ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES
¿Qué dictadura en el mundo, fascista, comunista, teocrática, o de cualquier otro signo ideológico habría podido mantenerse en el poder con tan devastadora crisis política, social y económica como la que padece hoy Cuba?
Al menos en América no se recuerda a régimen tiránico alguno que haya sobrevivido a una cosa igual. Estamos hablando de una nación cuyo sistema electroenergético nacional colapsó y los apagones pueden durar hasta tres días consecutivos. Con la agricultura arruinada, la industria casi paralizada, y sin poder exportar ya ni azúcar.
El país no tiene divisas, ni acceso a créditos internacionales (por no pagar lo que debe) para importar alimentos, medicamentos, materias primas, combustible, equipos de transporte y bienes de consumo. Con la segunda tasa de inflación más alta y la moneda más devaluada del mundo. Con millones de personas viviendo en la pobreza extrema, malnutridas, muchos vistiendo harapos en barrios insalubres en medio de basureros y aguas negras. Solo en La Habana se derrumban 1.000 viviendas cada año.
Incluso, la serie elite del béisbol cubano, programada para iniciarse el 8 de octubre, tuvo que suspenderse hasta nuevo aviso porque los uniformes importados de San Marino aún no habían llegado.
Raúl es fríamente consciente de su crueldad
En otras palabras, el empecinamiento de Raúl Castro "El Cruel", y los mafiosos que lo aúpan todavía como "número uno" de Cuba es un crimen de lesa humanidad. Y apunta a un final violento de su dictadura.
Y ahí está el detalle. Raúl Castro es un criminal nato, como lo fue su hermano, pero que se sepa no ha sido diagnosticado como un psicópata ególatra como Fidel. No se trata de un "iluminado" megalómano tipo Hitler o Mussolini como sí lo fue su hermano, según psiquiatras y psicólogos que lo estudiaron.
O sea, Castro II es un criminal a capella, alguien fríamente consciente de su crueldad y maltrato a los cubanos, pues no se percibe a sí mismo como el Zeus del Olimpo, alguien infalible que todo lo que hace es perfecto, rodeado de seres inferiores que lo veneran y adoran su "genialidad infinita". Ese no es su caso.
Fidel Castro era un narcisista que disfrutaba —cual orgasmo espiritual— hablar a las multitudes para embaucarlas. Castro II está limitado intelectualmente, es un incapaz. No tiene facilidad de palabra y detesta hablar en público. Era criticado por Fidel porque en situaciones difíciles en el país se evadía y se refugiaba en el alcohol. Es sádico, pero nada valiente en lo personal. Sin precisar las fuentes exactas, se dice que a fines de 1958, Ramiro Valdés en Las Villas con la guerrilla comandada por el Che comentó: "Raúl es un pendejo".
Raúl escoge a ineptos para que no brillen y tengan "tentaciones"
El general de cuatro estrellas, de las cuales no se ganó ni una sola, es tan incapaz que no es capaz de rodearse de gente capaz, y valga el retruécano o trabalenguas.
Fidel era más déspota y tan despiadado, pero no era "bruto". Sabía nadar y guardar la ropa, como dice el refrán. Como sanguinario expandillero (gangster habanero) olfateaba dónde decía peligro, y cuáles eran los límites que no debía pasar. Reprimía brutalmente, pero a la vez con su verborrea prometía villas y castillas, un "futuro luminoso". Entre palo y palo a la gente entregaba algunas poquitas zanahorias. Anclado en su egolatría y endiosamiento, se rodeaba de burócratas sumisos pero con talento, siempre que no le hicieran sombra políticamente. Al primero que eliminó fue a Camilo Cienfuegos.
Pero Raúl Castro está tan inseguro de sí mismo que suele rodearse de incapaces igual que él para que nadie brille mucho y lo ponga en ridículo, o termine suplantándolo. Castro I sentía el mismo temor, pero atenuado por su ego cósmico, al creerse un ser superior a todos los demás, como se lo creían Hitler, Napoleón, o Carlomagno.
Cuando Raúl decidió "retirarse" formalmente (para la exportación) como jefe de Estado, de Gobierno y como primer secretario del PCC, escogió a un yes man inepto, sumiso, incoloro e inodoro como Miguel Díaz-Canel. Como lo son igualmente, en mayor o menor grado, el premier Manuel Marrero; el ministro de Economía, Alejandro Gil; el ex zar de la economía, Marino Murillo; el presidente del "Parlamento", Esteban Lazo; la mayoría de los ministros y de los dirigentes del PCC.
Su ex yerno, el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, era quizás la excepción, porque era parte de la corte (familia Castro) y a quien él quería dejar de dictador como sustituto suyo. Pero murió.
A la dictadura no la salva nadie, pero podría haber menos dolor
Y no es que con un equipo de Gobierno de personas capaces e inteligentes se pudiera impedir el derrumbe del régimen. A la dictadura no la salva ya ni el médico chino. El punto aquí es destacar la misantropía y crueldad infinitas de Raúl Castro, su empecinamiento, su rechazo a mover fichas que pudieran hacer menos traumática la crisis con decisiones de gobierno menos estúpidas e irracionales. Lo que hace es reprimir, sembrar más rechazo de la población. No le importa. Se comporta cada vez más irresponsable y criminalmente.
Sin embargo, y esto es clave, ello ocurre mientras se dispara el miedo del propio tirano y sus apandillados a ese rechazo ya explícito (no en cuchicheos bajitos entre familiares y amigos) de la población.
En las últimas protestas callejeras masivas la cúpula castrista bloqueó las calles que dan acceso a la Plaza de la Revolución, donde está el Palacio de Gobierno, el Consejo de Estado, el Comité Central del PCC, y los ministerios de las Fuerzas Armadas, del Interior y de Comunicaciones, el corazón estratégico de la dictadura. Eso nunca se había hecho en un área tan extensa.
Castro II vive refugiado en su confortable y protegida madriguera (tiene varias), lejos del "populacho". No da la cara ni para intentar dar a la población una esperanza de una luz al final del túnel. Y a su ayudante Díaz-Canel nadie lo respeta en la isla.
La economía no tiene salida posible, no da más, está muerta
La economía cubana está más muerta que viva. Todos los ensayos del Gobierno para salir de la crisis han fracasado. Y la mafia militar que controla el turismo y lo que queda de economía rentable invierte miles de millones de dólares y pesos en la construcción de hoteles, y no en infraestructura, ni en aliviar la miserable vida de los cubanos. El país está descapitalizado y medio paralizado. Huyen los cubanos de la Isla como nunca antes. Pinar del Río luego del huracán Ian parece ser Burundi.
Las protestas espontáneas se multiplican. En septiembre hubo 364, y continuarán. La dictadura sufrió una elocuente derrota política en el referendo sobre el Código de las Familias. El "presidente" Díaz-Canel, lejos de renunciar o ser destituido, culpa de todo a Washington y asegura por la TV que quienes protestan en las calles son delincuentes pagados por EEUU y la diáspora cubana.
Buena parte de la cúpula dictatorial es consciente de que el castrismo ya no da más, que no hay salida posible para la crisis sin desmantelar el modelo socialista que el mismísimo Fidel Castro reconoció que "no funciona". Pero el general con sus esbirros y sabuesos, dirigidos seguramente por su hijo Alejandro, el Fouché actual del régimen, vigila a todos, militares y civiles, todo el tiempo.
¿Hasta cuándo, Raúl Castro? Hasta un día, que ya no debe estar muy lejos en que "se rompa el corojo", parafraseando la criolla frase del capitán mambí Fulgencio Duarte, en Mangos de Baraguá, luego del rechazo del Pacto del Zanjón por parte del general Antonio Maceo.
El corojo se va a romper. De una manera u otra, se va a romper. Se pueden imaginar posibles escenarios para esa ruptura inevitable, con sus singularidades, sabiendo que casi nunca esos pronósticos se cumplen y ocurren sorpresas que nadie imaginó. De todas maneras, a mi modo de ver un probable escenario podría emanar de la "estrategia del sandwich". Pero ese es tema para otro artículo.