Tres vagones exclusivos para mujeres: esta es la propuesta en estudio, a fin de detener los múltiples casos de acoso en el transporte público denunciados durante las últimas semanas. La medida ya fue implementada en países como México o Brasil y fue analizada con anterioridad en Chile (2017), siendo descartada por “no factibilidad en horarios punta”.
La idea ha generado debate entre quienes atienden la urgencia por detener el acoso callejero y quienes apuntan al presente político del país que vive un cambio de paradigma en el abordaje de la violencia de género que exigiría mayores esfuerzos para emprender esta tarea.
El Mostrador Braga conversó con la Coordinadora de ONU Mujeres Chile, María Inés Salamanca, y la representante de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, Lorena Astudillo, quienes evaluaron la medida y propusieron salidas a corto y largo plazo para erradicar la problemática.
En este contexto, la proposición ha tenido aceptación en la opinión pública, puesto que parece complejo impulsar medidas efectivas en el corto plazo. Lorena Astudillo toma los aprendizajes de la pandemia y cuestiona: “Yo preguntaría a todas las personas si hace dos años pensaban que una mascarilla o lavarse las manos 20 segundos podría salvarles la vida, y lo aprendimos de tanto que nos dijeron. Entonces, ¿por qué en el metro cuando una niña dice que fue agredida, entre todos no van y le dicen al agresor ‘no puede hacer esto’?”.
Por su parte, María Inés Salamanca estima que “son acciones que segregan, excluyen e impiden el libre desplazamiento de las mujeres en el transporte público. Si bien este tipo de medidas se consideran dependiendo del contexto de cada país y los niveles de gravedad, es importante mencionar que son medidas extremas ante la imposibilidad de impulsar otras acciones que puedan garantizar un mínimo de condiciones seguras y libres de violencia en el transporte público”.
La pertinencia de la medida
El llamado de la ministra de la Mujer y la Equidad de Género, Antonia Orellana, fue a sistematizar los casos con el fin de detectar los focos de mayor peligrosidad y, a partir de esto, proponer medidas a distintos plazos que erradiquen el problema. En esta línea, el Observatorio contra el Acoso ha cumplido una labor estadística que ha permitido dimensionar la gravedad del problema. “ONU Mujeres reconoce el gran trabajo del Observatorio posicionando esta temática en el país y levantando datos de casos de violencia sexual contra las mujeres y las niñas en los espacios públicos”, expresa Salamanca.
Y subraya que “es gracias a esta evidencia que sabemos que 9 de cada 10 mujeres declararon vivir alguna situación de violencia sexual en las calles. De estos, poco más de un tercio corresponde a casos en el transporte público. Adicionalmente, es importante considerar que un 71% declaró haber vivido una experiencia de acoso traumática, que en promedio ocurrió a los 18 años, sin embargo, se detectan casos de violencia desde los 10 años”.
Respecto de esta evidencia, la representante de ONU Mujeres estima que “la separación de los vagones no es la solución de fondo a la problemática. Es importante la señal simbólica que se da con esto desde la política pública, ya que esta medida no corresponde a un objetivo del ideal de sociedad en la que se espera vivir. Primero debemos promover una vida libre de violencia en todos los ámbitos, impulsando una transformación cultural que no normalice situaciones de agresión hacia las mujeres en los espacios públicos”, enfatiza.
En línea con este diagnóstico, desde la Red indican que en general las medidas que se toman son encerrar a las víctimas. “Nosotras apuntamos al cambio cultural; nos parece una muy mala medida que a quienes no acosan se nos meta en tres vagones. El punto es que hay hombres que acosan a niñas y mujeres, y esos acosadores van a tener que encerrarse con otros hombres hasta que aprendan que no pueden violentarnos y que las mujeres podemos usar libremente el espacio público. Esto tiene que repetirse en todas partes”.
Grado de aceptación ante la experiencia internacional
Pese al análisis, la medida ha sido bien recibida ante la urgencia de detener el impacto de los casos registrados y bajo el argumento de la experiencia internacional en países como México, Brasil o Japón, lo que la convertiría en una experiencia replicable. En este sentido, Astudillo expresa que “todos los modelos arcaicos que pretenden encerrarnos a nosotras, que somos la mitad de la población, no funcionan, no tienen sentido. Si nosotras no somos peligrosas, ¿por qué pretenden encerrarnos? El modelo fue utilizado en México y vimos cómo se siguen manifestando las feministas mexicanas en contra del acoso, entonces, hay que preguntarse si en ese escenario el modelo funcionó o no. Pareciera que si te subes al vagón mixto es porque quieres que te acosen, por lo tanto, este modelo ya fracasó”.
Observando otros modelos, Salamanca establece que “analizando la experiencia internacional de países que son parte del Programa Ciudad Segura de ONU Mujeres, vemos por ejemplo países como Irlanda que han implementado nuevas iniciativas de seguridad en el transporte donde se consideran campañas para la educación pública y talleres de sensibilización para hombres y niños”.
Y aporta más experiencias, “otros innovadores enfoques de género en el trasporte público a nivel regional consideran la implementación de oficinas de denuncia y apoyo a las sobrevivientes de acoso en el metro, aplicaciones de teléfono móvil para facilitar la notificación inmediata de incidentes y, lo que es fundamental, programas de capacitación para funcionarios y funcionarias para ayudar a sobrevivientes de acoso y otras formas de violencia sexual”.
Propuestas desde las organizaciones de mujeres y feministas
Para ambas organizaciones, las medidas que buscan separar el libre desplazamiento de las mujeres en los espacios públicos no parece una plausible y no asegura cambios en el largo plazo. Por lo tanto, a su parecer, los esfuerzos deben concentrarse en campañas de sensibilización, prevención, educación y cooperación ciudadana.
A corto plazo, Lorena Astudillo considera que “transversalmente” todas las medidas deben entender que es un derecho humano vivir una vida libre de violencia. Hay que reconocer que las mujeres nos sentimos seguras estando juntas”, destaca. Sin embargo, “hoy nos dicen que las mujeres tenemos que meternos a presión en tres vagones del metro. Nos parece que no podemos seguir normalizando que los hombres no se controlen y, en último caso, si decidieran llevarla a cabo, los tres primeros vagones debieran ser para los hombres”.
Respecto de las soluciones a largo plazo, Astudillo agrega que “es difícil saber lo que hoy está pensando el ministerio respecto de este tema. Si bien nosotras conocemos a la ministra y confiamos mucho en su criterio, también sabemos que esto es parte de acuerdos políticos y ahí hay una separación en torno a las disposiciones que se emprendan para erradicar la violencia de género”.
Por su parte, María Inés Salamanca comenta las recomendaciones de ONU Mujeres: “A partir de la experiencia con el Programa Global Ciudades Seguras para mujeres y niñas, siempre será mejor promover acciones de prevención y erradicación de violencia a partir de cambios culturales en el largo plazo. Campañas como ‘Tolerancia Cero al Acoso’ son muy efectivas para alcanzar esos cambios, sin embargo, las medidas segregadoras no corresponden a un equivalente de esta medida”, explica.
Para finalizar esta entrevista, Astudillo releva la importancia de convocar a las organizaciones de la sociedad civil y señala que “nos parece que habría que escuchar todas las propuestas que ya se han hecho desde los movimientos de mujeres y feministas, como, por ejemplo, comenzar a implementar la educación no sexista, la eliminación de estereotipos y eso implica intervenir en la publicidad, en los medios de comunicación, dando directrices sobre cómo eliminarlos. Nos parece que la paridad, más que ser numérica, es de contribución y ese avance a largo plazo puede ser importante”.
Y desde ONU Mujeres, Salamanca expresa que “hacemos un llamado al compromiso de toda la sociedad en la prevención y erradicación contra la violencia hacia mujeres y niñas. Los hombres deben ser también agentes de cambio en el proceso de garantizar el derecho a una vida libre de violencia basada en el género. Por lo tanto, para alcanzar ciudades más seguras para mujeres y niñas, toda la sociedad debe ser parte de esa estrategia. Los cambios culturales para lograr ese objetivo los hacen todos y todas”, cierra.