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General: Colombia: Estás libre de demonios y de homosexualidad
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 13/05/2022 14:38
'Estás libre de demonios y de homosexualidad': 
Sanando las heridas de las terapias de conversión en Colombia
El partido Alianza Verde lleva al Congreso un proyecto de ley que busca tipificar como delito estas prácticas comúnmente aceptadas.
 
LUCIA FRANCO
Andrés tiene 20 años hoy. A los 12 años se sometió a una terapia de conversión para dejar de ser homosexual en la Iglesia Misión Paz a Las Naciones de Cali, institución a la que pertenece el candidato presidencial colombiano John Milton Rodríguez. A pesar de todo el tiempo transcurrido, recuerda claramente lo que le hicieron: “Fue un exorcismo para sacarme el demonio de la homosexualidad que llevaba dentro”.
 
El ritual de liberación, como lo llamaban en la congregación, se llevó a cabo en una casa rural en las afueras de la ciudad. Allí, media docena de hombres agarraron a Andrés por las extremidades mientras le apretaban el estómago y repetían una y otra vez la misma frase: “Te soltamos. Eres libre de todos los demonios y la homosexualidad. Renuncia al pecado que no te deja vivir para alabar a Dios”. “Intentaba mover los brazos y las piernas, pero no podía. Me senti muy mal. Yo era muy pequeño, y todos los hombres eran mayores, eran muy fuertes”, recuerda Andrés, quien dice que estos rituales estaban reservados solo para drogadictos, alcohólicos y homosexuales.
 
Una de cada cinco personas LGBT ha realizado algún tipo de terapia de conversión en Colombia, y entre las personas trans la proporción es de una de cada tres, según un informe de la fundación Thomson Reuters. “Uno de los problemas es que la mayoría de las personas que han sufrido este tipo de torturas o abusos no saben que lo que están experimentando en realidad es una terapia de conversión, porque no se promueve abiertamente y estos centros no se dedican exclusivamente a esto. prácticas, por lo que estos datos podrían ser mucho más alarmantes”, explica Juan Felipe Rivas, de la ONG Colombia Diversa.
 
En Colombia, estas erróneamente denominadas “terapias” —carecen de todos los certificados de instituciones psicológicas oficiales que permitan ser consideradas como tales— son legales. Esto significa que, a los ojos de la ley, no es un delito tratar de dirigir por la fuerza la orientación sexual de una persona a través de oscuros rituales de naturaleza mística, utilizando la fuerza física, amenazas o malos tratos.
 
La organización internacional All Out ha lanzado una campaña que ha recogido 48.000 firmas para prohibir estas prácticas. El martes pasado, el partido de centro Alianza Verde, en cooperación con el diputado Mauricio Toro, llevó al Congreso colombiano un proyecto de ley que busca proteger a las personas LGBTQ de ser víctimas de la terapia de conversión: “Proponemos prohibirlos en Colombia, así como se ha realizado en Francia, Canadá, Chile y Ecuador, entre otros. Este es un mandato, no solo para los 40.000 ciudadanos que lo firmaron, sino para los cientos de personas diversas, que no deben temer porque no hay nada que curar.
 
El proyecto de ley prohíbe explícitamente a cualquier persona ofrecer, publicitar y practicar cualquiera de estas terapias, así como buscar lucrar con ellas. Además, prohíbe la asignación de fondos públicos para la práctica y promoción de los mismos. Alberto de Belaunde, vocero de OutRight International, explica que encontraron inspiración para el borrador en Ecuador y Argentina . El jefe de campaña para América Latina de All Out, Andrés Forero Ordóñez, dijo que las terapias de conversión son una forma de tortura. “Lo mínimo que deben hacer los gobiernos es prohibirlos y sancionar a quienes los ejercen. Son prácticas que se basan en la idea completamente equivocada de que estas personas están enfermas”.
 
La vicepresidenta de la Asociación Colombiana de Psicólogos, Blanca Ballesteros, explicó que los pensamientos suicidas, la depresión y la ansiedad son solo algunas de las muchas consecuencias que pueden desarrollar las víctimas de estos procedimientos.
 
Para Danne Aro, directora de la Fundación GAAT (Grupo de Acción y Apoyo a las Personas Trans), una de las mayores barreras a la hora de hablar de este tipo de terapias es que el tema está muy estandarizado. “Las contamos como anécdotas entre amigos, pero cuando lo piensas, en realidad es muy grave porque estamos hablando de tratar de convertir a alguien en algo que no es. En mi caso, se me negó la posibilidad de tener un vínculo espiritual”, explica Aro, cuyos padres la apuntaron a un programa de terapia de conversión cuando supieron que era una mujer trans.
 
Ahora, tras un largo proceso de curación y horas y horas de charlas informativas con sus allegados, Aro ya es capaz de hablar de ello con su familia con cierta normalidad. “Hoy recuerdan cómo me llevaron allí y me hicieron un exorcismo”, dice.
 
La experiencia fue especialmente traumática: “Me sometí a todo tipo de pruebas para saber qué me pasaba. Revisaron mis niveles hormonales y me preguntaron si me habían violado cuando era pequeña. En algunos centros religiosos hacían exorcismos y procesos de sanación para eliminar la influencia que me hacía ser diferente o una persona con orientación sexual no heterosexual”.
 
Cuando Sergio tenía 14 años le pasó lo mismo. Sus padres lo llevaron a un psicólogo cristiano que le preguntó si alguien lo había violado cuando era niño. No era su caso, pero es una pregunta recurrente en este tipo de sesiones. Sergio recuerda que el psicólogo le dijo que sus padres estaban dispuestos a internarlo si no aceptaba la terapia: “Te vas a hacer una terapia de electroshock. Te van a mostrar fotos de hombres desnudos y te van a dar sustos hasta que tu cuerpo acepte que eso no es normal, que no te pueden gustar”. Como en muchos otros casos, aterrorizado de que sus padres lo pasaran mal por su culpa, accedió a la terapia de conversión.
 
Óscar no solo se vio obligado a convertirse, sino que también se convirtió en el líder de la comunidad cristiana donde debía convertir a otros hombres como él. “Mi pastor me dijo un día que había tenido una revelación de Dios y que sabía que yo era homosexual. Después supe que fueron otros asistentes a la misa quienes se lo habían dicho”. El pastor le ofreció ir a un lugar donde hacían terapia de conversión a los 15 años: “Acepté porque me dejé convencer de que algo andaba mal conmigo y estaba cometiendo un pecado”.
 
Fue a un curso llamado Aguas Vivas donde al final lo certificaron como ex-gay. “A partir de ahí, yo mismo comencé a dirigir ese curso. Le dije a docenas de hombres como yo que eran pecadores”. Les hizo confesar y aceptar que alguien había abusado de ellos para justificar su homosexualidad, para encontrar una justificación. “Me sometí a una terapia de conversión y luego traté de hacer lo mismo con los demás”. Óscar se convirtió en un guía implacable: “Los obligaba a dejar el sexo y la masturbación, y si tenían sueños homoeróticos los castigaba”. Con esto, esperaba que siguieran su mismo camino para lograr lo que habían logrado con él en su día: que la culpa venciera al deseo.
 
Para su congregación, la transformación de Oscar nunca fue suficiente. Su confianza en la comunidad comenzó a desmoronarse cuando amenazaron con echarlo después de asistir a una marcha a favor de los derechos LGBTQ como parte de su trabajo en la Alcaldía de Medellín. Después, debía hacer una lista de las personas con las que había tenido relaciones sexuales para pedirles perdón. Según su pastor, esta era una práctica restaurativa. Pero, poco a poco, Óscar empezó a distanciarse de ese hombre. Después de cinco años, dejó su comunidad lamentando el daño que se había hecho a sí mismo ya otros hombres.
 


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