Vasily Nebenzya, embajador de Rusia en la ONU
La paradoja de Rusia en Naciones Unidas:
Cuando el invasor preside el Consejo de Seguridad
Ningún embajador soviético o ruso había ocupado antes la presidencia del órgano ejecutivo de la ONU durante una crisis como esta y está dando lugar a situaciones estrambóticas como la del miércoles, en plena declaración de guerra.
MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO
Que Rusia presida este mes el Consejo de Seguridad de la ONU puede verse como una simple coincidencia o una grave paradoja: el agresor disfrazado de árbitro; el zorro cuidando el corral de las gallinas. También depara escenas peculiares. Mientras el ministro de Exteriores ucranio, Dmitro Kuleba, se dirigía el pasado miércoles a la Asamblea General, el representante permanente de Rusia ante la ONU, el embajador Vasily Nebenzya, presidía una reunión del máximo órgano ejecutivo… sobre Oriente Próximo. Para escuchar a Kuleba ocupó el asiento ruso un diplomático de menor rango. Por la noche, en la segunda reunión del Consejo en apenas 48 horas, saboteada por el anuncio del Kremlin de “una acción militar especial” en Ucrania, el anfitrión Nebenzya hubo de oír, impertérrito, toda clase de condenas, que se convirtieron en un dramático duelo cuando tomó la palabra su homólogo ucranio, Sergiy Kyslytsya. Victimario frente a víctima: la dramatización del conflicto.
Es una situación sin precedentes. Ningún embajador soviético o ruso ocupaba la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU durante crisis similares. En los cinco casos más parecidos (la revolución húngara en 1956; la Primavera de Praga, 1968; la invasión soviética de Afganistán, 1979; la guerra de Georgia, en 2008, y la invasión y anexión de Crimea en 2014), “la función principal del embajador soviético o ruso era vetar cualquier resolución o declaración que condenara las acciones de su país. Probablemente, esa seguirá siendo la principal tarea del embajador Nebenzya”, sostiene Ian Johnson, de la Universidad de Notre Dame (Indiana).
El presidente aprueba el orden del día de las reuniones, concede la palabra y decide el orden de votación de las enmiendas o resoluciones. “En teoría, debería recusarse si el asunto que se discute está directamente relacionado con el Estado que representa, pero esto ha sucedido muy raramente”, explica Johnson.
Dado el poder de veto de Rusia, uno de los cinco miembros permanentes de los 15 que componen el Consejo, las reuniones de urgencia del lunes y el miércoles no arrojaron ningún resultado concreto. Esgrima verbal, el habitual cruce de acusaciones y alguna intervención reseñable quedaron en nada, como suele pasar con las convocatorias relativas al conflicto israelo-palestino por el continuo veto de EE UU. Pero quien esperara algún beneficio o baza por parte de Rusia por su especial protagonismo, lo hizo en vano. “No está claro si ocupar la presidencia presenta alguna ventaja para Rusia en esta crisis. Nebenzya intentó celebrar la reunión del lunes a puerta cerrada. Pero aparentemente bajo presión de EE UU, admitió celebrarla públicamente”, añade el profesor de Notre Dame.
Tampoco debería verse premeditación en lo que es una simple coincidencia. “Dado que la presidencia rotatoria se determina a finales del otoño tras la elección de nuevos miembros, considero que no es creíble sugerir que los rusos vieron este turno como parte de su plan para invadir Ucrania, algo que podrían explotar a su favor. Aun así, cabe notar, ahora que la invasión está en pleno apogeo, la presidencia a partir del 1 de marzo [Emiratos Árabes Unidos] bien puede limitar el debate y la discusión sobre el tema”, sostiene George A. Lopez, profesor emérito de Estudios de Paz en Notre Dame.
La diplomacia, cuando se juega en el máximo foro de la ONU, es a veces algo más que lengua de madera. Dos momentos, pertenecientes cada uno de ellos a las reuniones del lunes y el miércoles, pasarán a la historia de la organización: el discurso del embajador de Kenia, Martin Kimani, alertando de los peligrosos estertores de imperios caídos (en alusión a la URSS), y la entereza de Kyslytsya el miércoles, minutos después de conocer la declaración de guerra del Kremlin, encarándose con su homólogo ruso.
“Creo que se ha exagerado la importancia de la presidencia rusa del Consejo; el presidente en realidad tiene poderes bastante limitados. Los rusos no pudieron impedir el debate, y eso fue vergonzoso cuando el embajador de Kenia pronunció un brillante discurso atacando el comportamiento imperialista de Moscú”, señalaba horas antes de la segunda cita Richard Gowan, experto en la ONU del International Crisis Group. Gowan, no obstante, concede algo de crédito personal a Nebenzya “por presidir la reunión de manera bastante profesional, especialmente cuando, parece, se está recuperando de un caso bastante desagradable de covid”. Nebenzya replicó brevemente a su homólogo ucranio el miércoles, no más que dos frases lacónicas sobre las intenciones de Moscú.
“Los rusos intentaron utilizar la reunión anterior del Consejo, el 17 de febrero, sobre los acuerdos de Minsk para acusar a Ucrania de incumplir sus obligaciones en el Donbás”, subraya Gowan. “Pero unos días después, Putin dinamitó los acuerdos de Minsk para siempre. Eso hace que parezca que el equipo ruso en Nueva York [ante la ONU] estaba siendo engañoso o bien no estaba informado de los planes de Putin”. Miembros del Consejo, como Kenia y Gabón, que se mostraron escépticos en un debate sobre Ucrania en enero, han cambiado de posición desde entonces y son severamente críticos con Rusia, subraya el experto. “Creo que Moscú está perdiendo la batalla por controlar la narrativa política sobre Ucrania en la ONU, pero la triste realidad es que Putin ignorará a la ONU, y lo que importa es el verdadero equilibrio de fuerzas en Ucrania, no los buenos discursos en Nueva York”. Unas palabras proféticas, confirmadas horas después.
“Hemos visto dos sesiones extraordinarias del Consejo, incluida esta noche [la del miércoles], con fuertes condenas del secretario general y de Estados miembros. Sí, el embajador ruso pronunciará afirmaciones grandiosas sobre la legalidad y los ‘objetivos limitados’ de su acción, pero Guterres y el Consejo no se lo creen. Moscú no podrá escapar a gran parte de estas críticas, a pesar de que “controla la pluma” [el relato]. Moscú está solo (a excepción de Bielorrusia, parece) en sus afirmaciones y acciones. Pero a Putin no parece importarle”, concluye Lopez.
Junto al discurso histórico del embajador de Kenia, para muchos el mejor escuchado en la ONU en años, y el tenso cara a cara de los diplomáticos ucranio y ruso, esta semana convulsa, también diplomáticamente hablando, ha dejado otra imagen para el recuerdo: Kyslytsya, esgrimiendo el lunes un papel que enfrentaba el texto de los decretos que Vladímir Putin firmó en vísperas de la invasión de Georgia en 2008 y, este lunes, para reconocer a las irredentas repúblicas del este de Ucrania: como dos gotas de agua. La historia se repite. Hungría, Praga, Afganistán, Georgia, Crimea. Y Ucrania.
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