El triunfo electoral de la izquierda colombiana pilla a La Habana en bancarrota política y económica y en trance de alivio con Estados Unidos.
Cuba reaccionó de inmediato a la victoria electoral de Gustavo Petro, reiterando su compromiso "inalterable" con la paz en Colombia y evitando usar palabras como democracia y elecciones, suplantadas por el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez con la fórmula "histórica victoria popular".
El triunfo electoral de Petro pilla a La Habana en bancarrota política y económica y en trance de alivio con Estados Unidos, como para ponerse a jugar a la gallinita ciega; aunque los medios de comunicación estatales intenten vincular el resultado electoral en Colombia a tesis tardocastrista; y sus contrarios de la oposición y el exilio a una supuesta influencia sobredimensionada de la devaluada Inteligencia cubana; el candidato de la izquierda ganó por razones internas y no exógenas y tiene ante si retos descomunales.
Mientras la oposición y el activismo cubanos no abandonen la tesis de que un tercero resuelva la crisis de Cuba; a partir de su lejanía o cercanía con postulados de La Habana; el tardocastrismo seguirá vigente, incluso a punto del desmoronamiento por su incapacidad para proporcionar libertad, pan, justicia y agua.
El último episodio que tensionó las relaciones entre Bogotá y La Habana, fue la negativa del régimen cubano a extraditar a Colombia a la cúpula del Ejército de Liberación Nacional (ELN), formada por Nicolás Rodríguez Bautista (Gabino), Israel Ramírez Pineda (Pablo Beltrán), y Juan de Dios Lisarazo (Alirio Sepúlveda), quienes viajaron a la isla como miembros de una negociación con el gobierno colombiano pero, al romperse el diálogo, se quedaron en la isla.
Gabino, renunció en mayo de 2021, a la comandancia del ELN, para poder atender sus tratamientos de salud en Cuba y, contra el grupo de elenos, la Interpol lanzó una Circular roja de búsqueda y captura. Otro frente bilateral abierto es la supuesta presencia de Luciano Marín Arango (Iván Márquez) en la isla, adonde habría huido, tras la muerte en Venezuela de sus compañeros de terror Seuxis Hernández Solarte (Santrich), Hernán Velásquez Saldarriaga (El Paisa) y Henry Castellanos Garzón (Romaña).
La geopolítica es más testaruda que el voluntarismo y aun cuando Petro quisiera apostar por una relación más intensa con La Habana; los vínculos estratégicos con Estados Unidos, el narcotráfico, el enfriamiento bilateral entre Caracas y Washington y la propia composición de su coalición de izquierda y ecologista "Pacto Histórico", condicionan las relaciones con La Habana que -lógicamente- intentará vender servicios médicos y tantear la opción de comerciar trabajo esclavo de batas blancas y comisarios políticos disfrazados de alfabetizadores, por crudo y otros productos.
Cuando Petro se hizo presidenciable con opciones reales, los partidos tradicionales y parte de la prensa colombiana desempolvaron el viejo discurso de Guerra Fría de la influencia castro-chavista; desconociendo que fueron varios ex presidentes liberales y conservadores quienes metieron al zorro en el gallinero; incluso condecoraron al fallecido embajador Iván Mora Godoy, que se desempeñaba como jefe del Equipo de Garantes de Cuba del proceso de paz; tras ocupar igual cargo ante Colombia.
Los retos de Petro pasan por consolidar definitivamente los acuerdos de paz y persuadir a los insurrectos disidentes, vinculados al narcotráfico, que imiten su apuesta por la política; una cualidad que le granjeó más de un disgusto con los jefes del M-19, cuando se hacía llamar Aureliano Buendía y Andrés; empeño en el que Cuba no tendrá protagonismo alguno porque apoyar a disidentes armados congelaría el alivio Biden y la enfrentaría incluso con Timochenko y otros ex jefes guerrilleros, acogidos al buen vivir de la política democrática y necesitados de borrón y cuenta nueva.
Otros desafíos del flamante presidente tampoco conceden papel alguno a La Habana, pues se trata de financiar sus ambiciosa propuesta de reforma fiscal; sin ahuyentar a ricos, inversores y empresarios, dotar de dinero su plan de creación de empleo estatal, que ya le generó problemas como alcalde Bogotá, su apetito sobre el multimillonario plan de pensiones privados, responder a las exigencias de millones de votantes ilusionados con un cambio real, equilibrando las prioridades de las diferentes fuerzas que lo convirtieron en el primer presidente mamerto (comunista) de Colombia y cuidar las estratégicas relaciones con Estados Unidos.
Cuba es un actor de segundo nivel, sin peso real en las prioridades de Petro; por mucho que unos y otros se empeñen en presentar cada triunfo de la izquierda en América Latina como un producto Made in Havana; cuestión diferente es que en la arena internacional y el ámbito regional desempeñe un papel progresista y tenga gestos con la dictadura más antigua de Occidente; rozando incluso la incoherencia de defender para los cubanos lo que combatió con armas y votos en su natal Colombia, donde ha triunfado como candidato antisistema y anticasta dominante.
Las relaciones de Colombia y Cuba atesoran intensos desencuentros por el apoyo de La Habana a las guerrillas, dentro de la estrategia castrista de internacionalizar la insurrección frente a la extensión del embargo estadounidenses y los vínculos de militares y diplomáticos cubanos con el narcotráfico; pero la desaparición de la Unión Soviética obligó a Fidel Castro a jubilar a Manuel Piñeiro Losada y a transformar el beligerante Departamento América en un inteligente negociado de permuta de balas y entrenamiento en los PETIs por la lucha de clases con votos; previo paso por la Ñico López y otras academias revolucionarias.
Castro, oliéndose el derrumbe del comunismo, jugó a dos bandas en Colombia, hasta el extremo de conseguir -junto a Noruega- ser garante de las conversaciones y acuerdos de paz; papel reconocido por la derecha, el ejército y la sociedad del país sudamericano.
Para los amantes de la historia política, el saturniano verano cubano de 1989, tuvo ramificaciones en Colombia, donde el entonces portavoz del M-19 tuvo que abandonar el grupo de negociadores de la paz con el gobierno, cuando el fusilado coronel Antonio de la Guardia Font declaró en La Habana que "el único narcotraficante con el que me he reunido es con Ramiro Lucio", vocero de los insurrectos en las conversaciones.
Lucio admitió que conocía a De la Guardia pero que la relación entre ambos se reducía a un negocio de venta de cuadros en Cuba. "Para poder comercializar pintura en Cuba tuve que solicitar el permiso de las autoridades cubanas" y Tony de la Guardia avaló la empresa del guerrillero colombiano ante la entidad Eurocaribe, subordinada al departamento MC, que dirigió hasta su detención y enjuiciamiento.
El capitán Jorge Martínez Valdés, ayudante de campo del también fusilado general Arnaldo Ochoa, reconoció ante el tribunal que lo condenó a muerte, que había viajado a Medellín para entrevistarse con Pablo Escobar.
Las primeras acusaciones de Estados Unidos contra el castrismo por sus vínculos con el narcotráfico, surgieron en 1982, cuando Washington señaló al almirante Aldo Santamaría Cuadrado, jefe de la Marina de Guerra Revolucionaria (MGR) y a los oficiales de Inteligencia, con fachada diplomática en Colombia, Fernando Ravelo Renedo y Gonzalo Bassols Suárez, ambos subordinados del comandante Barbarroja, primero en el departamento M de la Dirección General de Inteligencia (DGI), luego en Liberación Nacional, un desgajamiento de la DGI a petición de Moscú, y finalmente en América del Comité Central del partido comunista; a partir de 1974.
En 1980, tras mantener, durante dos meses, como rehenes a 16 diplomáticos extranjeros, incluido el embajador de Estados Unidos en Colombia, Diego Ascencio, y al Nuncio Apostólico, Ángelo Acerbi, un comando del M-19 aceptó liberar a los secuestrados de la embajada de República Dominicana en Bogotá, a cambio de ser enviados a Cuba; negociación en la que participó activamente Ravelo Renedo.
El presidente Cesar Turbay Ayala, presionado por los gobiernos extranjeros y el Vaticano; temerosos de un fatal desenlace, lanzó la consigna secreta entre sus subordinados y funcionarios de confianza de "Ni un peso, ni un preso", manejando la crisis con delicadeza.
El 27 de abril de 1980, en medio de la crisis de la Embajada de Perú y la estampida migratoria de Mariel, llegaron a La Habana 15 rehenes y los guerrilleros del M-19, con un millón de dólares; uno de los embajadores consiguió escapar, en un descuido del comando terrorista, que permaneció entrenándose en Cuba, como parte de un grupo de 85 insurrectos que -un año más tarde- desembarcó en la costa colombiana de Nariño, con un gran arsenal de armas y explosivos, suministrados por La Habana, que provocó el rompimiento de las relaciones bilaterales.
El 6 de agosto de 1967, el avión HK-757, de la empresa Aerocóndor, que volaba entre Barraquilla y San Andrés, fue desviado a Cuba, con 77 personas a bordo, entre ellas los cinco terroristas autores del secuestro, que permanecieron en Cuba, mientras que los pasajeros regresaron al día siguiente a Colombia, cargados de tabacos, sobreros de yarey y discos.
Recién triunfada la revolución castrista, el primer guerrillero colombiano que se refugió y entrenó en Cuba, fue Fabio Vásquez Castaño, uno de los fundadores del ELN, que abrió frentes de guerra en Colombia en cooperación con el cura Camilo Torres Restrepo y que siempre ha mantenido mejores vínculos con el castrismo, a diferencia de las FARC y el M-19, con quien hubo discrepancias, no siempre resueltas discretamente.
Vásquez Castaño viajó con un grupo de compañeros a Cuba para formarse militarmente y, una vez de vuelta en Colombia, estableció un frente guerrilero en San Vicente de Chucurí (Santander), en julio de 1964, sin mayor trascendencia, pero el debutante jefe insurrecto realizó un nuevo viaje a La Habana, de donde volvió persuadido de la necesidad de una mayor beligerancia y realizó una acción militar en la región de Simacota, llamando a la revolución popular; pero el presidente conservador Misael Pastrana Borrero ejecutó la "Operación Anorí", matando a 80 guerrilleros, en 1973.
Entre los abatidos estaban Manuel y Antonio, hermanos de Fabio Vásquez Castaño que - furioso por la derrota- desató una depuración contra sus propios compañeros de armas, provocando deserciones, ejecutando a cerca de cien de sus propios guerrilleros; crimen que provocó su destitución como comandante en jefe del ELN y su huida a Cuba, adonde llegó enfermo y fue acogido y mantenido por el gobierno castrista hasta su muerte, en 2019.
Previamente, Vásquez Castaño había eliminado o destituido y expulsado del ELN a varios miembros del estado Mayor, que se opusieron a sus teorías y estrategia; tras su destitución y, hasta la fecha, asumió la dirección del ELN, Nicolás Rodríguez Bautista, alias Gabino.
Por qué no confío en Gustavo Petro
El ahora presidente electo de Colombia fue un pésimo alcalde de Bogotá. Durante cuatro años, en vez de gobernar, se dedicó a pelear con amigos y enemigos
Es muy comprensible que la izquierda del mundo entero celebre con entusiasmo el triunfo de Gustavo Petro. Al considerar que este derrotó a un verdadero esperpento del más grotesco populismo de derecha, es más fácil aún entender tanta alegría internacional. Este absurdo empresario corrupto, Rodolfo Hernández (cuyo modelo político eran Trump, Bolsonaro y Bukele), que según sus propias palabras “se limpiaba el culo con la ley” y que llegó a declararse admirador “del gran pensador alemán Adolf Hitler”, era la encarnación de un muñeco de paja. Petro, de algún modo, se enfrentó y derrotó a la caricatura de una caricatura. Esto, sin embargo, no convierte al ganador de las elecciones en Colombia en un estadista.
Voy a intentar explicar por qué no confío para nada en Gustavo Petro, aunque hacerlo antes de que este empiece a gobernar tiene las características de una intuición, si quieren de un temor o una injusticia, y no de una certeza. La certeza solo se podrá tener cuando él gobierne al país realmente, y cuando Colombia haya experimentado por lo menos la prueba de algunos meses de su gobierno. Mientras tanto hay que darle, como a cualquier otro gobernante, el beneficio de la duda.
Antes de experimentar su verdadera forma de gobernar, no podré ir mucho más allá de esa famosa rima infantil atribuida al poeta satírico inglés Tom Brown: “I do not like thee, Doctor Fell, / The reason why – I cannot tell; / But this I know, and know full well, / I do not like thee, Doctor Fell”. Esta, a su vez, proviene al parecer de un epigrama de Marcial: “Non amo te, Sabidi, nec possum dicere quare. / Hoc tantum possum dicere: non amo te”. O sea: “No me gustas, Sabidio, y no puedo decir por qué. / Esto es todo lo que puedo decir: no me gustas”. Siguiendo estas huellas clásicas, me atrevo a rimar: No me gustas, señor Petro, / y mi motivo es incierto. / Mas lo repito, y acierto: / No me gustas, señor Petro.
Ojalá lo anterior sea tan solo un prejuicio de mi parte y una intuición equivocada. Cuanto más equivocado esté yo en mi desconfianza, mucho mejor para Colombia y mucho mejor para todos nosotros, los colombianos. Sin embargo mi intuición tiene también fundamentos reales: para empezar, Petro fue un pésimo alcalde de Bogotá. Durante cuatro años, en vez de gobernar, se dedicó a pelear con amigos y enemigos. Sus más cercanos colaboradores y aliados, al cabo de poco tiempo de trabajar con él, renunciaron dando un portazo. El director de Relaciones Internacionales de la Alcaldía de Bogotá, Daniel García-Peña, en su renuncia, lo tachó de “déspota”. Su compañero en la lucha armada, la guerrilla del M-19, y uno de los autores de la Constitución del 91, la vigente en Colombia, Antonio Navarro Wolf, renunció de manera irrevocable a la Secretaría de Gobierno cuando apenas llevaba tres meses en el cargo. El motivo aducido no pudo ser más irónico: “por un dolor de muelas”.
Algunos de los analistas de izquierda más sólidos votaron por él (o mejor, contra Hernández), tapándose la nariz: el gran jurista Rodrigo Uprimny, por ejemplo, director del think tank más prestigioso de Colombia (Dejusticia), lo hizo pese a que “su caudillismo me preocupa” y a pesar de que “por su talante populista y por algunas de sus propuestas, representa riesgos para el estado de derecho”. También lamentó “algunas estrategias sucias de su campaña, en especial contra los candidatos de centro”. Un poco más lejos llegó el ensayista Mauricio García Villegas al cantar su voto por Petro. Lo hizo, escribió, pese a “su dogmatismo, su arrogancia, su falta de honestidad intelectual y su incapacidad para trabajar en equipo”. Lo cierto es que, para ellos, votar por Hernández era más impensable e indigno que votar por Petro, pero no pudieron negar el desprecio que el nuevo presidente de Colombia ha sentido siempre por el liberalismo democrático.
Yo no voté por Petro, y mucho menos lo hubiera hecho por Hernández, no solo por intuición, ni por los argumentos anteriores, sino también por otros datos concretos. ¿Recuerdan a Wikileaks? Pues bien, en algunos de los documentos filtrados por Assange y su equipo se pueden leer las sucesivas visitas del político Gustavo Petro a la Embajada de los Estados Unidos. En sus conversaciones con el representante de la gran potencia en Colombia (que el embajador resume en sus cables), y quizá para congraciarse con ellos, habla mal y denuncia de extremismo izquierdista a los compañeros y colegas de su propio partido de entonces, el Polo Democrático, entre ellos a mi querido amigo Carlos Gaviria, el primer candidato de la izquierda democrática colombiana en sacar varios millones de votos. El mismo Carlos me contó, no una vez, sino varias veces, la forma en que Petro cambiaba por la noche las decisiones que la dirección del partido tomaba durante el día. ¿Cómo? Alterando los acuerdos. De esto no hay solo un testigo muerto, sino también testigos vivos.
Por todo lo anterior no confío en Gustavo Petro. Tengo que reconocer, sin embargo, que él fue también un senador muy valiente en sus denuncias contra Álvaro Uribe, contra los espantosos “falsos positivos” y contra el paramilitarismo que apoyaba los programas más abominables y sangrientos de aquel gobierno. Ahí hay algo muy bueno y rescatable en el pasado legislativo (no en el ejecutivo) de Petro. Como congresista fue un político aguerrido y resuelto. ¿Cuál de las dos personas será el presidente de Colombia? Como la función de un presidente no es el activismo ni la denuncia, sino la realización de un programa, creo que va a ser más el administrador mediocre, el político sectario, el jefe autoritario y el ideólogo mañoso y resentido. Nada quisiera más que estar equivocado, y que Colombia tenga un gran presidente. En todo caso, y mientras no demuestre lo contrario, I do not like thee, señor Petro.
El mundo reacciona ante el triunfo de Gustavo Petro en Colombia
Tras el triunfo del nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro, diferentes líderes del mundo reaccionaron, algunos deseando continuar el trabajo para construir la democracia y otros, con preocupación.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, felicitó al pueblo colombiano por ejercer el voto y aseguró que espera continuar la asociacion con el país, junto al nuevo presidente, para la contrucción de un hemisferio más democrático y equitativo.
El secretario adjunto de Estado para el Hemisferio Occidental, Brian Nichols, expresó su deseo de que ambos países continuen estrechando la colaboracion para promover objetivos mutuos.
El presidente de Chile, Gabriel Boric, dijo en Twitter que el triunfo de Petro es una "alegría para América Latina". También aseguró que ambos gobiernos trabajarán juntos por la unidad del continente "en los desafíos de un mundo que cambia velozmente".
Alberto Fernández, presidente argentino, aseguró que el triunfo de Petro convalida la democracia y asegura el camino hacia una América Latina integrada.
Miguel Díaz-Canel felicitó al nuevo mandatario electo de Colombia, el izquierdista Gustavo Petro, un viejo aliado de La Habana.
El dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, felicitó a Petro: "Felicito a Gustavo Petro y a Francia Márquez por la histórica victoria en las elecciones presidenciales en Colombia. Se escuchó la voluntad del pueblo colombiano, que salió a defender el camino de la democracia y la Paz. Nuevos tiempos se avizoran para este hermano país".
El presidente izquierdista de México, Andrés Manuel López Obrador: "El triunfo de Gustavo Petro es histórico. Los conservadores de Colombia siempre han sido tenaces y duros. El escritor José María Vargas Vila relataba que los dictadores de su país 'mojaban en agua bendita su puñal antes de matar'".
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