Mijaíl Gorbachov, último presidente soviético, padre de la llamada Perestroika y artífice de la Rusia moderna, falleció este martes a los 91 años en un hospital de Moscú tras una larga enfermedad.
Respetado por los demócratas rusos, el responsable de la transición soviética también es odiado por sectores comunistas y nostálgicos de los tiempos en que la Unión Soviética era una potencia que se disputaba el tablero mundial en equilibrio con Estados Unidos.
Al frente del Comité Central del Partido Comunista y del Soviet Supremo y ya después como presidente, Gorbachov dirigió la Unión Soviética entre 1985 a 1991 y volcó todas sus energías como líder e intelectual para rescatar el imperio soviético de su larga y agónica decadencia.
Tras el intento de golpe de Estado de agosto de 1991, perpetrado por parte de la cúpula del KGB y del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), su posición política quedó muy debilitada, según recordó El País. Su carrera culminó en ese año, cuando dimitió tras el acuerdo de disolución suscrito con Bielorrusia y Ucrania, ya con el Telón de Acero en retirada.
Con su dimisión y la disolución del Comité Central del PCUS, la Unión Soviética dejó de existir un 25 de diciembre, regalando a las potencias occidentales por Navidad el “cisne negro” (suceso sorpresivo e inesperado para los analistas) más comentado en la historia del siglo XX.
Pertrechado con un poderoso carisma y una fina inteligencia política, Gorbachov quiso hacer de la perestroika y la glasnost herramientas de perfeccionamiento del sistema socialista soviético, que hacía aguas por todos los frentes: tecnológicos, militar social y político.
En el intento por detener la sangría que significaba para la URSS la carrera por la hegemonía mundial, el expresidente soviético tomó la decisión de cortar la ayuda de miles de millones de rublos que brindaba la Unión Soviética a Cuba.
Su viaje a La Habana en abril de 1989 es recordado por la tensión que se respiraba en el encuentro entre ambos líderes. A pesar de que Fidel Castro aplaudió su llegada e intentó mantener a toda costa el modelo parasitario que fraguó en sus relaciones con los soviéticos -sin importarle la pérdida de soberanía y la senda neocolonial en la que reubicó al país-, el pragmático Gorbachov le dejó plantado y voló de su lado, acortando su estancia en Cuba.
A pesar de las discrepancias se firmó un acuerdo de amistad y cooperación. Gorbachov se refirió a América Latina como un “gigante del futuro” y habló de que la región tenía un gran porvenir, recordó Russia Beyond.
Por su parte, Castrro afirmó que un proceso como la perestroika no era posible en un país situado a 150 km de las costas de EE UU y con diez millones de habitantes, frente a los 200 millones de la URSS. “Cuba está más amenazada por el capitalismo que los demás países socialistas”, declaró.
“El gran duelo de discursos entre los dos personajes que han atraído la atención mundial en los últimos días fue más bien un diálogo de sordos, en el que el presidente soviético defendió los aspectos liberalizadores de la perestroika y el líder cubano persistió en negar esa fórmula para su país, alegando que él no es Stalin”, escribía desde La Habana Antonio Caño para el El País.
Tras la muerte del dictador cubano en 2016, Gorbachov afirmó que sería recordado como un “político prominente” que consiguió dejar “una huella profunda en la historia de la humanidad”.
Por su labor recibió el premio Nobel de la Paz en 1990. “Llevó la Guerra Fría a un final pacífico”, destaca la institución que otorga el galardón en el perfil dedicado a la figura de Gorbachov en su página web. “La sociedad fue liberalizada y Gorbachov buscó la distensión con EE UU”, agrega la fundación Nobel. Esta recuerda que vivió “bajo el régimen de Stalin y la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial”, y que sus viajes al exterior “le hicieron gradualmente ser más crítico contra las ineficiencias del sistema soviético”.
Entre sus detractores, el actual presidente de Rusia y exagente del KGB, Vladímir Putin, quien siempre ha considerado la desaparición de la URSS como una enorme tragedia.
Referente histórico del siglo XX, Gorbachov pasó sus últimos años apartado por cuestiones de salud. Según Tass, fue hospitalizado al principio de la pandemia y desde entonces permaneció bajo supervisión médica constante. Fuentes próximas a la familia informaron que será enterrado en el cementerio Novodévichy de Moscú junto a su esposa, Raisa Gorbachova, fallecida en 1999.
Pocos líderes del siglo XX, de hecho de cualquier siglo, han tenido un impacto tan profundo en su época. En poco más de seis años tumultuosos, Gorbachov levantó la Cortina de Hierro, alterando de manera decisiva el clima político del mundo.
En su país prometió y brindó mayor apertura mientras se dispuso a restructurar la sociedad y una economía en dificultades. No fue su intención acabar con el Imperio soviético pero a cinco años de llegar al poder presidió la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Finalizó los infortunios en Afganistán y, en cinco meses extraordinarios de 1989, se mantuvo firme mientras el sistema comunista implosionaba desde los Bálticos hasta los Balcanes, en país ya debilitados por una corrupción generalizada y economías moribundas.
Debido a esto, lo acosaron por igual los conspiradores comunistas de línea dura y los liberales decepcionados: los primeros porque temían que destruiría el viejo sistema y los segundos por miedo a que no lo hiciera.
Fue en el extranjero donde lo calificaron de heroico. Para George F. Kennan, el distinguido diplomático y sovietólogo estadounidense, Gorbachov era “un milagro”, un hombre que veía el mundo tal como era, sin ceguera ante la ideología soviética.
La apertura que Gorbachov buscaba —lo que llegó a conocerse como la glásnost— y su política de perestroika encaminada a restructurar los cimientos mismos de la sociedad, se convirtieron en una espada de doble filo. Al proponerse llenar los “espacios vacíos” de la historia soviética, como lo explicó, con discusiones honestas sobre los errores del país, abrió la puerta para que sus aliados impacientes lo criticaran y la burocracia comunista amenazada lo atacara.
No obstante, los primeros cinco años de Gorbachov en el poder fueron marcados por logros significativos e incluso extraordinarios:
■ Presidió un acuerdo armamentístico con Estados Unidos que eliminó por primera vez todo un tipo de armas nucleares y empezó la retirada de la mayoría de las armas nucleares tácticas soviéticas de Europa del Este.
■ Retiró las fuerzas soviéticas de Afganistán, un reconocimiento tácito de que la invasión de 1979 y la ocupación de nueve años había sido un fracaso.
■ Si bien fue ambiguo en un inicio, con el tiempo expuso el desastre de la planta nuclear de Chernóbil al escrutinio del público, en una muestra inédita de franqueza en la Unión Soviética.
■ Autorizó elecciones multipartidistas en ciudades soviéticas, una reforma democrática que en muchos países sacó del poder a líderes comunistas que fueron sorprendidos.
■ Supervisó un ataque a la corrupción en las altas esferas del Partido Comunista, una purga que retiró a cientos de burócratas de sus cargos.
■ Permitió la liberación del disidente Andréi Sájarov, el físico que había sido instrumental para desarrollar la bomba de hidrógeno soviética.
■ Retiró las restricciones a los medios y permitió la publicación de libros que habían sido censurados, así como la exhibición de películas prohibidas.
■ En una dramática divergencia con el ateísmo oficial de la historia soviética, estableció contactos diplomáticos formales con el Vaticano y ayudó a promulgar una ley de libertad de conciencia que garantizaba el derecho del pueblo a “satisfacer sus necesidades espirituales”.
El final de un imperio
La perestroika de Gorbachov quedó demostrada cuando, en un capítulo impresionante de la historia, los regímenes comunistas de Europa del Este comenzaron a caer, uno tras otro.
En 1989, y durante unos pocos meses de euforia, la arquitectura política de Europa se transformó por la demanda popular de democracia. Siete países que durante más de cuatro décadas estuvieron encerrados tras la Cortina de Hierro volvieron a ser independientes. Algunos historiadores consideran que 1989 tiene tanta importancia como 1789, que fue el comienzo de la Revolución francesa, y 1848, un año signado por la agitación política en toda Europa.
No hay duda de que Gorbachov fue el catalizador de ese cambio. Pase lo que pase con el legado de la Unión Soviética, será recordado como el hombre que restauró Europa al momento previo a la Segunda Guerra Mundial, cuando era un continente de Estados nacionales independientes.
A pesar de las dificultades que enfrentó, Gorbachov tuvo éxito al cambiar drástica y permanentemente el carácter político, económico y social de lo que alguna vez fue la Unión Soviética, así como el mapa completo de Europa del Este. Pero él, más que nadie, sabía bien cuán corto se había quedado.