me metieron a la fuerza dentro de un carro y sin decirme para dónde".
Los seis días que pasó tras las rejas el joven los recuerda como "una rara experiencia", en los que sufrió "muchas injusticias" que trató de tomar de la mejor manera, "como un retiro espiritual", a modo de supervivencia.
"Decir qué fue lo peor que se vivió en la cárcel es complejo porque es algo compacto, una cosa alimenta la otra", argumenta. "No es solo que el jefe de la prisión haya querido matarme y que delante de todos los presos haya gritado que me va a matar: es un tipo que te está inyectando una cosa en el hombro sin que quieras, y ni ves la cara de la persona. Llega con la jeringuilla y te la mete por el hombro mientras te dice que es obligado y ya".
Y sigue enumerando horrores: "Es que cuando abres la pila el agua que sale es asquerosa, tienes coronavirus y no hay un médico que vaya a verte. Estar cuatro días encerrado sin hablar con nadie, enfermo y sin asistencia médica es una tortura".
Tras ser liberado, el 18 de julio, llegaron jornadas "complicadas". "Es feo lo que sucede en la cárcel, y después en la calle te mantienes como envenenado un tiempo", refiere. Aquellos días estaba muy nervioso: si, por ejemplo, alguien parqueaba un carro frente a su casa, salía corriendo a la ventana a ver de qué se trataba. "Recuerdo que un día iba caminando por la calle y vi el momento en que metían a tres chamacos y les entraron a piñazos. Cuando los vi tenían toda la cara deformada".
A pesar de todo, está orgulloso de haber salido aquel domingo a las calles. Desde los "sucesos de San Isidro", explica, aludiendo al acuartelamiento de los artistas del MSI en noviembre de 2020 para pedir la libertad del rapero contestatario Denis Solís, "ya estaba con ganas de hacer algo". No estuvo en la sentada de artistas el 27 de noviembre de 2020 ante el Ministerio de Cultura "porque estaba lejos", y se sintió "muy impotente" ese día.
Por eso, el 11 de julio en Bejucal, después de ver por redes lo que ocurría en San Antonio de los Baños y La Habana, el joven no lo pensó dos veces.
"Yo vi que la gente que estaba en la calle eran los socios míos y que había miles de personas, y salí para la calle", rememora, "a descargar, a gritar libertad". Y continúa: "La gente salió a expresar en la calle, por primera vez en la vida, lo que sentía. La situación estaba grave en ese momento, nos ponían la luz cuatro o cinco horas al día en medio de la cuarentena, y el covid iba para arriba todos los días, con nuevos casos. No había forma de no salir para la calle".
Para Lescay, casi todos los manifestantes del 11J están en desacuerdo "con las cosas que suceden en Cuba políticamente".
Un momento impactante para él fue cuando se enteró de la petición de la Fiscalía, en octubre, cuando pensaba que lo peor había pasado. "Tuve que ponerme serio para no sucumbir", narra. "Cuando te dicen algo así, se te destroza la realidad, porque una cosa son seis meses, un año, algo que uno hasta puede aguantar... ¿pero siete años? Cuando yo miré para adelante y calculé que saldría con 30 años de cárcel, fue durísimo".
Mientras tanto, sin embargo, ha procurado seguir adelante con su vida cotidiana. "A mí no me han dicho nada más desde que salí el 18 de julio, ni cómo tengo que comportarme ni qué es lo que tengo que hacer", dice sorprendido. "Estoy en reclusión domiciliaria, pero no me han indicado ir a firmar ningún papel que dé seguimiento a que estoy cumpliendo la medida, y tampoco me han citado".
Tampoco ha tenido problemas en la universidad. De hecho, asegura, al incorporarse al presente curso fue a hablar con el rector, quien se refirió a él como "un estudiante talentoso" y hasta le brindó ayuda psicológica para recuperarse del impacto de esos días que pasó encarcelado.
Este miércoles, junto a Lescay y también de Bejucal, procesarán a otros seis detenidos, cuatro de ellos "muy jóvenes", con edades entre 17 y 21 años: Ángel Miguel Martín Caro, Jorge Luis Reynoso Barrios, Omar Valenciano Donatien, Raúl Xavier Díaz Pérez, Alain Yamil Sánchez Baluja y Livan Viel de la Peña. Sobre ellos, que no son casos tan visibles como el suyo, insiste en llamar la atención: "A mí no me sirve de nada pedir que vayan para mi juicio a presionar para que me dejen libre a mí, pero no a los demás, ni me sirve quedarme callado la boca y tratar de ir a juicio esperando que me pasen la mano".