©CUBA ETERNA GABITOS – Como un joven adivino o un brujo de Las mil y una noches, en la memoria de Omar se mezclan ritos, conjuros, relatos y palabras en lenguas antiguas. Hablador, de piel tostada y ojos despiertos, vive entre libros y objetos sagrados de la Regla de Ocha.
Omar ha tratado de comprender la santería desde la práctica, el respeto y la racionalidad. Desprovisto de fanatismos y abierto al diálogo, hay pocas personas en Santa Clara –ciudad que es un laberinto de creencias– con las que se pueda hablar con tanta seriedad sobre el universo religioso afrocubano.
“Aunque te advierto”, dice, “que solo hablaré de Ocha, porque el Palo Monte y los abakuá, también de origen africano, son dos temas en los que no tengo experiencia vital ni libresca”.
En esa conversación con Omar, se trata de averiguar por qué a las celebridades y políticos cubanos les interesa tanto la santería y cuál es el “estado de salud” de esta religión en la Isla. No deja de intrigar el hecho de que existan facciones afines al Gobierno y babalawos “independientes” que predicen su inminente caída.
La política, la religión, el miedo, el honor entre iniciados, la superstición, la usurpación de elementos rituales por la Seguridad del Estado, para atemorizar a los disidentes… la lista de temas agotaría la serenidad de un interlocutor razonable. Pero Omar es paciente, como un hechicero anciano, y comienza a buscar las causas del problema.
El Período Especial y el nuevo milenio trajeron más cambios para la Regla de Ocha: se encarecieron las iniciaciones y se comenzó un proceso de mercantilización
“La religión afrocubana está en todos lados”, afirma. “Penetra la jerga, la gestualidad, los imaginarios, moldea la guapería nacional, y hasta le da forma a lo peor de los cubanos, en un proceso donde muchos elementos salen para ser sustituidos por otros de inquietante procedencia”.
“El primer signo de este ‘desmadre'”, explica Omar, “se puede hallar en lo que alguien llamó el baby boom de los babalawos en los años ochenta y noventa”. Este auge se produjo gracias a Miguel Febles (1910-1986), un santero que “alivió” los rigurosos controles para iniciarse en la religión.
El centro de la consagración de un babalawo es el “fundamento”, un orisha o fetiche sobre el cual se realiza la ceremonia. Antes de Febles, el número de fundamentos era muy reducido, y para iniciar a un nuevo babalawo tenía que prestarse o alquilarse, a menudo desde una ciudad a otra.
“Febles flexibilizó el rigor a la hora de entregar el fetiche”, afirma Omar, “en favor de las capacidades económicas de quien pretendiera recibirlo. Eso garantizó un crecimiento aritmético del número de consagraciones”.
El babalawo había sido moldeado tradicionalmente según criterios muy parecidos a los de la masonería: debía ser heterosexual, “sabio”, buen hijo, padre y esposo, con disponibilidad para avanzar en el estudio de la religión. Pero, después de la reforma de Febles, ese ideal se desdibujó y “se comenzaron a consagrar personas de muy variada índole, entre los que se encontraban muchos pepillos, maleantes, proxenetas y profesionales de distintas ramas”.
El Período Especial y el nuevo milenio trajeron más cambios para la Regla de Ocha: se encarecieron las iniciaciones, se comenzó un proceso de mercantilización –el beneficio monetario antes que el espiritual– y los santeros se sumergieron en una suerte de “modelo de éxito”. Por no hablar de la “invención” de orishas para atraer a los turistas que venían buscando una religión “exótica” y criolla.
“En esta nueva dinámica”, lamenta Omar, “la gente pide tres cosas fundamentales: solución de problemas amorosos con brujerías o amarres; las limpias para mejorar la suerte personal; y protección mágica para lidiar con la justicia”.
Añade que “las condiciones azarosas de vida que enfrenta el cubano condicionan la búsqueda de una seguridad en el plano esotérico, precisamente porque se quiere controlar el caos que se vive a diario mediante la intervención de la magia”.
Omar se refiere, no sin incomodidad, a los artistas cubanos que han hecho de la santería una especie de “sello”. “Luna Manzanares se paseó de iyawo durante los funerales faraónicos de Fidel Castro”, dice, “a sabiendas de que un iyawo tiene prohibido participar en actividades fúnebres o entrar en cementerios”.
“Kimiko y Yordi hicieron su video más famoso, El campeón, vestidos de iyawos, aún cuando sabían que en su estado es tabú tomarse fotos o aparecer en un video. Pero estos artistas no hacían más que reproducir lo que en otros momentos habían hecho Chacal y Yakarta, y muchos otros más. Hoy los timberos celebran con temas musicales su acceso al culto más misógino y exclusivo de Ifá, de acuerdo a la tendencia que iniciara Adalberto Álvarez cuando se hizo babalawo“.
La gente reza, busca respuestas, confía en el “más allá” y consulta todo tipo de mecanismos adivinatorios para saber cuánto tiempo más hay que “resistir”
Omar no habla del “acercamiento” de los dirigentes del Partido Comunista a la santería, considerada como “religión extraoficial” del Comité Central, ni de los “santos” atribuidos a Díaz-Canel y demás personajes del Gobierno. “No tenía idea de que se usaran elementos de la Ocha, como animales, para amenazar o asustar a los disidentes. ¡Eso me asombra!”, dice, cuando se le pregunta sobre las aves descuartizadas en los portales de varias casas de opositores.
“Pero no te engañes”, advierte Omar, “la visibilidad de la práctica no tiene nada que ver con su buena conservación”.
Como ocurrió en el Período Especial, la religión vuelve a adquirir en la Isla una especie de condición “anestésica” ante las dificultades de la vida. La gente reza, busca respuestas, confía en el “más allá” y consulta todo tipo de mecanismos adivinatorios para saber cuánto tiempo más hay que “resistir”.
Por otra parte, el Gobierno ha hecho todo lo posible por asimilar y organizar, según sus parámetros, el panorama religioso de la Isla. Entidades como el Consejo de Iglesias de Cuba y la Asociación Cultural Yoruba tienen una agenda definida por la Seguridad del Estado, según comprobó un reciente informe de la organización Prisoners Defenders, con sede en Madrid.
La santería, practicada de modo más o menos ortodoxo por muchos cubanos, no solo se enfrenta a la división interna y la infiltración del G2, sino también al éxodo masivo que experimenta la Isla. La respuesta que den los babalawos y sus creyentes a este fenómeno, su rigor o flexibilidad en los nuevos ritos, celebrados más allá de la frontera insular, determinará en gran medida la supervivencia de esta religión con varios siglos de antigüedad y tradición en Cuba.