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De: SOY LIBRE (Mensaje original) |
Enviado: 27/05/2022 16:12 |
Neozarismo del Siglo XXI (I)
Este trabajo aparecerá en tres partes
Por siglos, la explotación, el crimen, los abusos y todo tipo de violaciones a los derechos humanos han cobrado la vida de decenas de millones de ciudadanos rusos y de las repúblicas que una vez formaron parte de la extinta Unión Soviética.
Desde las guerras de rapiña del zarismo, pasando por la espantosa época comunista del estalinismo, mucho más despiadado y cruel que el anterior, hasta el fenómeno actual de un gobierno surgido de las cenizas que dejaron más de setenta años de dictadura totalitaria, esa desafortunada región euroasiática retorna al punto de partida de su tenebrosa pesadilla histórica.
Mucho antes de la injustificada invasión a Ucrania por parte de las tropas rusas. Los oligarcas que se apoderaron de las principales riquezas del país, atornillando en el poder a las figuras que mejor convenían a sus intereses, iniciaron el camino a la completa dominación neozarista.
Vladimir Putin, que ha cumplido ya 23 años en el poder, ha sido la persona que más tiempo ha gobernado Rusia desde la Revolución de Octubre, solo superado por Stalin. Su popularidad comenzó principalmente debido a sus acciones durante la segunda guerra chechena, en la que fue percibido por parte de la ciudadanía como un individuo fuerte que estaba “retomando el control” de Moscú sobre la República de Chechenia, y esto fue visto como un resurgimiento del poderío del Estado ruso. Chechenia se había escindido de facto de Rusia tras la caída de la URSS, hasta que Moscú decidió recuperar el control de la república norcaucásica en dos guerras (1995-96 y 1999-2009).
Una de las razones por las que el Estado ruso no colapsó en la década de 1990, coinciden los expertos, fue por la existencia de un acuerdo entre Yeltsin, sus aliados políticos y los oligarcas. Logrando alcanzar cierto equilibrio que permitía la coexistencia de todas las partes. Pero al convertirse en presidente de la Federación, Putin anunció que ese trato se convertiría en cosa del pasado. El líder permitiría a los oligarcas conservar la riqueza que amasaron en los años 90, pero ya no podrían involucrarse en cuestiones políticas. Para Putin, la política rusa estaba exclusivamente en sus manos.
Sin embargo, Mijaíl Khodorkovski, el principal oligarca del país, no estaba de acuerdo con esta visión. Se trataba del hombre más pudiente de Rusia y uno de los más ricos del mundo, según la revista Forbes, pero gran parte de su poderío económico se evaporó de la noche a la mañana tras ser acusado por el gobierno de Putin de evasión de impuestos y fraude durante la década de los 90.
Putin y su círculo le pasaron la cuenta. Lo arrestaron y le confiscaron sus bienes, entre los cuales se encontraba Loukos, que era entonces una de las compañías petroleras más grandes en todo el mundo. Se trató de un momento importante que explica cómo el mandatario ha logrado estar en el poder durante tanto tiempo.
El incidente de Khodorkovski se convirtió en una especie de vitrina que tuvo un efecto escalofriante sobre otros oligarcas que entendieron lo que podría pasarles si tomaban el mismo camino.
En septiembre de 2004, un grupo de hombres y mujeres enmascarados, armados con cinturones explosivos, irrumpieron en la Escuela Número Uno de Beslán, en Osetia del Norte, abriendo fuego en el momento en que terminaba una ceremonia que marcaba el comienzo del año escolar. Tomaron como rehenes a alrededor de 1.000 personas —entre alumnos y maestros— y tras más de 50 horas de secuestro, la operación culminó con 331 personas muertas, 186 de ellas niños. Putin utilizó maquiavélicamente el episodio en la escuela de Beslán para poner fin a la elección directa de gobernadores en las regiones rusas.
Ese evento daba continuidad a la segunda guerra chechena. Cuando Putin se convirtió en presidente su objetivo siempre fue el de mostrar una imagen de hombre fuerte que garantizaría el control de Moscú sobre la República de Chechenia. Pero el incidente de Beslán fue un intento de desafiar ese control en la medida en que los actores paramilitares involucrados pedían independencia, secesión y el fin del control de Moscú en esa zona. Putin lo vio como un ataque directo a su pretensión de ser un líder fuerte y también que no había hecho lo suficiente para centralizar el poder dentro de la Federación de Rusia. Era él quien tenia que tener control. No podía ser desafiado. Y si alguien se atrevía a desafiarlo, las cosas no iban a terminar muy bien para esa persona o para ese grupo de personas.
Bajo su gobierno se produjeron las intervenciones militares no solo en las antiguas repúblicas soviéticas de Chechenia, Georgia, Kirguizistán, Ucrania, Moldavia, sino también en Siria y otras naciones africanas que solicitaron a los mercenarios rusos del Grupo Wagner controlado por el Kremlin.
Hasta la invasión del 24 de febrero de 2022, todo resultaba un paseo para las huestes rusas. Tanto Putin como la mayoría de los analistas militares alrededor del planeta calculaban que el gobierno ucraniano colapsaría en 72 horas después de iniciada la invasión. Incluso así lo declaró frente al congreso norteamericano el general Mark A. Milley, jefe del Estado mayor Conjunto de Estados Unidos.
Para sorpresa de todos, el paseo que esperaba el presidente ruso se convirtió en un sorpresivo camino del infierno. La resistencia, el valor y el heroísmo de los ucranianos le demostró al mundo la fortaleza y el poderío de la razón contra la barbarie y el crimen.
Uno a uno fue fracasando los planes de los invasores, dejando sobre los campos de batalla millares de muertos y equipos de combate de todo tipo. El desastre de las operaciones militares rusas demostró claramente no solo la errónea apreciación de Putin sobre la voluntad de luchar de los ucranianos y la mala planificación de los jefes principales sino también la desmoralización de sus tropas que fueron factores clave en la debacle sufrida.
Después de dos meses y medio de encarnizados combates las fuerzas rusas han quedado tan diezmadas que ya las operaciones ofensivas se han ralentizado de tal manera que no tienen posibilidad alguna de cumplir los objetivos propuestos.
Por lo tanto, cuál podría ser el último recurso que puede tomar el presidente ruso para salirse de tan engorrosa situación que él mismo creó y que de extenderse indefinidamente pueda costarle el poder que tan férreamente ha mantenido.
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NEOZARISMO DEL SIGLO XXI
GUERRA DE PUTIN CONTRA UCRANIA
Putin probablemente tenga la intención de anexar los territorios ocupados el sur y el este de Ucrania directamente a la Federación Rusa en los próximos meses. Es probable que luego declare, directa o indirectamente, que la doctrina rusa que permite el uso de armas nucleares para defender el territorio ruso se aplica a esos territorios recién anexados.
Tales acciones amenazarían a Ucrania y sus aliados occidentales con un ataque nuclear si continúan las contraofensivas ucranianas para liberar el territorio ocupado por Rusia. Putin puede estar convencido que la amenaza o el uso de armas nucleares restauraría la disuasión rusa después de que su desastrosa invasión destruyera las capacidades disuasorias convencionales de Rusia.
El cronograma de Putin para la anexión probablemente dependa de la medida en que entienda el estado degradado del ejército ruso en Ucrania. El ejército ruso aún no ha logrado los objetivos territoriales declarados de Putin de asegurar todas las provincias (óblasts) de Donetsk y Lugansk y es poco probable que lo haga. Si Putin logra entender su debilidad militar, es probable que apresure la anexión e introduzca la disuasión nuclear rápidamente en un intento de retener el control del territorio ucraniano que Rusia ocupa actualmente.
Si Putin cree que las fuerzas rusas son capaces de avances adicionales, es probable que retrase la anexión con la esperanza de cubrir más territorio con ella. En ese caso, su pobre liderazgo y las contraofensivas ucranianas podrían conducir al ejército ruso hacia un estado de colapso.
Putin también podría intentar mantener los ataques rusos mientras moviliza fuerzas adicionales. Podría retrasar el anuncio de la anexión por mucho más tiempo en este caso, esperando hasta que llegaran los refuerzos para ganar más territorio para anexar. A Ucrania y sus aliados occidentales les queda una estrecha ventana de oportunidad para apoyar una contraofensiva ucraniana en el territorio ucraniano ocupado antes de que el Kremlin se anexione ese territorio.
Ucrania y Occidente también deben desarrollar un plan coherente para responder a cualquier anexión y a la amenaza de ataque nuclear que pueda seguirla. Las consecuencias políticas y éticas de una ocupación rusa de larga duración en el sureste de Ucrania serían devastadoras para la viabilidad a largo plazo del Estado ucraniano. Los intereses vitales de Ucrania y occidente requieren el apoyo urgente de Occidente para una contraofensiva ucraniana inmediata.
Putin probablemente tenga la intención de anexar directamente a la Federación Rusa en los próximos meses el sur y el este de Ucrania ocupados para consolidar su control sobre estos territorios y posiblemente disuadir los contraataques ucranianos. El Kremlin probablemente planee anexar gran parte del territorio ucraniano actualmente ocupado por las fuerzas rusas, incluyendo partes de los óblasts de Kherson y Zaporizhia en el sur y las áreas de los óblasts de Donetsk y Lugansk en el este que las fuerzas rusas y sus representantes controlan. Moscú también puede anexar otros estados proxy del Kremlin como Osetia del Sur (en Georgia) y Transnistria (en Moldavia).
Ese establecimiento de condiciones incluye reemplazar los medios locales con medios de comunicación administrados por el Kremlin, instalar redes rusas de Internet y comunicaciones, hacer la transición forzosa de las economías locales al rublo ruso, secuestrar, ejecutar y reemplazar a los funcionarios ucranianos locales con colaboradores rusos, y probablemente perseguir y eliminar a los activistas contra la ocupación y a los guerrilleros que ya actúan en la retaguardia rusa de varias regiones.
Las atrocidades rusas contra civiles ucranianos son parte de los métodos tradicionales establecido por el Kremlin para obtener el control sobre las áreas ocupadas.
El Kremlin ya no oculta sus intenciones de anexar áreas de la Ucrania ocupada. El secretario de Rusia Unida, el partido político de Putin, visitó Kherson el 6 de mayo y anunció que “Rusia está aquí para siempre”.
El subdirector de la Administración Civil-Militar de Kherson, Kirill Stremousov, nombrado por Rusia, anunció el 11 de mayo que Kherson desarrollaría un marco legislativo para unirse a Rusia a fines de 2022 y renunciaría por completo a un referéndum público después de los informes de que las autoridades de ocupación rusas se estaban preparando para un referéndum fraudulento de independencia en Kherson.
Agregó también que la comunidad internacional no reconocía el referéndum (amañado) de Rusia sobre la anexión de la península de Crimea después de que las fuerzas rusas invadieran y capturaran ese territorio ucraniano en 2014, y que, por lo tanto, un referéndum de Kherson no era importante. Stremousov dijo claramente lo que los rusos han tratado de ocultar: Rusia se anexionará Kherson a pesar de la amplia oposición local a la anexión.
La declaración de Stremousov muestra que el Kremlin probablemente se da cuenta de que cualquier intento de llevar a cabo un “referéndum” en Kherson se encontraría con una resistencia generalizada incluso después de meses de brutalización e intimidación rusa de la población local. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, no contradijo a Stremousov en una conferencia de prensa el 11 de mayo, afirmando que la anexión rusa de Kherson “debe tener un trasfondo legal absolutamente claro, justificado y ser absolutamente legítimo, como fue el caso de Crimea”, pero explícitamente no mencionó un referéndum. El jefe regional de Kherson, Volodymyr Saldo, nombrado por Rusia, dijo el 9 de mayo que “si la Federación Rusa está aquí, entonces todo el conjunto de leyes, la estructura y la construcción del poder serán precisamente rusas”. Dijo, además, que esperaba que “se creara algún tipo de distrito federal [ruso], que incluiría las regiones de Crimea,Kherson, y Zaporizhia”, aunque el Kremlin no está obligado a administrar un óblast de Kherson anexionado de esta manera y contraviene regularmente las expectativas declaradas de sus otros representantes.
El Kremlin tiene muchos modelos para la gobernanza de los territorios anexionados basados en el complejo y variado sistema federal de Rusia. Los territorios ocupados podrían incorporarse como óblasts (la unidad administrativa aproximadamente análoga a los estados estadounidenses que comprenden la mayor parte de Rusia), repúblicas (como la península de Crimea anexionada ilegalmente), ciudades federales (como las dos ciudades principales de Rusia, Moscú y San Petersburgo, y la ciudad y la base naval de Sebastopol), o una estructura organizativa completamente nueva.
El Kremlin también podría optar por convertir primero los territorios ocupados en “repúblicas populares” como un paso intermedio, u ofrecer un camino gradual hacia la anexión. Es imposible pronosticar actualmente qué camino hacia la anexión probablemente seguirá el Kremlin, pero los recientes comentarios oficiales rusos señalados anteriormente sugieren que la anexión directa es actualmente la más probable. La ola de anexiones planeada por el Kremlin también podría incluir territorios de poder fuera de Ucrania. El recién elegido líder de Osetia del Sur, una de las dos regiones de poder ruso en Georgia, creada y defendida por el ejército ruso durante y después de la invasión rusa de Georgia en 2008, dijo el 11 de mayo que esperaba una “señal” rusa para celebrar un referéndum sobre la adhesión a Rusia. Su predecesor dijo en su discurso de concesión el 9 de mayo que su gobierno ya había presentado documentos para preparar y determinar una fecha para el referéndum de adhesión.
Funcionarios de Abjasia, el otro Estado proxy ruso en Georgia, dijeron el 31 de marzo que apoyan, pero no comparten las aspiraciones de Osetia del Sur de unirse a Rusia, lo que indica que Abjasia probablemente no será incluida en un barrido de anexión rusa.
Por separado, la directora de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Avril Haines, advirtió el 10 de mayo que Putin busca un puente terrestre a la región separatista moldava de Transnistria.
El Kremlin puede aprobar la anexión de Transnistria o reconocer la independencia de la autoproclamada República Moldava Pridnestroviana para establecer las condiciones para futuras operaciones en Moldavia o el suroeste de Ucrania. Tales acciones rusas probablemente seguirían al establecimiento del control militar de la Ucrania ocupada y tendrían en cuenta el hecho de que Rusia casi con certeza carece de la capacidad militar para apoderarse de las partes de Ucrania, incluida Odesa, que serían necesarias para tal puente terrestre.
Costos y beneficios de la anexión para Rusia
La anexión directa rusa de cualquier área de la Ucrania ocupada cambiaría permanentemente los marcos legales previos a la invasión codificados en los Acuerdos de Minsk II e impediría regresar a cualquier tipo de status quo anterior a la guerra. Por lo tanto, le costaría a Putin la oportunidad que persiguió obstinadamente de 2014 a 2022, tratando de insertar representantes rusos (DNR y LNR) en el sistema político ucraniano como palancas permanentes de influencia. La anexión total del territorio ucraniano excluiría la resurrección de los marcos legales esbozados por los acuerdos de Minsk II, que dependían de tratar a los Estados proxy de Rusia como partes de Ucrania y exigir que Kiev les otorgara autonomía y los derechos a participar en el sistema político ucraniano.
El reconocimiento de Putin de la “independencia” de esos Estados inmediatamente antes de la invasión de febrero ya ha cambiado formalmente la situación. Pero mientras que uno podría teóricamente imaginar a Putin intercambiando esa “independencia” por un retorno al marco de Minsk II, es casi imposible imaginarlo aceptando una retrocesión del territorio que ha anexado formalmente a la Federación Rusa.
Si Putin anexa los territorios ocupados, habrá decidido renunciar a la opción de usar representantes dentro del sistema político ucraniano para reanudar el enfoque de guerra híbrida que había adoptado hacia Ucrania desde 2014.
Probablemente tomaría tal decisión porque sabe que su última invasión ya ha destruido cualquier posibilidad de regresar a esos marcos favorables para el Kremlin, porque teme un colapso militar ruso, o porque busca restaurar la disuasión rusa creíble mediante la introducción de una amenaza nuclear, o las tres variantes.
Independientemente del razonamiento de Putin, Rusia no puede, y no aceptará, un retorno a un status quo anterior a la guerra. Si el Kremlin se anexiona directamente el territorio ucraniano, marcará un cambio fundamental en el enfoque del Kremlin hacia Ucrania, desde la guerra híbrida y la manipulación política hasta la coerción militar directa y, si es posible, la conquista.
La anexión de tierras ucranianas es probablemente la única salida que Putin está interesado en perseguir en este momento. Incluso esta opción para salvar la cara, que está muy por debajo de los objetivos iniciales de guerra del Kremlin de un cambio de régimen completo en Kiev, sería un golpe devastador para Ucrania y es probablemente el resultado mínimo que el Kremlin está dispuesto a aceptar.
Si Putin puede declarar la victoria anexando grandes franjas de territorio ucraniano, puede vender mejor los costos de la guerra a la población rusa y a cualquier audiencia global comprensiva. El Kremlin justificó absurdamente su guerra de agresión no provocada contra Ucrania como la defensa de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk de la agresión “nazi” ucraniana y un supuesto genocidio planificado contra los rusoparlantes.
El Kremlin probablemente evalúa que debe consolidar y justificar sus ganancias anexando al menos las partes actualmente ocupadas de los óblasts de Lugansk y Donetsk si busca mantener esa narrativa y afirmar que logró los objetivos declarados de la guerra.
Una anexión rusa buscaría presentar a Kiev un hecho consumado que impida las negociaciones sobre límites territoriales incluso para un alto el fuego al afirmar que Rusia no discutirá el estado del territorio ruso (anexado ilegalmente a través de la conquista militar), el argumento que el Kremlin ha utilizado con respecto a Crimea desde 2014.
El Kremlin no se involucró seriamente en sus negociaciones superficiales con Ucrania en Estambul en marzo y abril. Después de anexar el territorio ucraniano, el Kremlin enmarcará cualquier demanda de los negociadores ucranianos para la devolución del territorio soberano de Ucrania como solicitudes absurdas para que Rusia renuncie a su propia tierra y las descarte.
Un colapso militar ruso combinado con más éxitos en el campo de batalla ucraniano o la aceptación del Kremlin de que un colapso militar es inminente son probablemente las únicas otras circunstancias bajo las cuales Putin aceptaría algo menos que sus objetivos declarados para esta fase de la guerra.
El colapso no significa necesariamente una rendición masiva o una derrota del ejército ruso. Un colapso militar ruso probablemente sería más o menos análogo al estado del ejército francés de abril a junio de 1917 durante la Primera Guerra Mundial, cuando más de la mitad de las divisiones en el ejército francés se negaron a pasar a la ofensiva debido a la moral destrozada y el liderazgo deficiente.
Las fuerzas rusas en tal estado serían extraordinariamente vulnerables a las contraofensivas ucranianas y el ejército ucraniano podría elegir las batallas de su elección si las fuerzas rusas no estuvieran dispuestas a atacar. Un colapso militar ruso probablemente implicaría un nivel endémico de deserciones y desgaste de oficiales, la práctica de que el personal mate a sus propios oficiales, los cuales se han observado a lo largo de la guerra. Tal colapso haría imposibles nuevas ofensivas en la fase actual de la guerra en Ucrania y podría conducir a una retirada desordenada de las fuerzas rusas de las líneas del frente como se vio después de la pérdida rusa en la Batalla de Kiev. Síntomas de este estado ya surgieron con la negativa de paracaidistas de la división aerotransportada que se negaron a participar en combates y fueron arrestados y enviados detenidos hacia Rusia.
El ejército ruso no será completamente destruido, ni tendrá que abandonar Ucrania antes de llegar a un estado de colapso. Sin embargo, un ejército ruso colapsado perdería su capacidad de funcionar como una fuerza de combate coherente. Si eso sucediera, Putin bien podría verse obligado a aceptar mucho menos que sus objetivos declarados actualmente. El Kremlin ha establecido condiciones parciales para la anexión en áreas como Kherson y Zaporizhia y en realidad ha tenido que controlar a algunos de sus funcionarios delegados de la DNR, LNR y Osetia del Sur mientras claman por la anexión.
Pero el Kremlin aún no ha anunciado formalmente la anexión o la formación de nuevas repúblicas proxy en esas áreas. El Kremlin probablemente establezca ciertas condiciones políticas y militares antes de poder anexar los territorios ocupados. Sin embargo, las realidades militares podrían forzar un cambio en la línea de tiempo o en el ritmo, y las ganancias militares ucranianas en el este podrían impulsar una anexión más rápida de áreas específicas.
Es probable que el Kremlin tenga la intención de anexar todos los territorios que quiere incorporar a Rusia a la vez, en lugar de escalonar el proceso de anexión. El Kremlin probablemente cree que la anexión masiva minimizaría la longevidad de la indignación internacional. La comunidad internacional finalmente normalizó las relaciones con Rusia después de su invasión de Georgia en 2008 y el estancamiento de su invasión de Ucrania en 2014 y la anexión de Crimea; Putin probablemente buscaría replicar ese patrón.
El Kremlin tendrá que establecer estructuras de seguridad y administración relativamente completas dentro de sus territorios ocupados antes de que pueda anunciar una anexión efectiva. La inesperadamente dura resistencia ucraniana en la planta siderúrgica ocupada de Mariúpol en Azovstal, así como las protestas contra la ocupación en Kherson y otras áreas ocupadas, probablemente han ralentizado el cronograma previsto del Kremlin
El Kremlin probablemente espera una fuerte reacción violenta en los territorios ucranianos ocupados cuando declare la anexión formal y, por lo tanto, está tratando de destruir y eliminar los grupos partidistas y de oposición antes; para seguir después con la anexión, probablemente a través de los esfuerzos de control de la población de las fuerzas de Rosgvardia (Guardia Nacional de Rusia).
El Kremlin también necesita transformar su ocupación militar de los territorios ucranianos en una serie de administraciones políticas capaces de gobernar las regiones rusas recién acuñadas antes de que pueda anexar formalmente esos territorios. Este proceso llevará tiempo, ya que el Kremlin aplasta los movimientos de oposición, arresta o asesina a funcionarios ucranianos locales, erradica las estructuras de gobierno local y las reemplaza con administradores rusos o colaboradores ucranianos.
Cuanto más tiempo tengan las fuerzas rusas para controlar y someter el territorio ucraniano ocupado, más difícil será para Ucrania reconstruir las estructuras administrativas y de gobierno locales en esas áreas si pueden recuperar el control. El tiempo se va acortando cada vez más sobre la capacidad de Ucrania para recuperar el control del sureste.
El jefe ruso de la región de Kherson dijo en una entrevista el 9 de mayo que la formación de un gobierno regional estaba en marcha. Afirmó que no había violencia generalizada u organizada en Kherson, solo “manifestaciones separadas”. Estas afirmaciones (probablemente exageradas) pueden indicar que las fuerzas de ocupación, probablemente incluidas las tropas de Rosgvardia (Guardia nacional rusa), han tomado medidas enérgicas contra la resistencia ucraniana y las actividades guerrilleras en la región, habilitadas por el control ruso de la infraestructura de comunicaciones.
El grado de éxito de esas represiones rusas, o de las actividades guerrilleras ucranianas en curso, no está claro. Es probable que el Kremlin también necesite abordar los desacuerdos internos sobre los límites administrativos y la organización antes de anexar formalmente el territorio ucraniano. El jefe de la DNR, Denis Pushilin, afirmó el 9 de mayo que Mariúpol “es el territorio de la República Popular de Donetsk para siempre. Nadie nos lo quitará”. Sin embargo, los informes contradictorios de Rusia y Ucrania del 3 de mayo sugieren que otros dirigentes rusos con poder de decisión pueden estar planeando anexar Mariúpol directamente al óblast (provincia) de Rostov de Rusia, en lugar de al DNR. |
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El Kremlin puede pensar que una amenaza nuclear disuadiría la ayuda militar occidental en curso que permitiría tal contraofensiva ucraniana.
Una familia procedente de Ucrania llega a la estación central en Budapest, Hungría
Efectos que pueden esperarse con la anexión
El Kremlin podría amenazar con usar armas nucleares contra una contraofensiva ucraniana en territorio anexionado para disuadir la ayuda militar occidental en curso que permitiría tal contraofensiva. El Kremlin ya ha afirmado que los ataques ucranianos en territorio ruso, durante una guerra no provocada de agresión rusa contra Ucrania, son de alguna manera una escalada en lugar de una respuesta legal ucraniana bajo las leyes de la guerra. Sin embargo, la doctrina nuclear rusa claramente permite el uso de armas nucleares en respuesta a “la agresión contra la Federación Rusa con el uso de armas convencionales cuando la existencia misma del Estado está en peligro”. El Kremlin podría enmarcar una contraofensiva ucraniana en territorio ucraniano anexionado como una amenaza a la existencia del estado ruso; una afirmación tan absurda no sería menos plausible que muchas otras afirmaciones que Rusia ya ha hecho. Hacer esa afirmación, sin embargo, probablemente requiera la anexión rusa de los territorios ocupados, en lugar de crear estados proxy adicionales en regiones como Kherson y Zaporizhia.
El Kremlin puede pensar que una amenaza nuclear disuadiría la ayuda militar occidental en curso que permitiría tal contraofensiva ucraniana. Ucrania y Occidente no deben permitir que eso suceda. El Kremlin probablemente ha calculado que la OTAN apoyaría retórica y materialmente una ofensiva ucraniana contra un hipotético Estado proxy de la República Popular de Kherson (o simplemente Ucrania ocupada por Rusia), pero que no apoyaría por ejemplo los ataques ucranianos en el Óblast de Kherson que ya figuren como parte de Rusia.
El Kremlin también puede creer que Kiev no estaría dispuesta a atacar directamente el territorio ruso reclamado, particularmente después de que el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky dijera el 27 de marzo que Ucrania no intentaría recuperar todo el territorio controlado por Rusia por la fuerza, argumentando que podría conducir a una tercera guerra mundial. Zelensky ha pedido repetidamente la restauración de las fronteras de facto a partir del 23 de febrero, el día antes de la última invasión de Rusia. El Kremlin podría creer que la anexión evitaría las contraofensivas ucranianas, incluso sin una amenaza nuclear explícita.
Esfuerzo de apoyo militar
Para permitir la anexión de los territorios ucranianos ocupados, el Kremlin debe lograr los siguientes objetivos militares:
* Mantener y consolidar el control del territorio ocupado. Este objetivo requiere la interrupción de las actividades partidistas y la defensa de los territorios retenidos.
* Impedir que Ucrania retome territorio adicional.
El Kremlin probablemente ordenará a las fuerzas rusas que se establezcan en posiciones defensivas una vez que los funcionarios del Kremlin acepten que la campaña rusa en Donbás ha alcanzado su punto culminante, si es que alguna vez lo hacen. Sin embargo, es posible que el Kremlin no reconozca que su campaña militar en Donbás se ha estancado y que todavía sus fuerzas pueden tomar el resto de los óblasts de Donetsk y Lugansk controlados por Ucrania. El jefe marioneta implantado por Rusia en la DNR afirmó el 9 de mayo que la DNR “se enfrenta a la tarea de recuperar el control sobre sus territorios, y luego la república decidirá sobre su futuro”, casi con certeza refiriéndose a la adhesión a Rusia.
Las fuerzas rusas continúan las operaciones ofensivas ineficaces en el este de Ucrania a pesar de la escasa posibilidad de que obtengan ganancias territoriales sustanciales.
Probables criterios bajo los cuales el Kremlin está operando
Es probable que el Kremlin esté operando bajo uno de los siguientes criterios:
Evaluando erróneamente que las fuerzas rusas pueden completar su objetivo declarado es decir la captura completa de los óblasts de Donetsk y Lugansk:
Que se hayan percatado de que las fuerzas rusas no podrán capturar completamente los óblasts de Donetsk y Lugansk, pero siguen ordenando ataques para mantener el impulso y evitar la fragmentación de las fuerzas rusas
Que planeen una mayor movilización de las reservas rusas de menor calidad o de la población en general para lograr sus objetivos territoriales originales, lo que obliga a un retraso de meses para que lleguen fuerzas rusas adicionales y cambien el rumbo (o eso podría creer el Kremlin).
Que pueden estar considerando que los ataques rusos en curso, aunque ineficaces, logren el objetivo militar de fijar a los defensores ucranianos en su lugar amenazando con nuevos avances.
Kiev puede no estar dispuesta a arriesgarse a retirar las fuerzas que necesitaría para llevar a cabo una contraofensiva contra el sur de Ucrania ocupado de las áreas que actualmente están bajo ataque ruso. Si las fuerzas rusas aceptan que no ganarán territorio adicional en Ucrania y se establecen en posiciones defensivas, las fuerzas ucranianas tendrán la oportunidad de tomar la iniciativa y elegir dónde lanzar contraofensivas contra las fuerzas rusas agotadas, que pueden colapsar ante un contraataque decidido.
Es de esperar que el resto de esta nueva fase de la guerra en Ucrania probablemente seguirá uno de tres cursos siguientes:
* Los rusos anexarán el territorio ucraniano ocupado a Rusia,
* El ejército ruso se detendrá por un tiempo mientras intenta movilizar fuerzas adicionales,
* El ejército ruso continuará persiguiendo objetivos militares imposibles con recursos insuficientes y, en última instancia, colapsará en los próximos meses.
La movilización no excluye el colapso militar. Muchos de los peligros descritos en este análisis dependen de un reconocimiento ruso de su debilidad militar convencional y una decisión proactiva para asegurar las ganancias rusas en Ucrania. La decisión equivocada de Putin de invadir Ucrania a pesar de la mala preparación de Rusia y las capacidades militares convencionales sugiere que Occidente no debería confiar en evaluaciones rusas claras de sus propias capacidades militares.
Las fuerzas ucranianas pueden ser capaces de obligar a las fuerzas rusas a salir de las regiones ocupadas de Donetsk y Lugansk, o al menos regresar a las fronteras anteriores a febrero de la DNR y la LNR, si las fuerzas rusas no deciden poner fin a sus ofensivas antes de tiempo.
Si las fuerzas rusas toman la decisión deliberada de poner fin a su ofensiva antes de que el ejército ucraniano las obligue a hacerlo, esa decisión sería un fuerte indicador de una anexión inminente. Si las fuerzas rusas no reconocen que su campaña de Donbás ha culminado, el ejército ruso en Ucrania puede estar dirigiéndose a un colapso total. Las fuerzas rusas probablemente decidirán poner fin a sus ofensivas en Donetsk y Lugansk y anexar el territorio que actualmente poseen o serán derrotadas militarmente por las fuerzas ucranianas.
Si las fuerzas rusas no logran capturar la totalidad de los óblasts de Donetsk y Lugansk, el Kremlin le deberá a la población rusa una explicación de por qué no logró sus objetivos declarados. La falsa narrativa del Kremlin de un “genocidio” antirruso en el este de Ucrania tiene amarrado a los dirigentes rusos encargados de tomar decisiones. Si realmente les importa esa consistencia narrativa están obligados a ocupar suficiente territorio para afirmar que han detenido el “genocidio”. Con el fin de reclamar la victoria, el Kremlin podría también calcular que el apoyo interno para terminar con la guerra no es importante para sus objetivos y simplemente reclamar una victoria, aunque sea inconsistente con las narrativas del Kremlin.
A pesar de sus fracasos militares convencionales, la única salida que el Kremlin parece estar considerando es al menos una victoria parcial. Putin probablemente entiende que no habrá retorno a los acuerdos de Minsk II o cualquier marco legal similar que permitió la interferencia rusa en la política ucraniana. Pero Putin no ha cedido su ambición a largo plazo de controlar Kiev, a pesar de que sus intentos de tomar el estado ucraniano por la fuerza han fracasado (por ahora).
Si Putin se anexiona el territorio ocupado y el conflicto se instala a lo largo de nuevas líneas de frente, el Kremlin podría reconstituir sus fuerzas y renovar la invasión de Putin a Ucrania en los próximos años, esta vez desde una posición de mayor fuerza y ventaja territorial. Occidente debe tomar en serio la amenaza real y probable de que Rusia se anexionará el sureste de Ucrania y la expansión de la doctrina nuclear rusa para cubrir ese territorio recién anexionado. Este análisis no significa que los planes de anexión de Rusia tengan éxito. Dependen de consolidar el control del territorio ocupado, establecer capacidades administrativas y prevenir una contraofensiva ucraniana.
Occidente con Estados Unidos a la cabeza no debe repetir el imperdonable error cometido en 2014 cuando permitieron la ocupación y anexión de Crimea a Rusia. Estados Unidos y la OTAN pueden y deben hacer lo posible para disuadir el expansionismo de Putin y al mismo tiempo preparar una respuesta que bajo ningún concepto ofrezca una capitulación de Ucrania.
En estos momentos, Estados Unidos y sus aliados tienen una estrecha ventana de oportunidad para apoyar una contraofensiva ucraniana en el territorio ucraniano ocupado antes de que el Kremlin anexe ese territorio (o traiga fuerzas adicionales).
Esta ventana de oportunidad no es necesariamente obvia. En un sentido militar, las fuerzas ucranianas deberían comenzar su contraofensiva antes de que las fuerzas rusas decidan que su campaña ha culminado y comiencen a cavar y atrincherarse en posiciones defensivas más ordenadas y posiblemente que aumenten la moral. La baja moral y el pésimo liderazgo han degradado sólidamente a las fuerzas rusas; igualmente, Ucrania debería contraatacar en el momento del máximo desorden ruso antes de que las fuerzas rusas tengan tiempo de pasar completamente a la defensa.
Las consecuencias políticas y éticas de una ocupación rusa de largo plazo en el sureste de Ucrania serían devastadoras para la viabilidad del estado ucraniano y requerirían el apoyo occidental para una contraofensiva ucraniana más inmediata. Cada día que la Ucrania ocupada permanece bajo control ruso es otro día de horribles abusos contra los derechos humanos, degradación selectiva de las estructuras de gobierno ucranianas y “filtración” de la población civil. Si las fuerzas ucranianas no retoman el sureste de Ucrania antes de que Moscú se anexione ese territorio, Kiev puede encontrar que el sureste se ha sumido irreparablemente en la misma situación que Crimea ha enfrentado desde 2014.
En 17 de febrero de 1979 los soldados del Ejército Popular de China comenzaron a cruzar la frontera. Entre China y Vietnam. Hacia solo cuatro años que Vietnam del Norte había logrado la victoria contra el sur respaldado por Estados Unidos.
Vietnam se había debilitado por la guerra y la pobreza. Ningún analista, politólogo o experto militar dio al país más de una semana antes de que los chinos capturaran Hanoi.
Sin embargo, el Ejército vietnamita de 100.000 efectivos detuvo al Ejército Popular de Liberación de China, parándolo, en seco. De repente, el mundo se dio cuenta que el coloso asiático no era más que un “Tigre de papel” como Mao Zedong solía llamar a Estados Unidos y Occidente. En poco más de dos meses el mito de la invencibilidad de la maquinaria militar china fue de cabeza al basurero de la historia.
Ni siquiera sus alardes de superpotencia nuclear fue capaz de derrotar al pequeño, pero bien equipado, entrenado, endurecido en la batalla y motivado ejército vietnamita.
Deng Xiaoping solo necesitó unas pocas semanas contemplando como los vietnamitas le desguazaban sus decenas de miles de efectivos cubriendo los campos de batalla para comprender que su ejército solo servía para desfiles rimbombantes más allá del mausoleo de Mao Zedong en la Plaza de Tiananmen en Beijing. No se refugió en la paranoia, buscando enemigos externos por doquier, ni gastó desesperadamente su menguante cofre de guerra para reequipar a su aplastado ejército con nuevos tanques y cohetes.
En cambio, se decidió por el principio de “cut short his looses” bien conocido en Wall Street y retiró sus tropas dándose cuenta de que la integración global y una economía en auge eran más importantes para el neocapitalismo chino que mantener el mito del ejército más feroz del mundo.
Putin, sin embargo, está sordo ante las lecciones de la historia. Se empecina a continuar la guerra a ultranza y, al hacerlo, sigue siendo rehén de su propia propaganda.
Se basa en los desfiles militares del Día de la Victoria en la Plaza Roja, las fábulas de la retirada de Napoleón de Moscú en 1812 y otras victorias militares rusas históricas, que se remontan al primer príncipe de Moscú Dmitri Donskoi y su lucha contra las hordas mongolas en el siglo 14.
En resumen, Putin está atrapado por todos los mitos del poder militar que sustentan su legitimidad, y que sirven como la principal base ideológica del Estado ruso. La realidad es que hoy en día, Rusia es de facto un agresor y un paria, y su ejército “legendario” resulta ser una banda bárbara y vergonzosa de criminales de guerra y bandidos depredadores.
Putin cruzó la línea roja que separa la guerra de la barbarie al cometer horrendos crímenes y masacres a todo lo largo y ancho de su vecino ucraniano. Ha abandonado cualquier posibilidad de adoptar la “opción china” para parar el desastre que ha creado, cambiar de rumbo y corregir sus errores —y esa tozudez solo presagia un desastre incalculable para Rusia.
Putin ha manejado tan mal la situación que los líderes mundiales, desde Washington hasta Londres y Berlín, han acordado no solo defender a Ucrania de su agresor, sino también garantizar el regreso de los territorios previamente capturados y, lo que es más importante, romper la maquinaria de guerra rusa hasta sus cimientos, para que el país nunca más pueda amenazar a nadie.
Aún más dramáticamente, Putin ha logrado por sí solo unir más a la OTAN e incluso expandirla hasta las fronteras de San Petersburgo. Con Suecia y Finlandia expresando ahora su intención de unirse, Rusia se ha paralizado estratégica y tácticamente, no solo en Ucrania sino a lo largo de toda su frontera con Europa.
La invasión de Ucrania, en resumen, ha consolidado a Occidente. La batalla final con el espectro de un pasado amado por Putin tiene lugar ahora en suelo ucraniano.
Y el resultado, dará una lección dura y poderosa a todos los tiranos como él que se sienten amenazados por el sistema internacional multipolar que ha sido construido.
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