Una de las escenas de 'Flee', nominada a tres Oscar
La historia de un refugiado afgano homosexual supera las fronteras de la animación y el documental en los Oscar
‘Flee’ ha hecho historia aspirando al Oscar simultáneamente en tres categorías: mejor película internacional, mejor documental y mejor animación. Este cóctel de formato y géneros lo siguen otros filmes como ‘My Sunny Maad’
Flee, la historia de un refugiado afgano homosexual que huye de los talibanes, marca un hito con su nominación al Oscar en tres categorías: mejor película internacional, mejor documental y mejor animación. My Sunny Maad ganó, al igual que Flee, uno de los principales galardones en la última edición del Festival de Annecy, meca del cine animado, y aspiró también este año al Globo de Oro con la historia biográfica de una mujer en Afganistán contada, como se diría vulgarmente, con dibujitos. Y ambos títulos no son más que la punta de un iceberg muy profundo con títulos como Vals con Bashir (2008), Never Like the First Time (2006), Persépolis (2007), Josep (2020) o incluso Las golondrinas de Kabul (2019). Todas ellas son películas que han utilizado la técnica de la animación, habitualmente apartada o incluso desdeñada como algo “para niños”, para contar historias de contenido documental y con una fuerte carga social.
Fue en la animación donde el ahora candidato Jonas Poher Rasmussen encontró lo que necesitaba para desarrollar la historia que llevaba 20 años queriendo contar. Como muchos otros chavales, le gustaban los dibujos animados. Pero estaba todavía más fascinado con uno de sus amigos, al que apoda Amin. Quizás le atrajo su colorido atuendo en medio del gris danés cuando llegó a Dinamarca como refugiado sin su familia a los 16 años. O tal vez fue su origen afgano. Sintió curiosidad, sobre todo, por lo que no contaba el que acabó siendo su mejor amigo sobre esos cinco años desde que huyó de Kabul tras la llegada del régimen talibán en los ochenta; de su precaria subsistencia en una Unión Soviética que no le recibió con los brazos abiertos; de su marcha en solitario a Dinamarca. Y su aún más solitaria homosexualidad dentro de la comunidad musulmana. Durante 20 años, Rasmussen quiso contar la historia de su amigo, en podcasts o documentales como los que hacía en su vida profesional, pero Amin se negaba. “Sabía que lo tenía que contar en algún momento, pero no estaba preparado. Cuando le propuse contarlo en animación se sintió seguro”, recuerda el realizador.
Flee ha llegado a los Oscar tras haber ganado premios en festivales de cine generalistas, en aquellos orientados a un cine con conciencia, en muestras documentales, de animación, en citas enfocadas en los refugiados y defensores del colectivo LGTBI+. Un documental animado basado en 15 horas de grabación con Amin, el único nombre falso de una película que destila en dibujos una realidad ahora cotidiana y donde su testimonio es el corazón de la historia.
Rasmussen se ríe de las vueltas de la vida. Por mucho que le guste la animación sería incapaz de dibujar así su vida dependiera de ello. “Me sentí como en Bambi, cuando intenta andar sobre el hielo”, recuerda de su trabajo con unos 150 profesionales de la animación en los cerca de ocho años que le llevó esta producción. Lo primero fueron esas grabaciones donde, utilizando técnicas aprendidas en la radio, hizo que su amigo hablara tumbado, cerrando los ojos, muy despacio y recreando todos los detalles que le vinieran a la cabeza mientras contestaba a las preguntas de Rasmussen. “De la animación, no solo le gustó el anonimato sino también que su infancia volvía a la vida, a lo que fue Afganistán en los ochenta, algo más difícil de conseguir en otros medios”, comenta.
Para Rasmussen, Vals con Bashir, nominada al Oscar y ganadora del Globo de Oro como mejor película en lengua extranjera, fue la que marcó un antes y un después en la animación como forma de contar historias para todos los públicos, no solo a niños. “El trabajo de Ari Folman sobre su experiencia en la guerra del Líbano me enseñó que se podían hacer documentales animados”, recuerda de su principal inspiración.
En el caso de My Sunny Maad, el camino fue el inverso. “Para mi primer largometraje buscaba algo que no fuera una historia típica en animación. Mi reto era hacer una película realista, nada infantil, dirigida al público general y no solo a los fans de este género. Y cuando leí Frista me encantó”, recuerda Michaela Pavlátová, animadora checa que quiso salirse de lo que llama “la burbuja de la animación” con este filme inspirado en la novela de Petra Procházková donde cuenta su experiencia como mujer checa que se muda a Kabul tras enamorarse de un afgano. “Fue una coincidencia encontrarme en Annecy con Flee, mi película favorita del año, las dos centradas en Afganistán sin que nos conociéramos”, se ríe la realizadora, candidata al Oscar en 1993 a mejor cortometraje animado con Reci, reci, reci...
Tanto Pavlátová como Rasmussen se sienten satisfechos con su labor, rompiendo barreras artísticas para encontrar la mejor forma de narrar su historia olvidándose de la técnica. Más difícil es quitarse el síndrome de impostor. Especialmente en esta frívola temporada de premios que les toca vivir donde Rasmussen se siente un poco como uno de los pasajeros del crucero de lujo con el que se cruzó Amin en su peligrosa travesía como indocumentado. “Un poco y un mucho. Me sentí así incluso antes de la película, mientras me contaba su historia y yo me veía como uno de esos pasajeros que le sacaron fotos desde barco. Por eso lo que celebro con cada premio no es mi gloria personal, sino que más gente vea la historia”.
Espectadores como esa pareja dominicana que se le acercó al acabar una proyección en Nueva York para decirle que se habían visto retratados. O ese joven mexicano gay que concluido el pase en México le dijo que “durante hora y media le había hecho sentirse seguro”. Rasmussen no sabe a dónde irá desde aquí. Tiene en la cabeza dos proyectos, uno animado y otro con imágenes reales. Pavlátová es la más optimista. “Quizás sea muy inocente por mi parte y nunca llegarán al gran público, pero cada vez hay más gente que disfruta de la buena animación contando buenas historias”, dice segura de que seguirá en animación.
Rasmussen no es tan optimista a nivel político. “Al menos en los noventa, el estatus como refugiados les daba la bienvenida y les permitía empezar construirse una nueva vida. En la actualidad, la provisionalidad con la que son recibidos en el mejor de los casos no es la mejor forma de que se integren. No es la mejor bienvenida”, resume. Mientras, él seguirá el mejor consejo que ha recibido nunca para dedicarse a lo que le gusta, contando historias que necesitan ser contadas como la de su amigo o cualquiera de los Amin del mundo. “Vive barato si te quieres dedicar al cine. Asegurarte de que tu coste de vida es bajo. Un consejo muy honesto con el que puedo hacer lo que hago”.
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