La mayoría de los gays que pasamos los treinta no pudimos tener romances adolescentes ni tuvimos la dicha de tener a alguien a quien contarle con confianza si nos gustaba un chico. Peor aún, muchas veces nos gustaba alguien que no era gay, lo cual era incomodísimo y, si te descubrían mirándolo podías recibir desde un golpe hasta una suspensión por “conducta inapropiada”. Luego venían el regaño ( y tal vez la correa) en casa.
Desgraciadamente, la sociedad nos inculca en la niñez que gustarnos personas de nuestro mismo sexo es indebido. Por eso mismo, cuando empezamos a descubrirnos como personas LGBTQ, llegan también la confusión, la culpa y el autodesprecio. Entonces vivimos con temor y mantenemos nuestros sentimientos en la oscuridad.
Es por eso es que series como Heartstopper o Young Royals son populares no sólo entre los adolescentes, sino también entre adultos, porque a través de ellas podemos por lo menos imaginar cómo hubiera sido nuestra adolescencia si hubiéramos tenido la oportunidad de expresar nuestra sexualidad.
Me encanta cuando veo las redes sociales de jóvenes hablando sobre sus novios o compartiendo lindos momentos en pareja. Ver sus rostros felices, besos en la playa, bailes, agarrándose las manos al aire libre, más la cantidad de “me gusta” y comentarios positivos me llenan de energía. ¡Cómo quisiera haberlo podido vivir a mis 15!
Muchas veces mi espíritu pesimista hace que mire al pasado y sienta lástima por ese chico que creció lleno de inseguridades, sintiéndose mal y creyendo lo peor de si mismo. Trato de no pensarlo y aún lucho con ello. Agradezco más bien que llegué a la adultez en una época en donde (por lo menos donde vivo) puedo expresarme cómo soy.
Asimismo, tuve la oportunidad de trabajar como profesor en colegios durante varios años. Allí fui testigo de cómo los adolescentes, al comenzar las hormonas a hacer su trabajo, buscaban interactuar sentimentalmente. Pude entonces ver chicos y chicas conversar por largos ratos en actitudes muy “amistosas” con otros de su mismo sexo.
Lamentablemente, no podemos regresar el tiempo para nosotros, pero por lo menos yo me siento feliz por cada chico que en la actualidad se siente libre de ser. Contemplar a menudo algo que en mi niñez y adolescencia era muy poco común al ojo público me pone contento.
OJO: no digo que la situación es color de rosa (en otra ocasión hablaré de ello) pero, al hablarse más libremente de estos temas y haber más aceptación, los chicos se sienten con propiedad de manifestar sus gustos con menos miedo. Benditas sean Madonna y Lady Gaga que han ayudado mucho desde su arte a hacer esto posible.