Son las 5:30 PM y Diana no consigue terminar "la comida de los grandes". Aunque ya preparó papillas y biberones, no ha podido bañar al niño y eso le preocupa. Dentro de media hora, cuando se vaya la luz eléctrica tal como está anunciado, esa tarea se vuelve imposible.
Entre ella y su madre han montado en la casa una especie de circuito de cocina, en el que alternan la electricidad, el gas licuado y el carbón. "La balita hay que ahorrarla —explica Diana— porque ahora la dan cada dos meses. En las ollas eléctricas hacemos lo que se puede mientras hay luz, y el resto con carbón, aunque después te quedes sin manos limpiándoles el tizne a las cazuelas".
Diana, de 26 años, es madre soltera. Su madre, Rebeca, se encarga del niño mientras ella trabaja, pero Rebeca está mal de salud y apenas puede con las tareas básicas. Así, cuando Diana cierra su puesto en la feria, a las 4:30PM, debe ir desde el parque Martí hasta Reina, y hacer lo que pueda mientras haya corriente.
"Menos mal que puse el arroz en el carbón, así no tengo que cambiarlo", piensa cuando el apagón interrumpe la frase del locutor de la televisión.
Acostumbrados a los alumbrones, los vecinos ya ni protestan.
Reina es la parte de Cienfuegos a la que los turistas generalmente no van. Allí no hay nada para fotografiar. Charcos de aguas albañales, vertederos y suciedad. Refugios de caballos y cocheros. Música alta y bulla. Cubanía no exportable.
De a poco, los portales de las casas comienzan a llenarse. Familias enteras se debaten entre el calor insoportable y los mosquitos. Casi siempre ganan los segundos. Algunos los azoran con pañuelos o con un cartón. En pocos minutos, la cuadra está llena de personas que hablan desde sus puertas.
Diana, con su hijo en brazos, se suma a la tertulia junto a su madre. Entre las dos, traen un abanico, la comida del pequeño, y los móviles cargados, para usar las linternas cuando todo quede en penumbras. Dentro de la casa todo está estratégicamente colocado. Los platos servidos sobre la mesa, un pomo de hielo fuera del refrigerador, culeros, toallitas húmedas y cremas. Durante las próximas horas, toda maniobra necesaria se hará sin luz eléctrica.
Desde hace varios meses, a las tantas crisis que vive Cuba, se sumaron los apagones. El presidente Miguel Díaz-Canel afirmó en televisión que la causa fundamental del problema era el embargo norteamericano.
También dijo que el sistema electroenergético se encontraba inestable debido a roturas en varias termoeléctricas "imposibles de prever".
"No obstante, se han contratado obras de mantenimiento con fondos provenientes de la incipiente recuperación del turismo, aunque son insuficientes", añadió a mediados de junio pasado.
Los medios independientes han reportado protestas ciudadanas exigiendo la resolución de este problema. Sin embargo, hasta el momento, la situación persiste en todo el país.
La conversación siempre es sobre lo mismo. Cuánto durará el lío de la luz, las colas y la escasez. Alguno más que otro habla de lo que pudo conseguir en la tienda MLC, de los precios altísimos, de los últimos vecinos que se fueron del país.
"Esto de verdad que no se aguanta —exclama una vecina, la exaltada de siempre—. Uno no puede ni descansar pa' levantarse mañana a ver qué aparece de comer. No es fácil".
Su queja queda interrumpida por Angie, su hija. La adolescente de 16 años le pide permiso para ir a reunirse con sus amigos en el parque frente al estadio.
El parque, de una manzana de amplitud, se llena cada noche de jóvenes que, a falta de otro entretenimiento, se reúnen para escuchar música y conversar.
"Antes de quedarnos en la casa, nos vemos y cogemos fresco. Se nos va el tiempo viendo videos de Likee o hablando boberías. Ya a las 12 el custodio nos bota", explica la chica.
El resto del barrio se mantiene enajenado. Algunos aprovechan para visitar a familiares cercanos, o para comprar dulces cerca de la calzada. Otros no levantan la vista del teléfono, jugando o actualizando sus redes sociales. En momentos así es más importante entretenerse que ahorrar batería. En el móvil de Diana hay un estado de WhatsApp común: una vela y unas manos que imploran. Eso deja saber que el apagón no es solo en ese reparto y que, como ella, todos están hartos.
Desde su portal, Diana calma al niño, que está majadero por el calor. Ya ha intentado tres veces ponerlo en la cuna. Su madre duerme en un sillón y ella ni siquiera ha podido comer. La cabecita de Allan cae al fin. De cualquier manera, deberá echarle aire durante toda la madrugada. Y mañana a las 9:00AM debe estar en su mesita en la feria, lista para vender.
Cerca de las 11:00PM Angie está de vuelta. Debería entrar a dormir para ir a la escuela al día siguiente, pero se queda recostada al muro acompañando a su madre.
"Esto es un abuso, caballero. En La Habana no quitan la corriente. Acabo de hablar con mi hermana y estaba viendo la televisión. Yo no me acuerdo cuándo fue la última vez que vi la novela", vocifera una señora desde el final de la calle.
"Por supuesto que no —interrumpe Angie—, los habaneros sí calientan y tocan calderos. Eso es lo que tenemos que hacer nosotros, en vez de estar aquí matando mosquitos".
El señor de enfrente escucha incrédulo. De un aplauso brusco mata a un mosquito y entra en su casa con cara de "allá ellos". Total, como cada día, la corriente no vendrá hasta las 6:00AM y ninguno hará nada para cambiarlo.