WASHINGTON — “¿Qué está pasando aquí?” dijo una angustiada Nancy Pelosi el viernes.
Es una buena pregunta y puedo responderla, porque estuve allí al comienzo de la corrosiva cadena de eventos que llevó a las mujeres a perder el control de sus propios cuerpos. Vi cómo Estados Unidos pasó de ser un faro de la modernidad a un atípico ignorante.
Durante las últimas tres décadas, he sido testigo de una triste saga de oportunismo, fanatismo, mendacidad, concupiscencia, hipocresía y cobardía. Esta es una historia sobre hombres que ganan poder intercambiando algo que significaba poco para ellos en comparación con su propia estatura: los derechos de las mujeres.
Comenzó de manera bastante inocente en un hermoso día de verano en Kennebunkport, con el océano resplandeciente y un almuerzo de ensalada de carne de cangrejo y panecillos ingleses.
Estaba cubriendo la primera nominación del presidente Bush de un juez de la corte de apelaciones de EE. UU. de 43 años para el circuito de DC para ocupar el puesto del juez que se jubila, Thurgood Marshall. Clarence Thomas, de pie frente a una cabaña de tejas desgastada por el clima, parecía inquieto mientras Bush defendía su elección conservadora.
Las advertencias eran claras incluso entonces. El senador demócrata Howard Metzenbaum de Ohio amenazó con investigar el historial del juez Thomas sobre el aborto y dijo: “No apoyaré a otro candidato a la Corte Suprema Reagan-Bush que permanece en silencio sobre el derecho de la mujer a elegir y luego asciende a la corte para debilitar ese derecho. ”
Thomas estaba muy lejos del león liberal y héroe de los derechos civiles Marshall. Se opuso a la acción afirmativa, aunque contribuyó a su ascenso , y fue defendido por activistas antiaborto, que confiaban en que debilitaría el derecho de la mujer a elegir.
HW y su padre eran episcopales de Nueva Inglaterra con una orgullosa historia de apoyo a Planned Parenthood. Prescott Bush había sido uno de los primeros partidarios en los años 40 y una vez se desempeñó como tesorero de una campaña de recaudación de fondos. Como congresista de Texas, HW fue bautizado como “Goma” por sus colegas porque era un animador de la planificación familiar en los Estados Unidos y en todo el mundo.
Pero cuando Bush se unió a Ronald Reagan en la candidatura de 1980, adoptó la posición más restrictiva de Reagan. Sin embargo, la derecha siguió sospechando de Bush y, con la esperanza de lograr su reelección, nombró al ultraconservador Thomas. También quería atraer a los votantes negros, todavía enojados por la fealdad de Willie Horton que lo ayudó a impulsarlo a la Casa Blanca.
Los derechos de las mujeres tuvieron que pasar a un segundo plano para la reelección.
Tres meses después, Anita Hill contó su historia al Congreso sobre su jefe, Thomas, que la atormentaba con atención no deseada y comentarios obscenos sobre las películas pornográficas que a él le gustaba ver. Joe Biden fue el presidente de esas audiencias del Senado.
Dejó que los republicanos destrozaran brutalmente a Hill y luego terminó abruptamente las audiencias, cancelando la aparición de sus dos testigos corroborantes. Muchos senadores del comité —compuesto en su totalidad por hombres blancos— pensaron en privado que se trataba de un romance de oficina que salió mal. Pobre hombre, se decían entre ellos, no tenía sentido dejar que le arruinara la vida alguien que pensaban, sin ninguna prueba, que era un ex vengativo. Hill fue difamado como un erotómano perjuro, y Biden, desperdiciando una mayoría demócrata en el Senado, permitió que un mentiroso, un pervertido y un acosador sexual fueran elevados a un puesto vitalicio en la corte.
Los derechos de las mujeres tuvieron que pasar a un segundo plano ante el deseo de Biden de fomentar el bipartidismo con sus colegas conservadores. Y con Thomas, esos conservadores obtuvieron la justicia de sus sueños, los primeros de una línea de radicales de derecha.
Cuando apareció Donald Trump, con un historial de transgresiones sexuales espeluznantes, a los republicanos de valores familiares y a la derecha religiosa no les importó. Sabían que él era quien podía llevarlos a Valhalla en la Corte Suprema.
Mitch McConnell y sus secuaces de la Sociedad Federalista utilizaron a Trump como organismo anfitrión. Después de romper las reglas para mantener a Merrick Garland fuera de la cancha, McConnell intervino a través de Amy Coney Barrett. Trump, que una vez había sido un demócrata a favor del aborto, amante de Nancy y Hillary y Chuck, estaba feliz de cambiar para ganar el fervor de una base antiaborto.
Los derechos de las mujeres tuvieron que pasar a un segundo plano ante el ego y la ambición de Trump y el deseo de McConnell de una corte conservadora que retiraría el alcance del gobierno, negando protecciones a los estadounidenses que las necesitan o las valoran. Hicieron pasar a tres jueces conservadores, uno tuvo que defenderse de cargos de agresión sexual y el otro estaba en una extraña secta al estilo de "Handmaid's Tale", y eso fue jaque mate para Roe.
Neil Gorsuch y otro designado por Trump, Brett Kavanaugh, ahora enfrentan acusaciones de los senadores de que fingieron para entrar a la cancha y restaron importancia a sus intenciones de echar a Roe. “Soy el tipo de juez que no se mete en el bote”, le dijo Kavanaugh a Susan Collins , según Carl Hulse del Times.
La opinión concurrente de Thomas con la opinión mayoritaria del fanático Samuel Alito que anuló Roe v. Wade advirtió escalofriantemente que aplicaría la misma lógica a la anticoncepción, el matrimonio entre personas del mismo sexo y las relaciones consensuales entre personas del mismo sexo.
Cuando la nominación de Thomas encontró resistencia, la administración Bush lo vendió como un excelente ejemplo de un hombre negro que se había recuperado de un comienzo difícil. Ese día en Kennebunkport, Thomas habló de haber sido criado por sus abuelos, aparceros de la zona rural de Georgia.
Pero en la cancha ha sido cruel, impulsando opiniones que aplastarían a los pobres y desfavorecidos.
Mientras su esposa corría ayudando a Trump con su golpe, Thomas fue el principal agitador en un golpe de extremistas en la corte. Le arrebataron el poder a John Roberts y están desafiando la voluntad de la mayoría en este país de maneras que son aterradoras.
El jueves, en medio de una epidemia de tiroteos masivos, con el Congreso finalmente obteniendo una leve victoria sobre el control de armas, Thomas abrió la puerta a más armas en la calle. Escribió la opinión mayoritaria anulando una ley de Nueva York que limitaba el derecho a portar un arma de fuego en público, eliminando un requisito de más de un siglo.
En otro fallo la semana pasada, los jueces socavaron la separación de la Primera Enmienda entre la iglesia y el estado, una base de la República. Y luego, eliminarán las protecciones ambientales y destruirán la capacidad del gobierno para regular y restringir los derechos comerciales.
La corte está fuera de control. Nos sentimos impotentes para hacer algo al respecto. Clarence Thomas, de todas las personas, ha ayudado a llevarnos a donde estamos, con extremistas irresponsables dictando cómo vivimos. Y eso es repugnante.
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