“Quiero enviar un mensaje a la sociedad: Les pido un favor, no queremos sentir más rechazo. ¡Basta a las discriminaciones a las personas con discapacidades y LGBT”, dice Alejandro Estrada quien tiene parálisis cerebral y se identifica como homosexual.
El joven español de 27 años, que tiene el título de Bachillerato y ostenta el título de monitor de ocio y tiempo libre (que certifica que puede realizar actividades lúdico-educativas con niños y adolescentes) actualmente está trabajando en una empresa multinacional como ayudante de secretario. Cuenta que su día a día es como el de cualquier persona y solo pide “un poco más de paciencia, menos barreras, más adaptaciones, respeto y empatía”.
Alejandro, que es también sordo, está independizado desde las Navidades pasadas y le gusta lo mismo que a cualquier chico o chica de su edad: ver series, películas, cocinar, consultar las redes sociales, pasear, hablar con sus mejores amigos y viajar.
Además, ha ido un paso más allá y está trabajando para que las personas como él no sufran más discriminaciones. Para ello, está creando una asociación llamada ‘DIVERSICAP’, para trabajar en favor de la inclusión, la accesibilidad y la diversidad de todas las personas, y “desterrar el rechazo”.
A su juicio, en la sociedad española existe un desconocimiento sobre las personas con parálisis cerebral, por lo que considera importante seguir trabajando. “La sociedad todavía no está preparada para las personas que tenemos algún tipo de discapacidad”, opina.
Entre los obstáculos que se encuentra en su día a día, Alejandro señala que “a veces son las barreras arquitectónicas” y “otras, la falta de recursos o la educación”.
La importancia del apoyo familiar
Frente a estas dificultades, el joven recuerda que todas las personas son “iguales” aunque funcionen en la sociedad “de forma diferente”. “Y eso no nos hace mejores, ni peores, y nunca menos válidos. Todos tenemos nuestro lugar y hay lugar para todos”, remarca.
Sobre la parálisis cerebral, explica que hay de muchos tipos. La que tiene él se llama parálisis cerebral atetósica -que se caracteriza por movimientos lentos, involuntarios y descoordinados, que dificultan la actividad voluntaria. Si bien, Alejandro cuenta que tuvo una evolución “muy buena” respecto a otros jóvenes con su misma lesión, ya que muchos no llegan a caminar.
En esta buena evolución tuvieron mucho que ver sus padres, tal y como reconoce el propio joven. “Mi familia ha trabajado un montón desde que nací. Recuerdo que me contó mi madre que los médicos nos dijeron que yo no iba a caminar nunca y que tampoco podría hablar. La verdad es que estoy muy orgulloso de tener un padre y una madre que han trabajado tanto por mí y estoy muy agradecido”, asegura.
En este sentido, Alejandro anima a las familias a no perder nunca la fe y a luchar por sus hijos. “Los médicos muchas veces hablan de la lesión y de todo lo malo que puede pasar, pero se olvidan de que todos tenemos también un potencial y ese solo se ve cuando se trabaja duro”, añade.
El riesgo de la sobreprotección
Sus padres también lo apoyaron cuando les dijo que era homosexual, un respaldo que no todos los jóvenes encuentran pues, en muchas ocasiones, actitudes como la infantilización o la sobreprotección condicionan la capacidad de decisión de las personas con parálisis cerebral.
Según el estudio ‘Percepción social de la discriminación de las personas con parálisis cerebral’, elaborado por Confederación ASPACE, el 10,9% de las personas con parálisis cerebral creen que una de las principales razones por las que no se respetan sus derechos es por la infantilización.
En su caso, Alejandro dice que su discapacidad le ha hecho sentirse más excluido que su orientación sexual. Según precisa ASPACE, todavía hoy en día muchas personas con discapacidad son consideradas dentro del movimiento LGTBI como asexuadas.
Por ejemplo, Alejandro cuenta que en una ocasión estaba conociendo a un chico por una aplicación del celular y cuando le contó que tenía discapacidad, el otro joven le dejó de hablar. También encuentra dificultades para tener relaciones satisfactorias al no encontrar compañeros que deseen adaptarse a sus necesidades de apoyo; y chicos que no tienen paciencia con él a la hora de comunicarse. Además, recuerda que una vez tuvo que soportar las risas de un grupo de jóvenes por su parálisis.
En todos los momentos difíciles, sus mayores apoyos han sido sus padres, especialmente su madre, y sus mejores amigos, Noelia y Alberto, que le han “ayudado mucho”. Ambos le acompañarán el próximo sábado 9 de julio a la marcha del Orgullo, a la que al fin podrá acudir tras dos años sin poder hacerlo por el Covid, con el objetivo de “luchar y apoyar al colectivo”.