Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: Abel Lescay: Otro artista cubano contra el demonio del susto
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 26/01/2022 17:12
 "Muchos en Cuba ni se han enterado de los cientos de presos políticos que hay"
El músico Abel González Lescay será juzgado este miércoles en San José de las Lajas, Mayabeque, junto a otros seis manifestantes del 11J
 
LUZ ESCOBAR
Cuando su juicio fue aplazado en diciembre, el artista cubano Abel González Lescay, detenido tras manifestarse de forma pacífica el 11 de julio en Bejucal, Mayabeque, pensó que terminarían dejándolo en libertad. Paradójicamente, eso le pareció "una mala noticia", porque ello hubiera podido, en su opinión, "opacar" la denuncia del resto de presos y condenados por las protestas.
 
Pero que su proceso fuera sobreseído era una ilusión. El joven músico, estudiante de segundo año en la Universidad de las Artes en La Habana, actualmente con la medida cautelar de prisión domiciliaria luego de haber estado en julio una semana detenido, será juzgado este mismo miércoles en San José de las Lajas. Ante ese tribunal municipal ha convocado a congregarse, ese día, "a todo el quiera exigir justicia para los disidentes cubanos".
 
"No debemos dejar de expresarnos en un momento tan grave para la nación cubana", escribió en redes, esperando que su juicio pueda "marcar un punto de inflexión en el devenir de esta horrible historia".
 
En conversación con 14ymedio, Lescay dice que a pesar de que "hay un movimiento por los presos políticos que está creciendo bastante", es un fenómeno minoritario, y que "si sales para la calle y hablas con las personas", son pocos los que en este momento se acuerdan de los presos. "Muchos ni se han enterado de los cientos de presos políticos que hay", lamenta.
 
El artista enfrenta una pena de siete años de cárcel (según su expediente, tres años por "desorden público", tres años por "desacato agravado de carácter continuado" y un año y seis meses por "desacato de la figura básica de carácter continuado"). La plataforma Justicia 11J, que lleva un registro de los detenidos, encarcelados y condenados de las manifestaciones, ha acreditado lo que sufrió el músico cuando lo detuvieron, el 12 de julio: "Lo sacaron de su casa desnudo, lo humillaron y lo golpearon".
 
"Cuando me sacaron de mi casa, lo hicieron unos policías que no llevaban una orden de arresto ni nada", relata a este diario. "Me metieron a la fuerza dentro de un carro y sin decirme para dónde".
 
Los seis días que pasó tras las rejas el joven los recuerda como "una rara experiencia", en los que sufrió "muchas injusticias" que trató de tomar de la mejor manera, "como un retiro espiritual", a modo de supervivencia.
 
"Decir qué fue lo peor que se vivió en la cárcel es complejo porque es algo compacto, una cosa alimenta la otra", argumenta. "No es solo que el jefe de la prisión haya querido matarme y que delante de todos los presos haya gritado que me va a matar: es un tipo que te está inyectando una cosa en el hombro sin que quieras, y ni ves la cara de la persona. Llega con la jeringuilla y te la mete por el hombro mientras te dice que es obligado y ya".
 
Y sigue enumerando horrores: "Es que cuando abres la pila el agua que sale es asquerosa, tienes coronavirus y no hay un médico que vaya a verte. Estar cuatro días encerrado sin hablar con nadie, enfermo y sin asistencia médica es una tortura".
 
Tras ser liberado, el 18 de julio, llegaron jornadas "complicadas". "Es feo lo que sucede en la cárcel, y después en la calle te mantienes como envenenado un tiempo", refiere. Aquellos días estaba muy nervioso: si, por ejemplo, alguien parqueaba un carro frente a su casa, salía corriendo a la ventana a ver de qué se trataba. "Recuerdo que un día iba caminando por la calle y vi el momento en que metían a tres chamacos y les entraron a piñazos. Cuando los vi tenían toda la cara deformada".
 
A pesar de todo, está orgulloso de haber salido aquel domingo a las calles. Desde los "sucesos de San Isidro", explica, aludiendo al acuartelamiento de los artistas del MSI en noviembre de 2020 para pedir la libertad del rapero contestatario Denis Solís, "ya estaba con ganas de hacer algo". No estuvo en la sentada de artistas el 27 de noviembre de 2020 ante el Ministerio de Cultura "porque estaba lejos", y se sintió "muy impotente" ese día.
 
Por eso, el 11 de julio en Bejucal, después de ver por redes lo que ocurría en San Antonio de los Baños y La Habana, el joven no lo pensó dos veces.
 
"Yo vi que la gente que estaba en la calle eran los socios míos y que había miles de personas, y salí para la calle", rememora, "a descargar, a gritar libertad". Y continúa: "La gente salió a expresar en la calle, por primera vez en la vida, lo que sentía. La situación estaba grave en ese momento, nos ponían la luz cuatro o cinco horas al día en medio de la cuarentena, y el covid iba para arriba todos los días, con nuevos casos. No había forma de no salir para la calle".
 
Para Lescay, casi todos los manifestantes del 11J están en desacuerdo "con las cosas que suceden en Cuba políticamente".
 
Un momento impactante para él fue cuando se enteró de la petición de la Fiscalía, en octubre, cuando pensaba que lo peor había pasado. "Tuve que ponerme serio para no sucumbir", narra. "Cuando te dicen algo así, se te destroza la realidad, porque una cosa son seis meses, un año, algo que uno hasta puede aguantar... ¿pero siete años? Cuando yo miré para adelante y calculé que saldría con 30 años de cárcel, fue durísimo".
 
Mientras tanto, sin embargo, ha procurado seguir adelante con su vida cotidiana. "A mí no me han dicho nada más desde que salí el 18 de julio, ni cómo tengo que comportarme ni qué es lo que tengo que hacer", dice sorprendido. "Estoy en reclusión domiciliaria, pero no me han indicado ir a firmar ningún papel que dé seguimiento a que estoy cumpliendo la medida, y tampoco me han citado".
 
Tampoco ha tenido problemas en la universidad. De hecho, asegura, al incorporarse al presente curso fue a hablar con el rector, quien se refirió a él como "un estudiante talentoso" y hasta le brindó ayuda psicológica para recuperarse del impacto de esos días que pasó encarcelado.
 
Este miércoles, junto a Lescay y también de Bejucal, procesarán a otros seis detenidos, cuatro de ellos "muy jóvenes", con edades entre 17 y 21 años: Ángel Miguel Martín Caro, Jorge Luis Reynoso Barrios, Omar Valenciano Donatien, Raúl Xavier Díaz Pérez, Alain Yamil Sánchez Baluja y Livan Viel de la Peña. Sobre ellos, que no son casos tan visibles como el suyo, insiste en llamar la atención: "A mí no me sirve de nada pedir que vayan para mi juicio a presionar para que me dejen libre a mí, pero no a los demás, ni me sirve quedarme callado la boca y tratar de ir a juicio esperando que me pasen la mano".
 
14ymedio


Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 26/01/2022 17:17
Abel Lescay: Otro artista cubano contra el demonio del susto
'Si a mí me toca ser de esa gente que tenemos que demostrar que 'ellos' (el régimen) están acabando con todo, me voy a sentir bien por ese papel', dice. Su juicio es hoy.

YANIA SUÁREZ
¿Podemos asombrarnos de que la dictadura cubana se extreme cuando su esencia es el límite? Si no veíamos antes que este régimen era una variación de la Eterna Dictadura que se llamó La Metrópoli, Gerardo Machado, Fulgencio Batista, era porque hasta la fecha había operado bien el camuflaje. La tortura, las desapariciones y las muertes, que son los fundamentos exagerados de cualquiera de ellas, habían podido disimularse.
 
El 11 de julio será también la fecha en que la dictadura eterna, el arquetipo, dejó de ocultarse. La tortura, las desapariciones y la muerte se cumplieron por fin a plena luz, cuando dispararon al pueblo en las calles, secuestraron a manifestantes por días, los golpearon en las cárceles como primera etapa del escarmiento duro, y ahora los someten a condenas grotescas —que no son más que otra manifestación del límite que la define—.
 
Ahora quieren encarcelar por siete años a otro joven artista. Es verdad que todos los presos duelen. Todos deberían ser mirados por igual, y solo en esta semana van a ser condenados 39 manifestantes con crueldad ¿Pero vamos a dejar por eso de presentar y acompañar a un joven artista?
 
Abel Lescay tiene 23 años. Desde los siete estudia piano. A los 21 fue mención del concurso más importante para jóvenes jazzistas cubanos, el Jojazz, y ganó la beca "El Reino de este mundo", de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Esto le valió que le convalidaran el primer año las asignaturas de la especialidad de la carrera de Composición que estudia en la Universidad de las Artes. Ahora está en segundo. También hace canciones. Recién acaba de lanzar su primer disco, titulado Al pie del árbol, donde quiere revivir a la moribunda trova cubana llevándola al terreno de la experimentación sonora, actualizada. Ya tiene listo también su primer libro de poemas, Cuatro encuentros con el Dios del Susto.
 
"Aquí todo el mundo es penco. Aquí no va a salir nadie para la calle", pensaba Abel Lescay el 11 de julio en su pueblo, cuando de pronto se dio cuenta de que había cientos de personas en la esquina, protestando, y se les unió.
 
Fue un momento de éxtasis para todos. Bejucal es un pueblito chiquito de casitas pegadas que no quieren darle espacio a la vegetación que, sin embargo, lo cerca en abundancia. Es poco más que un barrio de La Habana y parecía que todo el mundo estaba afuera, feliz. "El que no salió a manifestarse nos saludaba desde las casas, nos daban agua, merienda… Se creó una cosa muy linda entre la gente. Éramos un grupo grande que cogió para la estación de Policía a cantarles el Himno Nacional, cuando de pronto nos topamos con otro grupo igual que se nos unió también". Ese día, hasta la Virgen de Caridad salió para la calle en manos del cura.
 
La exaltación fue pareja en toda Cuba. En días posteriores los voceros del régimen se escandalizaban mucho de que la gente hubiera rescatado una consigna surgida de la lucha contra las dictaduras latinoamericanas de derecha: "El pueblo unido jamás será vencido". Era una frase hasta entonces de la repetida propaganda. Una de las tantas de la "historia revolucionaria de la izquierda". Aburrida. Sin embargo, para sorpresa de muchos, de repente cobró significado en la boca de los cubanos mientras la proferían en las calles ese 11 de julio. No solo declaraba su fuerza, hay que observar, sino que describía también al oponente: cuando la gente halló razón en pronunciar esa frase también denunciaba que existe una Dictadura Eterna, arquetípica, que una vez se llamó Pinochet o Videla y ahora se llamaba Revolución cubana o Fidel Castro. Por eso le molesta tanto a los voceros del régimen, que aspiran aún al disfraz de la diferencia, de la peculiaridad que los ha salvado hasta ahora, y saben que ese canto los descubre.
 
Casi todas las demostraciones en Cuba fueron pacíficas. En algunos lugares se tiraron piedras (muchas veces respondiendo a la Policía), pero sin mayor daño. En Bejucal, uno de los momentos más intensos ocurrió frente a la farmacia, cuando algunos muchachos empezaron a apedrear el establecimiento, mientras otro exhibía una gallina muerta —símbolo eufórico de la dictadura— y otro se bajaba los pantalones y se acostaba en la calle. Ahí la gente se fue dispersando y la Policía se presentó en el lugar. Pero se quedó agazapada detrás de una esquina.
 
A Abel Lescay le daba roña que se hubieran quedado escondidos ahí, sin hacer nada, cuando ellos eran tremendos violentos. Fue para allá a increparlos, que hicieran algo, porque estaban tirando piedras. "Empecé a decirles cosas a ver si se movían, pero no hacían nada. Parecían estatuas. Entonces no sé qué pasó por mi cabeza que me di cuenta de que podía decirles cualquier cosa a esa gente que se ha pasado la vida entera resingándome. A mí no me gusta la Policía. Ahí es cuando empecé a rapearles… Dice el abogado que estoy un poco desagradable en los videos que hicieron. Cada vez que le rapeaba a un Policía, sacaba un celular y me grababa. Yo me preguntaba por qué no se mostraban todo lo violentos que eran, ahora, cuando el mundo tenía que verlos. Pero en ese momento no hicieron nada".
 
Fue al día siguiente cuando reaccionaron. El arquetipo salió de cacería en Bejucal buscando a aquellos que se habían atrevido la víspera: "entraban por ahí pa' allá y te sacaban como estuvieras. No les importaba que hubiera mujeres ni nada. Si la casa estaba cerrada, trataban de colarse como fuera. A mí me sacaron completamente desnudo arrastrado por los pelos". De esta manera permaneció Lescay por varias horas en el calabozo, hasta que, considerando que tenía fiebre, le tiraron un mantel para que se cubriera.
 
"Yo oí los gritos. A tres chamaquitos de 17 o 18 años de la esquina de mi casa, que estaban en la farmacia, les dejaron la cara desfigurada en la unidad". La dictadura, convertida por fin en cliché, trataba en las cárceles de enderezar a golpes las palabras. En el siglo XIX habría obligado al joven Martí a gritar "viva España" en las calles. Hoy, en los calabozos, arrodillaba a patadas a los presos para que dijeran "viva Fidel". "Nada podías hacer. Nadie te visitaba. Nada sabías del mundo exterior. Yo estaba encerrado en un centro de tortura. Veía el odio. A mí no me tocaban porque tenía la Covid-19, pero con la mirada me estaban cayendo a golpes. Me estaban haciendo lo que le hacían a los otros".
 
"Mi juicio es político. Por tan solo insultar a unos policías (cosa que es una ofensa menor) me están pidiendo el máximo de años por cada delito del que me culpan. A ninguna persona que ofende a un policía le piden siete años: tres años por 'desacato' y cuatro por 'desórdenes públicos'. Sin tener en cuenta que yo soy un estudiante universitario sin antecedentes penales".
 
Pero Abel Lescay tiene una manera peculiar de ver el mundo: "Yo mismo me he fabricado una esperanza —habla, seguro—: puede que salga con una multa o preso del trabajo a la casa. La escuela me ha dado unas buenas cartas que me avalan... Yo estoy tranquilo, porque creo que si uno está buscando algo bueno, va a suceder. La gente me dice 'leí tu testimonio de la cárcel y me pareció terrible'. Yo me sorprendo porque ni siquiera me sentí tan mal. Si estás atento a lo que estas sucediendo, la pasas bien. Aprendes… Yo realmente encontré un aprendizaje muy grande. Aunque la situación es complicada, es una injusticia muy grande y uno tiende a deprimirse, no voy a sentirme mal ni a deprimirme ni a aceptar ese castigo en mi ser".
 
La semana pasada, Abel Lescay se enteró por casualidad de que le habían programado el juicio para este miércoles 26 de enero en el Tribunal municipal de San José de las Lajas, Mayabeque.
 
"Yo creo que todas las cosas pasan por algo. Si a mí me toca ser de esa gente que tenemos que demostrar que 'ellos' están acabando con todo, me voy a sentir bien por ese papel que estoy jugando. Tengo una pila de socios, además, echándola buena".
 


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados