Cárcel o destierro para los cubanos incómodos
El 10 de enero, después de visitar al periodista independiente Lázaro Yuri Valle Roca, 60 años, en el Combinado del Este, cárcel en las afueras de La Habana, su esposa Eralidis Frómeta, a través de Radio Televisión Martí, divulgó un mensaje redactado a mano por Yuri el 25 de diciembre de 2021, y del cual reproducimos un fragmento:
«Este es un alegato por si mañana no estoy, por si el día de mi juicio no se me da el derecho de defenderme (…) Desde esta prisión del Combinado del Este, donde se me ha encarcelado por solo ser martiano y patriota (…) Hoy, desde mi encierro, soy más fuerte, más consciente que la dictadura agoniza y como fiera herida arremete tratando de intimidar al pueblo. Por eso en este escrito dejo mi legado, mi esencia, mis convicciones bien claras, por si mañana me muero, por si la soberbia de los dictadores me condenan, con el fin de debilitar mi espíritu, mis ideales. Por eso hoy más que nunca lo dejo claro, y me despido mencionando el sueño de todos los cubanos: PATRIA, VIDA Y LIBERTAD».
Unos días antes, el 6 de enero, en una breve conversación telefónica, Valle Roca le había dicho a Eralidis que solo muerto lo montarían en un avión y que no iba a acceder a chantajes. Yuri, nieto de Blas Roca, líder del Partido Socialista Popular, organización comunista en la Cuba republicana, y posteriormente un peso pesado en la dictadura castrista, fue arrestado por la policía política el 15 de junio de 2021, un día después que filmara el momento en que se distribuían octavillas en una calle habanera con pensamientos de Martí y Maceo. Siete meses después, el editor del sitio digital Delibera.org, continúa preso sin ni siquiera ser presentado a juicio. Y al igual que a otros periodistas anticastristas, oficiales de la Seguridad del Estado les han propuesto salir definitivamente de Cuba a cambio de su libertad.
La estrategia del régimen contra la oposición pacífica pasa por el no reconocerla y negarse a cualquier tipo de diálogo. Cuba es el único país del hemisferio occidental donde ser opositor es un delito. Están en vigor leyes que condenan a disidentes y periodistas a más de veinte años de cárcel e ncluso la pena de muerte. Fidel Castro manejó el presidio político con doble intención. Intimidar al pueblo y utilizar a los presos políticos como monedas de cambio en sus negociaciones con mandatarios extranjeros. Raúl Castro cambió de táctica. Mantuvo la represión y prohibiciones a los activistas disidentes. Pero, salvo excepciones, optó por las detenciones exprés.
Esa artimaña, acompañada por una tímida reforma económica, le permitió alcanzar un acuerdo histórico con Barack Obama. El 17 de diciembre de 2014, Estados Unidos restableció relaciones diplomáticas con la Isla y comenzó a desmontar el embargo económico, comercial y financiero. Pero el miedo a perder sus privilegios fue determinante para que la dictadura cubana diera una vuelta de timón a la política de distención. El elegido por Castro II, Miguel Díaz-Canel, un gris tecnócrata, apostó por el continuismo, por no cambiar nada y por la adoración al difunto Fidel Castro. Todo al más puroestilo gatopardiano. Sus métodos en contra de la oposición, a medida que aumentaba el descontento popular, se tornaron más agresivos.
Luis Manuel Otero Alcántara, un artista visual fundador del Movimiento San Isidro, un grupo de jóvenes intelectuales contestatarios, fue el fósforo que prendió la mecha. Sus performances, huelgas de hambres y directas en las redes sociales le hicieron ganar miles de seguidores en el país. Y en el bariada pobre y mayoritariamente negra y mestiza de San Isidro, Habana Vieja, era visto como un líder. La dictadura no le puede perdonar a Otero ni a Maykel Osorbo desafiarlos en plena calle cantando Patria y Vida a coro con una muchedumbre del barrio. El propósito ya no era contener a la disidencia. El plan ahora era aniquilar, en la medida de lo posible, a los activistas y periodistas independientes más incómodos.
Desde 2020 comenzó a aplicarse prisión domiciliaria a un grupo de comunicadores. Transgrediendo la ley, las autoridades obligaron a permanecer en sus viviendas a reporteros como Iliana Hernández, Abraham Jiménez Enoa, Héctor Luis Valdés Cocho, Yoe Suarez, Camila Acosta y Luz Escobar, entre otros. La escalada represiva fue en aumento. El 30 de abril una docena de jóvenes que se dieron cita en la calle Obispo, para juntos ir dirigirse a la casa Otero Alcántara, que en ese momento estaba haciendo una huelga de hambre, fueron violentamente reprimidos y detenidos. Después de varios días sin poder salir de la vivienda donde se encontraba viviendo, el 18 de mayo apresaban a Maykel Osorbo. En junio, unos días después del arresto de Yuri, detenían al artista Hamlet Lavastida, quien regresaba a Cuba tras una estancia académica en Alemania. A Hamlet, como a Yuri, lo mantuvieron varias semanas en los calabozos de Villa Marista, cuartel general de la Seguridad del Estado.
Un día sí y otro también, agentes de la Seguridad del Estado citaban a periodistas libres incumpliendo las medidas de confinamiento impuestas por la pandemia. El domingo 11 de julio fue un parteaguas. En más de 60 localidades, miles de cubanos salieron a las calles exigiendo libertad y democracia. La ola represiva subió la parada. Se aprobó una nueva ley de censura y aumentó el acoso contra decenas de activistas. Más de 1,300 ciudadanos que espontáneamente salieron a protestar contra el régimen fueron detenidos: 48 de ellos serían procesados en juicios sumarios; 204 en juicios ordinarios; 140 de los detenidos enfrentan cargos de sedición y 14 menores de edad continúan encarcelados.
Varios periodistas independientes que han cubierto esos eventos han sido amenazados por la policía política, también aquellos más activos en redes sociales. Debido a las presiones de la Seguridad del Estado más de veinte periodistas sin mordaza se han visto obligados a emigrar en los dos últimos años. Algunos, como Héctor Luis Valdés Cocho y Esteban Rodríguez, fueron forzados a marchar al destierro. En el caso de Rodríguez, como en el de Lavastida, al encontrarse presos, la negociación fue simple: te marchas de Cuba o te sancionamos a largas condenas de privación de libertad. Otros que debido a las amenazas y el clima represivo han decidido abandonar el país se encuentran el rapero Denis Solís y el científico Oscar Casanella, los dos vinculados al Movimiento San Isidro, y Orelvys Cabrera, periodista de CubaNet. La última desterrada es la historiadora de arte Carolina Barrero, una de las jóvenes más solidarias y valientes dentro del activismo político en Cuba.
Además de los actos de repudio, auténticos linchamientos verbales de corte fascista, otra de las variantes que bajo el mandato de Díaz-Canel se pusieron de moda, fueron los asesinatos de la reputación. Amanuenses y voceros del régimen se han dedicado a desacreditar en los medio estatales a opositores, artistas y periodistas independientes. Las descalificaciones van desde groserías y calumnias hasta amenazas de muerte.
Hace un año, el portal oficialista Cubadebate incitó a la violencia al publicar una frase que en alusión a los disidentes decía «Al machete, que son pocos». Hace poco, Cubadebate reprodujo una nota publicada originalmente por la web procastrista Cubainformación, radicada en el País Vasco y que recibe susidio de la Unión Europea, con acusaciones a la periodista Camila Acosta y la activista Saily González. El artículo, titulado, ¿Debe Cuba castigar la propaganda que alienta el bloqueo?, incitaba a reprimirlas.
Desde 2020 el régimen cubano ha redoblado el hostigamiento contra los opositores pacíficos. En 2021 la represión rompió todos los récords. Más de 800 presos políticos y a más de un centenar de activistas se les prohíbe viajar al extranjero. La nueva herramienta de intimidación es canjear la prisión por el exilio. De momento, Lázaro Yuri Valle Roca, Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Osorbo se resisten al destierro forzado.
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